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sábado, 17 de agosto de 2024

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 18 de Agosto - "La infinita caridad de Dios en la Eucaristía"


Beato Columba Marmion (1858-1923) abad El banquete eucarístico (Le Christ idéal du prêtre, Maredsous, 1951)


"La infinita caridad de Dios en la Eucaristía"
           
    “¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente” (1 Jn 3,1), dice la 1º Carta de San Juan. Dios es nuestro Padre, nos ama con una  incomprensible dilección. Todo el amor que existe en el mundo viene de él y es solo una sombra de su caridad infinita. (…) El amor tiende a darse, de ese modo se une profundamente al objeto de su afecto. Dios es amor (1Jn 4,8), tiene un deseo siempre actual e intenso de comunicarse con nosotros. (…) El Hijo, que  comparte el amor del Padre, ha querido aceptar la condición de servidor y librarse sobre la cruz (cf. Jn 15,13). Todavía ahora, se esconde bajo las apariencias del pan y del vino, en vista de acceder a nosotros y unirnos a él de la forma más estrecha. La santa Eucaristía es el último esfuerzo de la dilección que aspira a darse. Es el prodigio de la omnipotencia puesta al servicio de la infinita caridad. 

    Todas las obras de Dios son perfectas (cf. Dt 32,4). Por eso el Padre celestial preparó a sus hijos un banquete digno de él. No les sirve un alimento material, ni un maná descendido del cielo. Les da el Cuerpo y la Sangre, con el alma y la divinidad de su Hijo Único Jesucristo. En esta vida no comprenderemos jamás la grandeza de ese don. Mismo en el cielo, no lo comprenderemos completamente, porque la Eucaristía es Dios mismo que se comunica y él solo se conoce plenamente. (…) Con la comunión, poseemos la santa Trinidad en nuestro corazón, ya que el Padre y el Espíritu Santo están necesariamente dónde está el Hijo: son tres en una misma y única esencia. 

sábado, 27 de abril de 2024

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 28 de Abril - “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos”


Beato Columba Marmion (1858-1923) abad Cristo, modelo y fuente de santidad sacerdotal (Le Christ idéal du prêtre, Maredsous, 1951)


“Yo soy la vid, ustedes los sarmientos” 
           
    Jesús ha querido iluminar nuestra fe en su acción santificante, con una comparación. “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos” (Jn 15,5), expresa. Los sarmientos viven, pero no tiran de su propio fondo la savia que los fecunda. Constantemente toman su vitalidad de la savia que viene del tronco. Elaborada fuera de ellos, es ella que los vivifica. Así es también para los miembros de Cristo. Buenas acciones, práctica de virtudes, progreso espiritual, todo por santidad. Sin embargo, es la savia de la gracia viniendo de Cristo que realiza en ellos maravillas: “Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí” (Jn 15,5).

    En Jesucristo todo irradia vida: sus palabras, acciones, condiciones. Todos sus misterios, los de la infancia, de su muerte, resurrección, gloria, poseen una fuerza siempre eficaz de santificación. En él, el pasado no está abolido (cf. Rom 6,9; Heb 13,6). Versa en nosotros la vida sobrenatural, continuamente. Sin embargo, nuestra falta de atención o de fe, paraliza frecuentemente su acción en nuestra alma. Para nosotros, vivir de la vida divina, es tener la gracia santificante. Es decir, ser parte de Cristo por la fe y el amor, en nuestros pensamientos, afectos y en toda acción.

sábado, 16 de marzo de 2024

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 17 de Marzo - "Contemplar a Cristo con los ojos del Padre"


    Beato Columba Marmion (1858-1923) abad Vivir de la fe (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936)


"Contemplar a Cristo con los ojos del Padre"

    Creer es participar en el conocimiento que Dios tiene de sí mismo y de todas las cosas en él. Con el ejercicio de esta virtud, nuestra vida es como un reflejo de su vida. Cuando el alma está llena de fe, podemos decir que ella ve con los ojos de Dios. ¿Qué es lo que contempla eternamente el Padre? A su Hijo. Conoce y ama todo en Él. Esta mirada y este amor le son esenciales. ¿Qué contempla en ese momento? Al Verbo, su igual, devenido hombre por amor.

    El Padre aprecia a su Hijo infinitamente, divinamente, como sólo él puede hacerlo. Por eso es todo a él, lo que hace es ordenado a su gloria “Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar” (Jn 12,28). Quiere que su Hijo sea reconocido por las criaturas razonables con la reverencia debida a su divinidad. Cuando lo introdujo en este mundo, deseó que los ángeles lo adorasen (cf. Heb 1,6). Pide a los hombres el mismo homenaje. El Padre quiere “que todos honren al Hijo como honran al Padre” (Jn 5,23). En el Tabor llamó a creer en las palabras de Jesús, Hijo de su dilección (cf. Mt 17,5).

    Si contemplamos a Cristo con los ojos del Padre, el valor que damos a la dignidad de su persona, a la inmensidad de sus méritos, a la fuerza de su gracia, es ilimitado. Cualquiera sea la multitud de nuestras faltas y nuestra indigencia, poseemos en Cristo la misericordia infinita. En nuestra miseria misma, tenemos la riqueza de Cristo (cf. 1 Cor 1,5). Para la Iglesia, la sobreabundancia de méritos de Dios es la fuente que sin cesar fluye en gratitud, alabanza, paz y alegría indecibles.

domingo, 18 de febrero de 2024

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 19 de Febrero - ¿Cuál es la caridad verdadera?


   Beato Columba Marmion (1858-1923) abad El buen celo (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936)


¿Cuál es la caridad verdadera?

    Pensar en el prójimo más que en nosotros mismos. Pensar en sus intereses, su agrado, su alegría. Este es el signo de la verdadera caridad. Para actuar de esta forma -no sólo una vez sino diez veces, siempre y en todas circunstancias- con respecto a nuestros hermanos, sin distinción, hay que amar verdaderamente a Dios. Semejante amor del prójimo reclama demasiada abnegación como para poder sostenerse largo tiempo, apoyándose sólo en sí mismo. Únicamente es posible si nace de Dios. Por eso, Jesús en persona reporta la caridad hacia el prójimo como el signo por excelencia de Dios, en un alma. (…)

    ¿Qué es la caridad? Es el amor de Dios, abrazando en un mismo impulso a Dios y a todo lo que le está unido: la humanidad de Cristo y, en Cristo, todos los miembros de su cuerpo místico. Cristo está afligido en los afligidos, enfermo en los enfermos, triste en las almas acabadas de tristeza.¿No es la palabra misma de la verdad infalible "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Mt 25,40). Nuestro Señor, al encarnarse, tomó sobre sí mismo todas nuestras debilidades (cf. Is 53,4). Aliviándolas en el prójimo, es a él que aliviamos. (…)

    Veamos en nuestro hermano a Cristo mismo y lo serviremos con solicitud. (…) Si tenemos esta visión de la fe, nuestro amor será siempre entusiasta, desinteresado y no nos quejaremos si debemos frecuentemente darnos a los otros.

martes, 31 de octubre de 2023

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 01 DE NOVIEMBRE - "Los santos, infatigables buscadores de Dios"


Beato Columba Marmion (1858-1923) abad La oración monástica (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936)


"Los santos, infatigables buscadores de Dios"

    Los santos son el cortejo de Cristo (…). Cuando alabamos sus virtudes y cantamos sus méritos, lo exaltamos y celebramos a Él que, siendo su jefe, es ahora también su corona (…).

    Existe una gran variedad de santos, según su vocación y “en la medida que Cristo la ha distribuido” (cf. Ef 4,7), reproduce uno de los aspectos de la plenitud de la perfección del Hombre-Dios. Un mismo Espíritu, dice san Pablo (cf. 1 Cor 12,4) ha dado a cada uno una gracia especial que, injertándose sobre la naturaleza, hace resplandecer a cada elegido con su resplandor particular. En algunos predomina la fuerza, en otros la prudencia o el celo por la gloria de Dios, la fe o la pureza. Ya sean apóstoles, mártires o pontífices, o sean vírgenes o confesores. Un carácter común se encuentra en todos. ¿Cuál es este carácter? La estabilidad en la búsqueda y el amor de Dios. En cualquier circunstancia, las tentaciones por las que pasan, las dificultades que encontraron, las seducciones que los rodearon, los santos permanecieron estables y fieles. Esto es una gran virtud, ya que la inconstancia es uno de los peligros más temidos que amenazan al hombre.

    Los santos han buscado a Dios infatigablemente, cualquiera fuese la aridez del camino, la sequedad del cielo, las luchas a sostener. Por eso, el día de su entrada en el Reino eterno, Dios los ha coronado de gloria y embriagado de alegría. (…) Los santos, ya que no se dejaron desviar en la búsqueda del Bien único, llegaron al término glorioso.

sábado, 5 de agosto de 2023

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 6 de Agosto - “Allí se transfiguró en presencia de ellos”


Beato Columba Marmion (1858-1923) abad Transfiguración (Le Christ idéal du prêtre, Maredsous, 1951)


“Allí se transfiguró en presencia de ellos” 

    La transfiguración de Jesús, inesperada para los discípulos y plena de misterio, sin dudas fue para ellos fuente de una gracia singular: supieron desde ese momento que bajo el exterior del hombre con el que conversaban todos los días (cf. Flp 2,7), el verdadero Hijo de Dios velaba su suprema dignidad. Esta fe será confirmada con la venida del Espíritu Santo, el día de Pentecostés.

    La palabra del Padre, escuchada por los discípulos, no salió de la nube que los cubría sólo para ellos. Todas las generaciones cristianas la recogieron. (…) Para cada uno de nosotros, Cristo está siempre pronto a transfigurarse y la voz del Padre no cesa de proclamar, con el ministerio de la Iglesia, la divina filiación de Jesús. Cristo no cambia, permanece el mismo, inmudable (cf. He 13,8). Siempre estamos “unidos a Cristo Jesús, que por disposición de Dios, se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en santificación y redención” (1 Cor 1,30). Pero descubrimos de a poco la divinidad de su persona, el valor incomparable de su redención, la inmensidad de su mérito, el don de amor hecho a los hombres por su venida. Así somos iniciados a la ciencia eminente de Cristo, de la que habla el Apóstol (cf. Flp 3,8).

    Sin embargo, comprendan que este conocimiento no es puramente intelectual, consiste más bien en una iluminación interior de la fe. Faz a esta revelación, íntima y sobrenatural, el cristiano siente nacer en él el deseo que su alma y su vida sean, cada vez más, conformes a las de Jesucristo.

martes, 4 de mayo de 2021

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 05 de Mayo - “Permanezcan en mí, cómo yo permanezco en ustedes”


Beato Columba Marmion (1858-1923) abad Los medios de « las buenas obras » (Le Christ idéal du prêtre, Maredsous, 1951), trad. sc©evangelizo.org


“Permanezcan en mí, cómo yo permanezco en ustedes”

    En cualquier etapa que se encuentra el alma, su trabajo es únicamente un trabajo de cooperación. No está sola ya que Dios trabaja en ella. Es el primer Autor de su progreso. En los comienzos, cuando el alma está todavía avergonzada de sus vicios y malos hábitos, es necesario que se aplique ella misma con virilidad y ardor a sacar esos obstáculos que se oponen a la unión divina. La cooperación que Dios reclama en este período es particularmente grande y activa y se revela fuertemente a la conciencia. Durante este período Dios otorga gracias sensibles que restablecen y animan. Pero el alma experimenta conflictos, vicisitudes interiores. Cae y se levanta, pena y luego reposa, toma aliento y después reparte. A medida que el alma avanza, que ceden los obstáculos, su vida interior se hace más homogénea, más regular y unificada. La acción de Dios se hace sentir más poderosa porque es más libre de ejercer y encuentra en el alma menos resistencia, más docilidad. Entonces progresamos rápidamente en la vía de la perfección. (…) Nuestro Señor nos ha dado claramente esta doctrina fundamental: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer”. (Jn 15,5). (…) Sería una peligrosa ilusión imaginar que Cristo tomará sobre él todo el trabajo. Pero sería una ilusión igualmente peligrosa creer que podemos realizar algo sin él. Por eso debemos estar convencidos que es por nuestra unión con Jesús que nuestras obras tienen valor.

viernes, 30 de abril de 2021

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 01 de Mayo - “El que me ha visto, ha visto al Padre”


Beato Columba Marmion (1858-1923) abad Cristo, modelo y fuente de la santidad sacerdotal (Le Christ idéal du prêtre, Maredsous, 1951), trad. sc©evangelizo.org


“El que me ha visto, ha visto al Padre”

    “Sean perfectos cómo es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt 5,48). ¿Por qué nuestra perfección, nuestra santidad, debe reproducir la santidad divina, tan infinitamente distante de nuestra debilidad humana? ¿Nos es dado de poder conocer el misterio de esta vida divina? La respuesta a esta doble cuestión está en estas palabras: debemos parecernos a nuestro Padre del cielo, porque somos sus hijos por adopción. Para conocer la perfección de este Padre, nos es suficiente ir a Jesucristo. San Juan nos dice: “Nadie ha visto jamás a Dios” (Jn 1,18). Entonces, ¿hay que desesperar de nunca poder conocerlo? No, ya que el discípulo agrega enseguida la luminosa verdad: “El que lo ha revelado es el Hijo Único, que es Dios y está en el seno del Padre”. San Pablo, entusiasmado por esta misma revelación, exclama: “Dios habita una luz inaccesible (cf. 1Tm 6,16). Pero también “el mismo Dios que dijo: «Brille la luz en medio de las tinieblas», es el que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios, reflejada en el rostro de Cristo” (2 Cor 4,6). Cristo es Dios que se pone a nuestro alcance bajo forma humana. Después de la última cena, Felipe dijo a Jesús: “Señor, muéstranos al Padre” (Jn 14,18). Nuestro Señor le responde dando la clave del misterio: “Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre” (Jn 14,9). En Jesucristo todo es revelación de Dios. (…) A los pies de Jesús, aprendemos a conocer las perfecciones de Dios. Con la meditación de sus palabras, acciones, sus sufrimientos y muerte, penetramos en los secretos de la infinita misericordia.

martes, 13 de abril de 2021

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 14 de Abril - “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único”


Beato Columba Marmion (1858-1923) abad El espíritu de abandono (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936), trad. sc©evangelizo.org

“Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único”

    Las maravillas y las manifestaciones del amor de Dios por nosotros son infinitas. El amor divino se expande no sólo en el hecho de nuestra adopción, sino en la admirable vía elegida por Dios para realizarla en nosotros. Dios nos ama con un amor infinito, con amor paternal. Pero nos ama en su Hijo. Para hacernos hijos suyos, Dios nos da su Hijo, Cristo Jesús: es el don supremo del amor. “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único” (Jn 3,16). ¿Por qué nos lo entrega? Para que sea nuestra sabiduría y santificación, nuestra redención y justicia, nuestra luz y camino, nuestro alimento y vida. En una palabra, para que haga de mediador entre el Padre y nosotros. Cristo Jesús, Verbo encarnado, llena el abismo que separaba al hombre del Creador. En su Hijo y por su Hijo, Dios derrama desde el cielo, en nuestras almas, todas las bendiciones divinas de la gracia. Ellas nos hacen vivir en hijos dignos del Padre celeste (cf. Ef 1,3). Todas las gracias nos vienen por Jesús. Por él viene del cielo todo bien. Así, Dios nos ama en la medida que amamos a su Hijo y creemos en él. Nuestro Señor mismo nos dirige esta palabra tan consoladora: “El Padre los ama porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios” (Jn 16,27). Cuando el Padre ve un alma plena de amor por su Hijo, la llena de sus más abundantes bendiciones.

martes, 6 de abril de 2021

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 07 de Abril - “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”

 

Beato Columba Marmion (1858-1923) abad La oración monástic (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936), trad. sc©evangelizo.org

“¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino
 y nos explicaba las Escrituras?”

    ¿Cuál es la razón íntima de la fecundidad de la palabra de Dios? Es que Cristo está siempre vivo y él es siempre el Dios que salva y vivifica. (…) Guardando las proporciones, lo verdadero de la persona misma de Jesús, lo es también de su palabra. Lo que era verdad ayer, es verdad hoy todavía. Cristo vive en el alma del justo, bajo la dirección infalible de este Maestro interior, el alma (…) penetra en la claridad divina. Cristo le da su Espíritu, primer autor de los Sagrados Libros, para que ella penetre “todo, hasta lo más íntimo de Dios” (cf. 1 Cor 2,10). El alma contempla las maravillas de Dios hacia los hombres, mide por la fe las proporciones divinas del misterio de Jesús. Es un espectáculo admirable, con un resplandor que la aclara, ilumina, arrebata, eleva, transporta, transforma. Siente lo que resienten los discípulos de Emaús cuando Cristo Jesús les interpretó los libros santos: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24,32). Nada sorprendente que el alma seducida y conquistada por esta palabra viva que penetra hasta la médula (Heb 4,12), haga suya la oración de los discípulos: “¡Quédate con nosotros (cf. Lc 24,29) Maestro incomparable, luz indefectible, infalible verdad, única verdadera vida de nuestros almas!”. Considerando estos piadosos deseos, “el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rom 8,26). Constituyen la verdadera oración, esos deseos vehementes de poseer Dios, de sólo vivir por la gloria del Padre y de Jesucristo. El amor, grande y ardiente al contacto con Dios, invade todas las potencias del alma, la hace fuerte y generosa para cumplir perfectamente toda la voluntad del Padre, para librarse enteramente a la complacencia divina.

sábado, 20 de marzo de 2021

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 21 de Marzo - “Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”


Beato Columba Marmion (1858-1923) abad La humildad (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936), trad. sc©evangelizo.org

“Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”

    Cristo Jesús decía un día: “Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, en la cruz, tal será mi poder que podré elevar hasta mí a quienes tengan fe en mi” (cf. Jn 12,32). “Quienes en el desierto miraban hacia la serpiente de bronce, eran sanados. Igualmente, los que me miran con fe y amor, a pesar de sus faltas, heridas e indignidad, serán atraídos hacia mí y yo los elevaré hasta el cielo. Yo, que soy Dios, he consentido por amor a ustedes a ser suspendido de la cruz como un maldito. Por esa humillación, tengo el poder de elevar conmigo hasta los esplendores del cielo a quienes creen en mí. Vengo del cielo y volveré a él, pero llevando conmigo a quienes esperan en mi gracia. Esta gracia es tan poderosa que puede unirlos a mí, unirlos tan indisolublemente que nadie arrancará de mi mano a quienes me ha dado el Padre y que rescaté por pura misericordia con mi preciosa sangre” (cf. Jn 10,29). ¡Qué perspectiva de consuelo para el alma humilde! ¡Gracias a los méritos de Jesús, poder compartir un día su exaltación! San Pablo nos habla con palabras sublimes de esta suprema exaltación de Nuestro Señor, contrapartida de su abajamiento (Flp 2,7-9). Jesús es exaltado porque se humilló. Ya que se abajó hasta sufrir la ignominia de los malditos atado a un patíbulo, Dios ha exaltado su Nombre hasta lo más alto del cielo. No habrá nunca otro nombre por el que los hombres puedan ser salvados. Único es ese Nombre, sublime es la gloria, soberano es el poder que posee el Hombre-Dios, sentado a la derecha del Padre en los esplendores eternos. (…) Ese triunfo incomparable es fruto de una humildad sin medida.

sábado, 21 de noviembre de 2020

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 22 de Noviembre - ¡Qué venga tu Reino!


Beato Columba Marmion (1858-1923) abad La pobreza (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936), trad. sc©evangelizo.org

¡Qué venga tu Reino!

    El Verbo es Rey, Rey del Cielo y de la tierra. El Verbo vive y reina, en Dios. Cristo vive dónde reina, es esencialmente Rey. Vive en nosotros en el grado que domina todo en nosotros, reina sobre nuestras facultades, manda en nuestra actividad. Reina en nosotros cuando en nosotros todo viene de él, pensamos cómo él, queremos lo que quiere, actuamos según su agrado, sometemos todo a sus pies. Todo lo que es propio, personal, desaparece para hacer lugar a los pensamientos y deseos del Verbo divino. Se lo pedimos cien veces por día: “¡Qué venga su Reino!”. ¡Qué advenga Señor ese día en que reinarás enteramente en mí, cuando ningún móvil propio molestará su poder en mí! ¡Ese día que seré como usted, totalmente librado al Padre, cuando ninguna inspiración propia contristará en mí la acción de su Espíritu! Ese día, habremos depositado todo lo que está en nosotros, abajado nuestra personalidad propia delante del Reino de Cristo. Él será realmente para nosotros todo en todo (cf. 1 Cor 15,28). Moralmente, no tendremos nada de propio, todo le pertenecerá, le será sometido, todo le será dado.

lunes, 19 de octubre de 2020

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 20 de Octubre - ¡Feliz ese servidor fiel!


Beato Columba Marmion (1858-1923) abad La oración monástica (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936), trad. sc©evangelizo.org

¡Feliz ese servidor fiel!

    Cuando se es perseverante en guardar usualmente el sentimiento de la presencia de Dios, el ardor del amor es constante. “Toda nuestra actividad”, mismo la más ordinaria, no solamente es “guardada pura de toda mancha” (Regla de San Benito, IV), sino que es elevada a un nivel sobrenatural. Toda nuestra vida es irradiada con la claridad celeste, plena de una suavidad que “desciende del Padre de los astros luminosos” (Sant 1,17) y es el secreto de nuestra fuerza y alegría. El hábito de la presencia de Dios dispone el alma a las visitas divinas. A ciertas almas les ocurre frecuentemente que, a pesar de su buena voluntad, prueban una real dificultad para hacer oración a la hora asignada. Fatiga, sueño, malestar, distracciones, impiden aparentemente los esfuerzos para rezar. La sequedad y aridez espiritual están presentes. Que el alma sin embargo, permanezca fiel y haga lo que pueda para estar cerca del Señor, mismo sin ímpetu ni fervor sensible: “Yo estoy siempre contigo, tú me has tomado de la mano derecha” (Sal73 (72),23). Dios lo abordará más tarde. De esas visitas del Señor, debemos decir lo que la Escritura proclama de su suprema aparición, al término de nuestra existencia terrestre: “Ustedes no saben qué día vendrá el Señor” (Mt 24,42). Si en la celda, el claustro, el jardín, el refectorio y en todos lados, vivimos recogidos en la presencia divina, nuestro Señor vendrá. La Trinidad vendrá (cf. Jn 14,23) con las manos plenas de luz, con esa claridad que nos invade hasta el fondo de nosotros mismos y que puede tener una repercusión considerable en nuestra vida interior. Con nuestro recogimiento, seamos “como los que esperan el regreso de su Señor” (cf. Lc 12,36). Al encontrarnos listos, el Señor nos hará entrar con él en la sala de fiesta…

martes, 13 de octubre de 2020

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 14 de Octubre - "El celo amargo de los fariseos"

 


Beato Columba Marmion (1858-1923) abad El buen celo (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936), trad. sc©evangelizo.org

El celo amargo de los fariseos

    Se encuentran formas de mal celo que toman la apariencia de buen celo. Por ejemplo, el celo de los fariseos, estrictos observantes de la ley exterior. Ese celo “amargo” (…) no tiene su fuente en el amor de Dios y del prójimo, sino en el orgullo. Los que son afectados de orgullo están llenos de una estima descomedida por su propia perfección. No poseen otro ideal que el propio y es despreciado todo lo que no se acuerda con él. Quieren que todo se pliegue a su forma de ver y hacer y por eso las disensiones. Ese celo finaliza en odio. Miren con cuanta aspereza los fariseos, animados de ese mal celo, persiguen al Señor posándole preguntas insidiosas, tendiéndole trampas y poniéndole escollos. No buscan la verdad sino que quieren encontrar en falta a Cristo. Miren como lo apuran, lo provocan para que condene a la mujer adúltera: “Moisés nos ordena lapidar a esta mujer. ¿Qué dices tú, Maestro?” (Jn 8,5). Miren cómo le reprochan de realizar sanaciones el día del shabbat (Lc 6,7), cómo reprochan a los discípulos de estrujar las espigas el día de reposo (Mt 12,2), cómo se escandalizan cuando ven al divino Maestro comer con pecadores y publicanos (Mt 9,2). Son todas manifestaciones de ese “celo amargo” en que entra muy seguido la hipocresía.

viernes, 7 de agosto de 2020

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 08 de Agosto - “Si tuvieran fe”


Beato Columba Marmion (1858-1923) abad Nuestra fe, victoria sobre el mundo (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936), trad. sc©evangelizo.org

“Si tuvieran fe”

    Pidamos al Padre, a Cristo Jesús, su Verbo, esta luz de la fe. Hemos recibido el principio en el bautismo, pero debemos conservar y desarrollar este germen divino. ¿Cuál es la cooperación que Dios espera de nosotros? Espera primeramente nuestra oración. La fe es un don de Dios, el espíritu de fe viene del Espíritu de Dios: “Señor, auméntanos la fe” (Lc 17,5). Como en el evangelio del hijo enfermo, digamos seguido a Cristo Jesús: “Creo, ayúdame porque tengo poca fe” (Mc 9,24). Es Dios, en efecto, como causa eficiente, el único que puede aumentar la fe en nosotros. Nuestro rol es meritar este crecimiento con nuestras oraciones y buenas obras. Cuando hemos obtenido la fe, tenemos el deber de ejercerla. Dios nos otorga en el bautismo el “hábito” de la fe. Es una “fuerza”, una “potencia”, pero esta fuerza no tiene que quedarse inactiva. Este “hábito” se anquilosa, por así decir, si no se ejercita. Este “hábito” debe irse fortificando cada vez más por los actos correspondientes. No tenemos que ser esas almas en las que la fe permanece dormida. Renovemos frecuentemente nuestros actos de fe, no sólo durante nuestros ejercicios de piedad, sino también en los menudos detalles de nuestra vida. Según los consejos, “cada día” debemos caminar en esta luz.

miércoles, 24 de junio de 2020

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 25 de Junio - "Vivir sobre la roca de la fe"


Beato Columba Marmion (1858-1923) abad Nuestra fe, victoria sobre el mundo (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936)

Vivir sobre la roca de la fe

    El justo, el que por el bautismo ha revestido al hombre nuevo creado en la justicia, en tanto que justo, vive de la fe, de la luz que le aporta el sacramento de la iluminación. Más vive de la fe, más vive de la verdadera vida sobrenatural, más realiza en él la perfección de su adopción divina. Vean bien esta expresión: “Ex fide”. ¿Qué quiere decir exactamente? Que la fe debe ser la raíz de todos nuestros actos, de nuestra vida. Existen almas que viven “con la fe”: “Cum fide”. Tienen la fe y no se puede negar que la practican, pero sólo recuerdan su fe en ciertas ocasiones. (…) Pero cuando la fe es viva, fuerte, ardiente, cuando se vive de fe, o sea que nos conducimos en todo por los principios de la fe, cuando la fe es la raíz de todos nuestros actos y principio interior de toda nuestra actividad, entonces seremos fuertes y estables a pesar de las dificultades, contrariedades y tentaciones. ¿Por qué? Porque por la fe juzgamos y estimamos todo como Dios juzga y estima: participamos de la infalibilidad, inmutabilidad y estabilidad divina. Es lo que nos dijo Nuestro Señor. “Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica,” -es esto vivir de la fe- “puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó”, agregó en seguida Cristo Jesús, “porque estaba construida sobre roca” (Mt 7,24-25).