domingo, 30 de marzo de 2025

MES DE SAN JOSÉ

TRIGÉSIMO PRIMER DÍA: CARIDAD DE SAN JOSÉ 


 Caridad de San José

    La reina de las virtudes, aquella que según San Pablo basta para ganar el cielo, la caridad, ¿podía no dominar todos los pensamientos de san José? ¿Qué es la caridad? Es amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y asl prójimo como a uno mismo. José contempló con sus ojos y tocó con sus manos  al Dios encarnado, el Verbo divino; su ternura por Él era inefable, y este amor se elevaba sin cesar hacia la adorable Trinidad como incienso puro; admirablemente instruido de los secretos divinos, adoraba con amor esos misterios de misericordia, cuya altura, longitud y extensión penetraba, y volviendo sobre la tierra, discípulo dócil de Jesús Niño, sacaba de su corazón la caridad hacia los hombres. Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón, y José derramaba sobre todos aquellos que se aproximaban, la suavidad de esta lección celeste. Incluso, en nuestros días la caridad, la compasión por las miserias de los hombres ocupa a san José; goza, con su santa Esposa, de las delicias del cielo; peor ambos se acuerdan de los sufrimientos de la tierra y se les ve sin cesar ocupados en aliviar a los afligidos, en visitar a los pobres en sus aflicciones. Todos aquellos que asisten, aquí abajo, a los desventurados tienen por modelos en el cielo a María y a José; la visión de Dios no los distrae de los males que aquellos que los invocan: Felices seríamos si, como nuestros santos patronos, pudiésemos rezar con el alma y asistir corporalmente y espiritualmente a quienes recurren a nosotros. Roguemos para obtener la verdadera caridad.


Devoción de la madre Teresa a San José

    En otra oportunidad, la confianza de la madre Teresa en San José le mereció este nuevo favor: un predicador había predicado delante de ellas sobre la fe que debemos tener en la bondad del santo patriarca; apenas terminado el sermón, la madre Teresa se acercó a la sacristía y dijo con un acento penetrado de fe: “¡Oh padre mío, qué bien ha hablado!”. Me ha llenado de confianza respecto de san José. Tengo necesidad de una suma de seis mil francos para una cosa que apunta a la mayor gloria de Dios: voy a emprenderla audazmente, apoyándome en la bondad de este gran santo. El sacerdote quedó pasmado a la vista de esta afirmación; se sorprendía él mismo del alcance de sus propias palabras. Poco tiempo después, puedo ver que san José había escuchado la fe de esa servidora.

    Nada más conmovedor que el afecto de la madre Teresa por su pequeño peregrinaje; ella quería que toda la tierra de los alrededores fuese mirada como propiedad de san José. Los productos que venían eran recibidos por ella como si hubiesen venido de la misma mano del bien amado padre nutricio de Jesús. Las legumbres y los frutos provenían de san José y tenían, para ella, un sabor particular. Cuando se quería que aceptara algunos de estos frutos bastaba con decirle: “Mi buena madre, vienen de san José”.

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 31 de Marzo - San Juan 4,43-54


    Libro de Isaías 65,17-21.

    Así habla el Señor: Sí, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No quedará el recuerdo del pasado ni se lo traerá a la memoria, sino que se regocijarán y se alegrarán para siempre por lo que yo voy a crear: porque voy a crear a Jerusalén para la alegría y a su pueblo para el gozo.
    Jerusalén será mi alegría, yo estaré gozoso a causa de mi pueblo, y nunca más se escucharán en ella ni llantos ni alaridos.
    Ya no habrá allí niños que vivan pocos días ni ancianos que no completen sus años, porque el más joven morirá a los cien años y al que no llegue a esa edad se lo tendrá por maldito.
    Edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán sus frutos.


Salmo 30(29),2.4.5-6.11-12a.13b.

Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste
y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí.
Tú, Señor, me levantaste del Abismo
y me hiciste revivir,
cuando estaba entre los que bajan al sepulcro.

Canten al Señor, sus fieles;
den gracias a su santo Nombre,
porque su enojo dura un instante,
y su bondad, toda la vida:
si por la noche se derraman lágrimas,
por la mañana renace la alegría.

«Escucha, Señor, ten piedad de mí;
ven a ayudarme, Señor.»
Tú convertiste mi lamento en júbilo,
¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente!


    Evangelio según San Juan 4,43-54.

    Jesús partió hacia Galilea.
    El mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo.
    Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta.
    Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún.
    Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo.
    Jesús le dijo: "Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen".
    El funcionario le respondió: "Señor, baja antes que mi hijo se muera".
    "Vuelve a tu casa, tu hijo vive", le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino.
    Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía.
    El les preguntó a qué hora se había sentido mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre", le respondieron.
    El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: "Tu hijo vive". Y entonces creyó él y toda su familia.
    Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

        Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 31 de Marzo - “Tu hijo está vivo”


San Anastasio de Antioquía (¿-599) monje después patriarca de Antioquía Homilía 5, sobre la Resurrección de Cristo, 6-9; PG 89, 1358-1362 


“Tu hijo está vivo”
    
    “Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muerto” (Rm 14,9).  Pero, no obstante, Dios “no es Dios de muertos, sino de vivos” (Lc 20,38). Los muertos, por tanto, que tienen como Señor al que volvió a la vida, ya no están muertos, sino que viven, y la vida los penetra hasta tal punto que viven sin temer ya a la muerte. Como Cristo que, “una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más”, (Rm 6,9), así ellos también, liberados de la corrupción, no conocerán ya la muerte y participarán de la resurrección de Cristo, como Cristo participo de nuestra muerte. Cristo, en efecto, no descendió a la tierra sino “para destrozar las puertas de bronce y quebrar los cerrojos de hierro” (Sal. 106,16), que, desde antiguo, aprisionaban al hombre, y para librar nuestras vidas de la corrupción y atraernos hacia él, trasladándonos de la esclavitud a la libertad.

    Si este plan de salvación no lo contemplamos aún totalmente realizado —pues los hombres continúan muriendo, y sus cuerpos continúan corrompiéndose en los sepulcros—, que nadie vea en ello un obstáculo para la fe. Que piense más bien cómo hemos recibido ya las primicias de los bienes que hemos mencionado y cómo poseemos ya la prenda de nuestra ascensión a lo más alto de los cielos, pues estamos ya sentados en el trono de Dios, junto con aquel que, como afirma san Pablo, nos ha llevado consigo a las alturas; escuchad, si no, lo que dice el Apóstol: “Nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él”. (Ef. 2,6) 

SANTORAL - SAN BENJAMÍN MÁRTIR

31 de Marzo


    En el lugar de Argol, en Persia, san Benjamín, diácono, que, por predicar insistentemente la palabra de Dios, consumó su martirio con cañas puntiagudas clavadas bajo las uñas, en tiempo del rey Vararane V.

    El rey Yezdigerd, hijo de Sapor II, puso fin a la cruel persecución de los cristianos que había sido llevada al cabo en Persia durante el reinado de su padre, de modo que la Iglesia había gozado de la paz por doce años, cuando un obispo llamado Abdas, con un celo mal entendido, incendió el Píreo, o templo del fuego, principal objeto del culto de los persas. El rey amenazó con destruir todas las iglesias de los cristianos, a menos que Abdas reconstruyera el templo. Este se rehusó a hacerlo; el rey lo mandó matar e inició una persecución general que se intensificó bajo el reinado de su hijo Varanes y que duró cuarenta años. Teodoreto, que en ese tiempo vivía en las cercanías, hace un espantoso relato de las crueldades practicadas.

    Uno de los primeros mártires fue un diácono llamado Benjamín. Después de que éste fue golpeado, estuvo encarcelado durante un año, pero un embajador del emperador en Constantinopla obtuvo su libertad, prometiendo bajo su responsabilidad que el santo se abstendría de hablar acerca de su religión. Benjamín, sin embargo, declaró que él no podía cumplir tal condición y, de hecho, no perdió oportunidad de predicar el Evangelio. Fue de nuevo aprehendido y llevado ante el rey. En el juicio, su única respuesta a la acusación fue preguntar al monarca qué pensaría de un súbdito que faltase a su fidelidad y se levantara en armas contra él. El tirano ordenó que se le encajaran cañas entre uña y carne y en las partes sensibles de su cuerpo y que posteriormente se las sacaran. Después de haber repetido esta tortura varias veces, le atravesaron las entrañas con una estaca nudosa, con el fin de rasgarlo y despedazarlo. El mártir expiró en medio de la más terrible agonía.

Oremos

    Dios de poder y misericordia, que diste tu fuerza al mártir San Benjamin Ergol para que pudiera resistir el dolor de su martirio, concédenos que quienes celebramos hoy el día de su victoria, con tu protección, vivamos libres de las asechanzas del enemigo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén

-FRASE DEL DÍA-