lunes, 18 de marzo de 2024

GAUDETE ET EXSULTATE

CAPÍTULO CUARTO
ALGUNAS NOTAS DE LA SANTIDAD EN EL MUNDO ACTUAL
En comunidad


    140. Es muy difícil luchar contra la propia concupiscencia y contra las asechanzas y tentaciones del demonio y del mundo egoísta si estamos aislados. Es tal el bombardeo que nos seduce que, si estamos demasiado solos, fácilmente perdemos el sentido de la realidad, la claridad interior, y sucumbimos.


-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



EVANGELIO - 19 de Marzo - San Mateo 1,16.18-21.24a


    Segundo Libro de Samuel 7,4-5a.12-14a.16.

    Pero aquella misma noche, la palabra del Señor llegó a Natán en estos términos: «Ve a decirle a mi servidor David: Así habla el Señor: cuando hayas llegado al término de tus días y vayas a descansar con tus padres, yo elevaré después de ti a uno de tus descendientes, a uno que saldrá de tus entrañas, y afianzaré su realeza.
    El edificará una casa para mi Nombre, y yo afianzaré para siempre su trono real.
    Seré un padre para él, y él será para mí un hijo.
    Tu casa y tu reino durarán eternamente delante de mí, y su trono será estable para siempre.»


Salmo 89(88),2-3.4-5.27.29.


Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
Porque tú has dicho:
«Mi amor se mantendrá eternamente,

mi fidelidad está afianzada en el cielo.»
Yo sellé una alianza con mi elegido,
hice este juramento a David, mi servidor:
«Estableceré tu descendencia para siempre,

mantendré tu trono por todas las generaciones.»
El me dirá: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Le aseguraré mi amor eternamente,
y mi alianza será estable para él.


    Carta de San Pablo a los Romanos 4,13.16-18.22.

    Hermanos: En efecto, la promesa de recibir el mundo en herencia, hecha a Abraham y a su posteridad, no le fue concedida en virtud de la Ley, sino por la justicia que procede de la fe.
    Por eso, la herencia se obtiene por medio de la fe, a fin de que esa herencia sea gratuita y la promesa quede asegurada para todos los descendientes de Abraham, no sólo los que lo son por la Ley, sino también los que lo son por la fe. Porque él es nuestro padre común, como dice la Escritura: Te he constituido padre de muchas naciones. Abraham es nuestro padre a los ojos de aquel en quien creyó: el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen.
    Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones, como se le había anunciado: Así será tu descendencia.
    Por eso, la fe le fue tenida en cuenta para su justificación.


    Evangelio según San Mateo 1,16.18-21.24a.

    Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
    Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
    José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
    Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
    Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
    Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 19 de Marzo - "San José, patrón de la Iglesia"


      Papa León XIII (1810-1903) papa 1878-1903 Quanquam pluries


"San José, patrón de la Iglesia"

    José era el guardián, el administrador y defensor legítimo y natural de la casa divina de la cual era la cabeza. Ejerció su cargo durante todo el tiempo de su vida mortal. Se ocupó de proteger con soberano amor y una solicitud diaria a su Esposa y a su Hijo; con su trabajo ganó con regularidad lo que era necesario a una y a otro para su alimento y vestido; preservó de la muerte al Hijo amenazado por la envidia de un rey…; en las dificultades de los viajes y las penas del exilio, constantemente ha sido el compañero, la ayuda y el sostén de la Virgen y de Jesús.

    Ahora bien, la divina casa que José gobernó con autoridad de padre, contenía las primicias de la Iglesia naciente. La santísima Virgen, de la misma manera que es la madre de Jesucristo, es también la madre de todos los cristianos a quienes ha dado a luz en el Calvario, durante los supremos sufrimientos del Redentor; también Jesucristo es como el primogénito de entre los cristianos, que, por la adopción y la redención, son sus hermanos (Rm 8,29).

    Estas son las razones por las cuales el bienaventurado patriarca José mira a la multitud de los cristianos que componen la Iglesia, y que le son particularmente confiados, como a esta inmensa familia extendida por toda la tierra y sobre la cual, por ser el esposo de María y el padre de Jesucristo, posee una autoridad paternal. Es, pues, muy natural y digno del bienaventurado José que, de la misma manera que en otro tiempo estaba atento a las necesidades de la familia de Nazaret y la rodeaba santamente con su protección, ahora, con su patrocinio, proteja y defienda a la Iglesia de Jesucristo.

SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

 19 de Marzo

 
    A San José Dios le encomendó la inmensa responsabilidad y privilegio de ser esposo de la Virgen María y custodio de la Sagrada Familia. Es por eso el santo que más cerca esta de Jesús y de la Santísima Virgen María. Nuestro Señor fue llamado "hijo de José" (Juan 1:45; 6:42; Lucas 4:22) el carpintero (Mateo 12:55).

    No era padre natural de Jesús (quién fue engendrado en el vientre virginal de la Santísima Virgen María por obra del Espíritu Santo y es Hijo de Dios), pero José lo adoptó y Jesús se sometió a el como un buen hijo ante su padre. ¡Cuánto influenció José en el desarrollo humano del niño Jesús! ¡Qué perfecta unión existió en su ejemplar matrimonio con María!

    San José es llamado el "Santo del silencio" No conocemos palabras expresadas por él, tan solo conocemos sus obras, sus actos de fe, amor y de protección como padre responsable del bienestar de su amadísima esposa y de su excepcional Hijo. José fue "santo" desde antes de los desposorios. Un "escogido" de Dios. Desde el principio recibió la gracia de discernir los mandatos del Señor.

    Las principales fuentes de información sobre la vida de San José son los primeros capítulos del evangelio de Mateo y de Lucas. Son al mismo tiempo las únicas fuentes seguras por ser parte de la Revelación.

    San Mateo (1:16) llama a San José el hijo de Jacob; según San Lucas (3:23), su padre era Heli. Probablemente nació en Belén, la ciudad de David del que era descendiente. Pero al comienzo de la historia de los Evangelios (poco antes de la Anunciación), San José vivía en Nazaret.

    Según San Mateo 13:55 y Marcos 6:3, San José era un "tekton". La palabra significa en particular que era carpintero. San Justino lo confirma (Dial. cum Tryph., lxxxviii, en P. G., VI, 688), y la tradición ha aceptado esta interpretación.

    Si el matrimonio de San José con la Santísima Virgen ocurrió antes o después de la Encarnación aun es discutido por los exegetas. La mayoría de los comentadores, siguiendo a Santo Tomás, opinan que en la Anunciación, la Virgen María estaba solo prometida a José. Santo Tomás observa que esta interpretación encaja mejor con los datos bíblicos.

    Los hombres por lo general se casaban muy jóvenes y San José tendría quizás de 18 a 20 años de edad cuando se desposó con María. Era un joven justo, casto, honesto, humilde carpintero...ejemplo para todos nosotros.

    La literatura apócrifa, (especialmente el "Evangelio de Santiago", el "Pseudo Mateo" y el "Evangelio de la Natividad de la Virgen María", "La Historia de San José el Carpintero", y la "Vida de la Virgen y la Muerte de San José) provee muchos detalles pero estos libros no están dentro del canon de las Sagradas Escrituras y no son confiables.

Amor Virginal

    Algunos libros apócrifos cuentan que San José era un viudo de noventa años de edad cuando se casó con la Santísima Virgen María quien tendría entre 12 a 14 años. Estas historias no tienen validez y San Jerónimo las llama "sueños". Sin embargo han dado pie a muchas representaciones artísticas. La razón de pretender un San José tan mayor quizás responde a la dificultad de una relación virginal entre dos jóvenes esposos. Esta dificultad responde a la naturaleza caída, pero se vence con la gracia de Dios. Ambos recibieron extraordinarias gracias a las que siempre supieron corresponder. En la relación esposal de San José y la Virgen María tenemos un ejemplo para todo matrimonio. Nos enseña que el fundamento de la unión conyugal está en la comunión de corazones en el amor divino. Para los esposos, la unión de cuerpos debe ser una expresión de ese amor y por ende un don de Dios. San José y María Santísima, sin embargo, permanecieron vírgenes por razón de su privilegiada misión en relación a Jesús. La virginidad, como donación total a Dios, nunca es una carencia; abre las puertas para comunicar el amor divino en la forma más pura y sublime. Dios habitaba siempre en aquellos corazones puros y ellos compartían entre sí los frutos del amor que recibían de Dios.

    El matrimonio fue auténtico, pero al mismo tiempo, según San Agustín y otros, los esposos tenían la intención de permanecer en el estado virginal. (cf.St. Aug., "De cons. Evang.", II, i in P.L. XXXIV, 1071-72; "Cont. Julian.", V, xii, 45 in P.L.. XLIV, 810; St. Thomas, III:28; III:29:2).

    Pronto la fe de San José fue probada con el misterioso embarazo de María. No conociendo el misterio de la Encarnación y no queriendo exponerla al repudio y su posible condena a lapidación, pensaba retirarse cuando el ángel del Señor se le apareció en sueño:

    "Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer." (Mat. 1:19-20, 24).

    Unos meses más tarde, llegó el momento para S. José y María de partir hacia Belén para apadrinarse según el decreto de Cesar Augustus. Esto vino en muy difícil momento ya que ella estaba en cinta. (cf. Lucas 2:1-7).

    En Belén tuvo que sufrir con La Virgen la carencia de albergue hasta tener que tomar refugio en un establo. Allí nació el hijo de la Virgen. El atendía a los dos como si fuese el verdadero padre. Cuál sería su estado de admiración a la llegada de los pastores, los ángeles y más tarde los magos de Oriente. Referente a la Presentación de Jesús en el Templo, San Lucas nos dice: "Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él".(Lucas 2:33).

    Después de la visita de los magos de Oriente, Herodes el tirano, lleno de envidia y obsesionado con su poder, quiso matar al niño. San José escuchó el mensaje de Dios transmitido por un ángel: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.»Mateo 2:13. San José obedeció y tomo responsabilidad por la familia que Dios le había confiado.

    San José tuvo que vivir unos años con la Virgen y el Niño en el exilio de Egipto. Esto representaba dificultades muy grandes: la Sagrada familia, siendo extranjera, no hablaba el idioma, no tenían el apoyo de familiares o amigos, serían víctimas de prejuicios, dificultades para encontrar empleo y la consecuente pobreza. San José aceptó todo eso por amor sin exigir nada.

    Una vez más por medio del ángel del Señor, supo de la muerte de Herodes: "«Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.» El se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea". Mateo 2:22.

    Fue así que la Sagrada Familia regresó a Nazaret Desde entonces el único evento que conocemos relacionado con San José es la "pérdida" de Jesús al regreso de la anual peregrinación a Jerusalén (cf. Lucas 2, 42-51). San José y la Virgen lo buscaban por tres angustiosos días hasta encontrarlo en el Templo. Dios quiso que este santo varón nos diera ejemplo de humildad en la vida escondida de su sagrada familia y su taller de carpintería.

    Lo más probable es que San José haya muerto antes del comienzo de la vida pública de Jesús ya que no estaba presente en las bodas de Canaá ni se habla mas de él. De estar vivo, San José hubiese estado sin duda al pie de la Cruz con María. La entrega que hace Jesús de su Madre a San Juan da también a entender que ya San José estaba muerto.

    Según San Epifanius, San José murió en sus 90 años y la Venerable Bede dice que fue enterrado en el Valle de Josafat. Pero estas historias son dudosas.

    La devoción a San José se fundamenta en que este hombre "justo" fue escogido por Dios para ser el esposo de María Santísima y hacer las veces de padre de Jesús en la tierra. Durante los primeros siglos de la Iglesia la veneración se dirigía principalmente a los mártires. Quizás se veneraba poco a San José para enfatizar la paternidad divina de Jesús. Pero, así todo, los Padres (San Agustín, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo, entre otros), ya nos hablan de San José. Según San Callistus, esta devoción comenzó en el Oriente donde existe desde el siglo IV, relata también que la gran basílica construida en Belén por Santa Elena había un hermoso oratorio dedicado a nuestro santo.

    San Pedro Crisólogo: "José fue un hombre perfecto, que posee todo género de virtudes" El nombre de José en hebreo significa "el que va en aumento. "Y así se desarrollaba el carácter de José, crecía "de virtud en virtud" hasta llegar a una excelsa santidad.

    En el Occidente, referencias a (Nutritor Domini) San José aparecen en el siglo IX en martirologios locales y en el 1129 aparece en Bologna la primera iglesia a él dedicada. Algunos santos del siglo XII comenzaron a popularizar la devoción a San José entre ellos se destacaron San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, Santa Gertrudiz y Santa Brígida de Suecia. Según Benito XIV (De Serv. Dei beatif., I, iv, n. 11; xx, n. 17), "La opinión general de los conocedores es que los Padres del Carmelo fueron los primeros en importar del Oriente al Occidente la laudable práctica de ofrecerle pleno culto a San José".

    En el siglo XV, merecen particular mención como devotos de San José los santos Vicente Ferrer (m. 1419), Pedro d`Ailli (m. 1420), Bernadino de Siena (m. 1444) y Jehan Gerson (m. 1429). Finalmente, durante el pontificado de Sixto IV (1471 - 84), San José se introdujo en el calendario Romano en el 19 de Marzo. Desde entonces su devoción ha seguido creciendo en popularidad. En 1621 Gregorio XV la elevó a fiesta de obligación. Benedicto XIII introdujo a San José en la letanía de los santos en 1726.

San Bernardino de Siena "... siendo María la dispensadora de las gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no es de creer que enriqueciese de ella a su esposo San José, a quién tanto amaba, y del que era respectivamente amada? " Y así, José crecía en virtud y en amor para su esposa y su Hijo, a quién cargaba en brazos en los principios, luego enseñó su oficio y con quién convivió durante treinta años.

    Los franciscanos fueron los primeros en tener la fiesta de los desposorios de La Virgen con San José. Santa Teresa tenía una gran devoción a San José y la afianzó en la reforma carmelita poniéndolo en 1621 como patrono, y en 1689 se les permitió celebrar la fiesta de su Patronato en el tercer domingo de Pascua. Esta fiesta eventualmente se extendió por todo el reino español. La devoción a San José se arraigo entre los obreros durante el siglo XIX. El crecimiento de popularidad movió a Pío IX, el mismo un gran devoto, a extender a la Iglesia universal la fiesta del Patronato (1847) y en diciembre del 1870 lo declaró Santo Patriarca, patrón de la Iglesia Católica. San Leo XIII y Pío X fueron también devotos de San José. Este últimos aprobó en 1909 una letanía en honor a San José.

    Santa Teresa de Jesús "Tomé por abogado y señor al glorioso San José." Isabel de la Cruz, monja carmelita, comenta sobre Santa Teresa: "era particularmente devota de San José y he oído decir se le apareció muchas veces y andaba a su lado."

    "No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo...No he conocido persona que de veras le sea devota que no la vea mas aprovechada en virtud, porque aprovecha en gran manera a las almas que a El se encomiendan...Solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no le creyere y vera por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso patriarca y tenerle devoción..." -Sta. Teresa.

    San Alfonso María de Ligorio nos hace reflexionar: "¿Cuánto no es también de creer aumentase la santidad de José el trato familiar que tuvo con Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos?" José durante esos treinta años fue el mejor amigo, el compañero de trabajo con quién Jesús conversaba y oraba. José escuchaba las palabras de Vida Eterna de Jesús, observaba su ejemplo de perfecta humildad, de paciencia, y de obediencia, aceptaba siempre la ayuda servicial de Jesús en los quehaceres y responsabilidades diarios. Por todo esto, no podemos dudar que mientras José vivió en la compañía de Jesús, creció tanto en méritos y santificación que aventajó a todos los santos.

Oremos

    "San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber, tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que recurren confiadamente a ti. Tu conoces sus aspiraciones y sus esperanzas. Se dirigen a ti porque saben que tu los comprendes y proteges. Tu también conociste pruebas, cansancio y trabajos. Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría por el íntimo trato que goza con el Hijo de Dios, el cual te fue confiado a ti a la vez que a María, su tierna Madre. Amén."  San Juan XXIII

SANTORAL - BEATO MARCELO CALLO, mártir



    Separado de sus seres queridos por los nazis, falleció el día de san José. En Mauthausen, en Austria, beato Marcelo Callo, mártir, joven oriundo de la región francesa de Rennes, que en tiempo de guerra fue encarcelado en ese campo de concentración, donde con cristiano ardor confortaba en la fe a los compañeros de cautiverio agotados por los duros trabajos, motivo por el cual se le hizo morir en ese lugar de exterminio.

    Ya de niño, Marcel Callo era un poco perfeccionista. Le gustaba el orden y mostraba de forma natural cualidades de liderazgo. Nació en Rennes, Francia, el 6 de diciembre de 1921. Segundo hijo de un total de nueve, Marcel era un chiquillo normal y corriente con un gran sentido del humor y al que le encantaba jugar, sobre todo al ping-pong, que se le daba excepcionalmente bien.

    La madre de Marcel le educó en la fe en casa y desde joven desarrolló una fuerte inclinación a seguir a Jesús. Cuando era lo bastante maduro, su madre le preguntó si creía que podía estar sintiendo una vocación al sacerdocio. Marcel le dijo que su vocación era ser lego, una posición desde donde podría hacer más bien por el mundo.

    Marcel empezó sus actividades fuera del hogar sirviendo como monaguillo con 7 años. Con 10 años se unió a los scouts, una organización por la que desarrolló un gran afecto. De alguna forma los scouts respondían a su personalidad perfeccionista. Empezó a desarrollar sus cualidades naturales de liderazgo y forjó un carácter de disciplina personal. Por desgracia para Marcel, tuvo que dejar a los scouts con 12 años para ir a trabajar.

    Así, empezó como aprendiz en una imprenta de Rennes en 1934. Era la primera vez que Marcel trabajaba en el “mundo real” y el comportamiento obsceno de sus compañeros de mayor edad ofendía su sentir religioso. El nombre de Jesús se usaba en vano, las palabras malsonantes formaban parte de todas las frases y los chistes verdes le molestaban más de lo que hubiera imaginado. Algunos de los trabajadores mayores se reían y burlaban de él, pero él se negaba a tomar parte. Le excluían por ser un “loco de Jesús”.

    Su método para lidiar con este comportamiento antagónico (que hoy llamaríamos acoso, abuso o bullying), era decir una oración a Nuestra Señora que había aprendido de su madre: “Querida Madre, recuerda que te pertenezco. Cuida de mí y protégeme como propiedad tuya”.

    Su devoción por la Santa Madre lo fortalecía y así pudo soportar sus días de ser el “loco de Jesús” de la imprenta. Marcel se había unido a un movimiento juvenil de su parroquia llamado la Cruzada Eucarística. Su fervor religioso empezaba a deslumbrar. Cuando tenía 14 años se unió a la organización Juventud Obrera Cristiana (Jeunesse Ouvriere Chretienne, JOC), que eran conocidos como “jocistas”. Su labor era “apostólica” y congeniaba a la perfección con el joven Marcel.

    Rápidamente sus cualidades de liderazgo empezaron a despuntar y el joven empezó a darse a conocer. Entonces, conoció a Marguerite Derniaux. Había estallado la Segunda Guerra Mundial y Marcel era un jocista activo en la clandestinidad. Así se conocieron Marcel y Marguerite. La conexión fue instantánea y ambos se enamoraron perdidamente. Se comprometieron y ambos juraron que rezarían por su futura familia y, de ser posible, asistirían a misa y a la comunión diariamente.

    Marcel había dicho a un amigo: “Sabía que tenía que esperar al amor verdadero. Tenía que perfeccionar mi corazón antes de poder ofrecérselo a quien Cristo había elegido para mí”. Para Marcel Callo, todo giraba en torno a Jesús. Ni siquiera se atrevió a besar a Marguerite hasta que él cumplió 20 años, cuando le proclamó su amor por ella.

    Por desgracia, la guerra y el paso de los nazis habían consumido la ciudad de Rennes y Marcel fue reclutado para servir en las unidades de trabajo forzado. Su intención original era la de huir y refugiarse en algún lugar hasta el fin de la guerra, pero sabía que su familia podría sufrir las represalias por su desobediencia a las órdenes nazis. Dijo a su familia y a Marguerite que “se marchaba como misionero en servicio de sus compañeros”.

    Marcel y Marguerite se despidieron el 19 de marzo de 1943, el día de San José. Marcel llevó consigo su identificación de scout y de jocista. Rápidamente cayó sobre él el escrutinio de la Gestapo, ya que los jocistas eran considerados una organización secreta y los nazis los habían prohibido.

    El 19 de abril de 1944, Marcel fue arrestado por pertenecer a un grupo “ilegal”. Sus captores le dijeron que era arrestado por ser “demasiado católico”.

    El tribunal nazi presentó su bárbaro veredicto: “¡Monsieur Callo es demasiado católico!”. Marcel terminó en el campo de concentración de Mauthausen en Austria. Además de verse obligado a trabajar siete días a la semana, 12 horas al día, con poca comida y agua, Marcel recibía golpes y abusos constantemente. Enfermó de tuberculosis y disentería. De nuevo, la festividad de san José formaba parte intrincada de la corta vida de Marcel. Murió el 19 de marzo de 1945. Tenía 24 años. 
 En lo referente a Marguerite, permaneció fiel a su único amor y nunca se casó. Falleció en 1997. 

    San Juan Pablo II beatificó a Marcel el 4 de octubre de 1987. Su día festivo es el mismo que el de San José, el 19 de marzo. Es el patrón de los obreros jóvenes y de los que padecen depresión.

"Marcel no se convirtió en un hombre del Evangelio por si solo", dijo el Papa cuando beatificó a Marcel. "Lleno de talento y buena voluntad, también luchó contra este mundo, él mismo, y contra las presiones de los demás. Abierto por completo a la gracia, dejó que el Señor lo guiara, incluso hasta el martirio.

    "Las pruebas hicieron madurar su amor a Cristo. Desde la prisión escribió a su hermano, quien hacía poco tiempo había sido ordenado sacerdote: ´Afortunadamente, Él es un amigo que nunca me abandona y sabe cómo consolarme. Con Él, siempre puedo superar los peores momentos. Cuánto agradezco a Cristo por haberme conducido al lugar donde me encuentro ahora.

    "Sí, Marcel encontró la Cruz. Separado de su familia y de su novia, a quien amaba tierna y castamente, se fue a Alemania, donde restableció el Movimiento de la Juventud de Obreros Católicos. Muchos de sus amigos del movimiento también murieron como testigos fieles de Jesucristo. Perseguido por la Gestapo, Marcel fue un testigo hasta el final. Como el Señor, amó a su prójimo hasta el extremo y toda su vida se convirtió en la Eucaristía...

    "Nos recuerda a todos, laicos, religiosos, sacerdotes, obispos, el llamado universal a la santidad y a la espiritualidad juvenil que nuestro mundo tanto necesita para poder continuar proclamando el Evangelio."

    Beato Marcel Callo, danos el coraje para seguir tu ejemplo de santidad.

-FRASE DEL DÍA-



 

domingo, 17 de marzo de 2024

GAUDETE ET EXSULTATE

CAPÍTULO CUARTO
ALGUNAS NOTAS DE LA SANTIDAD EN EL MUNDO ACTUAL
Audacia y fervor

 
    139. Pidamos al Señor la gracia de no vacilar cuando el Espíritu nos reclame que demos un paso adelante, pidamos el valor apostólico de comunicar el Evangelio a los demás y de renunciar a hacer de nuestra vida cristiana un museo de recuerdos. En todo caso, dejemos que el Espíritu Santo nos haga contemplar la historia en la clave de Jesús resucitado. De ese modo la Iglesia, en lugar de estancarse, podrá seguir adelante acogiendo las sorpresas del Señor.

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 18 de Marzo - San Juan 8,1-11.

 

    Libro de Daniel 13,1-9.15-17.19-30.33-62.

    Había en Babilonia un hombre llamado Joaquín.
    Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Jilquías, que era muy bella y temerosa de Dios; sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés.
    Joaquín era muy rico, tenía un jardín contiguo a su casa, y los judíos solían acudir donde él, porque era el más prestigioso de todos.
    Aquel año habían sido nombrados jueces dos ancianos, escogidos entre el pueblo, de aquellos de quienes dijo el Señor: «La iniquidad salió en Babilonia de los ancianos y jueces que se hacían guías del pueblo.»
    Venían éstos a menudo a casa de Joaquín, y todos los que tenían algún litigio se dirigían a ellos.
    Cuando todo el mundo se había retirado ya, a mediodía, Susana entraba a pasear por el jardín de su marido.
    Los dos ancianos, que la veían entrar a pasear todos los días, empezaron a desearla.
    Perdieron la cabeza dejando de mirar hacia el cielo y olvidando sus justos juicios.
    Mientras estaban esperando la ocasión favorable, un día entró Susana en el jardín como los días precedentes, acompañada solamente de dos jóvenes doncellas, y como hacía calor quiso bañarse en el jardín.
    No había allí nadie, excepto los dos ancianos que, escondidos, estaban al acecho.
    Dijo ella a las doncellas: «Traedme aceite y perfume, y cerrad las puertas del jardín, para que pueda bañarme.»
    En cuanto salieron las doncellas, los dos ancianos se levantaron, fueron corriendo donde ella, y le dijeron: «Las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve. Nosotros te deseamos; consiente, pues, y entrégate a nosotros.
    Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que estaba contigo un joven y que por eso habías despachado a tus doncellas.»
    Susana gimió: «¡Ay, qué aprieto me estrecha por todas partes! Si hago esto, es la muerte para mí; si no lo hago, no escaparé de vosotros.
    Pero es mejor para mí caer en vuestras manos sin haberlo hecho que pecar delante del Señor.»
    Y Susana se puso a gritar a grandes voces. Los dos ancianos gritaron también contra ella, y uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín.
    Al oír estos gritos en el jardín, los domésticos se precipitaron por la puerta lateral para ver qué ocurría, y cuando los ancianos contaron su historia, los criados se sintieron muy confundidos, porque jamás se había dicho una cosa semejante de Susana.
    A la mañana siguiente, cuando el pueblo se reunió en casa de Joaquín, su marido, llegaron allá los dos ancianos, llenos de pensamientos inicuos contra Susana para hacerla morir.
    Y dijeron en presencia del pueblo: «Mandad a buscar a Susana, hija de Jilquías, la mujer de Joaquín.» Mandaron a buscarla, y ella compareció acompañada de sus padres, de sus hijos y de todos sus parientes.
    Todos los suyos lloraban, y también todos los que la veían.
    Los dos ancianos, levantándose en medio del pueblo, pusieron sus manos sobre su cabeza.
    Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón tenía puesta su confianza en Dios.
    Los ancianos dijeron: «Mientras nosotros nos paseábamos solos por el jardín, entró ésta con dos doncellas. Cerró las puertas y luego despachó a las doncellas.
    Entonces se acercó a ella un joven que estaba escondido y se acostó con ella.
    Nosotros, que estábamos en un rincón del jardín, al ver esta iniquidad, fuimos corriendo donde ellos.
    Los sorprendimos juntos, pero a él no pudimos atraparle porque era más fuerte que nosotros, y abriendo la puerta se escapó.
    Pero a ésta la agarramos y le preguntamos quién era aquel joven.
    No quiso revelárnoslo. De todo esto nosotros somos testigos.» La asamblea les creyó como ancianos y jueces del pueblo que eran. Y la condenaron a muerte.
    Entonces Susana gritó fuertemente: «Oh Dios eterno, que conoces los secretos, que todo lo conoces antes que suceda, tú sabes que éstos han levantado contra mí falso testimonio. Y ahora voy a morir, sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado contra mí.»
    El Señor escuchó su voz y, cuando era llevada a la muerte, suscitó el santo espíritu de un jovencito llamado Daniel, que se puso a gritar: «¡Yo estoy limpio de la sangre de esta mujer!»
    Todo el pueblo se volvió hacia él y dijo: «¿Qué significa eso que has dicho?»
    El, de pie en medio de ellos, respondió: «¿Tan necios sois, hijos de Israel, para condenar sin investigación y sin evidencia a una hija de Israel?
    ¡Volved al tribunal, porque es falso el testimonio que éstos han levantado contra ella!»
    Todo el pueblo se apresuró a volver allá, y los ancianos dijeron a Daniel: «Ven a sentarte en medio de nosotros y dinos lo que piensas, ya que Dios te ha dado la dignidad de la ancianidad.»
    Daniel les dijo entonces: «Separadlos lejos el uno del otro, y yo les interrogaré.»
    Una vez separados, Daniel llamó a uno de ellos y le dijo: «Envejecido en la iniquidad, ahora han llegado al colmo los delitos de tu vida pasada, dictador de sentencias injustas, que condenabas a los inocentes y absolvías a los culpables, siendo así que el Señor dice: 'No matarás al inocente y al justo.'
    Conque, si la viste, dinos bajo qué árbol los viste juntos.» Respondió él: «Bajo una acacia.»
    «En verdad - dijo Daniel - contra tu propia cabeza has mentido, pues ya el ángel de Dios ha recibido de él la sentencia y viene a partirte por el medio.»
    Retirado éste, mandó traer al otro y le dijo: «¡Raza de Canaán, que no de Judá; la hermosura te ha descarriado y el deseo ha pervertido tu corazón!
    Así tratabais a las hijas de Israel, y ellas, por miedo, se entregaban a vosotros. Pero una hija de Judá no ha podido soportar vuestra iniquidad.
    Ahora pues, dime: ¿Bajo qué árbol los sorprendiste juntos?» El respondió: «Bajo una encina.»
    En verdad, dijo Daniel, tú también has mentido contra tu propia cabeza: ya está el ángel del Señor esperando, espada en mano, para partirte por el medio, a fin de acabar con vosotros.»
    Entonces la asamblea entera clamó a grandes voces, bendiciendo a Dios que salva a los que esperan en él.
    Luego se levantaron contra los dos ancianos, a quienes, por su propia boca, había convencido Daniel de falso testimonio y, para cumplir la ley de Moisés, les aplicaron la misma pena que ellos habían querido infligir a su prójimo: les dieron muerte, y aquel día se salvó una sangre inocente.


Salmo 23(22),1-3a.3bc-4.5.6.

El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas.

Me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque Tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.

Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.


    Evangelio según San Juan 8,1-11.

    Jesús fue al monte de los Olivos.
    Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
    Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
    Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?".
    Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
    Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra".
    E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
    Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?".
    Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 18 de Marzo - “El que esté sin pecado, que tire la primera piedra”


        San Juan Pablo II (1920-2005) papa Encíclica “Dives in misericordia”, §2


“El que esté sin pecado, que tire la primera piedra”

    “A Dios nadie lo ha visto”, escribe San Juan para dar mayor relieve a la verdad, según la cual “precisamente el Hijo unigénito que está en el seno del Padre, ése le ha dado a conocer” (Jn 1,18)... Revelada en Cristo, la verdad acerca de Dios como “Padre de la misericordia”, (2Co 1,3) nos permite “verlo” especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre, cuando está amenazado en el núcleo mismo de su existencia y de su dignidad. Debido a esto, en la situación actual de la Iglesia y del mundo, muchos hombres y muchos ambientes guiados por un vivo sentido de fe se dirigen, yo diría casi espontáneamente, a la misericordia de Dios. Ellos son ciertamente impulsados a hacerlo por Cristo mismo, el cual, mediante su Espíritu, actúa en lo íntimo de los corazones humanos. En efecto, revelado por El, el misterio de Dios “Padre de la misericordia” constituye, en el contexto de las actuales amenazas contra el hombre, como una llamada singular dirigida a la Iglesia.

    En la presente Encíclica deseo acoger esta llamada; deseo recurrir al lenguaje eterno —y al mismo tiempo incomparable por su sencillez y profundidad— de la revelación y de la fe, para expresar precisamente con él una vez más, ante Dios y ante los hombres, las grandes preocupaciones de nuestro tiempo.

    En efecto, la revelación y la fe nos enseñan no tanto a meditar en abstracto el misterio de Dios, como “Padre de la misericordia”, cuanto a recurrir a esta misma misericordia en el nombre de Cristo y en unión con El ¿No ha dicho quizá Cristo que nuestro Padre, que “ve en secreto”(Mt 6,4), espera, se diría que continuamente, que nosotros, recurriendo a El en toda necesidad, escrutemos cada vez más su misterio: el misterio del Padre y de su amor?

    Deseo pues que estas consideraciones hagan más cercano a todos tal misterio y que sean al mismo tiempo una vibrante llamada de la Iglesia a la misericordia, de la que el hombre y el mundo contemporáneo tienen tanta necesidad. Y tienen necesidad, aunque con frecuencia no lo saben.

SANTORAL - SAN CIRILO DE JERUSALÉN

18 de Marzo


   San Cirilo nació cerca de Jerusalen y fue Arzobispo de esa ciudad durante 30 años, de los cuales estuvo 16 años en destierro. 5 veces fue desterrado: tres por los de extrema izquierda y dos por los de extrema derecha.

    Era un hombre suave de carácter, enemigo de andar discutiendo, que deseaba más instruir que polemizar, y trataba de permanecer neutral en las discusiones. Pero por eso mismo una vez lo desterraban los de un partido y otra vez los del otro.

    Aunque los de cada partido extremista lo llamaban hereje, sin embargo San Hilario (el defensor del dogma de la Santísima Trinidad) lo tuvo siempre como amigo, y San Atanasio (el defensor de la divinidad de Jesucristo) le profesaba una sincera amistad, y el Concilio general de Constantinopla, en el año 381, lo llama "valiente luchador para defender a la Iglesia de los herejes que niegan las verdades de nuestra religión".

    Una de las acusaciones que le hicieron los enemigos fue el haber vendido varias posesiones de la Iglesia de Jerusalen para ayudar a los pobres en épocas de grandes hambres y miserias. Pero esto mismo hicieron muchos obispos en diversas épocas, con tal de remediar las graves necesidades de los pobres.

    El emperador Juliano, el apóstata, se propuso reconstruir el templo de Jerusalen para demostrar que lo que Jesús había anunciado en el evangelio ya no se cumplía. San Cirilo anunció mientras preparaban las grandes cantidades de materiales para esa reconstrucción, que aquella obra fracasaría estrepitosamente. Y así sucedió y el templo no se reconstruyó.

    San Cirilo de Jerusalen se ha hecho célebre y ha merecido el título de Doctor de la Iglesia, por unos escritos suyos muy importantes que se llaman "Catequesis". Son 18 sermones pronunciados en Jerusalen, y en ellos habla de la penitencia, del pecado, del bautismo, y del Credo, explicándolo frase por frase. Allí instruye a los recién bautizados acerca de las verdades de la fe y habla bellísimamente de la Eucaristía.

    En sus escritos insiste fuertemente en que Jesucristo sí esta presente en la Santa Hostia de la Eucaristía. A los que reciben la comunión en la mano les aconseja: "Hagan de su mano izquierda como un trono en el que se apoya la mano derecha que va a recibir al Rey Celestial. Cuidando: que no se caigan pedacitos de hostia. Así como no dejaríamos caer al suelo pedacitos de oro, sino que los llevamos con gran cuidado, hagamos lo mismo con los pedacitos de Hostia Consagrada".

    Al volver de su último destierro que duró 11 años, encontró a Jerusalen llena de vicios y desórdenes y divisiones y se dedicó con todas sus fuerzas a volver a las gentes al fervor y a la paz, y a obtener que los que se habían pasado a las herejías volvieran otra vez a la Santa Iglesia Católica. A los 72 años murió en Jerusalen en el año 386.En 1882 el Sumo Pontífice lo declaró Doctor de la Iglesia.

Oremos

    Señor, Dios nuestro, que has permitido a tu Iglesia penetrar con mayor profundidad en los sacramentos de la salvación, por la predicación de San Cirilo, obispo de Jerusalén, concédenos, por su intercesión, llegar a conocer de tal modo a tu Hijo que podamos participar con mayor abundancia de su vida divina. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén