miércoles, 8 de enero de 2020

LITURGIA DE LAS HORAS - OFICIO DE LECTURA



TIEMPO DE NAVIDAD
JUEVES DE LA SEMANA II
Del Propio - Salterio II

9 de enero

OFICIO DE LECTURA

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.


Himno: AYER, EN LEVE CENTELLA

Ayer, en leve centella,
te vio Moisés sobre el monte;
hoy no basta el horizonte
para contener tu estrella.

Los magos preguntan; y ella
de un Dios infante responde
que en duras pajas se acuesta
y más se nos manifiesta
cuanto más hondo se esconde. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre.

Salmo 43 I ORACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS QUE SUFRE ENTREGADO A SUS ENEMIGOS

¡Oh Dios!, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.

Tú mismo, con tu mano, desposeíste a los gentiles,
y los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones,
y los hiciste crecer a ellos.

Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dio la victoria;
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque tú los amabas.

Mi rey y mi Dios eres tú,
que das la victoria a Jacob:
con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.

Pues yo no confío en mi arco,
ni mi espada me da la victoria;
tú nos das la victoria sobre el enemigo
y derrotas a nuestros adversarios.

Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
y siempre damos gracias a tu nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre.

Ant 2. Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.

Salmo 43 II

Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
nos haces retroceder ante el enemigo,
y nuestro adversario nos saquea.

Nos entregas como ovejas a la matanza
y nos has dispersado por las naciones;
vendes a tu pueblo por nada,
no lo tasas muy alto.

Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean;
nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos hacen muecas las naciones.

Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara
al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.

Ant 3. Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia.

Salmo 43 III

Todo esto nos viene encima,
sin haberte olvidado
ni haber violado tu alianza,
sin que se volviera atrás nuestro corazón
ni se desviaran de tu camino nuestros pasos;
y tú nos arrojaste a un lugar de chacales
y nos cubriste de tinieblas.

Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
y extendido las manos a un dios extraño,
el Señor lo habría averiguado,
pues él penetra los secretos del corazón.

Por tu causa nos degüellan cada día,
nos tratan como a ovejas de matanza.
Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
Levántate, no nos rechaces más.
¿Por qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?

Nuestro aliento se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado al suelo.
Levántate a socorrernos,
redímenos por tu misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia.

V. El Señor nos instruirá en sus caminos.
R. Y marcharemos por sus sendas.

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 56, 1-8

LOS EXTRANJEROS y LOS EUNUCOS SON ADMITIDOS EN LA CASA DEL SEÑOR

Así dice el Señor:

«Guardad el derecho, practicad la justicia, que mi salvación está para llegar y se va a revelar mi victoria.» Dichoso el hombre que obra así, dichoso el mortal que persevera en ello, que guarda el sábado sin profanarlo y guarda su mano de obrar el mal.

No diga el extranjero que se ha dado al Señor: «El Señor me excluirá de su pueblo.» No diga el eunuco: «Yo soy un árbol seco.» Porque así dice el Señor:

«A los eunucos que guardan mis sábados, que deciden lo que me agrada y perseveran en mi alianza, les haré en mi casa y en mis murallas un monumento y un nombre mejores que hijos e hijas; nombre eterno les daré, que no se extinguirá.

A los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores, que guardan el sábado sin profanarlo y perseveran en mi alianza, los traeré a mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de oración; aceptaré sobre mi altar sus holocaustos y sacrificios; porque mi casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos.»

Oráculo del Señor, que reúne a los dispersos de Israel, y reunirá otros a los ya reunidos.

RESPONSORIO    Is 56, 8. 6. 7; Col 1, 27

R. Oráculo del Señor, que reúne a los dispersos de Israel, a los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo; * los traeré a mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de oración.
V. Ha querido Dios dar a conocer las riquezas de gloria con que brilla este misterio entre los gentiles: el misterio de que Cristo está entre nosotros.
R. Los traeré a mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de oración.

SEGUNDA LECTURA

De las Disertaciones de san Proclo de Constantinopla, obispo
(Disertación 7, En la santa Teofanía, 1-3: PG 65, 758-759)

LA SANTIFICACIÓN DE LAS AGUAS

Cristo se ha hecho visible al mundo y, devolviéndole su antigua armonía, lo ha llenado de hermosura y de gozo. Ha tomado sobre sí el pecado del mundo, arrojando de él al enemigo. Ha santificado los manantiales de agua y ha iluminado las almas de los hombres. Ha acumulado una serie de maravillas, a cual más admirable.

Hoy la tierra y el mar se han repartido entre sí la gracia del Salvador, y todo el mundo está inundado de alegría; el día de hoy añade nuevas maravillas a la solemnidad precedente.

En efecto, en la anterior solemnidad del nacimiento del Salvador se alegraba la tierra, porque llevaba al Señor en un pesebre; pero en este día de las Teofanías también el mar salta de gozo y se regocija alborozadamente; se regocija porque recibe en pleno Jordán la bendición santificadora.

En la solemnidad precedente Cristo se nos mostraba en la imperfección de la infancia, signo de nuestra propia imperfección; pero en la festividad que hoy celebramos lo vemos llegado ya a la perfección de su madurez, lo que designa de un modo velado la perfección de aquel que procede del que es perfecto por esencia. Antes, el que es Rey se revistió de la púrpura del cuerpo humano; ahora, el que es la fuente cubre y reviste, por así decirlo, las aguas del río.

¡Ea, pues!, contemplad estas nuevas y estupendas maravillas: el sol de justicia se baña en el Jordán, el fuego se sumerge en el agua, Dios es santificado por ministerio de un hombre.

Hoy toda la creación prorrumpe en este himno: Bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el que viene en todo tiempo, pues no es ésta la primera de sus venidas.

Y ¿de quién se trata? Dínoslo claramente, por favor, bienaventurado salmista: El Señor es Dios: él nos ilumina. Y no sólo el salmista, sino que también el apóstol Pablo se hace solidario de su testimonio, cuando dice: Dios ha hecho aparecer a vista de todos los hombres la gracia que nos trae la salud; y nos enseña a vivir con sensatez. No dice «a vista de algunos», sino de todos, porque todos, judíos y griegos, obtienen la salvación por el bautismo, todos pueden beneficiarse de sus riquezas.

¡Ea, pues!, considerad este admirable y nuevo diluvio, superior en todo al que tuvo lugar en tiempos de Noé. Porque entonces el agua del diluvio destruyó al género humano; mas ahora el agua del bautismo, con la eficacia que Cristo le comunica al ser él bautizado, retorna los muertos a la vida. Entonces una paloma, llevando en su boca un ramo de olivo, designaba la fragancia del olor de Cristo Señor; pero ahora el Espíritu Santo, al venir en forma de paloma, pone de manifiesto al mismo Señor de la misericordia.

RESPONSORIO   

R. Hoy se manifestó a nosotros el que es «Luz de Luz», al cual bautizó Juan en el Jordán: * Nosotros creemos firmemente y proclamamos que nació de la Virgen María.
V. Los cielos se abrieron sobre él y se oyó la voz del Padre.
R. Nosotros creemos firmemente y proclamamos que nació de la Virgen María.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor, Dios nuestro, luz radiante de todas las naciones, concede una paz estable a todos los pueblos de la tierra, y haz que aquella luz resplandeciente, que condujo a los magos al conocimiento de tu Hijo, ilumine también nuestros corazones. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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