lunes, 5 de agosto de 2019

CARTA ENCÍCLICA CARITAS IN VERITATE SOBRE EL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL EN LA CARIDAD Y EN LA VERDAD



CAPÍTULO CUARTO

DESARROLLO DE LOS PUEBLOS, DERECHOS Y DEBERES, AMBIENTE

51. El modo en que el hombre trata el ambiente influye en la manera en que se trata a sí mismo, y viceversa. Esto exige que la sociedad actual revise seriamente su estilo de vida que, en muchas partes del mundo, tiende al hedonismo y al consumismo, despreocupándose de los daños que de ello se derivan[122]. Es necesario un cambio efectivo de mentalidad que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida, «a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un crecimiento común sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones»[123]. Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales, así como la degradación ambiental, a su vez, provoca insatisfacción en las relaciones sociales. La naturaleza, especialmente en nuestra época, está tan integrada en la dinámica social y cultural que prácticamente ya no constituye una variable independiente. La desertización y el empobrecimiento productivo de algunas áreas agrícolas son también fruto del empobrecimiento de sus habitantes y de su atraso. Cuando se promueve el desarrollo económico y cultural de estas poblaciones, se tutela también la naturaleza. Además, muchos recursos naturales quedan devastados con las guerras. La paz de los pueblos y entre los pueblos permitiría también una mayor salvaguardia de la naturaleza. El acaparamiento de los recursos, especialmente del agua, puede provocar graves conflictos entre las poblaciones afectadas. Un acuerdo pacífico sobre el uso de los recursos puede salvaguardar la naturaleza y, al mismo tiempo, el bienestar de las sociedades interesadas.

La Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y la debe hacer valer en público. Y, al hacerlo, no sólo debe defender la tierra, el agua y el aire como dones de la creación que pertenecen a todos. Debe proteger sobre todo al hombre contra la destrucción de sí mismo. Es necesario que exista una especie de ecología del hombre bien entendida. En efecto, la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana: cuando se respeta la «ecología humana»[124] en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia. Así como las virtudes humanas están interrelacionadas, de modo que el debilitamiento de una pone en peligro también a las otras, así también el sistema ecológico se apoya en un proyecto que abarca tanto la sana convivencia social como la buena relación con la naturaleza.

Para salvaguardar la naturaleza no basta intervenir con incentivos o desincentivos económicos, y ni siquiera basta con una instrucción adecuada. Éstos son instrumentos importantes, pero el problema decisivo es la capacidad moral global de la sociedad. Si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si se hace artificial la concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de ecología humana y con ello de la ecología ambiental. Es una contradicción pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural, cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas. El libro de la naturaleza es uno e indivisible, tanto en lo que concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, en una palabra, el desarrollo humano integral. Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros. No se pueden exigir unos y conculcar otros. Es una grave antinomia de la mentalidad y de la praxis actual, que envilece a la persona, trastorna el ambiente y daña a la sociedad.



[122] Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1990, 13: l.c., 154-155.

[123] Id., Carta enc. Centesimus annus, 36: l.c., 838-840.

[124] Ibíd., 38: l.c., 840-841;cf. Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2007, 8: l.c., 6.

LETANÍA A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA



    “San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén”.

LITURGIA DE LAS HORAS - OFICIO DE LECTURA



TIEMPO ORDINARIO
MARTES DE LA SEMANA XVIII
Propio de la fiesta.

6 de agosto

LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR. (FIESTA)

OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO

Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. A Cristo, el rey supremo de la gloria, venid adorémosle.

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.


Himno: PARA LA CRUZ Y LA CRUCIFIXIÓN

Para la cruz y la crucifixión,
para la agonía debajo de los olivos,
nada mejor
que el monte Tabor.

Para los largos días de pena y dolor,
cuando se arrastra la vida inútilmente,
nada mejor
que el monte Tabor.

Para el fracaso, la soledad, la incomprensión,
cuando es gris el horizonte y el camino,
nada mejor
que el monte Tabor.

Para el triunfo gozoso de la resurrección,
cuando todo resplandece de cantos,
nada mejor
que el monte Tabor. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Un solo día en tu casa vale más que otros mil.

Salmo 83 - AÑORANZA DEL TEMPLO

¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
se alegran por el Dios vivo.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.

Dichosos los que viven en tu casa
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación:

cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
caminan de altura en altura
hasta ver a Dios en Sión.

Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, ¡oh Dios!, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.

Un solo día en tu casa
vale más que otros mil,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.

Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria,
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.

¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre
que confía en ti!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Un solo día en tu casa vale más que otros mil.

Ant 2. Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Aleluya.

Salmo 96 - EL SEÑOR ES UN REY MAYOR QUE TODOS LOS DIOSES.

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.

Delante de él avanza fuego
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;

porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Aleluya.

Ant 3. Ensalzad al Señor, Dios nuestro; postraos ante su monte santo.

Salmo 98 - SANTO ES EL SEÑOR, NUESTRO DIOS.

El Señor reina, tiemblen las naciones;
sentado sobre querubines, vacile la tierra.

El Señor es grande en Sión,
encumbrado sobre todos los pueblos.
Reconozcan tu nombre, grande y terrible:
Él es santo.

Reinas con poder y amas la justicia,
tú has establecido la rectitud;
tú administras la justicia y el derecho,
tú actúas en Jacob.

Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante el estrado de sus pies:
Él es santo.

Moisés y Aarón con sus sacerdotes,
Samuel con los que invocan su nombre,
invocaban al Señor, y él respondía.
Dios les hablaba desde la columna de nube;
oyeron sus mandatos y la ley que les dio.

Señor, Dios nuestro, tú les respondías,
tú eras para ellos un Dios de perdón
y un Dios vengador de sus maldades.

Ensalzad al Señor, Dios nuestro;
postraos ante su monte santo:
Santo es el Señor, nuestro Dios.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ensalzad al Señor, Dios nuestro; postraos ante su monte santo.

V. Dios les hablaba desde la columna de nube.
R. Oyeron sus mandatos.

PRIMERA LECTURA

De la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 3, 7—4, 6

GLORIA DIFUNDIDA POR CRISTO EN LA NUEVA ALIANZA

Hermanos: Si el régimen de la ley que mata, que fue grabada con letras en piedra, fue glorioso, y de tal modo que ni podían fijar la vista los israelitas en el rostro de Moisés por la gloria de su rostro, que era pasajera, ¿cuánto más glorioso no será el régimen del espíritu? Efectivamente, si hubo gloria en el régimen que lleva a la condenación, con mayor razón hay profusión de gloria en el régimen que conduce a la justificación. Y, en verdad, lo que en aquel caso fue gloria, no es tal en comparación con ésta, tan eminente y radiante. Pues si lo perecedero fue como un rayo de gloria, con más razón será glorioso lo imperecedero.

Estando, pues, en posesión de una esperanza tan grande, procedemos con toda decisión y seguridad, y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que no se fijasen los hijos de Israel en su resplandor, que era perecedero. Y sus entendimientos quedaron embotados, pues, en efecto, hasta el día de hoy perdura ese mismo velo en la lectura de la antigua alianza. El velo no se ha descorrido, pues sólo con Cristo queda removido. Y así, hasta el día de hoy, siempre que leen a Moisés, persiste un velo tendido sobre sus corazones. Mas cuando se vuelvan al Señor, será descorrido el velo. El Señor es espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, ahí está la libertad. Y todos nosotros, reflejando como en un espejo en nuestro rostro descubierto la gloria del Señor, nos vamos transformando, en su propia imagen, hacia una gloria cada vez mayor, por la acción del Señor, que es espíritu.

Por eso, investidos, por la misericordia de Dios, de este ministerio, no sentimos desfallecimiento, antes bien, renunciamos a todo encubrimiento vergonzoso del Evangelio; procedemos sin astucia y sin adulterar la palabra de Dios y, dando a conocer la verdad, nos encomendamos al juicio de toda humana conciencia en la presencia de Dios. Si, con todo, nuestro Evangelio queda cubierto como por un velo, queda así encubierto sólo para los que van camino de perdición, para aquellos cuyos entendimientos incrédulos cegó el dios del mundo presente, para que no vean brillar la luz del mensaje evangélico sobre la gloria de Cristo, que es imagen de Dios.

No nos predicamos a nosotros mismos, sino que predicamos a Cristo Jesús como Señor; nosotros nos presentamos como siervos vuestros por Jesús. El mismo Dios que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas», ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para que demos a conocer la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo.

RESPONSORIO    1Jn 3, 1. 2

R. Mirad qué amor nos ha tenido el Padre * para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!
V. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
R. Para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!

SEGUNDA LECTURA

Del Sermón de Anastasio Sinaíta, obispo, en el día de la Transfiguración del Señor .
(Núms. 6-10: «Mélanges d'archéologie et d'histoire» 67 [1955], 241-244)

QUE BIEN ESTARÍA QUEDARNOS AQUÍ

El misterio que hoy celebramos lo manifestó Jesús a sus discípulos en el monte Tabor. En efecto, después de haberles hablado, mientras iba con ellos, acerca del reino y de su segunda venida gloriosa, teniendo en cuenta que quizá no estaban muy convencidos de lo que les había anunciado acerca del reino y deseando infundir en sus corazones una firmísima e intima convicción, de modo que por lo presente creyeran en lo futuro, realizó ante sus ojos aquella admirable manifestación, en el monte Tabor, como una imagen prefigurativa del reino de los cielos. Era como si les dijese: «El tiempo que ha de transcurrir antes de que se realicen mis predicciones no ha de ser motivo de que vuestra fe se debilite, y por esto, ahora mismo, en el tiempo presente, os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán, sin haber visto al Hijo del hombre presentarse con la gloria de su Padre.»

Y el evangelista, para mostrar que el poder de Cristo estaba en armonía con su voluntad, añade: Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un alto monte, y se transfiguró en su presencia; su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se aparecieron Moisés y Elías conversando con él.

Éstas son las maravillas de la presente solemnidad, éste es el misterio, saludable para nosotros, que ahora se ha cumplido en el monte, ya que ahora nos reúne la muerte y, al mismo tiempo, la festividad de Cristo. Por esto, para que podamos penetrar, junto con los elegidos entre los discípulos inspirados por Dios, el sentido profundo de estos inefables y sagrados misterios, escuchemos la voz divina y sagrada que nos llama con insistencia desde lo alto, desde la cumbre del monte.

Debemos apresurarnos a ir hacia allí -así me atrevo a decirlo- como Jesús, que allí en el cielo es nuestro guía y precursor, con quien brillaremos con nuestra mirada espiritualizada, renovados en cierta manera en los trazos de nuestra alma, hechos conformes a su imagen, y, como él, transfigurados continuamente y hechos participes de la naturaleza divina, y dispuestos para los dones celestiales.

Corramos hacia allí, animosos y alegres, y penetremos en la intimidad de la nube, a imitación de Moisés y Elías, o de Santiago y Juan. Seamos como Pedro, arrebatado por la visión y aparición divina, transfigurado por aquella hermosa transfiguración, desasido del mundo, abstraído de la tierra; despojémonos de lo carnal, dejemos lo creado y volvámonos al Creador, al que Pedro, fuera de sí, dijo: Señor, qué bien estaría quedamos aquí.

Ciertamente, Pedro, en verdad qué bien estaría quedarnos aquí con Jesús, y permanecer aquí para siempre. ¿Hay algo más dichoso, más elevado, más importante que estar con Dios, ser hechos conformes con él, vivir en la luz? Cada uno de nosotros, por el hecho de tener a Dios en sí y de ser transfigurado en su imagen divina, tiene derecho a exclamar con alegría: Qué bien estaría quedanos aquí, donde todo es resplandeciente, donde está el gozo, la felicidad y la alegría, donde el corazón disfruta de absoluta tranquilidad, serenidad y dulzura, donde vemos a (Cristo) Dios, donde él, junto con el Padre, pone su morada y dice, al entrar: Hoy ha venido la salud a esta casa, donde con Cristo se hallan acumulados los tesoros de los bienes eternos, donde hallamos reproducidas, como en un espejo, las imágenes de las realidades futuras.

RESPONSORIO    Mt 17, 2. 3; cf. Lc 9, 32. 34

R. El rostro de Jesús se puso brillante como el sol; * y los discípulos, al contemplarlo circundado de gloria, se llenaron de temor.
V. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con Jesús.
R. Y los discípulos, al contemplarlo circundado de gloria, se llenaron de temor.

Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor Dios, que en la gloriosa transfiguración de Jesucristo confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de Moisés y de Elías, y nos hiciste entrever en la gloria de tu Hijo la grandeza de nuestra definitiva adopción filial, haz que escuchemos siempre la voz de tu Hijo amado y lleguemos a ser un día sus coherederos en la gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

LITURGIA DE LAS HORAS - LAUDES



TIEMPO ORDINARIO
MARTES DE LA SEMANA XVIII
Propio de la fiesta.

6 de agosto

LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR. (FIESTA)

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Ant. A Cristo, el rey supremo de la gloria, venid adorémosle.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. A Cristo, el rey supremo de la gloria, venid adorémosle.

Himno: JESÚS DE DULCE MEMORIA.

Jesús de dulce memoria,
que das la paz verdadera;
más dulce que toda miel
es tu divina presencia.

Nada se canta más suave,
ni grato se experimenta,
ni alegría mayor hay
que de Cristo un alma llena.

Jesús, tu dulzura excede
-fuente de paz verdadera-
todos los gozos humanos,
cuanto el hombre soñar pueda.

Si nuestras mentes visitas,
la luz de verdad destella,
el mundo aparece vano,
todo, tu amor lo supera.

Danos, benigno, perdón,
de la gracia gran cosecha;
haz que gocemos perennes
de tu esplendor la presencia.

Cantamos tus alabanzas,
Jesús, sentado a la diestra
de tu Padre, cuyo Amor
tu ser divino revela. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Hoy en el monte el Señor Jesucristo brillaba en su rostro como el sol y resplandecía en sus vestidos como la luz.

SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Hoy en el monte el Señor Jesucristo brillaba en su rostro como el sol y resplandecía en sus vestidos como la luz.

Ant 2. Hoy, al transfigurarse el Señor y al escucharse la voz del Padre, que daba testimonio de él, fueron vistos Moisés y Elías, circundados de gloria y hablando de la muerte que Jesús iba a padecer.

Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.

Ant. Hoy, al transfigurarse el Señor y al escucharse la voz del Padre, que daba testimonio de él, fueron vistos Moisés y Elías, circundados de gloria y hablando de la muerte que Jesús iba a padecer.

Ant 3. La ley se nos dio por mediación de Moisés y la profecía por mediación de Elías: ambos se han aparecido hoy, circundados de gloria y conversando con el Señor en el monte santo.

Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La ley se nos dio por mediación de Moisés y la profecía por mediación de Elías: ambos se han aparecido hoy, circundados de gloria y conversando con el Señor en el monte santo.

LECTURA BREVE   Ap 21, 10. 23

El ángel me transportó en espíritu a un monte altísimo y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios. La ciudad no necesita ni de sol ni de luna que la alumbren, porque la ilumina la gloria de Dios, y su lámpara es el Cordero.

RESPONSORIO BREVE

V. Lo coronaste, Señor, de gloria y dignidad. Aleluya, aleluya.
R. Lo coronaste, Señor, de gloria y dignidad. Aleluya, aleluya.

V. Lo colocaste por encima de todas tus creaturas.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Lo coronaste, Señor, de gloria y dignidad. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. De la nube salió una voz que dijo: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo mis complacencias, escuchadlo». Aleluya.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. De la nube salió una voz que dijo: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo mis complacencias, escuchadlo». Aleluya.

PRECES

Acudamos al Padre, que maravillosamente transfiguró a Jesucristo, nuestro Salvador, en el monte santo, y digámosle con fe:

Que tu luz, Señor, nos haga ver la luz.

Padre lleno de amor, tú que transfiguraste a tu Hijo amado en la montaña santa y, por medio de la nube luminosa, te manifestaste a tí mismo,
haz que escuchemos siempre fielmente la voz de tu Hijo amado.

Señor, tú que nos nutres de lo sabroso de tu casa y nos das a beber del torrente de tus delicias,
haz que sepamos contemplar en la gloria de tu Hijo transfigurado nuestra futura condición gloriosa.

Tú que hiciste que del seno de las tinieblas brillara la luz y has hecho brillar nuestros corazones para que contemplaran tu gloria en el rostro de Cristo,
haz que tu Iglesia viva atenta a la contemplación de las maravillas de tu Hijo amado.

Tú que nos has llamado con una vocación santa, por tu gracia manifestada con la aparición de nuestro Salvador, Cristo Jesús,
ilumina a todos los hombres con el Evangelio, para que lleguen al conocimiento de la vida incorruptible.

Padre amantísimo, tú que nos has tenido un amor tan grande que has querido nos llamáramos hijos tuyos y que lo fuéramos en verdad,
haz que, cuando Cristo se manifieste en su gloria, nosotros seamos semejantes a él.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Ya que Dios nos ha llamado a ser sus hijos, acudamos a nuestro Padre, diciendo:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Señor Dios, que en la gloriosa transfiguración de Jesucristo confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de Moisés y de Elías, y nos hiciste entrever en la gloria de tu Hijo la grandeza de nuestra definitiva adopción filial, haz que escuchemos siempre la voz de tu Hijo amado y lleguemos a ser un día sus coherederos en la gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

LITURGIA DE LAS HORAS - VÍSPERAS



TIEMPO ORDINARIO
MARTES DE LA SEMANA XVIII
Propio de la fiesta.

6 de agosto

LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR. (FIESTA)

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: EN LA CUMBRE DEL MONTE.

En la cumbre del monte,
su cuerpo de barro
se vistió de soles.

En la cumbre del monte,
su veste de nieve
se cuajó de flores.

En la cumbre del monte,
excelso misterio:
Cristo, Dios y hombre.

En la cumbre del monte,
a la fe se abrieron
nuestros corazones. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un alto monte, y se transfiguró en su presencia.

Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un alto monte, y se transfiguró en su presencia.

Ant 2. Una nube brillante los envolvió y de la nube salió una voz que dijo: «Éste es mi Hijo amado, en quién tengo mis complacencias».

Salmo 120 - EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Una nube brillante los envolvió y de la nube salió una voz que dijo: «Éste es mi Hijo amado, en quién tengo mis complacencias».

Ant 3. Cuando bajaban del monte, les dio Jesús esta orden: «A nadie deis a conocer esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Aleluya.

Cántico: ALABAD AL SEÑOR, TODAS LAS NACIONES - Cf. 1Tm 3,16

R. Alabad al Señor, todas las naciones.

Cristo, manifestado en fragilidad humana,
santificado por el Espíritu.

R. Alabad al Señor, todas las naciones.

Cristo, mostrado a los ángeles,
proclamado a los gentiles.

R. Alabad al Señor, todas las naciones.

Cristo, objeto de fe para el mundo,
elevado a la gloria.

R. Alabad al Señor, todas las naciones.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Cuando bajaban del monte, les dio Jesús esta orden: «A nadie deis a conocer esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Aleluya.

LECTURA BREVE   Rm 8, 16-17

El mismo Espíritu se une a nosotros para testificar que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si es que padecemos juntamente con Cristo, para ser glorificados juntamente con él.

RESPONSORIO BREVE

V. Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.
R. Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.

V. Fuerza y esplendor están en su templo.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Al oír la voz, los discípulos cayeron sobre sus rostros, sobrecogidos de temor; pero Jesús se llegó a ellos y, tocándolos con la mano, les dijo: «Levantaos, no tengáis miedo». Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Al oír la voz, los discípulos cayeron sobre sus rostros, sobrecogidos de temor; pero Jesús se llegó a ellos y, tocándolos con la mano, les dijo: «Levantaos, no tengáis miedo». Aleluya.

PRECES

Acudamos a nuestro Salvador, maravillosamente transfigurado ante sus discípulos en el monte santo, y digámosle con fe:

Ilumina, Señor, nuestras tinieblas.

Oh Cristo, que, antes de entregarte a la pasión, quisiste manifestar en tu cuerpo transfigurado la gloria de la resurrección futura, te pedimos por la Iglesia que sufre:
que, en medio de las dificultades del mundo, viva transfigurada por la esperanza de tu victoria.

Cristo, Señor nuestro, que tomando a Pedro, Santiago y Juan los llevaste contigo a un monte alto, te pedimos por el papa Francisco y por los obispos:
que, llenos de aquella paz y alegría que son fruto de la esperanza en la resurrección, sirvan fielmente a tu pueblo.

Cristo Jesús, que desde el monte santo hiciste brillar tu rostro sobre Moisés y Elías, te pedimos por Israel, el pueblo que hiciste tuyo desde tiempos antiguos:
concédele que alcance la plenitud de la redención.

Cristo, esperanza nuestra, que iluminaste al mundo entero cuando sobre ti amaneció la gloria del Creador, te pedimos por todos los hombres de buena voluntad:
haz que caminen siempre siguiendo el resplandor de tu luz.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Cristo, Salvador nuestro, que transformarás nuestro frágil cuerpo en cuerpo glorioso como el tuyo, te pedimos por nuestros hermanos difuntos:
transfórmalos a imagen tuya y admítelos ya en tu gloria.

Llenos de esperanza, oremos al Padre como Cristo nos enseñó:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Señor Dios, que en la gloriosa transfiguración de Jesucristo confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de Moisés y de Elías, y nos hiciste entrever en la gloria de tu Hijo la grandeza de nuestra definitiva adopción filial, haz que escuchemos siempre la voz de tu Hijo amado y lleguemos a ser un día sus coherederos en la gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

LITURGIA DE LAS HORAS - COMPLETAS



COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Himno: CRISTO, SEÑOR DE LA NOCHE

Cristo, Señor de la noche,
que disipas las tinieblas:
mientras los cuerpos reposan,
se tú nuestro centinela.

Después de tanta fatiga,
después de tanta dureza,
acógenos en tus brazos
y danos noche serena.

Si nuestros ojos se duermen,
que el alma esté siempre en vela;
en paz cierra nuestros párpados
para que cesen las penas.

Y que al despuntar el alba,
otra vez con fuerzas nuevas,
te demos gracias, oh Cristo,
por la vida que comienza. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.

Salmo 85 - ORACIÓN DE UN POBRE ANTE LAS DIFICULTADES.

Inclina tu oído, Señor; escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;

porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.»

Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu grande piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.

LECTURA BREVE   1Ts 5, 9-10

Dios nos ha puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos junto con él.

RESPONSORIO BREVE

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

CÁNTICO DE SIMEÓN       Lc 2, 29-32

Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

ORACIÓN

OREMOS,
Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la simiente del reino que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy crezca y germine para la cosecha de la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

BENDICIÓN

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.

ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.

EVANGELIO - 06 de Agosto - San Lucas 9,28b-36


    Evangelio según San Lucas 9,28b-36.

    Unos ocho días después de decir esto, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar.
    Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante.
    Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.
    Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él.
    Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". El no sabía lo que decía.
    Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor.
    Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: "Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo".
    Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 06 de Agosto - "Moisés y Elías... hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén"


     San Cirilo de Alejandría (380-444) obispo y doctor de la Iglesia 
     Homilías sobre la Transfiguración, 9 ; PG 77, 1011

«Moisés y Elías... hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén»

    Jesús sube al monte con los tres discípulos que ha escogido. Después, queda transfigurado por una luz brillante y divina, hasta el punto que sus vestidos resplandecían como la luz. Seguidamente, Moisés y Elías, enmarcando a Jesús, hablaban entre ellos de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén, es decir, del misterio de su encarnación y de su Pasión salvadora, que se iba a realizar sobre la cruz. Porque si es verdad que la Ley de Moisés y la predicación de los profetas habían ya mostrado por adelantado el misterio de Cristo... esta presencia de Moisés y Elías y su conversación tenía por finalidad mostrar que la Ley y los profetas formaban como la escolta de nuestro Señor Jesucristo, el Señor que ellos habían enseñado... Después de su aparición, no se callaron sino que hablaban de la gloria que el mismo Señor iba a quedar lleno, en Jerusalén por su Pasión y su cruz, y sobre todo, por su Resurrección. Es posible que el bienaventurado Pedro, creyendo que el acontecimiento del reino de Dios había llegado, deseara permanecer en el monte cuando dijo que era necesario «hacer tres chozas, no sabiendo lo que decía». Porque no ha llegado el tiempo del fin del mundo, no es ahora que los santos gozarán de la esperanza que les ha sido prometida. Porque san Pablo afirma: «Él transformará nuestra condición humilde según el modelo de su condición gloriosa» (Flp 3,21). Puesto que el plan de salvación no estaba todavía acabado sino tan sólo en su comienzo, no era posible que Cristo, venido al mundo por amor, renuncie a querer sufrir por él. Porque tomó la naturaleza humana para sufrir la muerte en su carne y destruirla por su resurrección de entre los muertos.

FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

06 de Agosto


    La solemnidad de la Transfiguración nace, probablemente, de la conmemoración anual de la dedicación de una basílica en honor a este misterio que se levantó en el Monte Tabor. En el siglo IX la fiesta se introdujo en Occidente y más tarde, durante los siglos XI y XII, comenzó a celebrarse también en Roma, en la basílica vaticana. Fue incorporada al Calendario romano por el Papa Calixto III (1457) en agradecimiento por la victoria de las tropas cristianas frente a los turcos en la batalla de Belgrado, el 6 de agosto de 1456.

    En el Oriente cristiano la Transfiguración de nuestro Dios y Salvador Jesucristo es una de las solemnidades más grandes del año, junto con la Pascua, la Navidad y la Exaltación de la Santa Cruz. En ella se expresa toda la teología de la divinización mediante la gracia, de la naturaleza humana que, revistiéndose de Cristo, es iluminada por el esplendor de la gloria de Dios. Unidos a Jesús, señala el oficio de lecturas del rito romano, «brillaremos con nuestra mirada espiritualizada, renovados en cierta manera en los trazos de nuestra alma, hechos conformes a su imagen»

    Con Pedro, Santiago y Juan, en esta fiesta se nos invita a poner a Jesús en el centro de nuestra atención: «Éste es mi Hijo, el Amado, en quien me he complacido: escuchadle». Hemos de oírlo, y dejar que su vida y enseñanzas divinicen nuestra vida ordinaria. Así rezaba san Josemaría: «Señor nuestro, aquí nos tienes dispuestos a escuchar cuanto quieras decirnos. Háblanos; estamos atentos a tu voz. Que tu conversación, cayendo en nuestra alma, inflame nuestra voluntad para que se lance fervorosamente a obedecerte».

    Escuchar al Señor con la disposición sincera de identificarse con Él nos lleva a aceptar el sacrificio. Jesús se transfigura «para quitar del corazón de sus discípulos el escándalo de la cruz», para ayudarles a sobrellevar los momentos oscuros de su Pasión. Cruz y gloria están íntimamente unidas. De hecho, se fijó el 6 de agosto como fiesta de la Transfiguración en relación a la Exaltación de la Santa Cruz: entre ambas celebraciones transcurren cuarenta días que, en algunas tradiciones, conforman como una segunda cuaresma. Así, la Iglesia bizantina vive este periodo como un tiempo de ayuno y de contemplación de la Cruz.

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA



CAPÍTULO CUARTO
LOS PRINCIPIOS DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

III. EL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES



a) Origen y significado

173 La actuación concreta del principio del destino universal de los bienes, según los diferentes contextos culturales y sociales, implica una precisa definición de los modos, de los limites, de los objetos. Destino y uso universal no significan que todo esté a disposición de cada uno o de todos, ni tampoco que la misma cosa sirva o pertenezca a cada uno o a todos. Si bien es verdad que todos los hombres nacen con el derecho al uso de los bienes, no lo es menos que, para asegurar un ejercicio justo y ordenado, son necesarias intervenciones normativas, fruto de acuerdos nacionales e internacionales, y un ordenamiento jurídico que determine y especifique tal ejercicio.

174 El principio del destino universal de los bienes invita a cultivar una visión de la economía inspirada en valores morales que permitan tener siempre presente el origen y la finalidad de tales bienes, para así realizar un mundo justo y solidario, en el que la creación de la riqueza pueda asumir una función positiva. La riqueza, efectivamente, presenta esta valencia, en la multiplicidad de las formas que pueden expresarla como resultado de un proceso productivo de elaboración técnico-económica de los recursos disponibles, naturales y derivados; es un proceso que debe estar guiado por la inventiva, por la capacidad de proyección, por el trabajo de los hombres, y debe ser empleado como medio útil para promover el bienestar de los hombres y de los pueblos y para impedir su exclusión y explotación.