sábado, 4 de marzo de 2023
EVANGELIO - 05 de Marzo - San Mateo 17,1-9.
Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra".
Abrám partió, como el Señor se lo había ordenado, y Lot se fue con él. Cuando salió de Jarán, Abrám tenía setenta y cinco años.
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.
Nuestra alma espera en el Señor;
él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.
El nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad, y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena Noticia,
Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo".
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor.
Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: "Levántense, no tengan miedo".
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos".
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 05 de Marzo - "Este es mi Hijo amado"
Este es mi Hijo amado
A través del maravilloso evento de la Transfiguración, los tres discípulos están llamados a reconocer en Jesús al Hijo de Dios resplandeciente de gloria. De este modo avanzan en el conocimiento de su Maestro, dándose cuenta de que el aspecto humano no expresa toda su realidad; a sus ojos se revela la dimensión sobrenatural y divina de Jesús. Y desde arriba resuena una voz que dice: «Este es mi Hijo amado [...]. Escuchadle» (v. 5). Es el Padre celestial quien confirma la “investidura” — llamémosla así— de Jesús ya hecha el día de su bautismo en el Jordán e invita a los discípulos a escucharlo y seguirlo. (…) Jesús también nos dice: «Levantaos, no tengáis miedo» (Mateo 17, 7). En este mundo, marcado por el egoísmo y la codicia, la luz de Dios se oscurece por las preocupaciones de la vida cotidiana. A menudo decimos: no tengo tiempo para rezar, no puedo hacer un servicio en la parroquia, responder a las peticiones de los demás... Pero no debemos olvidar que el Bautismo que recibimos nos hizo testigos, no por nuestra capacidad, sino por el don del Espíritu.
SANTORAL - SANTOS ADRIAN Y NATALIA
05 de Marzo
San Adrián. Este último era un centurión romano, de la milicia imperial, en la época del emperador Maximiano, a finales del siglo III. En una ocasión, mientras custodiaba a 33 cautivos cristianos condenados al martirio, estos lo convirtieron a su fe cuando él les preguntó qué recompensa esperaban obtener por el castigo que estaban a punto de sufrir. "La gloria de Dios", fue la convincente respuesta.
Adrián los dejó libres y, desde luego, fue apresado por orden del propio emperador. Lo torturaron para que confesara dónde estaban los prisioneros, pero Adrián resistió. Ante su negativa, hicieron traer a su esposa, Natalia, para que presenciara el suplicio. Ella, que era cristiana en secreto desde hacía algún tiempo, en lugar de presionarlo para que confesara, le dio ánimos para resistir, para que no pensara el mundo terrenal, sino en la gloria divina.
Los torturadores, entonces, cortaron las manos del centurión, que murió desangrado. Su esposa escondió una de sus manos entre la ropa y huyó, al poco tiempo, junto a otros cristianos en un barco, llevando sólo la mano de su esposo. Pero en mitad de la travesía, una terrible tormenta dejó la nave a la deriva.
Entonces la mano de Adrián tomó el timón y llevó a los fugitivos a un sitio seguro. Luego, Natalia llevó la mano al lugar donde estaba enterrado el mártir, la puso junto al cuerpo y murió abrazada al esposo.
Dios todopoderoso y eterno, que diste a los santos mártires Adriano y Natalia la valentía de aceptar la muerte por el nombre de Cristo: concede también tu fuerza a nuestra debilidad para que, a ejemplo de aquellos que no dudaron en morir por tí, nosotros sepamos también ser fuertes, confesando tu nombre con nuestras vidas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén