viernes, 6 de noviembre de 2020

EVANGELIO - 07 de Noviembre - San Lucas 16,9-15


       Carta de San Pablo a los Filipenses 4,10-19.

    Hermanos: Yo tuve una gran alegría en el Señor cuando vi florecer los buenos sentimientos de ustedes con respecto a mí; ciertamente los tenían, pero les faltaba la ocasión de demostrarlos.
    No es la necesidad la que me hace hablar, porque he aprendido a hacer frente a cualquier situación.
    Yo sé vivir tanto en las privaciones como en la abundancia; estoy hecho absolutamente a todo, a la saciedad como al hambre, a tener de sobra como a no tener nada.
    Yo lo puedo todo en aquel que me conforta.
    Sin embargo, ustedes hicieron bien en interesarse por mis necesidades.
    Y ya saben, filipenses, que al comienzo de la evangelización, cuando dejé Macedonia, ninguna otra iglesia me ayudó pecuniariamente. Ustedes fueron los únicos que cuando estaba en Tesalónica, en dos ocasiones me enviaron medios para asistirme en mis necesidades.
    No es que yo busque regalos; solamente quiero darles la ocasión de que ustedes se enriquezcan cada vez más delante de Dios.
    Por el momento, tengo todo lo necesario y más todavía. Vivo en la abundancia desde que Epafrodito me entregó la ofrenda de ustedes, como perfume de aroma agradable, como sacrificio aceptable y grato a Dios.
    Dios colmará con magnificencia todas las necesidades de ustedes, conforme a su riqueza, en Cristo Jesús.


Salmo 112(111),1-2.5-6.8a.9.

Feliz el hombre que teme al Señor
y se complace en sus mandamientos.
Su descendencia será fuerte en la tierra:
la posteridad de los justos es bendecida.

Dichoso el que se compadece y da prestado,
y administra sus negocios con rectitud.
El justo no vacilará jamás,
su recuerdo permanecerá para siempre.

Su ánimo está seguro, y no temerá,
Él da abundantemente a los pobres:
su generosidad permanecerá para siempre,
y alzará su frente con dignidad.


    Evangelio según San Lucas 16,9-15.

    Jesús decía a sus discípulos: "Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas.
    El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho.
    Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿Quién les confiará el verdadero bien?
    Y si no son fieles con lo ajeno, ¿Quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?
    Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero".
    Los fariseos, que eran amigos del dinero, escuchaban todo esto y se burlaban de Jesús.
    El les dijo: "Ustedes aparentan rectitud ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 07 de Noviembre - “No podéis servir a Dios y al dinero.”


San Clemente de Alejandría teólogo Homilía ¿Quién es el hombre rico que se salvará?, 16-17; P.G. 9, 619-622

“No podéis servir a Dios y al dinero.”

    Hay una riqueza que siembra la muerte allí donde extiende su poder. ¡Libraos de ella y seréis a salvo! Purificad vuestras almas, haciéndola pobre para poder escuchar la llamada del Señor que os dice: “Ven y sígueme!” (Mc 10,21) Es el camino de los limpios de corazón. La gracia de Dios no puede habitar un alma dividida y repleta de multitud de riquezas y posesiones. Aquel que considera su fortuna, su oro y su plata, sus casas, como don de Dios éste agradece a Dios sus dones ayudando a los pobres con sus bienes. Sabe que los posee más para sus hermanos que para si mismo. Es dueño de sus riquezas en lugar de ser su esclavo. No los encierra en su alma ni se encierra en ellos sino que se afana, sin cansar, en las buenas obras. Y si algún día, su fortuna desaparece, acepta la ruina con un corazón libre. Este hombre es declarado por Dios “dichoso”; lo llamará “pobre en el espíritu”, heredero del Reino de los cielos. (Mt 5,3)... Al contrario, aquel que acumula su riqueza y llena su corazón con ella, en lugar de acoger al Espíritu Santo, guardando sus tierras en su corazón, acumulando fortuna sin cesar, no levanta jamás los ojos al cielo. Se hunde en lo terreno y material. De hecho, no es más que polvo y al polvo volverá. (Gn 3,19) ¿Cómo podrá experimentar el deseo del reino de los cielos el que en lugar de tener un corazón, en su interior tiene campos y minas? La muerte lo sorprenderá inevitablemente en medio de sus pasiones. Porque “donde está tu tesoro, allí está tu corazón.” (Mt 6,21)

SANTORAL - MARÍA, MEDIANERA DE TODAS LAS GRACIAS

07 de Noviembre


     María nos lleva a Cristo. Con esto queremos decir que la Madre de Jesús ilumina nuestro camino para llegar a su Hijo o, lo que es lo mismo, que gracias a ella conocemos mejor a nuestro hermano e Hijo de Dios llamado también Emmanuel. Hay cristianos que sostienen que Jesús es el único Mediador entre el hombre y Dios. Sin embargo, podemos decir que Jesucristo es el mediador “Principal” pero que su Madre, que nos lleva, precisamente, a Él, ha de ser, por así decirlo, la medianera “Secundaria”. Hoy celebramos, precisa y muy especialmente a María, Madre de Dios. Por eso puede resultar algo extraño que siendo la Madre del Creador no pueda ser, a su vez, medianera ante Quien todo lo ha hecho. Eso sería como sostener que nada pudiera decir la Virgen Inmaculada a su Hijo y, a través de su Hijo, a Dios mismo. Simplemente dicho, eso no puede ser y otra es la verdad.

    Hay tantos casos, a lo largo de la historia de la cristiandad, en los que María ha intervenido directamente, pues se le ha pedido a través de la oración o la piadosa aclamación, en la resolución de situaciones muy difíciles para las personas que así actuaban, que resulta, de todo punto, insostenible, que la Madre de Dios no sea Mediadora y como tal la tratemos.

    Sobre lo primero dicho o, lo que es lo mismo, sobre el rechazo de considerar a María Mediadora, escribió Grignion de Montfort (en su “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen”, c. II, a. I, § I) que hay “Doctores que no conocen a la Madre de Dios, sino de una manera especulativa, árida, estéril e indiferente; que temen abusar de la devoción a la Santísima Virgen, hacer injuria a Nuestro Señor honrando demasiado a su santísima Madre.
Si hablan de la devoción a María, no es tanto para recomendarla como para reprobar las exageraciones”

    Tal reprobación no puede ser más que ejemplo palmario de no comprender la muy especial función espiritual que cumple la Madre de Dios en la historia de la salvación preparada por Dios Padre Todopoderoso.

    Es bien cierto que el apóstol de los gentiles, en su Primera Epístola a Timoteo (2,5) dice que “uno es Dios y uno también el mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” pero eso no ha de querer decir que la Maternidad divina de la que participa la Virgen María, y lo que eso supone de especial unión con la Santísima Trinidad no tenga nada que ver con la mujer que manifestó su “sí” a Dios. Por eso decimos en el Santo Rosario

    Dios te salve, María, Hija de Dios Padre, llena eres de gracia…
    Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo, llena eres de gracia…
    Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo, llena eres de gracia…


    Y por eso mismo, sabemos y compartimos la verdad según la cual María se mantiene como vínculo de unión entre Dios y los hombres y de aquí que la tengamos, también, como Mediadora… de todas las gracias.

    María, pues, es Mediadora también para el Magisterio de la Iglesia católica que responde, como suele suceder, a lo que es creencia fundamental del pueblo de Dios.

    Pero, para los que crean que en realidad esto no es más que una elucubración en beneficio de la Madre que tanto amamos los católicos, lo bien cierto es que también existen razones teológicas que apoyan que María sea considerada como Mediadora. Así, por ejemplo, las siguientes:

a. Es comprensible que María, que con su fiat hizo posible la mismísima Encarnación a partir de la cual nació el Hijo de Dios, Fuente de todas las gracias, pueda participar en el distribuir de las mismas.

b. El papel que le corresponde a María de Corredentora y de Madre espiritual de toda la humanidad ha de tener relación directa y posible con el hecho de que interceda en bien de sus hijos.

c. No poco importante es que siendo María Madre de la Iglesia y, sabiendo que la gracia se comunica por la Esposa de Cristo, no es nada extraño sostener que la gracia que, del cielo, se vierte en los hijos de Dios, pase por sus manos.

    Vemos, por tanto, que no hay nada descabellado en el hecho de considerar a María, aquella joven judía que dijo sí a Dios, como Mediadora de todas las gracias. Es más, no es que no haya nada descabellado sino que otra cosa no puede ser verdad.

    Pero es que, además, en el tiempo que vivió en la tierra, los siguientes hechos adelantan y, a su vez, confirman, el papel que aquí defendemos:

1. Se santifica, a través de ella, el llamado Precursor del Mesías, Juan el Bautista.

2. Por ella los discípulos de su hijo Jesús confirman, por primera vez, su fe en el episodio de las bodas de Caná.

3. Por ella, el discípulo muy amado por Cristo, y que luego cuidaría a la Madre en su propia casa, Juan, el Zebedeo, confirmó su fe en el mismísimo Calvario.

4. Sosteniendo, María, la fe entonces vacilante de los apóstoles y demás discípulos hasta que el Espíritu Santo descendió sobre ellos en Pentecostés.

    En fin… seguramente mucho más se podría decir acerca del papel de Mediadora que cumplió y cumple la Virgen Inmaculada en la historia de la salvación del ser humano.

    Y terminamos con algo que dice, seguramente, todo, acerca de la mediación de María, Mediadora de todas las gracias. Es de esperar que lo digamos muchas veces al cabo del día y, más aún, a lo largo de una vida, más o menos larga. Y es esto: “Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte; amén.

Oremos

    ¡Oh María!, Santísima e Inmaculada Madre de Dios, me presento ante ti, que eres Mediadora de toda gracia, tu que eres la más bella de las rosas. Recibe mis súplicas, Santísima Madre de Dios, para que obtengamos la gracia de hacer que toda nuestra vida, todo lo que deseemos, todo lo que hagamos sea para alabar, y servir en todo a Nuestro Señor. Madre reina de nuestros corazones, ten piedad de nosotros que somos pecadores, ayúdanos a limpiar nuestras almas de la mancha del pecado, para que un día podamos resucitar con Cristo y gozar de la gloria de Dios Padre en el cielo, por los siglos de los siglos. Amén