jueves, 20 de agosto de 2020

EVANGELIO - 21 de Agosto - San Mateo 22,34-40


    Libro de Ezequiel 37,1-14.

    La mano del Señor se posó sobre mí, y el Señor me sacó afuera por medio de su espíritu y me puso en el valle, que estaba lleno de huesos.
    Luego me hizo pasar a través de ellos en todas las direcciones, y vi que los huesos tendidos en el valle eran muy numerosos y estaban resecos.
    El Señor me dijo: "Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?". Yo respondí: "Tú lo sabes, Señor ".
    El me dijo: "Profetiza sobre estos huesos, diciéndoles: Huesos secos, escuchen la palabra del Señor.
    Así habla el Señor a estos huesos: Yo voy a hacer que un espíritu penetre en ustedes, y vivirán.
    Pondré nervios en ustedes, haré crecer carne sobre ustedes, los recubriré de piel, les infundiré un espíritu, y vivirán. Así sabrán que yo soy el Señor ".
    Yo profeticé como se me había ordenado, y mientras profetizaba, se produjo un temblor, y los huesos se juntaron unos con otros.
Al mirar, vi que los huesos se cubrían de nervios, que brotaba la carne y se recubrían de piel, pero no había espíritu en ellos.
    Entonces el Señor me dijo: "Convoca proféticamente al espíritu, profetiza, hijo de hombre, Tú dirás al espíritu: Así habla el Señor: Ven, espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que revivan".
    Yo profeticé como él me lo había ordenado, y el espíritu penetró en ellos. Así revivieron y se incorporaron sobre sus pies. Era un ejército inmenso.
    Luego el Señor me dijo: Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos dicen: "Se han secado nuestros huesos y se ha desvanecido nuestro esperanza. ¡Estamos perdidos!".
    Por eso, profetiza diciéndoles: Así habla el Señor: Yo voy a abrir las tumbas de ustedes, los haré salir de ellas, y los haré volver, pueblo mío, a la tierra de Israel.
    Y cuando abra sus tumbas y los haga salir de ellas, ustedes, mi pueblo, sabrán que yo soy el Señor.
    Yo pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán; los estableceré de nuevo en su propio suelo, y así sabrán que yo, el Señor, lo he dicho y lo haré -oráculo del Señor-.


Salmo 107(106),2-3.4-5.6-7.8-9.

Que lo digan los redimidos por el Señor,
los que él rescató del poder del enemigo
y congregó de todas las regiones:
del norte y del sur, del oriente y el occidente;

los que iban errantes por el desierto solitario,
sin hallar el camino hacia un lugar habitable.
Estaban hambrientos, tenían sed
y ya les faltaba el aliento;

pero en la angustia invocaron al Señor,
y él los libró de sus tribulaciones:
los llevó por el camino recto,
y así llegaron a un lugar habitable.

Den gracias al Señor por su misericordia
y por sus maravillas en favor de los hombres,
porque él sació a los que sufrían sed
y colmó de bienes a los hambrientos.


    Evangelio según San Mateo 22,34-40.

    Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?".
    Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.
    Este es el más grande y el primer mandamiento.
    El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
    De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 21 de Agosto - «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón»


        San Francisco de Asís, religioso Regla: Primera regla, § 23

«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón» 

    Amemos todos con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con toda la fuerza y poder, con todo el entendimiento, con todas las energías, con todo el empeño, con todo el afecto, con todas las entrañas, con todos los deseos y quereres, al Señor Dios, que nos dio y nos da a todos nosotros todo el cuerpo, toda el alma y toda la vida, que nos creó, nos redimió y por sola su misericordia nos salvará; que nos ha hecho y hace todo bien a nosotros, miserables y míseros, pútridos y hediondos, ingratos y malos.

    Ninguna otra cosa, pues, deseemos, ninguna otra queramos, ninguna otra nos agrade y deleite, sino nuestro Creador, y Redentor, y Salvador, solo verdadero Dios, que es bien pleno, todo bien, bien total, verdadero y sumo bien; que es el solo bueno, piadoso, manso, suave y dulce; que es el solo santo, justo, veraz, santo y recto; que es el solo benigno, inocente, puro; de quien, y por quien, y en quien está todo el perdón, toda la gracia, toda la gloria de todos los penitentes y justos, de todos los bienaventurados que gozan juntos en los cielos.

    Nada, pues, impida, nada separe, nada adultere; nosotros todos, dondequiera, en todo lugar, a toda hora y en todo tiempo, todos los días y continuamente, creamos verdadera y humildemente y tengamos en el corazón y amemos, honremos, adoremos, sirvamos, alabemos y bendigamos, glorifiquemos y sobresaltemos, engrandezcamos y demos gracias al altísimo y sumo Dios eterno, trinidad y unidad, Padre, e Hijo, y Espíritu Santo.

SANTORAL - SAN PÍO X

21 de Agosto


    Giuseppe Sarto, así se llamaba, nacido en Riese (Treviso) en 1835 de familia campesina, tras los estudios en el Seminario de Padua fue ordenado sacerdote a los 23 años. Primero fue vice párroco en Tómbolo, luego párroco en Salzano, después canónico de la catedral de Treviso con el cargo de canciller episcopal y director espiritual del Seminario diocesano. En estos años de rica y generosa experiencia pastoral, el futuro Pontífice mostró ese profundo amor a Cristo y a la Iglesia, esa humildad y sencillez y esa gran caridad hacia los más necesitados, que fueron características de toda su vida. En 1884 fue nombrado obispo de Mantua y en 1893 Patriarca de Venecia. El 4 de agosto de 1903, fue elegido Papa, ministerio que aceptó con vacilación, porque no se consideraba a la altura de una tarea tan elevada.

    El Pontificado de san Pío X ha dejado un signo indeleble en la historia de la Iglesia, y se caracterizó por un notable esfuerzo de reforma, sintetizada en el lema Instaurare omnia in Christo, “Renovar todas las cosas en Cristo”. Sus intervenciones, de hecho, abarcaron los diversos ámbitos eclesiales. Desde el principio se dedicó a la reorganización de la Curia Romana; después dio luz verde a los trabajos de la redacción del Código de Derecho Canónico, promulgado por su sucesor Benedicto XV. Promovió, además, la revisión de los estudios y del iter de formación de los futuros sacerdotes, fundando también varios Seminarios regionales, equipados con buenas bibliotecas y profesores preparados. Otro sector importante fue el de la formación doctrinal del Pueblo de Dios. Desde los años en que era párroco había redactado él mismo un catecismo, y durante el episcopado en Mantua había trabajado para que se llegase a un catecismo único, si no universal, al menos italiano. Como auténtico pastor, había comprendido que la situación de la época, también por el fenómeno de la emigración, hacía necesario un catecismo al que todo fiel pudiera referirse independientemente del lugar y de las circunstancias de la vida. Como Pontífice preparó un texto de doctrina cristiana para la diócesis de Roma, que se difundió después en toda Italia y en el mundo. El Catecismo llamado “de Pío X” fue para muchos una guía segura en el aprendizaje de las verdades de la fe por su lenguaje sencillo, claro y preciso y por su eficacia expositiva.

    Notable atención dedicó a la reforma de la Liturgia, en particular de la música sacra, para llevar a los fieles a una vida de oración más profunda y a una participación en los Sacramentos más plena. En el Motu Proprio Tra le sollecitudini (1903), afirma que el verdadero espíritu cristiano tiene su primera e indispensable fuente en la participación activa en los sacrosantos misterios y en la oración pública y solemne de la Iglesia (cfr ASS 36[1903], 531). Por esto recomendó acercarse a menudo a los Sacramentos, favoreciendo la frecuencia cotidiana a la Santa Comunión, bien preparados, y anticipando oportunamente la Primera Comunión de los niños hacia los siete años de edad, “cuando el niño comienza a razonar”: dice así. (cfr S.Congr. de Sacramentis, Decretum Quam singulari : AAS 2[1910], 582).

    Fiel a la tarea de confirmar a los hermanos en la fe, san Pío X, frente a algunas tendencias que se manifestaron en el ámbito teológico a finales del siglo XIX y a principios del XX, intervino con decisión, condenando el Modernismo, para defender a los fieles de las concepciones erróneas y promover una profundización científica de la Revelación en consonancia con la Tradición de la Iglesia. El 7 de mayo de 1909, con la Carta apostólica Vinea electa, fundó el Pontificio Instituto Bíblico. Los últimos meses de su vida fueron amargados por el estallido de la guerra. El llamamiento a los católicos del mundo, lanzado el 2 de agosto de 1914 para expresar “el acerbo dolor” de aquella hora, era el grito sufriente del padre que ve a los hijos enfrentarse uno contra el otro. Murió poco después, el 20 de agosto, y su fama de santidad empezó a difundirse pronto entre en pueblo cristiano.

    Queridos hermanos y hermanas, san Pío X nos enseña a todos que en la base de nuestra acción apostólica, en los diversos campos en que trabajamos, debe haber siempre una íntima unión personal con Cristo, que hay que cultivar y acrecentar día tras día. Éste es el núcleo de toda su enseñanza, de todo su compromiso pastoral. Sólo si estamos enamorados del Señor, seremos capaces de llevar a los hombres a Dios y abrirles a Su amor misericordioso, y abrir así el mundo a la misericordia de Dios.

    Oremos 

    Dios todopoderoso y eterno, que, para defender la fe católica e instaurar todas las cosas en Cristo, colmaste al Papa San Pío X de sabiduría divina y de fortaleza apostólica, concédenos que, dóciles a sus instrucciones y ejemplos, consigamos la recompensa eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén