domingo, 16 de noviembre de 2025
EVANGELIO - 17 de Noviembre - San Lucas 18,35-43
De ellos surgió un vástago perverso, Antíoco Epífanes, hijo de Antíoco, que había estado en Roma como rehén y subió al trono el año ciento treinta y siete del Imperio griego.
Fue entonces cuando apareció en Israel un grupo de renegados que sedujeron a muchos, diciendo: "Hagamos una alianza con las naciones vecinas, porque desde que nos separamos de ellas, nos han sobrevenido muchos males".
Esta propuesta fue bien recibida, y algunos del pueblo fueron en seguida a ver al rey y este les dio autorización para seguir la costumbres de los paganos.
Ellos construyeron un gimnasio en Jerusalén al estilo de los paganos, disimularon la marca de la circuncisión y, renegando de la santa alianza, se unieron a los paganos y se entregaron a toda clase de maldades.
El rey promulgó un decreto en todo su reino, ordenando que todos formaran un solo pueblo y renunciaran a sus propias costumbres. Todas las naciones se sometieron a la orden del rey y muchos israelitas aceptaron el culto oficial, ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado.
El día quince del mes de Quisleu, en el año ciento cuarenta y cinco, el rey hizo erigir sobre el altar de los holocaustos la Abominación de la desolación. También construyeron altares en todos las ciudades de Judá.
En las puertas de las casas y en las plazas se quemaba incienso.
Se destruían y arrojaban al fuego los libros de la Ley que se encontraban, y al que se descubría con un libro de la Alianza en su poder, o al que observaba los preceptos de la Ley, se lo condenaba a muerte en virtud del decreto real.
Sin embargo, muchos israelitas se mantuvieron firmes y tuvieron el valor de no comer alimentos impuros; prefirieron la muerte antes que mancharse con esos alimentos y quebrantar la santa alianza, y por eso murieron.
Y una gran ira se descargó sobre Israel.
Palabra de Dios.
Salmo 119(118),53.61.134.150.155.158.
Me lleno de indignación ante los pecadores,
ante los que abandonan tu ley.
Los lazos de los malvados me rodean,
pero yo no me olvido de tu ley.
Líbrame de la opresión de los hombres,
y cumpliré tus mandamientos.
Se acercan a mí los que me persiguen con perfidia,
los que están alejados de tu ley.
La salvación está lejos de los impíos,
porque no buscan tus preceptos.
Veo a los pecadores y siento indignación,
porque no cumplen tu palabra.
Salmo 119(118),53.61.134.150.155.158.
Me lleno de indignación ante los pecadores,
ante los que abandonan tu ley.
Los lazos de los malvados me rodean,
pero yo no me olvido de tu ley.
Líbrame de la opresión de los hombres,
y cumpliré tus mandamientos.
Se acercan a mí los que me persiguen con perfidia,
los que están alejados de tu ley.
La salvación está lejos de los impíos,
porque no buscan tus preceptos.
Veo a los pecadores y siento indignación,
porque no cumplen tu palabra.
Evangelio según San Lucas 18,35-43.
Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna.
Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía.
Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret.
El ciego se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!".
Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!".
Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". "Señor, que yo vea otra vez".
Y Jesús le dijo: "Recupera la vista, tu fe te ha salvado".
En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 17 de Noviembre - "La luz que me conduce de la mano"
Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022) monje griego Himno 18
"La luz que me conduce de la mano"
Esta luz nos conduce de la mano, nos fortifica, nos enseña, mostrándose y desapareciéndose cuando tenemos necesidad de ella. No está cuando queremos –eso es sólo para los perfectos- sino que viene en nuestra ayuda, cuando estamos perturbados y completamente agotados. Aparece y la veo desde lejos y me concede sentirla en mi corazón. Grito hasta ahogarme, de tanto que la quiero retener, pero todo es noche, y están vacías mis pobres manos. Lo olvido todo, me siento y lloro, desesperado por verla otra vez. Cuando he llorado mucho y consigo parar, entonces, viene misteriosamente, me coge la cabeza, y me deshago llorando sin saber que está allí iluminando mi espíritu con una dulcísima luz.
SANTORAL - SANTOS ROQUE GONZÁLEZ, ALFONSO RODRÍGUEZ Y JUAN DEL CASTILLO
17 de Noviembre
Los «Mártires Rioplatenses» evangelizaron en tierras de las Misiones guaraníticas. Roque nació en Asunción en 1576. Ordenado presbítero en 1598 por Hernando de Trejo, obispo de Córdoba, fue santo párroco en la Catedral de Asunción e integró el primer Sínodo del Río de la Plata, siendo sacerdote diocesano. Movido de vocación misionera ingresó en la Compañía de Jesús con 33 años. Trabajó incansablemente en civilizar a los nativos, reuniéndolos en las Reducciones e instruyéndolos en la fe y la vida cristiana. Un profundo amor a la Eucaristía y a María nutrió su espíritu multifacético de catequista, obrero y enfermero, al igual que de inspirado promotor de la religiosidad popular y la Liturgia. Fundó las actuales ciudades de San Ignacio Guasú y Encarnación, en Paraguay, y Posadas, en Argentina. Fue muerto por la profesión de la fe, el 15 de noviembre de 1628. A su martirio siguió el de dos jóvenes sacerdotes españoles: Alfonso y Juan. Éste había estudiado en Chile y había defendido intrépidamente a los indígenas ante sus opresores. En 1988, Juan Pablo II canonizó a los tres jesuitas en Asunción.
Oremos
Señor, haz que tu palabra crezca allá donde los mártires la sembraron y produzca el ciento por uno en frutos de justicia y de paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
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