viernes, 7 de agosto de 2020

EVANGELIO - 08 de Agosto - San Mateo 17,14-20


    Libro de Habacuc 1,12-17.2,1-4.

    ¿No eres tú, Señor, desde los tiempos antiguos, mi Dios, mi Santo, que no muere jamás? Tú, Señor, pusiste a ese pueblo para hacer justicia, tú, mi Roca, lo estableciste para castigar.
    Tus ojos son demasiado puros para mirar el mal y no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué, entonces, contemplas a los traidores y callas cuando el impío devora a uno más justo que él?
    ¡Tú tratas a los hombres como a los peces del mar, como a reptiles, que no tienen jefe!
    ¡El los pesca a todos con el anzuelo, los barre y los recoge con sus redes! Por eso se alegra y se regocija, y ofrece sacrificios e incienso a sus redes, porque gracias a ellas su porción es abundante y sus manjares, suculentos.
    ¿Vaciará sus redes sin cesar, masacrando a los pueblos sin compasión?
    Me pondré en mi puesto de guardia y me apostaré sobre el muro; vigilaré para ver qué me dice el Señor, y que responde a mi reproche.
    El Señor me respondió y dijo: Escribe la visión, grábala sobre unas tablas para que se la pueda leer de corrido.
    Porque la visión aguarda el momento fijado, ansía llegar a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque vendrá seguramente, y no tardará.
    El que no tiene el alma recta, sucumbirá, pero el justo vivirá por su fidelidad.


Salmo 9(9A),8-9.10-11.12-13.

Pero el Señor reina para siempre
y establece su trono para el juicio.
él gobierna al mundo con justicia
y juzga con rectitud a las naciones.

El Señor es un baluarte para el oprimido,
un baluarte en los momentos de peligro.
¡Confíen en ti los que veneran tu Nombre,
porque tú no abandonas a los que te buscan!

Canten al Señor, que reina en Sión,
proclamen entre los pueblos sus proezas.
Porque él pide cuenta de la sangre,
se acuerda de los pobres y no olvida su clamor.


    Evangelio según San Mateo 17,14-20.

    Cuando se reunieron con la multitud, se le acercó un hombre y, cayendo de rodillas, le dijo: "Señor, ten piedad de mi hijo, que es epiléptico y está muy mal: frecuentemente cae en el fuego y también en el agua.
    Yo lo llevé a tus discípulos, pero no lo pudieron curar".
    Jesús respondió: "¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo aquí".
    Jesús increpó al demonio, y este salió del niño, que desde aquel momento quedó curado.
    Los discípulos se acercaron entonces a Jesús y le preguntaron en privado: "¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?".
    "Porque ustedes tienen poca fe, les dijo. Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: 'Trasládate de aquí a allá', y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 08 de Agosto - “Si tuvieran fe”


Beato Columba Marmion (1858-1923) abad Nuestra fe, victoria sobre el mundo (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936), trad. sc©evangelizo.org

“Si tuvieran fe”

    Pidamos al Padre, a Cristo Jesús, su Verbo, esta luz de la fe. Hemos recibido el principio en el bautismo, pero debemos conservar y desarrollar este germen divino. ¿Cuál es la cooperación que Dios espera de nosotros? Espera primeramente nuestra oración. La fe es un don de Dios, el espíritu de fe viene del Espíritu de Dios: “Señor, auméntanos la fe” (Lc 17,5). Como en el evangelio del hijo enfermo, digamos seguido a Cristo Jesús: “Creo, ayúdame porque tengo poca fe” (Mc 9,24). Es Dios, en efecto, como causa eficiente, el único que puede aumentar la fe en nosotros. Nuestro rol es meritar este crecimiento con nuestras oraciones y buenas obras. Cuando hemos obtenido la fe, tenemos el deber de ejercerla. Dios nos otorga en el bautismo el “hábito” de la fe. Es una “fuerza”, una “potencia”, pero esta fuerza no tiene que quedarse inactiva. Este “hábito” se anquilosa, por así decir, si no se ejercita. Este “hábito” debe irse fortificando cada vez más por los actos correspondientes. No tenemos que ser esas almas en las que la fe permanece dormida. Renovemos frecuentemente nuestros actos de fe, no sólo durante nuestros ejercicios de piedad, sino también en los menudos detalles de nuestra vida. Según los consejos, “cada día” debemos caminar en esta luz.

SANTORAL - SANTO DOMINGO DE GUZMÁN

08 de Agosto


    El fundador de los Padres Dominicos, que son ahora 6,800 en 680 casas en el mundo, nació en Caleruega, España, en 1171. Su madre, Juana de Aza, era una mujer admirable en virtudes y ha sido declarada Beata. Lo educó en la más estricta formación religiosa. A los 14 años se fue a vivir con un tío sacerdote en Palencia en cuya casa trabajaba y estudiaba. La gente decía que en edad era un jovencito pero que en seriedad parecía un anciano. Su goce especial era leer libros religiosos, y hacer caridad a los pobres. En un viaje que hizo, acompañando a su obispo por el sur de Francia, se dio cuenta de que los herejes habían invadido regiones enteras y estaban haciendo un gran mal a las almas. Y el método que los misioneros católicos estaban empleando era totalmente inadecuado. Los predicadores llegaban en carruajes elegantes, con ayudantes y secretarios, y se hospedaban en los mejores hoteles, y su vida no era ciertamente un modelo de la mejor santidad.

    Y así de esa manera las conversiones de herejes que conseguían, eran mínimas. Domingo se propuso un modo de misionar totalmente diferente. Vio que a las gentes les impresionaba que el misionero fuera pobre como el pueblo. Que viviera una vida de verdadero buen ejemplo en todo. Y que se dedicara con todas sus energías a enseñarles la verdadera religión. Se consiguió un grupo de compañeros y con una vida de total pobreza, y con una santidad de conducta impresionante, empezaron a evangelizar con grandes éxitos apostólicos. Sus armas para convertir eran la oración, la paciencia, la penitencia, y muchas horas dedicadas a instruir a los ignorantes en religión.

    Cuando algunos católicos trataron de acabar con los herejes por medio de las armas, o de atemorizarlos para que se convirtieran, les dijo: «Es inútil tratar de convertir a la gente con la violencia. La oración hace más efecto que todas las armas guerreras. No crean que los oyentes se van a conmover y a volver mejores por que nos ven muy elegantemente vestidos. En cambio con la humildad sí se ganan los corazones». En agosto de 1216 fundó Santo Domingo su Comunidad de predicadores, con 16 compañeros que lo querían y le obedecían como al mejor de los padres. Ocho eran franceses, siete españoles y uno inglés. Los preparó de la mejor manera que le fue posible y los envió a predicar, y la nueva comunidad tuvo una bendición de Dios tan grande que a los pocos años ya los conventos de los dominicos eran más de setenta, y se hicieron famosos en las grandes universidades, especialmente en la de París y en la de Bolonia. El gran fundador le dieron a sus religiosos unas normas que les han hecho un bien inmenso por muchos siglos.

    Por ejemplo estas: Primero contemplar, y después enseñar: dedicar tiempo y muchos esfuerzos a estudiar y meditar las enseñanzas de Jesucristo y de su Iglesia; después sí predicar con todo el entusiasmo posible.- Predicar siempre y en todas partes. Santo Domingo quiere que el oficio principalísimo de sus religiosos sea predicar, catequizar, propagar las enseñanzas católicas por todos los medios posibles. Y él mismo daba el ejemplo: donde quiera que llegaba empleaba la mayor parte de su tiempo en predicar y enseñar catecismo.

    Era el hombre de la alegría, y del buen humor. La gente lo veía siempre con rostro alegre, gozoso y amable. Sus compañeros decían: «De día nadie más comunicativo y alegre. De noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación». Pasaba noches enteras en oración. Era de pocas palabras cuando se hablaba de temas mundanos, pero cuando había que hablar de Nuestro Señor y de temas religiosos entonces sí que charlaba con verdadero entusiasmo. Sus libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. Siempre los llevaba consigo para leerlos día por día y prácticamente se los sabía de memoria.

    A sus discípulos les recomendaba que no pasaran ningún día sin leer alguna página del Nuevo Testamento o del Antiguo. Totalmente desgastado de tanto trabajar y sacrificarse por el Reino de Dios a principios de agosto del año 1221 se sintió falto de fuerzas, estando en Bolonia, la ciudad donde había vivido sus últimos años. Tuvieron que prestarle un colchón porque no tenía.

    Y el 6 de agosto de 1221, mientras le rezaban las oraciones por los agonizantes cuando le decían: «Que todos los ángeles y santos salgan a recibirte», dijo: «¡Qué hermoso, qué hermoso!» y expiró. A los 13 años de haber muerto, el Sumo Pontífice lo declaró santo y exclamó al proclamar el decreto de su canonización: «De la santidad de este hombre estoy tan seguro, como de la santidad de San Pedro y San Pablo».

Oremos

    Que tu Iglesia, Señor encuentre siempre luz en las enseñanzas de Santo Domingo y protección en sus méritos: que él, que durante su vida fue predicador insigne de la verdad, sea ahora para nosotros un eficaz intercesor ante ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén