viernes, 18 de marzo de 2016

CATEQUESIS DE JUAN PABLO II


SALMO 10

El Señor, esperanza del justo




Al Señor me acojo, ¿por qué me decís:
«Escapa como un pájaro al monte,
porque los malvados tensan el arco,
ajustan las saetas a la cuerda,
para disparar en la sombra contra los buenos?
3 Cuando fallan los cimientos,
¿qué podrá hacer el justo?»

Pero el Señor está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo;
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres.

El Señor examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo odia.
Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre,
les tocará en suerte un viento huracanado.

Porque el Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro.



El Señor, esperanza del justo 

1. Prosigue nuestra reflexión sobre los textos de los salmos, que constituyen el elemento sustancial de la Liturgia de las Vísperas. El que hemos hecho resonar en nuestros corazones es el salmo 10, una breve plegaria de confianza que, en el original hebreo, está marcada por el nombre sagrado de Dios: Adonai, el Señor. Este nombre aparece al inicio (cf. v. 1), se repite tres veces en el centro del salmo (cf. vv. 4-5) y se encuentra de nuevo al final (cf. v. 7). La tonalidad espiritual de todo el canto queda muy bien reflejada en el versículo conclusivo: "El Señor es justo y ama la justicia". Esta es la raíz de toda confianza y la fuente de toda esperanza en el día de la oscuridad y de la prueba. Dios no es indiferente ante el bien y el mal; es un Dios bueno, y no un hado oscuro, indescifrable y misterioso. 

2. El salmo se desarrolla fundamentalmente en dos escenas. En la primera (cf. vv. 1-3) se describe a los malvados en su triunfo aparente. Se presentan con imágenes tomadas de la guerra y la caza: los perversos tensan su arco de guerra o de caza para herir violentamente a sus víctimas, es decir, a los fieles (cf. v. 2). Estos últimos, por ello, se ven tentados por la idea de escapar y librarse de una amenaza tan implacable. Quisieran huir "como un pájaro al monte" (v. 1), lejos del remolino del mal, del asedio de los malvados, de las flechas de las calumnias lanzadas a traición por los pecadores. A los fieles, que se sienten solos e impotentes ante la irrupción del mal, les asalta la tentación del desaliento. Les parece que han quedado alterados los cimientos del orden social justo y minadas las bases mismas de la convivencia humana (cf. v. 3). 

3. Pero entonces se produce un vuelco, descrito en la segunda escena (cf. vv. 4-7). El Señor, sentado en su trono celeste, abarca con su mirada penetrante todo el horizonte humano. Desde ese mirador trascendente, signo de la omnisciencia y la omnipotencia divina, Dios puede observar y examinar a toda persona, distinguiendo el bien del mal y condenando con vigor la injusticia (cf. vv. 4-5). Es muy sugestiva y consoladora la imagen del ojo divino cuya pupila está fija y atenta a nuestras acciones. El Señor no es un soberano lejano, encerrado en su mundo dorado, sino una Presencia vigilante que está a favor del bien y de la justicia. Ve y provee, interviniendo con su palabra y su acción. El justo prevé que, como aconteció con Sodoma (cf. Gn 19, 24), el Señor "hará llover sobre los malvados ascuas y azufre" (Sal 10, 6), símbolos del juicio de Dios que purifica la historia, condenando el mal. Los malvados, heridos por esta lluvia ardiente, que prefigura su destino último, experimentan por fin que "hay un Dios que hace justicia en la tierra" (Sal 57, 12). 

4. El salmo, sin embargo, no concluye con este cuadro trágico de castigo y condena. El último versículo abre el horizonte a la luz y a la paz destinadas a los justos, que contemplarán a su Señor, juez justo, pero sobre todo liberador misericordioso: "Los buenos verán su rostro" (Sal 10, 7). Se trata de una experiencia de comunión gozosa y de confianza serena en Dios, que libra del mal. Innumerables justos, a lo largo de la historia, han hecho una experiencia semejante. Muchas narraciones describen la confianza de los mártires cristianos ante los tormentos y su firmeza, que les daba fuerzas para resistir la prueba. En los Hechos de Euplo, diácono de Catania, que murió hacia el año 304 bajo el emperador Diocleciano, el mártir irrumpe espontáneamente en esta serie de plegarias: "¡Gracias, oh Cristo!, protégeme, porque sufro por ti... Adoro al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Adoro a la santísima Trinidad... ¡Gracias, oh Cristo! ¡Ven en mi ayuda, oh Cristo! Por ti sufro, oh Cristo... Es grande tu gloria, oh Señor, en los siervos que te has dignado llamar a ti... Te doy gracias, Señor Jesucristo, porque tu fuerza me ha consolado; no has permitido que mi alma pereciera con los malvados, y me has concedido la gracia de tu nombre. Ahora confirma lo que has hecho en mí, para que quede confundido el descaro del Adversario" (A. Hamman, Preghiere dei primi cristiani, Milán 1955, pp. 72-73).



JUAN PABLO II AUDIENCIA GENERAL

 Miércoles 28 de enero de 2004




DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA ( CAP II )

LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO:

APUNTES HISTÓRICOS








    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene. 


San Crisóstomo.

REFLEXIÓN

TIEMPO DE CUARESMA
VIERNES DE LA SEMANA V
Propio del Tiempo. Salterio I
18 de marzo


Del Tratado de san Fulgencio de Ruspe, obispo, Sobre la fe a Pedro
(Cap. 22, 62: CCL 91 A, 726. 750-751)

SE ENTREGÓ POR NOSOTROS

    Los sacrificios de víctimas carnales, que la Santísima Trinidad, el mismo y único Dios del antiguo y del nuevo Testamento, había mandado a nuestros padres que le fueran ofrecidos, significaban la agradabilísima ofrenda de aquel sacrificio en el cual el Hijo de Dios había de ofrecerse misericordiosamente según la carne, él solo, por nosotros.

    Él, en efecto, como nos enseña el Apóstol, se entregó por nosotros a Dios como oblación de suave fragancia. Él es el verdadero Dios y el verdadero sumo sacerdote, que por nosotros penetró una sola vez en el santuario, no con la sangre de toros o de machos cabríos, sino con su propia sangre. Esto es lo que significaba el sumo sacerdote del antiguo Testamento cuando entraba con la sangre de las víctimas, una vez al año, en el santuario.

    Él es, por tanto, el que manifestó en su sola persona todo lo que sabía que era necesario para nuestra redención; él mismo fue sacerdote y sacrificio, Dios y templo; sacerdote por quien fuimos absueltos, sacrificio con el que fuimos perdonados, templo en el que fuimos purificados, Dios con el que fuimos reconciliados. Pero él fue sacerdote, sacrificio y templo sólo en su condición de Dios unido a la naturaleza de siervo; no en su condición divina sola, porque bajo este aspecto todo es común con el Padre y el Espíritu Santo.

    Debemos, pues, retener firmemente y sin asomo de duda que el mismo Hijo único de Dios, la Palabra hecha carne, se ofreció por nosotros a Dios en oblación y sacrificio de agradable olor; el mismo al que, junto con el Padre y el Espíritu Santo, los patriarcas, profetas y sacerdotes del antiguo Testamento sacrificaban animales; el mismo al que ahora, en el nuevo Testamento, junto con el Padre y el Espíritu Santo, con los que es un solo Dios, la santa Iglesia católica no cesa de ofrecerle, en la fe y la caridad, por todo el orbe de la tierra, el sacrificio de pan y vino.

    Aquellas víctimas carnales significaban la carne de Cristo, que él, libre de pecado, había de ofrecer por nuestros pecados, y la sangre que para el perdón de ellos había de derramar; pero en este sacrificio se halla la acción de gracias y el memorial de la carne de Cristo, que él ofreció por nosotros, y de la sangre, que el mismo Dios derramó por nosotros. Acerca de lo cual dice san Pablo en los Hechos de los apóstoles: Tened cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con la sangre de su Hijo.

    Por tanto, los antiguos sacrificios eran figura y signo de lo que se nos daría en el futuro; pero en este sacrificio se nos muestra de modo evidente lo que ya nos ha sido dado.

    Los sacrificios antiguos anunciaban por anticipado que el Hijo de Dios sería muerto en favor de los impíos; pero en este sacrificio se anuncia ya realizada esta muerte, como lo atestigua el Apóstol, al decir: Cuando estábamos nosotros todavía sumidos en la impotencia del pecado, murió Cristo por los pecadores, en el tiempo prefijado por el Padre; y añade: Siendo enemigos, hemos sido reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo.





    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene. 

San Crisóstomo.

LA FRASE DEL DÍA

Viernes 18 de marzo









    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene. 

San Crisóstomo.

EVANGELIO

TIEMPO DE CUARESMA

VIERNES DE LA SEMANA V
18 de marzo



    Libro de Jeremías 20,10-13.

    Oía los rumores de la gente: "¡Terror por todas partes! ¡Denúncienlo! ¡Sí, lo denunciaremos!". Hasta mis amigos más íntimos acechaban mi caída: "Tal vez se lo pueda seducir; prevaleceremos sobre él y nos tomaremos nuestra venganza". 
    Pero el Señor está conmigo como un guerrero temible: por eso mis perseguidores tropezarán y no podrán prevalecer; se avergonzarán de su fracaso, será una confusión eterna, inolvidable.
    Señor de los ejércitos, que examinas al justo, que ves las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos!, porque a ti he encomendado mi causa.
    ¡Canten al Señor, alaben al Señor, porque él libró la vida del indigente del poder de los malhechores!



Salmo 18(17),2-3a.3bc-4.5-6.7.

Yo te amo, Señor, mi fuerza,
Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador.
Mi Dios, el peñasco en que me refugio,
mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.

Invoqué al Señor, que es digno de alabanza
y quedé a salvo de mis enemigos.
Las olas de la Muerte me envolvieron,
me aterraron los torrentes devastadores,

me cercaron los lazos del Abismo,
las redes de la Muerte llegaron hasta mí.
Pero en mi angustia invoqué al Señor,
grité a mi Dios pidiendo auxilio,

y él escuchó mi voz desde su Templo,
mi grito llegó hasta sus oídos.


    Evangelio según San Juan 10,31-42.

     Los judíos tomaron piedras para apedrearlo.
    Entonces Jesús dijo: "Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?".
    Los judíos le respondieron: "No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios".
Jesús les respondió: "¿No está escrito en la Ley: Yo dije: Ustedes son dioses?
    Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada-
¿Cómo dicen: 'Tú blasfemas', a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: "Yo soy Hijo de Dios"?
    Si no hago las obras de mi Padre, no me crean;
pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre".
    Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos.
    Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó allí.
    Muchos fueron a verlo, y la gente decía: "Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad".
    Y en ese lugar muchos creyeron en él.


Fuente: ©Evangelizo.org







    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene. 


San Crisóstomo.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

TIEMPO DE CUARESMA
VIERNES DE LA SEMANA V
18 de marzo


Santo Tomás Moro (1478-1535) teólogo, mártir Tratado sobre la Pasión,
 Cristo nos amó hasta el extremo, homilía 1

Cristo da la vida por sus enemigos

    Meditemos profundamente sobre el amor de Cristo nuestro Salvador, "que ha amado a los suyos hasta el extremo" (Jn 13,1), hasta el punto que por su bien, voluntariamente, sufrió una muerte dolorosa y manifestó el máximo grado de amor que puede existir. Pues Él mismo dijo: "No hay amor más grande que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15:13). Sí, este es el amor más grande que jamás se haya demostrado. Y sin embargo, nuestro Salvador nos dio uno mayor por que dio esta prueba de amor igual para sus amigos y sus enemigos.

    ¡Qué diferencia entre este verdadero amor y otras formas de amor falso e inconsistente que pueden encontrarse en este pobre mundo!... ¿Quién puede estar seguro, en la adversidad, de mantener a muchos de sus amigos, cuando nuestro Salvador, cuando fue arrestado, permaneció solo, abandonado de los suyos? ¿Cuándo tú te vayas, quién querrá ir contigo? ¿Si fueras rey, tu reino no te dejaría partir sólo para olvidarte tan pronto? ¿Incluso tu familia no te dejaría marchar, como una pobre alma abandonada que no sabe a dónde ir?

    Así pues, aprendamos a amar en todo momento, como deberíamos amar: a Dios sobre todas las cosas y a todas las otras cosas a por Él. Por que cada amor que no nos lleva a este fin, es decir, a la voluntad de Dios es un amor vano y estéril. Todo amor que dirigimos a un ser creado y que debilita nuestro amor hacia Dios, es un amor detestable y un obstáculo en nuestro camino hacia el cielo ... Así que, como nuestro Señor nos ha amado tanto para nuestra salvación, imploremos asiduamente su gracia, temiendo que en comparación con su gran amor, a nosotros se nos encuentre repletos de ingratitud.





Fuente: ©Evangelizo.org



    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene.

 San Crisóstomo.


HIMNO

TIEMPO DE CUARESMA

VIERNES DE LA SEMANA V
Propio del Tiempo. Salterio I
18 de marzo




    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene. 

San Crisóstomo.

SANTORAL

TIEMPO DE CUARESMA
VIERNES DE LA SEMANA V
18 de marzo


    Fue una bendición que San Cirilo –hombre de apacible y conciliadora disposición- haya vivido en el tiempo de una encarnizada controversia religiosa. De padres cristianos, recibió una excelente educación, sobre todo referente a las Sagradas Escrituras; fue ordenado como sacerdote por el Obispo de Jerusalén, San Maximo, quien le apreciaba tanto sus dotes, que le confió la difícil tarea de instruir a los catecúmenos.

    San Cirilo fue consagrado legalmente Obispo por los obispos de su provincia y si Arrio Acacio, que era uno de ellos, esperaba poderlo manerjarlo fácilmente, se equivocó por completo, surgiendo varias disputas principalmente sobre la procedencia y jurisdicción de sus respectivas sedes y asuntos de fe, pues Acacio para entonces estaba imbuido en la herejía arriana. Por confabulación de Acacio y sus partidarios el santo fue desterrado tres veces, por medio de fraudulentos concilios que Acacio convocaba con ayuda de algunos monjes e incluso con el apoyo del emperador. En 381, Cirilo y San Gregorio estuvieron presentes en el gran Concilio de Constantinopla (segundo Concilio Ecuménico). De acuerdo a algunos historiadores, San Cirilo fue fiel defensor de la verdad ortodoxa contra los arrianos, en este Concilio, en el cual se llegó a promulgar el Símbolo de Nicea.
    Se cree que el santo falleció a la edad de 70 años, en el 386, habiendo sido Obispo durante 35 años.


Fuente: © ACI Prensa






    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene. 

 San Crisóstomo.