Capítulo séptimo
La pastoral de los jóvenes
Grandes líneas de acción
209. Sólo quisiera destacar brevemente que la pastoral juvenil implica dos grandes líneas de acción. Una es la búsqueda, la convocatoria, el llamado que atraiga a nuevos jóvenes a la experiencia del Señor. La otra es el crecimiento, el desarrollo de un camino de maduración de los que ya han hecho esa experiencia.
210. Con respecto a lo primero, la búsqueda, confío en la capacidad de los mismos jóvenes, que saben encontrar los caminos atractivos para convocar. Saben organizar festivales, competencias deportivas, e incluso saben evangelizar en las redes sociales con mensajes, canciones, videos y otras intervenciones. Sólo hay que estimular a los jóvenes y darles libertad para que ellos se entusiasmen misionando en los ámbitos juveniles. El primer anuncio puede despertar una honda experiencia de fe en medio de un “retiro de impacto”, en una conversación en un bar, en un recreo de la facultad, o por cualquiera de los insondables caminos de Dios. Pero lo más importante es que cada joven se atreva a sembrar el primer anuncio en esa tierra fértil que es el corazón de otro joven.
211. En esta búsqueda se debe privilegiar el idioma de la proximidad, el lenguaje del amor desinteresado, relacional y existencial que toca el corazón, llega a la vida, despierta esperanza y deseos. Es necesario acercarse a los jóvenes con la gramática del amor, no con el proselitismo. El lenguaje que la gente joven entiende es el de aquellos que dan la vida, el de quien está allí por ellos y para ellos, y el de quienes, a pesar de sus límites y debilidades, tratan de vivir su fe con coherencia. Al mismo tiempo, todavía tenemos que buscar con mayor sensibilidad cómo encarnar el kerygma en el lenguaje que hablan los jóvenes de hoy.
212. Con respecto al crecimiento, quiero hacer una importante advertencia. En algunos lugares ocurre que, después de haber provocado en los jóvenes una intensa experiencia de Dios, un encuentro con Jesús que tocó sus corazones, luego solamente les ofrecen encuentros de “formación” donde sólo se abordan cuestiones doctrinales y morales: sobre los males del mundo actual, sobre la Iglesia, sobre la Doctrina Social, sobre la castidad, sobre el matrimonio, sobre el control de la natalidad y sobre otros temas. El resultado es que muchos jóvenes se aburren, pierden el fuego del encuentro con Cristo y la alegría de seguirlo, muchos abandonan el camino y otros se vuelven tristes y negativos. Calmemos la obsesión por transmitir un cúmulo de contenidos doctrinales, y ante todo tratemos de suscitar y arraigar las grandes experiencias que sostienen la vida cristiana. Como decía Romano Guardini: «en la experiencia de un gran amor [...] todo cuanto acontece se convierte en un episodio dentro de su ámbito».
213. Cualquier proyecto formativo, cualquier camino de crecimiento para los jóvenes, debe incluir ciertamente una formación doctrinal y moral. Es igualmente importante que esté centrado en dos grandes ejes: uno es la profundización del kerygma, la experiencia fundante del encuentro con Dios a través de Cristo muerto y resucitado. El otro es el crecimiento en el amor fraterno, en la vida comunitaria, en el servicio.
214. Insistí mucho sobre esto en Evangelii gaudium y creo que es oportuno recordarlo. Por una parte, sería un grave error pensar que en la pastoral juvenil «el kerygma es abandonado en pos de una formación supuestamente más “sólida”. Nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio. Toda formación cristiana es ante todo la profundización del kerygma que se va haciendo carne cada vez más y mejor». Por consiguiente, la pastoral juvenil siempre debe incluir momentos que ayuden a renovar y profundizar la experiencia personal del amor de Dios y de Jesucristo vivo. Lo hará con diversos recursos: testimonios, canciones, momentos de adoración, espacios de reflexión espiritual con la Sagrada Escritura, e incluso con diversos estímulos a través de las redes sociales. Pero jamás debe sustituirse esta experiencia gozosa de encuentro con el Señor por una suerte de “adoctrinamiento”.
215. Por otra parte, cualquier plan de pastoral juvenil debe incorporar claramente medios y recursos variados para ayudar a los jóvenes a crecer en la fraternidad, a vivir como hermanos, a ayudarse mutuamente, a crear comunidad, a servir a los demás, a estar cerca de los pobres. Si el amor fraterno es el «mandamiento nuevo» (Jn 13,34), si es «la plenitud de la Ley» (Rm 13,10), si es lo que mejor manifiesta nuestro amor a Dios, entonces debe ocupar un lugar relevante en todo plan de formación y crecimiento de los jóvenes.