lunes, 2 de noviembre de 2015

¿Qué hace nuestro ángel de la guarda después de nuestra muerte?



    La ayuda y misión de los ángeles custodios no termina con la muerte de su protegido: continúa hasta llevarla a la unión con Dios
    El Catecismo de la Iglesia Católica, haciendo alusión a los santos ángeles, enseña en el numeral 336 que “desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión”.
    De lo anterior se desprende que el hombre goza de la protección y guarda de su ángel custodio aún en el momento de su muerte. La compañía que dan los Ángeles no es solo en esta vida terrestre, sino que su acción se prolonga en la otra vida.
    Para entender la relación que une a los ángeles con los hombres al momento de su tránsito a la otra vida es necesario entender que los ángeles han sido “enviados para todos aquellos que han de heredar la salvación” (cfr. Hb- 1,14). Igualmente san Basilio Magno enseña que “nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida” (cfr. Cat. 336).
    Es decir, los ángeles custodios tienen como principal misión la salvación del hombre, que el hombre entre a la vida de unión con Dios y en esta misión se encuentra la asistencia que dan a las almas en el momento de presentarse ante Dios.
    Los Padres de la Iglesia ponen de presente esta especial misión al decir que los Custodios Angélicos asisten al alma en el momento de la muerte, y la protegen de los ataques últimos de los demonios.
    San Luis Gonzaga (1568-1591) enseña que en el momento en que el alma abandona el cuerpo, ésta es acompañada y consolada por su Ángel custodio para que se presente con confianza ante el Tribunal de Dios. El ángel, de acuerdo con este santo, presenta los méritos de Cristo para que en ellos se apoye el alma en el momento de su juicio particular y, una vez pronunciada la sentencia por el Divino Juez, si el alma es enviada al purgatorio, ésta recibe la visita frecuente de su Custodio quien la conforta y consuela llevándole las oraciones que se presentan por ella, y asegurándole una futura liberación.
    De esta manera se comprende que la ayuda y misión de los ángeles custodios no termina con la muerte de quien fuera su protegido. Esta misión continúa hasta llevar el alma a la unión con Dios.
    Sin embargo, es necesario tener en cuenta que después de la muerte nos espera un juicio particular en el que el alma ante Dios puede elegir entre abrirse al amor de Dios o rechazar definitivamente su amor y su perdón, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con él (cfr. Juan Pablo II, Audiencia General del 4 de Agosto de 1999).
    Si el alma decide entrar en la comunión con Dios el alma se une a su ángel para alabar por toda la eternidad a Dios Uno y Trino.
    Sin embargo, puede ocurrir que el alma se encuentra “en la condición de apertura a Dios, pero de un modo imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere una purificación, que la fe de la Iglesia ilustra mediante la doctrina del «purgatorio»” (Juan Pablo II, Audiencia General del 4 de Agosto de 1999).
    En este evento el ángel al ser santo y puro, al vivir en la presencia de Dios, no necesita y tampoco puede participar de esa purificación del alma de su protegido. Lo que si hace el ángel guardián es interceder por su protegido delante del trono de Dios y buscar ayuda entre los hombres en la tierra para así llevar las oraciones a su protegido y, de esta manera, salir del purgatorio.
    Aquellas almas que deciden rechazar definitivamente el amor y el perdón de Dios, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con él (Juan Pablo II, Audiencia General, 21 de Julio de 1999), renuncian y también rechazan el gozar la amistad con su ángel custodio. En este terrible evento el ángel alaba la justicia y la santidad divinas.
    En cualquiera de los tres posibles escenarios (cielo, purgatorio o infierno) el santo ángel siempre gozará con el juicio de Dios, pues el ángel se une de manera perfecta y total a la voluntad divina.
   
En estos días, recordemos que nos podemos unir a los ángeles de nuestros seres queridos que han fallecido para que ellos lleven ante Dios nuestras oraciones y plegarias y se manifieste la misericordia de Dios.


extraído de publicación del padre Sergio Cejas

REFLEXIÓN

Reflexiones Espirituales

Lunes 02 de Noviembre


LA FRASE DEL DÍA

La Frase del día de Hoy

Lunes 02 de Noviembre


EVANGELIO

Evangelio del Día de la Semana XXXI 

Propio. Como en el Oficio de difuntos

Lunes 02 de Noviembre



Libro de la Sabiduría 3,1-9.


Las almas de los justos están en las manos de Dios, y no los afectará ningún tormento.
A los ojos de los insensatos parecían muertos; su partida de este mundo fue considerada una desgracia
y su alejamiento de nosotros, una completa destrucción; pero ellos están en paz.
A los ojos de los hombres, ellos fueron castigados, pero su esperanza estaba colmada de inmortalidad.
Por una leve corrección, recibirán grandes beneficios, porque Dios los puso a prueba y los encontró dignos de él.
Los probó como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto.
Por eso brillarán cuando Dios los visite, y se extenderán como chispas por los rastrojos.
Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor será su rey para siempre.
Los que confían en él comprenderán la verdad y los que le son fieles permanecerán junto a él en el amor. Porque la gracia y la misericordia son para sus elegidos.



Salmo 27(26),1.4.7.8.9.13-14.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?

Una sola cosa he pedido al Señor,
y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo.

¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,
apiádate de mí y respóndeme!
Mi corazón sabe que dijiste:
“Busquen mi rostro”.

Yo busco tu rostro, Señor,
no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda;

no me dejes ni me abandones,
mi Dios y mi salvador.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.

Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.



Carta de San Pablo a los Romanos 6,3-9.

Hermanos:
¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.
Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección.
Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado.
Porque el que está muerto, no debe nada al pecado.
Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él.
Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

Meditación del Evangelio del Día

 de la Semana XXXI

Propio. Como en el Oficio de difuntos

Lunes 02 de Noviembre


HIMNO

Recemos con la Iglesia

Lunes 02 de Noviembre


SANTORAL

Santoral del Día de la Semana XXXI

Propio. Como en el Oficio de difuntos

Lunes 02 de Noviembre





Las tres Iglesias: Se llama Iglesia a la asociación de los que creen en Jesucristo. La Iglesia se divide en tres grupos. Iglesia triunfante: los que ya se salvaron y están en el cielo (los que festejamos ayer). Iglesia militante: los que estamos en la tierra luchando por hacer el bien y evitar el mal. E Iglesia sufriente: los que están en el purgatorio purificándose de sus pecados, de las manchas que afean su alma.

El Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por el Papa Juan Pablo II en 1992, es un texto de máxima autoridad para todos los católicos del mundo y dice cinco cosas acerca del Purgatorio:

1ª. Los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación, para obtener la completa hermosura de su alma (1030).

2ª. La Iglesia llama Purgatorio a esa purificación, y ha hablado de ella en el Concilio de Florencia y en el Concilio de Trento. La Iglesia para hablar de que será como un fuego purificador, se basa en aquella frase de San Pablo que dice: "La obra de cada uno quedará al descubierto, el día en que pasen por fuego. Las obras que cada cual ha hecho se probarán en el fuego". (1Cor. 3, 14).

3ª. La práctica de orar por los difuntos es sumamente antigua. El libro 2º. de los Macabeos en la S. Biblia dice: "Mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados" (2Mac. 12, 46).

4ª. La Iglesia desde los primeros siglos ha tenido la costumbre de orar por los difuntos (Cuenta San Agustín que su madre Santa Mónica lo único que les pidió al morir fue esto: "No se olviden de ofrecer oraciones por mi alma").

5ª. San Gregorio Magno afirma: "Si Jesucristo dijo que hay faltas que no serán perdonadas ni en este mundo ni en el otro, es señal de que hay faltas que sí son perdonadas en el otro mundo. Para que Dios perdone a los difuntos las faltas veniales que tenían sin perdonar en el momento de su muerte, para eso ofrecemos misas, oraciones y limosnas por su eterno descanso".

De San Gregorio se narran dos hechos interesantes. El primero, que él ofreció 30 misas por el alma de un difunto, y después el muerto se le apareció en sueños a darle las gracias porque por esas misas había logrado salir del purgatorio. Y el segundo, que un día estando celebrando la Misa, elevó San Gregorio la Santa Hostia y se quedó con ella en lo alto por mucho tiempo. Sus ayudantes le preguntaron después por qué se había quedado tanto tiempo con la hostia elevada en sus manos, y les respondió: "Es que vi que mientras ofrecía la Santa Hostia a Dios, descansaban las benditas almas del purgatorio". Desde tiempos de San Gregorio (año 600) se ha popularizado mucho en la Iglesia Católica la costumbre de ofrecer misas por el descanso de las benditas almas.

La respuesta de San Agustín: a este gran Santo le preguntó uno: "¿Cuánto rezarán por mí cuando yo me haya muerto?", y él le respondió: "Eso depende de cuánto rezas tú por los difuntos. Porque el evangelio dice que la medida que cada uno emplea para dar a los demás, esa medida se empleará para darle a él".

¿Vamos a rezar más por los difuntos? ¿Vamos a ofrecer por ellos misas, comuniones, ayudas a los pobres y otras buenas obras? Los muertos nunca jamás vienen a espantar a nadie, pero sí rezan y obtienen favores a favor de los que rezan por ellos.