158. La vida cristiana es un combate permanente. Se requieren fuerza y valentía para resistir las tentaciones del diablo y anunciar el Evangelio. Esta lucha es muy bella, porque nos permite celebrar cada vez que el Señor vence en nuestra vida.
sábado, 6 de abril de 2024
GAUDETE ET EXSULTATE
158. La vida cristiana es un combate permanente. Se requieren fuerza y valentía para resistir las tentaciones del diablo y anunciar el Evangelio. Esta lucha es muy bella, porque nos permite celebrar cada vez que el Señor vence en nuestra vida.
EVANGELIO - 07 de Abril - San Juan 20,19-31
La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos.
Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima.
Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades.
Salmo 118(117),2-4.16-18.22-24.
Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!
Que lo diga la familia de Aarón:
íes eterno su amor!
Que lo digan los que temen al Señor:
¡es eterno su amor!
La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas.»
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.
El Señor me castigó duramente,
pero no me entregó a la muerte.
La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos.
Este es el día que hizo el Señor:
alegrémonos y regocijémonos en él.
Epístola I de San Juan 5,1-6.
Queridos hermanos: El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de él, la señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga, porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe.
¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad.
Evangelio según San Juan 20,19-31.
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe".
Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!".
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Palabra del Señor
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 07 de Abril - "El Testimonio de Tomás"
¿Por qué Tomás busca pruebas para su fe? A su amor, hermanos, le habría gustado que después de la resurrección del Señor la falta de fe no le dejara a nadie con duda. Pero Tomás no llevaba solo la incertidumbre de su corazón, sino la de todos los hombres. Y antes de predicar la resurrección a las naciones, busca, un buen obrero, sobre el que fundará un misterio que pide tanta fe.
Y el Señor muestra a todos los Apóstoles esto que Tomás había pedido. Jesús viene y le enseña sus manos y su costado (Jn 20,19-20). En efecto, el que entra, cuando las puertas estaban cerradas, puede ser tomado por los discípulos, por un espíritu si no había podido mostrarles que no era otro sino él, siendo las heridas el signo de su Pasión. En seguida, se acerca a Tomás y le dice: “Trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino creyente. Que estas heridas que tu abres ahora, dejen fluir la fe por todo el universo, ellas que ya han vertido el agua del bautismo y la sangre del rescate” (Jn 19,34).
Tomás responde: “Señor mío y Dios mío”. Que los incrédulos vengan y lo entiendan y, como dice el Señor, que no sean más incrédulos sino creyentes. Tomás manifiesta y proclama que lo que ve, no es solo un cuerpo humano, sino también que por la Pasión de su cuerpo de carne, Cristo es Dios y Señor. Es verdaderamente Dios quien sale vivo de la muerte y el que resucita de su herida.
SANTORAL - SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE
San Juan Bautista de la Salle, presbítero, que en Reims, en la región de Normandía, en Francia, se dedicó con ahínco a la instrucción humana y cristiana de los niños, en especial de los pobres. Instituyó la Congregación de Hermanos de las Escuelas Cristianas, a causa de lo cual soportó muchas tribulaciones, si bien fue merecedor de gratitud por parte del pueblo de Dios. El fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas nació en Reims, el 30 de abril de 1651. Sus padres descendían de familias nobles. Bajo la dirección de su piadosa madre, Juan Bautista dio desde niño muestras de una piedad anunciadora de que, un día, sería sacerdote. A los once años de edad, recibió la tonsura y, a los dieciséis, fue nombrado miembro del capítulo de la catedral de Reims. En 1670, ingresó en el seminario de San Sulpicio, en París; ocho años después fue ordenado sacerdote. Su noble figura, su educación refinada, su cultura y las relaciones de su familia, parecían destinar al joven a una brillante carrera de dignidades eclesiásticas. Pero Dios tenía otros designios sobre él, aunque Juan Bautista no sospechaba nada hasta el momento en que uno de los canónigos de Reims, en su lecho de muerte, le confió la dirección de una escuela y un orfanatorio de niñas, y el cuidado de las religiosas encargadas de ellos.
Los maestros de todos los tiempos y lugares no podrían tener un mejor patrón que él. En efecto, esto lo declararò el Papa Pío XII solo 50 años después de su canonización. Puede ser que Giovanni Battista haya encontrado la inspiración en su familia: primogénito de 10 hijos, quedó huérfano de ambos padres a los 21 años. Estudia en el seminario y, al mismo tiempo debe cuidar a sus hermanos. Esto no le impide hacer la profesión de sus votos religiosos y obtener su doctorado en teología de manera brillante.
El arzobispo de Reims le asigna diversos encargos a Juan Bautista y comienza a cuidar la educación de los jóvenes, colaborando en las escuelas de Adriano Nyel, un laico que ha dedicado su vida a la escuela popular. Juan Bautista inmediatamente se da cuenta de que algo falta: los maestros están mal preparados y sin estímulos. Él se da cuenta que es allí donde se deben tomar medidas correctivas: la enseñanza debe ser una misión y los estudiantes merecen tener maestros bien formados. Luego mira a su alrededor, estudia, observa los métodos de las mejores escuelas, toma una casa alquilada y se muda con estos maestros, instruyéndolos él mismo. Les enseña que las lecciones ya no deben ser individuales, sino colectivas, prefiriendo la organización de escuelas en clases; da prioridad a la lengua materna - francés - en comparación con el latín en el aprendizaje de lectura, también presta atención a las necesidades morales y no solo culturales de los maestros.
La multitud de maestros que se reúnen en torno a Juan el Bautista son laicos y no sacerdotes, aunque si él va desarrollando la idea de que deben dedicar sus vidas enteramente a sus estudiantes, dejar de casarse y tener una familia. Por eso los viste con una sotana negra y una pechera blanca, un manto y zuecos campesinos y les ofrece una primera regla de vida que comenzó a escribir en 1685. Casi diez años después fue elegido superior de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, la congregación que fundó después de ese primer experimento. Nace así la primera congregación formada completamente por maestros varones que permanecen laicos, porque él quiere que sean capaces de instruir no solo en la fe, sino también en el conocimiento y las profesiones. Con ellos alcanza algunos objetivos pedagógicos importantes: le da importancia al método simultáneo en la enseñanza primaria que será gratuita en las escuelas fundadas por él; organiza escuelas vespertinas y dominicales para jóvenes trabajadores e inventa al antepasado de la enseñanza moderna en los campos técnico, comercial y profesional.
A medida que la congregación crece, también crecen las críticas contra él. El fundador comienza a ser atacado por el alto clero de París, luego por algunos sacerdotes de la parroquia, también por la autoridad civil. Por tanta adversidad se verá obligado a transferir todo a la aldea de Saint-Yon, cerca de Rouen. Juan Bautista reacciona a las puñaladas retirándose en oración, en aislamiento penitencial, meditación y estudio. Los llamados "maestros de la calle" lo acusarán de ser pagado por sus alumnos, de disfrutar de privilegios reservados para las corporaciones profesionales, de mantener una comunidad de maestros sin las autorizaciones necesarias. Infamias gratuitas y sin fundamento. De hecho, en 1702, después de una visita canónica, fue depuesto como superior. Reaccionó diciendo: "Si nuestro instituto es la obra del hombre, no puede dejar de caer; pero si es obra de Dios, cualquier esfuerzo para destruirlo será en vano”. Cuando muere, en 1719, tiene ya 23 casas y unos diez mil estudiantes. En sus funerales se agolpan casi Treinta mil personas procedentes del pueblecito donde se había refugiado. En 1937 sus restos fueron trasladados a la casa general del instituto en Roma.
¡Oh glorioso San Juan Bautista de La Salle, apóstol de la niñez y de la juventud, sed desde lo alto del cielo nuestro guía y protector. Interceded por nosotros, asistidnos, para que preservados de toda mancha de error y de corrupción, permanezcamos fieles a Jesucristo y a la cabeza infalible de la Iglesia, el Sumo Pontífice. Haced que, ejercitándonos en las virtudes en que fuisteis tan admirable ejemplar, merezcamos ser participantes de la gloria que ahora gozáis en la patria celestial.