martes, 3 de noviembre de 2020

EVANGELIO - 04 de Noviembre - San Lucas 14,25-33


    Carta de San Pablo a los Filipenses 2,12-18.

    Queridos míos, ustedes que siempre me han obedecido, trabajen por su salvación con temor y temblor, no solamente cuando estoy entre ustedes, sino mucho más ahora que estoy ausente.
    Porque Dios es el que produce en ustedes el querer y el hacer, conforme a su designio de amor.
    Procedan en todo sin murmuraciones ni discusiones: así serán irreprochables y puros, hijos de Dios sin mancha, en medio de una generación extraviada y pervertida, dentro de la cual ustedes brillan como haces de luz en el mundo, mostrándole la Palabra de Vida. De esa manera, el Día de Cristo yo podré gloriarme de no haber trabajado ni sufrido en vano.
    Y aunque mi sangre debiera derramarse como libación sobre el sacrificio y la ofrenda sagrada, que es la fe de ustedes, yo me siento dichoso y comparto su alegría.
    También ustedes siéntanse dichosos y alégrense conmigo.


Salmo 27(26),1.4.13-14.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?

Una sola cosa he pedido al Señor,
y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor
todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor
y contemplar su Templo.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.


    Evangelio según San Lucas 14,25-33.


    Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: "Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo.
    El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
    ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla?
   No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: 'Este comenzó a edificar y no pudo terminar'.
    ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil?
    Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.
    De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 04 de Noviembre - «El que de entre vosotros no renuncie a sus bienes no puede ser discípulo mío»


Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897) carmelita descalza, doctora de la Iglesia Carta 197, del 17-09-1896

«El que de entre vosotros no renuncie a sus bienes no puede ser discípulo mío»

    Querida hermana: ¿Cómo puedes preguntarme si puedes tú amar a Dios como le amo yo...? Mis deseos de martirio no son nada, no son ellos los que me dan la confianza ilimitada que siento en mi corazón. A decir verdad, son las riquezas espirituales las que hacen injusto al hombre cuando se apoya en ellas con complacencia, creyendo que son algo grande... Yo sé muy bien que.. lo que le agrada a Dios en mi pobre alma es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia... Este es mi único tesoro. Hermana querida..., comprende que para amar a Jesús..., cuanto más débil se es, sin deseos ni virtudes, más cerca se está de las operaciones de este Amor consumidor y transformante... Con el solo deseo de ser víctima ya basta; pero es necesario aceptar ser siempre pobres y sin fuerzas, y eso es precisamente lo difícil, pues «al verdadero pobre de espíritu ¿quién lo encontrará? Hay que buscarle muy lejos», dijo el salmista... No dijo que hay que buscarlo entre las almas grandes, sino «muy lejos», es decir, en la bajeza, en la nada... Mantengámonos, pues, muy lejos de todo lo que brilla, amemos nuestra pequeñez, deseemos no sentir nada. Entonces seremos pobres de espíritu y Jesús irá a buscarnos, por lejos que nos encontremos, y nos transformará en llamas de amor... ¡Ay, cómo quisiera hacerte comprender lo que yo siento...! La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al amor... El temor ¿no conduce a la justicia...? Ya que sabemos el camino, corramos juntas. Sí, siento que Jesús quiere concedernos las mismas gracias a las dos, que quiere darnos gratuitamente su cielo.

SANTORAL - SAN CARLOS BORROMEO

04 de Noviembre


    Memoria de San Carlos Borromeo, obispo, que nombrado cardenal por su tío materno, el papa Pío IV, y elegido obispo de Milán, fue en esta sede un verdadero pastor fiel preocupado por las necesidades de la Iglesia de su tiempo. Para la formación del clero convocó sínodos y erigió seminarios, visitó muchas veces toda su diócesis con el fin de fomentar las costumbres cristianas y dio muchas normas para bien de los fieles. Pasó a la patria celeste en la fecha de ayer. San Carlos Borromeo, un santo que tomó muy en serio las palabras de Jesús; "Quien ahorra su vida, la pierde, pero el que gasta su vida por Mí, la ganará".

    Era de familia muy rica. Su hermano mayor, a quien correspondía la mayor parte de la herencia, murió repentinamente al caer de un caballo. El consideró la muerte de su hermano como un aviso enviado por el cielo, para estar preparado porque el día menos pensado llega Dios por medio de la muerte a pedirnos cuentas. Renunció a sus riquezas y fue ordenado sacerdote y mas tarde Arzobispo de Milán. Aunque no faltan las acusaciones de que su elección fue por nepotismo (era sobrino del Papa), sus enormes frutos de santidad demuestran que fue una elección del Espíritu Santo.

    Como obispo, su diócesis que reunía a los pueblos de Lombardía, Venecia, Suiza, Piamonte y Liguria. Los atendía a todos. Su escudo llevaba una sola palabra: "Humilitas", humildad. El, siendo noble y riquísimo, vivía cerca del pueblo, privándose de lujos. Fue llamado con razón "padre de los pobres" Decía que un obispo demasiado cuidadoso de su salud no consigue llegar a ser santo y que a todo sacerdote y a todo apóstol deben sobrarle trabajos para hacer, en vez de tener tiempo de sobra para perder.

    Para con los necesitados era supremamente comprensivo. Para con sus colaboradores era muy amigable y atento, pero exigente. Y para consigo mismo era exigentísimo y severo. Fue el primer secretario de Estado del Vaticano (en el sentido moderno).

    Fue blanco de un vil atentado, mientras rezaba en su capilla, pero salió ileso, perdonando generosamente al agresor. Fundó seminarios para formar sacerdotes bien preparados, y redactó para esos institutos unos reglamentos tan sabios, que muchos obispos los copiaron para organizar según ellos sus propios seminarios.

    Fue amigo de San Pío V, San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Félix de Cantalicio y San Andrés Avelino y de varios santos más.

    Murió joven y pobre, habiendo enriquecido enormemente a muchos con la gracia. ……murió diciendo: "Ya voy, Señor, ya voy". En Milán casi nadie durmió esa noche, ante la tremenda noticia de que su queridísimo Cardenal arzobispo, estaba agonizando.

Oremos

    Señor, Dios soberano del universo, todo misericordioso, escucha a este, tu fiel servidor, porque hoy acudo con total humildad, a rogarte que me ayudes a fortalecer mi fe en ti, y que permitas a San Carlos Borromeo, interceda por mí en el perdón de mis pecados, en el restablecimiento de mi cuerpo, afectado por esta enfermedad, que tanto me aqueja, y a la cual los médicos no le encuentran remedio. Amén.