martes, 2 de enero de 2024

GAUDETE ET EXSULTATE

CAPÍTULO TERCERO
A LA LUZ DEL MAESTRO


    64. La palabra «feliz» o «bienaventurado», pasa a ser sinónimo de «santo», porque expresa que la persona que es fiel a Dios y vive su Palabra alcanza, en la entrega de sí, la verdadera dicha.


-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"


 

EVANGELIO - 03 de Enero - San Juan 1,29-34


    Epístola I de San Juan 2,29.3,1-6.

    Hijos míos: Si ustedes saben que él es justo, sepan también que todo el que practica la justicia ha nacido de él.
    ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente.
    Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a Él.
    Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía.
    Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es.
    El que tiene esta esperanza en Él, se purifica, así como Él es puro.
    El que comete el pecado comete también la iniquidad, porque el pecado es la iniquidad.
    Pero ustedes saben que Él se manifestó para quitar los pecados, y que Él no tiene pecado.
    El que permanece en Él, no peca, y el que peca no lo ha visto ni lo ha conocido.


Salmo 98(97),1.3cd-4.5-6.

Canten al Señor un canto nuevo,
porque él hizo maravillas:
su mano derecha y su santo brazo
le obtuvieron la victoria.

Los confines de la tierra han contemplado
el triunfo de nuestro Dios.
Aclame al Señor toda la tierra,
prorrumpan en cantos jubilosos.

Canten al Señor con el arpa
y al son de instrumentos musicales;
con clarines y sonidos de trompeta
aclamen al Señor, que es Rey.


     Evangelio según San Juan 1,29-34.

    Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
    A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo.
    Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel".
    Y Juan dio este testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.
    Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo'.
    Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 03 de Enero - "Nacer con Cristo"


San Atanasio (295-373) obispo de Alejandría, doctor de la Iglesia Discursos contra los Arrianos, III (Le Corps mystique du Christ, I, Desclée de Brouwer, 1936)


"Nacer con Cristo"

    Ahora que el Verbo se hizo hombre y ha hecho suyas nuestras miserias, ellas son destruidas por él. Los hombres no mueren bajo el pecado sino que resucitados por la fuerza del Verbo, permanecen para siempre incorruptibles e inmortales.

    Cuando la humanidad del Verbo nace de María, Madre de Dios, se dice que él nace. En realidad, es nuestro nacimiento que se realiza en él. Ya no somos simplemente tierra que debe retornar a la tierra, sino que estamos unidos al Verbo del cielo que quiere llevarnos al cielo. Asimismo tomó sobre él las otras debilidades del cuerpo, para que no seamos solamente hombres, sino que perteneciendo desde entonces al Verbo, participemos a la Vida eterna.

    Nuestro primer nacimiento en Adán, nos ha valido la muerte. Ese nacimiento y otras miserias de la carne, fueron trasladados al Verbo. Nosotros, levantados de la tierra, vemos la maldición del pecado eliminada por el que, en nosotros y por nosotros, ha devenido maldición. Lo mismo que hechos de la tierra morimos en Adán, regenerados por el agua y el Espíritu, todos somos vivificados por Cristo. En adelante, la carne no es más algo terrestre. Ella se hace Verbo, por el Verbo de Dios, que por nosotros se hizo carne.

    Los hombres ven sus debilidades transferidas y destruidas por el que no está sujeto a ellas. Así ellos devienen fuertes y libres para siempre. El Verbo, habiendo tomado un cuerpo deviene hombre, nosotros los hombres, tomados por la carne del Verbo somos divinizados por él y hechos herederos de la Vida eterna.

SOLEMNIDAD SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS

03 de Enero

 
    Honramos el Nombre de Jesús no porque creamos que existe un poder intrínseco escondido en las letras que lo componen, sino porque el nombre de Jesús nos recuerda todas las bendiciones que recibimos a través de Nuestro Santo Redentor.

    Para agradecer estas bendiciones reverenciamos el Santo Nombre, así como honramos la Pasión de Cristo honrando Su Cruz (Colvenerius, "De festo SS. Nominis", ix). Descubrimos nuestras cabezas y doblamos nuestras rodillas ante el Santísimo Nombre de Jesús.

    Él da sentido a todos nuestros afanes, como indicaba el emperador Justiniano en su libro de leyes: "En el Nombre de Nuestro Señor Jesús empezamos todas nuestras deliberaciones". El Nombre de Jesús, invocado con confianza:

    Brinda ayuda a necesidades corporales, según la promesa de Cristo: "En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Marcos 16, 17-18). En el Nombre de Jesús los Apóstoles dieron fuerza a los lisiados (Hechos 3, 6; 9, 34) y vida a los muertos (Hechos 9, 40).

    Da consuelo en las aflicciones espirituales. El Nombre de Jesús le recuerda al pecador al padre del Hijo Pródigo y del Buen Samaritano; le recuerda al justo el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero de Dios.

    Nos protege de Satanás y sus engaños, ya que el Demonio teme el Nombre de Jesús, Quien lo ha vencido en la Cruz.

    En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: "lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre." (Juan 16, 23). Por eso la Iglesia concluye todas sus plegarias con las palabras: "Por Jesucristo Nuestro Señor", etc.

    Así se cumple la palabra de San Pablo: "Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos." (Fil 2, 10).

    Un especial devoto del Santísimo Nombre fue San Bernardo, quien habla de él con especial ardor en muchos de sus sermones. Pero los promotores más destacados de esta devoción fueron San Bernardino de Siena y San Juan Capistrano.

    Llevaron consigo en sus misiones en las turbulentas ciudades de Italia una copia del monograma del Santísimo Nombre, rodeado de rayos, pintado en una tabla de madera, con el cual bendecían a los enfermos y obraban grandes milagros. Al finalizar sus sermones mostraban el emblema a los fieles y les pedían que se postraran a adorar al Redentor de la humanidad.

    Les recomendaban que tuviesen el monograma de Jesús ubicado sobre las puertas de sus ciudades y sobre las puertas de sus viviendas (cf. Seeberger, "Key to the Spiritual Treasures", 1897, 102). Debido a que la manera en que San Bernardino predicaba esta devoción era nueva, fue acusado por sus enemigos y llevado al tribunal del Papa Martín V. Pero San Juan Capistrano defendió a su maestro tan exitosamente que el papa no sólo permitió la adoración del Santísimo Nombre, sino que asistió a una procesión en la que se llevaba el Santo Monograma. La tabla usada por San Bernardino es venerada en Santa María en Ara Coeli en Roma.

    El emblema o monograma que representa el Santísimo Nombre de Jesús consiste de las tres letras: IHS. En la mal llamada Edad Media el Nombre de Jesús se escribía: IHESUS; el monograma contiene la primera y la última letra del Santísimo Nombre.

    Se encuentra por primera vez en una moneda de oro del siglo VIII: DN IHS CHS REX REGNANTIUM (El Señor Jesucristo, Rey de Reyes). Algunos equivocadamente sostienen que las tres letras son las iniciales de "Jesús Hominum Salvator" (Jesús Salvador de los Hombres).

    Los jesuitas hicieron de este monograma el emblema de su Sociedad, añadiéndole una cruz sobre la H y tres clavos bajo ella. Consecuentemente se inventó una nueva explicación del emblema, pretendiendo explicar que los clavos eran originalmente una "V", y que el monograma significaba "In Hoc Signo Vinces" (En Esta Señal deben Conquistar), palabras que, de acuerdo a un registro muy antiguo, vio Constantino en los cielos bajo el signo de la Cruz antes de la batalla en el puente Milvian (312)-

    También se sostiene que Urbano IV y Juan XXII concedieron una indulgencia de treinta días a aquellos que añadieran el nombre de Jesús al Ave María o se hincaran, o por lo menos hicieran una venia con las cabezas al escuchar el Nombre de Jesús (Alanus, "Psal. Christi et Mariae", i, 13, and iv, 25, 33; Michael ab Insulis, "Quodlibet", v; Colvenerius, "De festo SS. Nominis", x).

    Esta afirmación puede ser cierta; pero fue gracias a los esfuerzos de San Bernardino que la costumbre de añadir el Nombre de Jesús al Ave María fue difundida en Italia, y de ahí a la Iglesia Universal. Pero hasta el siglo XVI era desconocida en Bélgica (Colven., op. Cit., x), mientras que en Bavaria y Austria los fieles aún añaden al Ave María las palabras: "Jesús Christus" (ventris tui, Jesús Christus).

    Sixto V (2 de julio de 1587) concedió una indulgencia de cincuenta días a la jaculatoria: "¡Bendito sea el Nombre del Señor!" con la respuesta "Ahora y por siempre", o "Amén". En el sur de Alemania los campesinos se saludan entre ellos con esta fórmula piadosa. Sixto V y Benedicto XIII concedieron una indulgencia de cincuenta días para todo aquél que pronuncie el Nombre de Jesús reverentemente, y una indulgencia plenaria al momento de la muerte.

    Estas dos indulgencias fueron confirmadas por Clemente XIII, el 5 de septiembre de 1759. Tantas veces como invoquemos el Nombre de Jesús y de María ("¡Jesús!", "¡Maria"!) podremos ganar una indulgencia de 300 días, por decreto de Pío X, el 10 de octubre de 1904.

    Es también necesario, para ganar la indulgencia papal al momento de la muerte, pronunciar aunque sea mentalmente el Nombre de Jesús.

Oremos

    Jesús, Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, tanto amas a la humanidad que no sólo te rebajas a hacerte hombre, sino que eres el manso cordero que cargas con los pecados de todos nosotros. ¡Gracias por el don de tu humildad, tu misericordia y tu perdón! Quiero que mi vida de cada día esté limpia de pecado, nunca indigna de un discípulo tuyo. Te pido que toda mi existencia transcurra siempre en tu compañía, y las últimas palabras sean repetir tu santísimo Nombre, JESÚS, el Nombre Sobre Todo Nombre. Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor. Amén

-FRASE DEL DÍA-