miércoles, 26 de febrero de 2020

CARTA ENCÍCLICA FIDES ET RATIO DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II SOBRE LAS RELACIONES ENTRE FE Y RAZÓN



CAPÍTULO V
INTERVENCIONES DEL MAGISTERIO EN CUESTIONES FILOSÓFICAS




El interés de la Iglesia por la filosofía

60. El Concilio Ecuménico Vaticano II, por su parte, presenta una enseñanza muy rica y fecunda en relación con la filosofía. No puedo olvidar, sobre todo en el contexto de esta Encíclica, que un capítulo de la Constitución Gaudium et spes es casi un compendio de antropología bíblica, fuente de inspiración también para la filosofía. En aquellas páginas se trata del valor de la persona humana creada a imagen de Dios, se fundamenta su dignidad y superioridad sobre el resto de la creación y se muestra la capacidad trascendente de su razón.80 También el problema del ateísmo es considerado en la Gaudium et spes, exponiendo bien los errores de esta visión filosófica, sobre todo en relación con la dignidad inalienable de la persona y de su libertad.81 Ciertamente tiene también un profundo significado filosófico la expresión culminante de aquellas páginas, que he citado en mi primera Encíclica Redemptor hominis y que representa uno de los puntos de referencia constante de mi enseñanza: « Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Pues Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, de Cristo, el Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación ».82

El Concilio se ha ocupado también del estudio de la filosofía, al que deben dedicarse los candidatos al sacerdocio; se trata de recomendaciones extensibles más en general a la enseñanza cristiana en su conjunto. Afirma el Concilio: « Las asignaturas filosóficas deben ser enseñadas de tal manera que los alumnos lleguen, ante todo, a adquirir un conocimiento fundado y coherente del hombre, del mundo y de Dios, basados en el patrimonio filosófico válido para siempre, teniendo en cuenta también las investigaciones filosóficas de cada tiempo ».83

Estas directrices han sido confirmadas y especificadas en otros documentos magisteriales con el fin de garantizar una sólida formación filosófica, sobre todo para quienes se preparan a los estudios teológicos. Por mi parte, en varias ocasiones he señalado la importancia de esta formación filosófica para los que deberán un día, en la vida pastoral, enfrentarse a las exigencias del mundo contemporáneo y examinar las causas de ciertos comportamientos para darles una respuesta adecuada.84


80 Cf. nn. 14-15.

81 Cf. ibíd., 20-21.

82 Ibíd., 22; cf. Enc. Redemptor hominis (4 de marzo de 1979), 8: AAS 71 (1979), 271-272.

83 Decr. Optatam totius, sobre la formación sacerdotal, 15.

84 Cf. Const. ap. Sapientia christiana (15 de abril de 1979), arts. 79-80: AAS 71 (1979), 495-496; Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis (25 de marzo de 1992), 52: AAS 84 (1992), 750-751. Véanse también algunos comentarios sobre la filosofía de Santo Tomás: Discurso al Pontificio Ateneo Internacional Angelicum (17 de noviembre de 1979): Insegnamenti II, 2 (1979), 1177-1189; Discurso a los participantes en el VIII Congreso Tomista Internacional (13 de septiembre de 1980): Insegnamenti III, 2 (1980), 604-615; Discurso a los participantes en el Congreso Internacional de la Sociedad « Santo Tomás » sobre la doctrina del alma en S. Tomás (4 de enero de 1986): Insegnamenti IX, 1 (1986), 18-24. Además, S. Congr. para la Educación Católica, Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis (6 de enero de 1970), 70-75: AAS 62 (1970), 366-368; Decr. Sacra Theologia (20 de enero de 1972): AAS 64 (1972), 583-586.

PENSAMIENTO DE LOS SANTOS



    Santa Madre Teresa de Calcuta, tú dabas gran valor a la dignidad de cada persona como hijo de Dios "creado para grandes cosas: para amar y ser amado". Inspirados por tu ejemplo y ayudados por tu intercesión, haz que podamos respetar y cuidar el don de la vida desde su concepción hasta su fin natural. Que, reconociendo a cada persona como "mi hermano y mi hermana", podamos amarnos unos a otros con el tierno amor de Dios. Amén

EVANGELIO - 27 de Febrero - San Lucas 9,22-25


    Evangelio según San Lucas 9,22-25.


    Jesús dijo a sus discípulos: "El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".
    Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.
    Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará.
    ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 27 de Febrero - «Que cada día tome su cruz y me siga»


       Santa Madre Teresa de Calcuta El Gozo del Don: Solo muriendo contigo podremos resucitar

«Que cada día tome su cruz y me siga» 

    Señor, que tu crucifixión y tu resurrección nos enseñen a afrontar las luchas de la vida cotidiana y a atravesar las angustias de la muerte a fin de que vivamos una vida más plena y más creadora. Paciente y humildemente has aceptado los fracasos de la vida humana, como son los sufrimientos de tu crucifixión. Ayúdanos a aceptar las penas y las luchas que nos trae cada día como ocasiones de crecer y asemejarte mejor. Haznos capaces de afrontarlas pacientemente y con valentía, con plena confianza en tu protección. Haznos comprender que no llegaremos a la plenitud de la vida si no es a través de una incesante muerte de nosotros mismos y de nuestros deseos egoístas, porque es solamente muriendo contigo que podremos contigo resucitar.

SANTORAL - SAN GREGORIO DE NAREK

27 de Febrero


    En el monasterio de Narek, en Armenia, san Gregorio, monje, doctor de los armenios, ilustre por su doctrina, sus escritos y su sabiduría mística.

    Nació hacia el 950 en una familia de eclesiásticos ilustrados. San Gregorio ingresó al monasterio de Narek, en el sudeste del lago Van (en la actualidad perteneciente a Turquía) siendo de joven edad. Cercano ya al primer milenio del cristianismo, el monasterio de Narek se alzaba como un floreciente centro de estudios. Eran estos tiempos de relativa calma, tiempos de creatividad, antes de que las invasiones mongolas y turcas cambiaran Armenia para siempre. Armenia esperimentó en esa época un renacimiento de su literatura, pintura, arquitectura y teología, de los que san Gregorio fue una figura central. Su obra de madurez fue el «Libro de Oraciones». Él mismo pensó en esta obra como su testamento: «Sus letras son como mi cuerpo, y su significado como mi alma» (oración 54e), y llamó a su obra una «enciclopedia de oración para todas las naciones»; tenía la esperanza de que su obra sirviera de guía para todos los hombres en cualquier situación. San Gregorio busca responder a la pregunta de que podemos ofrecerle a Dios, que ya tiene todo, y encuentra que lo mejor que podemos es ofrecerle los «suspiros del corazón» (frase con la que encabeza cada oración), que él plasma en estas oraciones, a veces llamadas también Lamentaciones. Según parece, escribió su libro tras una penosa y debilitante enfermedad:

    Los tormentos de mis enfermedades [...] como un cáncer que se disemina, han tocado todas las partes de mi cuerpo, no hay bálsamo -como no lo hubo para Israel- para mis innumerables llagas, cada parte de mi cuerpo, de la cabeza a los pies, está enferma y alejada del auxilio de los médicos. Pero tú, misericordioso, benéfico, bendito, de largos sufrimientos, rey inmortal, escucha por misericordia las oraciones de mi asediado corazón cuando a ti grito, Señor, en el tiempo de mi necesidad. (oración 18k, trad. del inglés)

    En 95 oraciones llenas de gracia, san Gregorio lleva a plenitud la expresividad de la lengua clásica armenia para traducir los suspiros del corazón contrito y humillado en una ofrenda de palabras agradables a Dios; el resultado es un edificio de la fe para todas las edades, de rica imaginería, teología sutil, erudición bíblica, unidos a la inmediatez sincera de su comunicación con Dios. San Gregorio dejó este mundo hacia el 1005, pero a través de su obra su voz continúa hablando.

    Esta breve noticia proviene de un sitio web en inglés dedicado al Libro de Oraciones de san Gregorio. Lamentablemente las referencias al santo en Occidente son escasísimas, prácticamente no hay datos sobre él en los santorales, incluso en los muy completos, ya que su incorporación al Martirologio Romano es reciente. El lector puede atisbar la belleza de su obra en dicho web, donde está volcado por entero al inglés por Thomas J. Samuelian, autor también del web.

    San Gregorio fue un distinguido teólogo y uno de los poetas más importantes de la literatura armenia. Entre sus obras se destacan un Comentario sobre el Cantar de los Cantares, muchos panegíricos y una colección de noventa y cinco oraciones en forma poética llamada “Narek”, por el monasterio en el que vivió. Murió alrededor del año 1005 y fue enterrado en el mismo monasterio. Su tumba fue el destino de peregrinaciones hasta la época de las masacres perpetradas por los turcos.

EL CANON DE LAS ESCRITURAS

ANTIGUO TESTAMENTO 
PENTATEUCO


    El título del libro es antiguo, aunque no original. Mientras el libro de Josué se centra en un único protagonista, que le da su nombre, este otro se reparte entre muchos protagonistas sucesivos, que quedan asumidos bajo un título común. «Juez» es un oficio bastante definido y homogéneo; en cambio, al leer el libro nos encontramos con jefes militares, una profetisa, un extraño soldado consagrado, un usurpador y varios jefes pacíficos mal definidos, entre otros. Para ganar en claridad podríamos reunir en un grupo a los personajes que intervienen militarmente contra la opresión o la agresión extranjera –los llamados jueces mayores–, y en otro, al resto, registrado en forma de lista en 10,1-5 y 12,8-15 –los jueces menores–. De estos últimos no se cuentan maravillosas hazañas, no han merecido cantos épicos; solamente se consigna que se sucedieron en el cargo de «jueces», lo ejercieron vitaliciamente durante veintitrés, veintidós, siete, diez, ocho años, murieron y fueron sepultados en su tierra. Estos personajes aparecen en una lista de fórmulas repetidas, con todas las apariencias de lista oficial, conservada quizás en los archivos de la administración judicial. En cambio, los «jueces mayores» no se suceden continuamente, sino que surgen cuando el Espíritu del Señor los arrebata; no dirimen litigios, sino vencen al enemigo en campaña abierta o con estratagemas; rehúsan un cargo vitalicio, como Gedeón (8,22s), o mueren relativamente jóvenes, como Sansón. El sociólogo Max Weber llamó a los mayores «jefes carismáticos», con una fórmula que ha hecho fortuna, porque contrapone la institución (jueces menores) al carisma (jueces mayores).


Composición y contexto histórico del libro

    ¿Cómo se explica la unificación de este material heterogéneo? Podemos imaginarnos así el trabajo del autor que compuso el libro definitivo –sin bajar a muchos detalles–: Quiso llenar el espacio de vacío histórico que discurre en el suelo de Canaán antes de la monarquía, de manera que aparezca una continuidad. Para ello echa mano del material antiguo a su disposición: por una parte, «cantares de gesta» típicos de una edad heroica, transmitidos oralmente y recogidos en colecciones menores; por otra, una lista de funcionarios centrales, que representan una verdadera institución. Con estos materiales heterogéneos construye una historia seguida, una cronología sin huecos. Realiza un trabajo de unificación, superpuesto al material preexistente.
    El libro logra presentar una continuidad de salvación. Esa continuidad se desenvuelve en una alternancia irregular de momentos espectaculares y tiempos cotidianos. Todo el material está proyectado sobre la totalidad de Israel, sean los jueces institucionales (hecho probablemente histórico), sean los liberadores locales o los de la confederación.
    En una primera operación tenemos que dividir el libro en una sección inicial que se refiere todavía a la conquista (1,1–2,10), un cuerpo que comprende los jueces y salvadores (2,11–16,31), un par de episodios tribales «antes de la monarquía» (17–21). En el libro de los Jueces, como en pocos del Antiguo Testamento, se puede apreciar la existencia de materiales antiguos y la elaboración artificiosa en un conjunto unificado. El material antiguo se remonta por etapas orales hasta poco después de los hechos; la composición final parece caer en tiempo del destierro, como parte de la gran Historia Deuteronomística.
    El balance final es que no podemos reconstruir una historia del período. Pero sí podemos saborear unos cuantos relatos magistrales.


Mensaje religioso

    La idea teológica que recorre todo el Deuteronomio, la fragilidad humana y la inagotable paciencia y providencia de Dios aparece en el libro de los Jueces como un componente del esquema narrativo con que viene tratado cada episodio: pecado del pueblo, castigo a manos de los enemigos y la aparición de un salvador carismático que lleva de nuevo a la comunidad recalcitrante a los caminos de Dios. Un paso más en la afirmación de la fe de Israel en tiempos difíciles: Dios no abandonará a su pueblo.


Fuente: La BIBLIA de NUESTRO PUEBLO
Texto: LUIS ALONSO SCHÖKE

LITURGIA DE LAS HORAS - CATEQUESIS PARTE I



¿Cómo se reza la Liturgia de las Horas?

    Es una pregunta que se repite una y otra vez, en todos aquellos que desearían comprometerse más a fondo en la oración de la Iglesia, pero que al mismo tiempo se sienten confundidos y como rechazados por una serie de textos y de conceptos que a simple vista parece que requiriesen saber demasiado para poder comprenderlos...

    "Memoria", "solemnidad", "tiempo", "feria", "propio", "común", "tercera semana"... ¿qué es todo eso?

    Comencemos desde el principio más básico: la oración litúrgica de la Iglesia, la oración "oficial", es una oración que se desarrolla de manera continuada a través de un año entero: el «año litúrgico».

El «año litúrgico»

    Llamamos así al ciclo completo de celebraciones que comienza a fines de noviembre de un año y termina hacia fines de noviembre del siguiente. Por ejemplo: en este momento, septiembre de 2005, estamos en el año litúrgico 2004/2005, porque el año litúrgico comenzó en noviembre del 2004.

    ¿Por qué en noviembre y no el 1 de enero?

    Porque el año litúrgico no consiste en 365 días todos iguales entre sí, como el año civil, sino en un conjunto de días todos distintos entre sí, que van alternando días "fuertes" y "débiles"[r]1[/r], "festivos", "conmemorativos", etc, de carácter más alegre, más (triste) (sereno?), más penitencial, etc. Por eso comienzan con la espera (del nacimiento) del Señor[r]2[/r], el Adviento ("advenimiento") y se va desarrollando hasta la celebración de "Jesucristo, Rey del universo" (hacia fines de noviembre del siguiente año), pasando por todo el camino de la redención: el Nacimiento, la Pasión, la Resurrección, la venida del Espíritu Santo ... hasta la glorificación definitiva de nuestro Señor (la dicha celebración de Cristo Rey).

    El centro del año litúrgico lo constituye el Santo Triduo Pascual, es decir, desde la Cena del Señor (Jueves Santo), la celebración de la Pasión (Viernes Santo), descenso a la muerte (Sábado Santo) y resurrección (Domingo de Resurrección). Esta celebración se rige por el antiguo calendario judío, de origen lunar, que varía cada año respecto del año civil (solar). De esta celebración, la más fuerte del año, hacia atrás, todo tiene carácter de espera, mientras que hacia adelante, todo tiene carácter de realización definitiva.

     El año litúrgico puede dividirse en tiempos semifuertes, débiles, fuertes y fortísimos:

    Comienza cuatro domingos antes de Navidad (por eso el comienzo varía, porque depende de qué día de la semana caerá la Navidad), con el tiempo de Adviento, un período fuerte, en el que los textos de la liturgia combinan los temas de la espera del nacimiento del Señor, con el tema de la espera de su venida final, con la preparación penitencial al encuentro con el Señor.

    Con la Navidad comienza el tiempo de Navidad, que se extiende unas dos semanas, un tiempo semifuerte, con el carácter gozoso propio del nacimiento humano de nuestro Señor. Durante estas dos semanas se suceden varias solemnidades y fiestas, todas ellas ligadas a la vida terrena de Jesús. Culmina con la celebración de la Epifanía (venida de los Reyes Magos)[r]3[/r]

    Terminado este tiempo, comienza el tiempo "débil" llamado Ordinario (TO), que comprende 34 semanas (¡más de la mitad del año!) y se divide en dos partes: las primeras 7 a 9 semanas (dependiendo de la fecha de la Pascua de cada año), antes de la miércoles de Ceniza (comienzo de la Cuaresma, hacia febrero-marzo), y las restantes luego de la Solemnidad de Pentecostés (hacia junio). En el Tiempo Ordinario es donde veremos acumularse la memorias de los santos.

    Luego de la primera parte del TO comienza el tiempo fuerte de Cuaresma, tiempo penitencial por excelencia, en el que durante 40 días conmemoramos simbólicamente los 40 años de Israel en el desierto y los 40 días én los que Jesús fue tentado. Todos los textos de este tiempo recuerdan la inminencia de la Pasión. En la catequesis antigua de la Iglesia, este tiempo era también el tiempo de penitencia y purificación de quienes iban a recibir el bautismo en Pascua -no en cualquier otro momento- a lo que se unía en la preparación toda la comunidad creyente.

    Terminada la Cuaresma con el Domingo de Ramos, comienza la Semana Santa, que desemboca en el Santo Triduo Pascual, el tiempo fortísimo, en el que gira como en un eje todo el año litúrgico, de donde saca sus caracteres todo el resto del año: el triple movimiento de dolor (viernes), silencio (sábado), explosiva alegría (domingo), lo veremos aparecer en el resto de los tiempos, y a su vez en el ritmo interno de cada una de las semanas del año.

    Con el Domingo de Resurrección comienza el Tiempo de Pascua (TP). Sin embargo, es tan fuerte el gozo de ese domingo, que se extiende durante ocho días enteros, la llamada "Octava de Pascua". Una curiosidad de la Octava es que se reza todos los días lo mismo, como si se tratara siempre del mismo domingo. También las misas de la Octava son siempre la misma misa de Resurrección. Durante esta semana los catecúmenos llevaban su ropa blanca bautismal que se quitaban al domingo siguiente que por esto se lo llamó «in albis» («en -vestiduras- blancas»).

    Durante el tiempo Pascual predomina el carácter alegre y festivo (pero si prestamos atención a los textos de cada día, ese carácter alegre se combina con el ritmo semanal de dolor-silencio-gozo ya mencionado). En él se suceden 50 días de recuerdo de la Resurrección, donde al mismo tiempo se va preparando el "fruto" de esa resurrección. A los 50 días, la fiesta de Pentecostés, una antigua fiesta judía que conmemoraba la recolección de los primeros frutos del campo, conmemorará para nosotros los primeros frutos visibles de la Resurrección: la venida del Espíritu Santo, y por lo tanto el impulso misionero de la Iglesia.

Con el domingo de Pentecostés finaliza el TP, aunque su carácter glorioso se extiende unos días más, hasta la celebración del Cuerpo y Sangre del Señor, a partir de la cual se retoma el carácter más neutro del Tiempo Ordinario.

Que el TO sea neutro, o "débil", no implica que no tenga su propio ritmo. Ante todo por ese triple movimiento de cada semana (dolor-silencio-gozo), pero también porque a medida que pasan las semanas los textos van haciendo cada vez más alusión a la Segunda Venida del Señor, que se celebra con la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, con la que -como se ha dicho- finaliza el año litúrgico.

¿Dónde se notan estos distintos caracteres de los tiempos litúrgicos?

    En los tiempos semifuertes y fuertes, se notan en todos los textos y horas: en los himnos, las antífonas, las lecturas, las preces, etc.

    En cambio, en el largo Tiempo Ordinario, estas alusiones a la espera del Señor se ven más en el Oficio de Lecturas, en las oraciones finales de cada Hora y en la antífona del Cántico Evangélico de los domingos, ya que los demás textos están engarzados en un ritmo de cuatro semanas que se repiten cíclicamente.

    Fuente: eltestigofiel.org