lunes, 5 de agosto de 2024

LAS VIRTUDES

I. LAS VIRTUDES HUMANAS
Distinción de las virtudes cardinales


    1806 La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. “El hombre cauto medita sus pasos” (Pr 14, 15). “Sed sensatos y sobrios para daros a la oración” (1 P 4, 7). La prudencia es la “regla recta de la acción”, escribe santo Tomás (Summa theologiae, 2-2, q. 47, a. 2, sed contra), siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la disimulación. Es llamada auriga virtutum: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 06 de Agosto - San Marcos 9,2-10.


      Libro de Daniel 7,9-10.13-14.

    Yo estuve mirando hasta que fueron colocados unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura era blanca como la nieve y los cabellos de su cabeza como la lana pura; su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente.
    Un río de fuego brotaba y corría delante de él. Miles de millares lo servían, y centenares de miles estaban de pie en su presencia. El tribunal se sentó y fueron abiertos unos libros yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él.
    Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.

    Palabra de Dios.


Salmo 97(96),1-2.5-6.9.

¡El Señor reina! Alégrese la tierra,
regocíjense las islas incontables.
Nubes y Tinieblas lo rodean,
la Justicia y el Derecho son

la base de su trono.
Las montañas se derriten como cera
delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra.
Los cielos proclaman su justicia

y todos los pueblos contemplan su gloria.
Porque tú, Señor, eres el Altísimo:
estás por encima de toda la tierra,
mucho más alto que todos los dioses.


    Evangelio según San Marcos 9,2-10.

    Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos.
    Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas.
    Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
    Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías".
    Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
    Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: "Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo".
    De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
    Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
    Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría "resucitar de entre los muertos".

    Palabra del Señor.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 06 de Agosto - «Su rostro resplandecía como el sol»


      Pedro el Venerable, abad Sermón: 1º para la Transfiguración; PL 189, 959



«Su rostro resplandecía como el sol» 

    ¿Por qué nos asombra que la cara de Jesús resplandeciera como el sol, si él mismo era el sol? Era el sol, pero escondido detrás de una nube. Ahora la nube se aparta, y resplandece por un instante. ¿Qué es esta nube que se aparta? No es la carne misma, sino la debilidad de la carne que desaparece por un instante. Esta nube, es aquella de la que habla el profeta: «El Señor ascenderá ligero sobre una nube» (Is 19,1): nube de carne que cubre la divinidad, ligera porque esta carne no lleva nada malo en sí misma; nube que vela el esplendor divino y ligero porque debe elevarse hasta el esplendor eterno. Es la nube sobre la que se ha dicho en el Cantar de los Cantares: «Desearía yacer a su sombra…» (Ct 2,3). Nube ligera porque esta carne es la del «Cordero que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29); y una vez quitados éstos, el mundo asciende a los cielos, liberado del lastre del peso de todos sus pecados.

    El sol velado por esta carne no es «el que sale para buenos y malos» (Mt 5,45), sino «el Sol de justicia» (Mal 3,20) que sale exclusivamente para los que temen a Dios. Habitualmente velado por la nube de la carne, esta «luz que alumbra a todos los hombres» (Jn 1,9) brilla hoy con todo su esplendor. Hoy glorifica a la misma carne; la muestra deificada a los apóstoles, para que los apóstoles la revelen al mundo.

    Revestido de la nube de la carne, hoy, la luz que ilumina a todo hombre (Jn 1,9) ha resplandecido. Hoy glorifica esta misma carne, la muestra deificada a los apóstoles para que ellos mismos la revelen al mundo. Y tú, ciudad dichosa, gozarás eternamente de la contemplación de este Sol, cuando «descenderás del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo» (Ap 21,2). Nunca jamás este Sol se pondrá para ti; permaneciendo él mismo eternamente, lucirá una mañana eterna. Este Sol nunca jamás se verá velado por ninguna nube, sino que brillará sin cesar, y te alegrará con una luz sin ocaso. Este Sol nunca más deslumbrará tus ojos sino que te dará la fuerza para mirarlo y te dejará encantada por su esplendor divino. «No habrá más muerte, ni luto, ni gemidos, ni penas» (Ap 21,4) que puedan ensombrecer el resplandor que Dios te ha dado porque, como dice Juan: «El mundo ha pasado».

    Este es el Sol del que habla el profeta: «Nunca más tendrás necesidad del sol para alumbrarte ni de la luna para iluminarte, porque el Señor tu Dios será tu luz para siempre» (Is 60,19). Esta es la luz eterna que brilla para ti en el rostro del Señor. Oyes la voz del Señor, contemplas su rostro resplandeciente, y llegas a ser como el sol. Porque es en su rostro que se reconoce a alguien, y reconocerle, es como ser iluminado por él. Aquí abajo lo crees en la fe; allí le reconocerás. Aquí lo captas por la inteligencia; allí serás captado por ella. Aquí ves «como en un espejo»; allí le verás «cara a cara» (1Co 13,12). Entonces se cumplirá este deseo del profeta: «Que haga brillar su rostro sobre nosotros» (Sal 66, 2). Te gozarás sin fin en esta luz; con esta luz caminarás sin cansarte. En esta luz verás la luz eterna.

FIESTA DE LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

06 de Agosto


    Fiesta de la Transfiguración del Señor, en la que Jesucristo, el Unigénito, el amado del Eterno Padre, manifestó su gloria ante los santos apóstoles Pedro, Santiago y Juan, con el testimonio de la Ley y los Profetas, para mostrar nuestra admirable transformación por la gracia en la humildad de nuestra naturaleza asumida por Él, dando a conocer la imagen de Dios, conforme a la cual fue creado el hombre, y que, corrompida en Adán, fue renovada por Cristo.

    Además de las piadosas consideraciones que nos puedan surgir sobre el relato evangélico de la Transfiguración, no hay nada en ese tema que se corresponda propiamente con un santoral hagiográfico, tan sólo que como el santoral incorpora también celebraciones litúrgicas, debe ser mencionada e investigado su origen como fiesta.

    Una nota del Butler Guinea nos aclara algo de ese origen, dice: «En el Oriente es más pronunciada que en el Occidente la tendencia a conmemorar con fiestas especiales los incidentes narrados en los Evangelios. Por consiguiente, lo más probable es que la fiesta de la Transfiguración sea de origen oriental. Lo que consta con certeza es que antes del año 1000 se celebraba ya solemnemente esta fiesta en la Iglesia bizantina el 6 de agosto.[...] Algunas Iglesias de Occidente celebraban esporádicamente la Transfiguración en diversas fechas. El Papa Calixto III la convirtió en fiesta de la Iglesia universal para conmemorar la victoria obtenida sobre los turcos en 1456.»

    Con más detalle, un artículo de F. Holweck en la Catholic Encyclopedia (1912) desarrolla esos datos: «El Obispo armenio Gregorio Arsharuni (ca. 690) refiere el origen de ésta fiesta a san Gregorio el Iluminador ( m. c. 337), quien -dice-, sustituyó una celebración pagana de Afrodita llamada Vartavarh (rosa encendida), reteniendo la antigua denominación de la fiesta, porque Cristo abrió su gloria como una rosa en el Monte Tabor. Sin embargo, no se halla mención de esta fiesta en los dos antiguos calendarios armenios impresos por Conybeare (Ritual Armenio, 527 ss). Más probablemente la fiesta se originó, durante el s. IV o V, en lugar de alguna otra fiesta pagana de la naturaleza, en algún lugar del Asia Menor. En la actualidad, los armenios observan la fiesta por tres días, como una de las cinco grandes celebraciones del año (el séptimo domingo después de Pentecostés); la precede un ayuno de seis días. También en la Iglesia Siríaca es una fiesta de primer orden. En la Iglesia Griega tiene vigilia y Octava. La Iglesia Latina adoptó lentamente esta fiesta; no se la menciona antes del 850 (Martirologio de Wandelbert). Fue adoptada en el siglo X en muchas diócesis, y celebrada generalmente el 6 de agosto. En la Galia e Inglaterra, el 27 de julio; en Meissen, el 17 de marzo; en Halberstadt, el 3 de septiembre, etc. En 1456, Calixto III extendió la fiesta a la Iglesia Universal, en memoria de la victoria de Juan Hunyady sobre los turcos en Belgrado, el 6 de agosto de 1456. El propio Calixto compuso el Oficio. Es la fiesta titular de la Basílica Laterana de Roma.[...]».

Oremos

    Señor Dios, que en la gloriosa transfiguración de Jesucristo confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de Moisés y de Elías, y nos hiciste entrever en la gloria de tu Hijo la grandeza de nuestra definitiva adopción filial, haz que escuchemos siempre la voz de tu Hijo amado y lleguemos a ser un día sus coherederos en la gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén

-FRASE DEL DÍA-