La reina de las virtudes, aquella que según San Pablo basta para ganar el cielo, la caridad, ¿podía no dominar todos los pensamientos de san José? ¿Qué es la caridad? Es amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y asl prójimo como a uno mismo. José contempló con sus ojos y tocó con sus manos al Dios encarnado, el Verbo divino; su ternura por Él era inefable, y este amor se elevaba sin cesar hacia la adorable Trinidad como incienso puro; admirablemente instruido de los secretos divinos, adoraba con amor esos misterios de misericordia, cuya altura, longitud y extensión penetraba, y volviendo sobre la tierra, discípulo dócil de Jesús Niño, sacaba de su corazón la caridad hacia los hombres. Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón, y José derramaba sobre todos aquellos que se aproximaban, la suavidad de esta lección celeste. Incluso, en nuestros días la caridad, la compasión por las miserias de los hombres ocupa a san José; goza, con su santa Esposa, de las delicias del cielo; peor ambos se acuerdan de los sufrimientos de la tierra y se les ve sin cesar ocupados en aliviar a los afligidos, en visitar a los pobres en sus aflicciones. Todos aquellos que asisten, aquí abajo, a los desventurados tienen por modelos en el cielo a María y a José; la visión de Dios no los distrae de los males que aquellos que los invocan: Felices seríamos si, como nuestros santos patronos, pudiésemos rezar con el alma y asistir corporalmente y espiritualmente a quienes recurren a nosotros. Roguemos para obtener la verdadera caridad.
Devoción de la madre Teresa a San José
En otra oportunidad, la confianza de la madre Teresa en San José le mereció este nuevo favor: un predicador había predicado delante de ellas sobre la fe que debemos tener en la bondad del santo patriarca; apenas terminado el sermón, la madre Teresa se acercó a la sacristía y dijo con un acento penetrado de fe: “¡Oh padre mío, qué bien ha hablado!”. Me ha llenado de confianza respecto de san José. Tengo necesidad de una suma de seis mil francos para una cosa que apunta a la mayor gloria de Dios: voy a emprenderla audazmente, apoyándome en la bondad de este gran santo. El sacerdote quedó pasmado a la vista de esta afirmación; se sorprendía él mismo del alcance de sus propias palabras. Poco tiempo después, puedo ver que san José había escuchado la fe de esa servidora.Nada más conmovedor que el afecto de la madre Teresa por su pequeño peregrinaje; ella quería que toda la tierra de los alrededores fuese mirada como propiedad de san José. Los productos que venían eran recibidos por ella como si hubiesen venido de la misma mano del bien amado padre nutricio de Jesús. Las legumbres y los frutos provenían de san José y tenían, para ella, un sabor particular. Cuando se quería que aceptara algunos de estos frutos bastaba con decirle: “Mi buena madre, vienen de san José”.