domingo, 16 de mayo de 2021

EVANGELIO - 17 de Mayo - San Juan 16,29-33.


       Libro de los Hechos de los Apóstoles 19,1-8.

    Mientras Apolo permanecía en Corinto, Pablo, atravesando la región interior, llegó a Efeso. Allí encontró a algunos discípulos y les preguntó: "Cuando ustedes abrazaron la fe, ¿recibieron el Espíritu Santo?". Ellos le dijeron: "Ni siquiera hemos oído decir que hay un Espíritu Santo".
    "Entonces, ¿qué bautismo recibieron?", les preguntó Pablo. "El de Juan", respondieron.
    Pablo les dijo: "Juan bautizaba con un bautismo de penitencia, diciendo al pueblo que creyera en el que vendría después de él, es decir, en Jesús".
    Al oír estas palabras, ellos se hicieron bautizar en el nombre del Señor Jesús.
    Pablo les impuso las manos, y descendió sobre ellos el Espíritu Santo. Entonces comenzaron a hablar en distintas lenguas y a profetizar.
    Eran en total unos doce hombres.
    Pablo fue luego a la sinagoga y durante tres meses predicó abiertamente, hablando sobre el Reino de Dios y tratando de persuadir a sus oyentes.


Salmo 68(67),2-3.4-5ac.6-7ab.

¡Se alza Dios!
Sus enemigos se dispersan
y sus adversarios huyen delante de él.
Tú los disipas como se disipa el humo;

como se derrite la cera ante el fuego,
así desaparecen los impíos ante Dios.
Pero los justos se regocijan,
gritan de gozo delante de Dios

y se llenan de alegría.
¡Canten a Dios,
¡Ábranle paso al que cabalga sobre las nubes!
Dios en su santa Morada

es padre de los huérfanos y defensor de las viudas:
él instala en un hogar a los solitarios
y hace salir con felicidad a los cautivos.


    Evangelio según San Juan 16,29-33.

    Los discípulos le dijeron a Jesús: "Por fin hablas claro y sin parábolas.
    Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios".
    Jesús les respondió: "¿Ahora creen?
    Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo.
    Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 17 de Mayo - “Creemos que vienes de Dios”


Santa Catalina de Siena (1347-1380) terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa Carta 29, a Pedro Corsini cardenal de Porto, (Lettres, Téqui, 1976), trad. sc©evangelizo.org

“Creemos que vienes de Dios”

    Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, únicamente para que goce de él en la vida eterna. Con la rebelión del hombre contra Dios, el camino fue roto. La bondadosa voluntad de Dios por la que creó al hombre, entonces no se podía cumplir, ya que fue creado para poseer vida eterna. Dios, urgido por esa caridad pura e ilimitada por la que nos creó para realizar su voluntad en nosotros, nos dio al Verbo, su Hijo único. El Hijo de Dios, olvidándose de sí mismo para cumplir esa bondadosa voluntad, se hace mediador entre Dios y el hombre y con la paz da fin a esa gran guerra. Porque la humildad triunfó sobre el orgullo del mundo. Por eso dijo: “Alégrense, he vencido al mundo, es decir, al orgullo del hombre. No hay nadie por más orgulloso e impaciente que sea que no devenga humilde y manso al considerar tan gran abajamiento y amor, viendo Dios abajado hasta nosotros. Por eso, los santos y los verdaderos servidores de Dios, asumiendo la bondad divina, se han siempre humillado, reportando toda la alabanza y gloria a Dios. Viendo su propia nada, reconocen que todo lo que tienen viene de su bondad. Quien se conoce, se humilla. No levanta rígidamente la cabeza cayendo en el orgullo, sino que se abaja y reconoce la bondad de Dios que actúa en él.

SANTORAL - SAN PASCUAL BAILÓN

17 de Mayo


    Su más grande amor durante toda la vida fue la Sagrada Eucaristía. Decía el dueño de la finca en el cual trabajaba como pastor, que el mejor regalo que le podía ofrecer al Niño Pascual era permitirle asistir algún día entre semana a la Santa Misa. Desde los campos donde cuidaba las ovejas de su amo, alcanzaba a ver la torre del pueblo y de vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo Sacramento, desde esas lejanías. En esos tiempos se acostumbraba que al elevar la Hostia el sacerdote en la Misa, se diera un toque de campanas. Cuando el pastorcito Pascual oía la campana, se arrodillaba allá en su campo, mirando hacia el templo y adoraba a Jesucristo presente en la Santa Hostia.

    Un día otros pastores le oyeron gritar: "¡Ahí viene!, ¡allí está!". Y cayó de rodillas. Después dijo que había visto a Jesús presente en la Santa Hostia. De niño siendo pastor, ya hacía mortificaciones. Por ejemplo andar descalzo por caminos llenos de piedras y espinas. Y cuando alguna de las ovejas se pasaba al potrero del vecino, le pagaba al otro el pasto que la oveja se había comido con el escaso sueldo que le pagaban.

    A los 24 años pidió ser admitido como hermano religioso entre los franciscanos. Al principio le negaron la aceptación por su poca instrucción, pues apenas había aprendido a leer. Y el único libro que leía era el devocionario, el cual llevaba siempre mientras pastoreaba sus ovejas y allí le encantaba leer especialmente las oraciones a Jesús Sacramentado y a la Santísima Virgen.

    Como religioso franciscano sus oficios fueron siempre los más humildes: portero, cocinero, mandadero, barrendero. Pero su gran especialidad fue siempre un amor inmenso a Jesús en la Santa Hostia, en la Eucaristía. Durante el día, cualquier rato que tuviera libre lo empleaba para estarse en la capilla, de rodillas con los brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado. Por las noches pasaba horas y horas ante el Santísimo Sacramento. Cuando los demás se iban a dormir, él se quedaba rezando ante el altar. Y por la madrugada, varias horas antes de que los demás religiosos llegaran a la capilla a orar, ya estaba allí el hermano Pascual adorando a Nuestro Señor.

    Pascual compuso varias oraciones muy hermosas al Santísimo Sacramento y el sabio Arzobispo San Luis de Rivera al leerlas exclamó admirado: "Estas almas sencillas sí que se ganan los mejores puestos en el cielo. Nuestras sabidurías humanas valen poco si se comparan con la sabiduría divina que Dios concede a los humildes".

    Sus superiores lo enviaron a Francia a llevar un mensaje. Tenía que atravesar caminos llenos de protestantes. Un día un hereje le preguntó: "¿Dónde está Dios?". Y él respondió: "Dios está en el cielo", y el otro se fue. Pero enseguida el santo fraile se puso a pensar: "¡Oh, me perdí la ocasión de haber muerto mártir por Nuestro Señor! Si le hubiera dicho que Dios está en la Santa Hostia en la Eucaristía me habrían matado y sería mártir. Pero no fui digno de ese honor". Llegado a Francia, descalzo, con una túnica vieja y remendada, lo rodeó un grupo de protestantes y lo desafiaron a que les probara que Jesús sí está en la Eucaristía. Y Pascual que no había hecho estudios y apenas si sabía leer y escribir, habló de tal manera bien de la presencia de Jesús en la Eucaristía, que los demás no fueron capaces de contestarle. Lo único que hicieron fue apedrearlo.

    Hablaba poco, pero cuando se trataba de la Sagrada Eucaristía, entonces sí se sentía inspirado por el Espíritu Santo y hablaba muy hermosamente. Siempre estaba alegre, pero nunca se sentía tan contento como cuando ayudaba a Misa o cuando podía estarse un rato orando ante el Sagrario del altar.

    Pascual murió en la fiesta de Pentecostés de 1592, el 17 de mayo (la Iglesia celebra tres pascuas: Pascua de Navidad, Pascua de Resurrección y Pascua de Pentecostés. Pascua significa: paso de la esclavitud a la libertad). Y parece que el regalo de Pentecostés que el Espíritu Santo le concedió fue su inmenso y constante amor por Jesús en la Eucaristía.

    Cuando estaba moribundo, en aquel día de Pentecostés, oyó una campana y preguntó: "¿De qué se trata?". "Es que están en la elevación en la Santa Misa". "¡Ah que hermoso momento!", y quedó muerto plácidamente.

    Después durante su funeral, tenían el ataúd descubierto, y en el momento de la elevación de la Santa Hostia en la misa, los presentes vieron con admiración que abría y cerraba por dos veces sus ojos. Hasta su cadáver quería adorar a Cristo en la Eucaristía. Los que lo querían ver eran tantos, que su cadáver lo tuvieron expuesto a la veneración del público por tres días seguidos. Fue declarado santo en 1690

Oremos
    
    Querido San Pascual consíguenos del buen Dios un inmenso amor por la Sagrada Eucaristía, un fervor muy grande en nuestras frecuentes visitas al Santísimo y una grande estimación por la Santa Misa. Amén