lunes, 20 de febrero de 2023
EVANGELIO - 21 de Febrero - San Marcos 9,30-37.
Hijo, si te decides a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba.
Endereza tu corazón, sé firme, y no te inquietes en el momento de la desgracia.
Unete al Señor y no te separes, para que al final de tus días seas enaltecido.
Acepta de buen grado todo lo que te suceda, y sé paciente en las vicisitudes de tu humillación.
Porque el oro se purifica en el fuego, y los que agradan a Dios, en el crisol de la humillación.
Confía en él, y él vendrá en tu ayuda, endereza tus caminos y espera en él.
Los que temen al Señor, esperen su misericordia, y no se desvíen, para no caer.
Los que temen al Señor, tengan confianza en él, y no les faltará su recompensa.
Los que temen al Señor, esperen sus beneficios, el gozo duradero y la misericordia.
Fíjense en las generaciones pasadas y vean: ¿Quién confió en el Señor y quedó confundido? ¿Quién perseveró en su temor y fue abandonado? ¿Quién lo invocó y no fue tenido en cuenta?
Porque el Señor es misericordioso y compasivo, perdona los pecados y salva en el momento de la aflicción.
Confía en el Señor y practica el bien;
habita en la tierra y vive tranquilo:
que el Señor sea tu único deleite,
y él colmará los deseos de tu corazón.
El Señor se preocupa de los buenos
y su herencia permanecerá para siempre;
no desfallecerán en los momentos de penuria,
y en tiempos de hambre quedarán saciados.
Aléjate del mal, practica el bien,
y siempre tendrás una morada,
porque el Señor ama la justicia
y nunca abandona a sus fieles.
Los impíos serán aniquilados
y su descendencia quedará extirpada,
La salvación de los justos viene del Señor,
él es su refugio en el momento del peligro;
el Señor los ayuda y los libera,
los salva porque confiaron en él.
Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará".
Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.
Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el camino?".
Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.
Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos".
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo:
"El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado".
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 21 de Febrero - "El árbol de nuestra alma, enraizado en el valle de la humildad"
Debe ser como un árbol profundamente enraizado en el valle de la verdadera humildad, para que el viento del orgullo no pueda volcar su alma, que es un árbol de amor. Dios la creó por amor, viene del amor y sólo puede vivir de amor, del santo amor de Dios. (…)
¿Cómo trasplantar este árbol en el valle y la tierra de la humildad? Sólo podemos ser humildes teniendo un verdadero conocimiento de nosotros mismos, odiando y despreciando la sensualidad. Entonces estaremos entre dos grandes montañas que reciben los asaltos de vientos contrarios: la virtud de fortaleza y la de paciencia. Más los vientos son contrarios, más el alma se fortifica y muestra su fuerza probada en la paciencia.
Entonces las virtudes se conservan y alimentan con la doctrina y la edificación del prójimo. El alma porta las flores perfumadas de sus santos pensamientos, juzgando sanamente las cosas, considerando en ella y en el prójimo la voluntad de Dios, que sólo quiere nuestro bien, y no viendo la voluntad de los hombres. También, mortificando su juicio, matando su voluntad, manteniendo y alimentando el árbol de la caridad hacia el prójimo con un ardiente deseo de la salvación de los hombres y gozando de este alimento en honor a Dios.
¡Qué hermoso es el árbol de nuestra alma! Cuando está bien plantado se adorna con la humildad del Cordero sin mancha, que nos ha dado la vida, y se ilumina con el sol de la gracia y la misericordia, que todos nuestros méritos no podrían obtener. Dios se humilló hasta el hombre al darnos al tierno Verbo. El Verbo, el Hijo de Dios, se abajó con su paciencia hasta la muerte vergonzosa de la Cruz. Nuestras acciones y virtudes únicamente adquieren méritos por su humildad y por la virtud de su preciosa sangre vertida con tanto amor.
SANTORAL - SAN PEDRO DAMIANI
Memoria de san Pedro Damiani, cardenal obispo de Ostia y doctor de la Iglesia. Habiendo entrado en el eremo de Fonte Avellana, promovió denodadamente la vida religiosa, y en los tiempos difíciles de la reforma de la Iglesia, trabajó para que los monjes se dedicasen a la santidad de la contemplación, los clérigos a la integridad de vida, y para que el pueblo cristiano mantuviese la comunión con la Sede Apostólica. Falleció el día veintidós de febrero en la ciudad de Favencia, de la Romagna.
San Pedro Damiáni, obispo y doctor de la Iglesia (1007-1072). Al lado de san Romualdo, fundador de los camaldulenses, san Juan Gualberto, san Nilo y del monje Hildebrando, (futuro Gregorio VII) fue uno de los hombres más beneméritos e insignes.
Pedro nació en Rávena en el año 1007 en una familia numerosa y pobre. Fue el hijo último; pronto quedó huérfano y al cargo de uno de sus hermanos mayores que lo trató con dureza extrema, casi como a un esclavo, teniéndolo descalzo y a medio cubrir con andrajos, encargado de cuidar de los animales de la granja. Visto en esa situación lo tomó otro hermano a su cuidado; era Damián, con corazón bueno; tan grande fue el cambio, que Pedro no olvidará el gesto y añadirá en adelante, como su segundo nombre, el de su hermano Damián.
A la muerte de Landorfo lo eligieron abad. No dejó Regla escrita, pero sí quedó patente entre los monjes su espíritu: absoluto silencio, trabajo manual básico para vivir, mezcla de vida solitaria en celdas separadas y algunos actos comunes, mucha oración y abundante lectura espiritual. Fundó el monasterio de Nuestra Señora de Sitria y otros cuatro centros ermitaños más.
La segunda parte de su vida está llena de encargos y legaciones apostólicas; los Papas recurren a él encomendándole asuntos que le llevaron a una actividad incesante para contribuir a mejorar la triste situación de la Iglesia del año 1044.
En 1046, Pedro Damián asistió en Roma a la coronación de Enrique III, emperador del Sacro Imperio romano, que puso providencialmente término al actual estado de cosas. En 1047 está presente en el concilio de Letrán que promulgó ya varios decretos de reforma.
Al regresar a Fonte-Avellana para recuperar su vida de penitencia y soledad es cuando se hace palpable la influencia de su espíritu y lo grande de su prestigio; escribió al Papa Clemente II para que dé impulso a la reforma, y escribe su libro Gomorriano o de los Incontinentes con el que anima a papas y dirigentes a poner remedio al mal.
El Papa Esteban IX (1057-1058) lo nombró cardenal-obispo de Ostia (decano del sagrado colegio de cardenales) en 1057, a pesar de su resistencia; no tuvo el pobre Pedro Damián más remedio que ceder para no incurrir en la excomunión con que se le amenazó si osaba negarse una vez más.
Prematuramente muere el Papa y se van al traste las esperanzas de reforma. Hay un intento de renuncia y de refugiarse en Fonte-Avellana, pero el papa Nicolás II, en 1059, lo hace legado para Milán; allí se soporta desde hace tiempo una desesperada situación por la simonía y la lujuria de los clérigos; convocó un sínodo y llegó a restablecerse el orden, terminando con el escándalo.
El Papa Alejandro III (1061-1070) aprovechó su celo y servicios extraordinarios. Pedro Damián sacó abundantes escritos _irónicos, iracundos, anatematizantes y apocalípticos_ a la asamblea de Augsburgo para acabar con el cisma, porque hay antipapa.
Otra legación, acompañada ahora por Hugón de Cluny, fue en 1063; debía intentar poner freno a Drogon, obispo de Maçon, y restablecer la justicia lesionada en la abadía de Bourgogne y otras cluniacenses como Limoges, San Marcial y Sauvigny.
Se vio obligado a intervenir ante el joven rey Enrique IV en defensa de los derechos pontificios. No pretendía Pedro llevar una vida de incesante viajar. Pidió un descanso merecido al Papa Alejandro II y que se le aceptara la renuncia a todas sus dignidades; pero Hildebrando, que era cardenal desde que Gregorio VI echó mano de él para que le apoyase en la necesaria reforma.
Pedro Damián acepta complacidísimo con tal de retirarse a Fonte-Avellana. En 1066 se le vio, por mandato de la Santa Sede, en Montecasino para solucionar el conflicto con los monjes de Vallehumbrosa. Se desplazó a Alemania porque Enrique IV intentaba su divorcio matrimonial y era preciso dejar claro ante el concilio los principios de moral cristiana.
También fue preciso arrimar el hombro para reconciliar a su querida Rávena natal con el Papa, lo hizo como legado, en 1072. Precisamente cuando iba a dar cuentas a Roma de ésta última gestión se puso muy enfermo en Faenza, lo llevaron al monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles, donde murió el 21 de febrero de 1072.
León XII le declaró doctor de la Iglesia y gracias a su vida ejemplar pudo ser el precursor de la gran reforma llamada gregoriana por llevarla a término feliz el Papa Gregorio VII, desde que lo elevaron a la sede de Pedro en 1073.
El eficaz Pedro Damián, monje como el más enamorado del monacato, sirvió a la Iglesia intentando dar solución a los más enrevesados problemas. Es palpable que la inmensa mayoría de sus contemporáneos seglares no hubieran podido ni siquiera arañar lo que él realizó, aunque ello le llevara a tener que fastidiarse sin poder disfrutar de la soledad que por vocación le hubiera gustado tener.
Dios todopoderoso, concédenos seguir con fidelidad los consejos y ejemplos de San Pedro Damiani, obispo, para que, amando a Cristo sobre todas las cosas, y dedicados siempre al servicio de tu Iglesia, merezcamos llegar a los gozos eternos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén