miércoles, 25 de diciembre de 2019

ESTRUCTURA DE LA MISA, SUS ELEMENTOS Y SUS PARTES

III. CADA UNA DE LAS PARTES DE LA MISA
C) Liturgia Eucarística - Comunión


    85. Es muy de desear que los fieles, como está obligado a hacerlo también el mismo sacerdote, reciban el Cuerpo del Señor de las hostias consagradas en esa misma Misa, y en los casos previstos (cfr. n. 283), participen del cáliz, para que aún por los signos aparezca mejor que la Comunión es una participación en el sacrificio que entonces mismo se está celebrando.

PIADOSAS SÚPLICAS A SAN JOSÉ



    ¡Amado San José! Desde el abismo de mi pequeñez, dolor y ansiedad, te contemplo con emoción y alegría en el cielo, pero también como padre de los huérfanos en la tierra, consolador de los tristes, amparo de los desvalidos, gozo y amor de tus devotos ante el trono de Dios, de tu Jesús y de María, tu santa Esposa. Por eso, pobre y necesitado, a Vos dirijo hoy y siempre mis lágrimas y penas, mis ruegos y clamores del alma, mis arrepentimientos y mis esperanzas; y hoy especialmente traigo ante tu altar y tu imagen una pena para que consueles, un mal para que remedies, una desgracia para que impidas, una necesidad para que socorras, una gracia para que obtengas para mí y para mis seres queridos. Y para conmoverte te lo pediré y demandaré durante treinta días continuos en reverencia a los treinta años que viviste en la tierra con Jesús y María, y te lo pediré, urgente y confiadamente, invocando las distintas etapas y dolores de tu vida. Me sobran los motivos para confiar en que no demorarás en oír mi petición y remediar mi necesidad; siendo tan cierta mi fe en tu bondad y poder, confío en que me obtendrás lo que necesito y aún más de lo que te pido y deseo. Amén

LITURGIA DE LAS HORAS - OFICIO DE LECTURA



TIEMPO DE NAVIDAD
JUEVES - INFRAOCTAVA DE NAVIDAD
Del Propio de la Fiesta.

26 de diciembre

SAN ESTEBAN, protomártir (FIESTA).

OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO

Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. A Cristo recién nacido, que ha otorgado a Esteban la corona de la gloria, venid, adorémosle.

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.


Himno: PALABRA DEL SEÑOR YA RUBRICADA

Palabra del Señor ya rubricada
es la vida del mártir ofrecida
como prueba fiel de que la espada
no puede ya truncar la fe vivida.

Fuente de fe y de luz es su memoria,
coraje para el justo en la batalla
del bien, de la verdad, siempre victoria
que, en vida y muerte, el justo en Cristo halla.

Martirio es el dolor de cada día,
si en Cristo y con amor es aceptado,
fuego lento de amor que, en la alegría
de servir al Señor, es consumado.

Concédenos, oh Padre, sin medida,
y tú, Señor Jesús crucificado,
el fuego del Espíritu de vida
para vivir el don que nos has dado. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Esteban, lleno del Espíritu Santo, con la mirada fija en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús a la diestra del Padre.

Salmo 2 - EL MESÍAS, REY VENCEDOR.

¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?

Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo.»

El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
«yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo».

Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza.»

Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Esteban, lleno del Espíritu Santo, con la mirada fija en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús a la diestra del Padre.

Ant 2. Esteban, puesto de rodillas, decía con fuerte voz: «Señor Jesús, no les tomes en cuenta este pecado.»

Salmo 10 - EL SEÑOR ESPERANZA DEL JUSTO

Al Señor me acojo, ¿por qué me decís:
«escapa como un pájaro al monte,
porque los malvados tensan el arco,
ajustan las saetas a la cuerda,
para disparar en la sombra contra los buenos?
Cuando fallan los cimientos,
¿qué podrá hacer el justo?»

Pero el Señor está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo;
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres.

El Señor examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo detesta.
Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre,
les tocará en suerte un viento huracanado.

Porque el Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Esteban, puesto de rodillas, decía con fuerte voz: «Señor Jesús, no les tomes en cuenta este pecado.»

Ant 3. Nadie podía resistir a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.

Salmo 16 - DIOS, ESPERANZA DEL INOCENTE PERSEGUIDO

Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño:
emane de ti la sentencia,
miren tus ojos la rectitud.

Aunque sondees mi corazón,
visitándolo de noche,
aunque me pruebes al fuego,
no encontrarás malicia en mí.

Mi boca no ha faltado
como suelen los hombres;
según tus mandatos yo me he mantenido
en la senda establecida.
Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis pasos.

Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia,
tú que salvas de los adversarios
a quien se refugia a tu derecha.

Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme
de los malvados que me asaltan,
del enemigo mortal que me cerca.

Han cerrado sus entrañas
y hablan con boca arrogante;
ya me rodean sus pasos,
se hacen guiños para derribarme,
como un león ávido de presa,
como un cachorro agazapado en su escondrijo.

Levántate, Señor, hazle frente, doblégalo,
que tu espada me libre del malvado,
y tu mano, Señor, de los mortales;
mortales de este mundo: sea su lote esta vida;
de tu despensa les llenarás el vientre,
se saciarán sus hijos
y dejarán a sus pequeños lo que sobra.

Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nadie podía resistir a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.

V. Me asaltaron angustias y opresiones.
R. Pero tus mandatos son mi delicia.

PRIMERA LECTURA

De los Hechos de los apóstoles 6, 8—7, 2a. 44-59

MARTIRIO DE SAN ESTEBAN

Esteban, lleno de gracia y de poder sobrenatural, obraba señales y prodigios entre el pueblo. Algunos de la facción llamada de los libertos y algunos cirenenses y alejandrinos y otros de Cilicia y del Asia proconsular se levantaron a disputar con Esteban; pero no podían resistir a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.

Por eso sobornaron a algunos para que presentasen esta acusación:

«Nosotros le hemos oído proferir blasfemias contra Moisés y contra Dios.»

Así excitaron los ánimos del pueblo, de los ancianos y de los escribas. Luego, cayendo de improviso sobre él, lo arrebataron y lo condujeron ante el Consejo. Allí hicieron comparecer testigos falsos con esta acusación:

«Este hombre no cesa de hablar contra el lugar santo y contra la ley. Nosotros le hemos oído decir que ese Jesús Nazareno destruirá este templo y cambiará las costumbres que nos ha transmitido Moisés.»

Todos los que estaban sentados en el Consejo pusieron en él los ojos, y vieron su rostro como el de un ángel. El sumo sacerdote le preguntó:

«¿Es verdad lo que éstos dicen?»

Él contestó:

«Hermanos y padres, escuchad: Nuestros padres tuvieron consigo, en el desierto, el tabernáculo del testimonio. Así lo había dispuesto el que mandó a Moisés fabricarlo según el modelo que le había mostrado. Nuestros padres lo recibieron en herencia y lo introdujeron, bajo la dirección de Josué, en la tierra que ocupaban los gentiles, a quienes arrojó Dios para dar lugar a nuestros padres. Y así hasta los días de David. David halló gracia a los ojos de Dios. Pidió el privilegio de construir morada para el Dios de Jacob; pero fue Salomón quien se la edificó, aunque ciertamente el Altísimo no habita en casas construidas por los hombres, como dice el profeta: "El cielo es mi trono y la tierra es escabel de mis pies. ¿Qué casa me vais a construir -dice el Señor-, o cuál va a ser el lugar de mi descanso? ¿No soy yo quien ha hecho todas estas cosas?"

¡Hombres de dura cerviz, que cerráis obstinadamente vuestro entendimiento y vuestro corazón a la verdad, vosotros habéis ido siempre en contra del Espíritu Santo! Lo mismo que hicieron vuestros padres hacéis también vosotros. ¿A qué profeta dejaron de perseguir vuestros padres? Ellos quitaron la vida a los que anunciaban la venida del Justo, al cual vosotros habéis ahora traicionado y asesinado; vosotros, que recibisteis la ley por ministerio de los ángeles y no la guardasteis.»

Al escuchar esta diatriba, ardían de rabia sus corazones y rechinaban sus dientes de coraje. Esteban, por su parte, lleno del Espíritu Santo, con la mirada fija en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús a su diestra; y exclamó:

«Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre a la diestra de Dios.»

Ante estas palabras, con gran gritería, se taparon los oídos. Embistieron todos a una contra él y, sacándolo a empellones fuera de la ciudad, lo apedrearon. Los testigos dejaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo. Mientras lo apedreaban, Esteban oraba con estas palabras:

«Señor Jesús, recibe mi espíritu.»

Y, puesto de rodillas, dijo con fuerte voz:

«Señor, no les tomes en cuenta este pecado.»

Y, dicho esto, murió. Saulo, por su parte, aprobaba su muerte.

RESPONSORIO    

R. Esteban, siervo de Dios, a quien apedreaban los judíos, vio los cielos abiertos, y al punto entró en ellos; * dichoso mortal, para quien los cielos se abrieron.
V. Cuando era destrozado por la fragorosa tempestad de piedras, vio en las profundidades del cielo una intensa claridad.
R. Dichoso mortal, para quien los cielos se abrieron.

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san Fulgencio de Ruspe, obispo
(Sermón 3, 1-3. 5-6: CCL 91 A, 905-909)

LAS ARMAS DE LA CARIDAD

Ayer celebrábamos el nacimiento temporal de nuestro Rey eterno; hoy celebramos el martirio triunfal de su soldado.

Ayer nuestro Rey, con la vestidura de gala de nuestra carne, salió del palacio del seno virginal y se dignó visitar el mundo; hoy su soldado, abandonando la tienda de su cuerpo, ha entrado triunfante en el cielo.

Nuestro Rey, a pesar de su condición altísima, por nosotros viene humilde, mas no con las manos vacías: él trae para sus soldados una dádiva espléndida, ya que no sólo les otorga copiosas riquezas, sino que les da también una fortaleza invencible en el combate. En efecto, trae consigo el don de la caridad, que eleva a los hombres hasta la participación de la naturaleza divina.

Y, al repartir estos dones, en nada queda él empobrecido, sino que de un modo admirable enriquece la pobreza de sus fieles sin mengua de sus tesoros inagotables.

La misma caridad que hizo bajar a Cristo del cielo a la tierra ha hecho subir a Esteban de la tierra al cielo. La misma caridad que había precedido en la persona del Rey resplandeció después en su soldado.

Esteban, para merecer la corona que significaba su nombre, tuvo por arma la caridad, y ella le dio siempre la victoria. Por amor a Dios no cedió ante la furia de los judíos, por amor al prójimo intercedió por los que lo apedreaban. Por esta caridad refutaba a los que estaban equivocados, para que se enmendasen de su error; por ella oraba por los que lo apedreaban, para que no fuesen castigados.

Apoyado en la fuerza de esta caridad, venció la furia y crueldad de Saulo y, habiéndolo tenido por perseguidor en la tierra, logró tenerlo por compañero en el cielo. Movido por esta santa e inquebrantable caridad, deseaba conquistar con su oración a los que no había podido convertir con sus palabras.

Y ahora Pablo se alegra con Esteban, goza con él de la gloria de Cristo, con él desborda de alegría, con él reina. Allí donde entró primero Esteban, aplastado por las piedras de Pablo, entró luego Pablo, ayudado por las oraciones de Esteban.

Ésta es, hermanos míos, la verdadera vida, donde Pablo no es avergonzado por la muerte de Esteban, donde Esteban se congratula de la compañía de Pablo, porque en ambos es la caridad la fuente de su alegría. La caridad de Esteban, en efecto, superó la furia de los judíos, la caridad de Pablo cubrió la multitud de los pecados, la caridad de ambos les hizo merecer juntamente la posesión del reino de los cielos.

La caridad, por tanto, es la fuente y el origen de todo bien, la mejor defensa, el camino que lleva al cielo. El que camina en la caridad no puede errar ni temer, porque ella es guía, protección, camino seguro.

Por esto, hermanos, ya que Cristo ha colocado la escalera de la caridad, por la que todo cristiano puede subir al cielo, aferraos a esta pura caridad, practicadla unos con otros y subid por ella cada vez más arriba.

RESPONSORIO   

R. El día de ayer nació el Señor en la tierra, para que el día de hoy Esteban naciese en el cielo; entró Jesús en el mundo, * para que Esteban entrara en la gloria.
V. Ayer nuestro Rey, con la vestidura de gala de nuestra carne, salió del palacio del seno virginal y se dignó visitar el mundo.
R. Para que Esteban entrara en la gloria.

Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN.

OREMOS,
Concédenos, Señor, imitar las virtudes de san Esteban, cuya entrada en la gloria celebramos; y, así como él supo rogar por sus mismos perseguidores, sepamos nosotros amar a nuestros enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

LITURGIA DE LAS HORAS - LAUDES



TIEMPO DE NAVIDAD
JUEVES - INFRAOCTAVA DE NAVIDAD
Del Propio de la Fiesta.

26 de diciembre

SAN ESTEBAN, protomártir (FIESTA).

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Ant. A Cristo recién nacido, que ha otorgado a Esteban la corona de la gloria, venid, adorémosle.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. A Cristo recién nacido, que ha otorgado a Esteban la corona de la gloria, venid, adorémosle.

Himno: CRISTO ES LA VIDA

Cristo es la vida que, viniendo al mundo,
con sus heridas extirpó la muerte,
y, vuelto al Padre, a su derecha goza
reino perenne.

A él sigue Esteban, su primer discípulo,
galardonado de gloriosa suerte,
aquella que al morir le dio el Espíritu
benignamente.

Nube de piedras su existencia apaga,
sin que la rabia de los malos cese,
piadoso acaba perdonando a aquellos
sayones crueles.

Oh, te pedimos, santo protomártir,
hoy habitante de la paz celeste,
que, desde el alto empíreo, nos depares
gratas mercedes.

Gloria a la Trinidad hoy entonemos,
que a Esteban coronó en dichosa muerte:
luchó el mártir, triunfó, y reina en los cielos
gloriosamente. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Mi alma está unida a ti, Dios mío, pues mi carne fue lapidada por confesar tu nombre.

SALMO 62, 2-9 - EL ALMA SEDIENTA DE DIOS

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Mi alma está unida a ti, Dios mío, pues mi carne fue lapidada por confesar tu nombre.

Ant 2. Esteban vio los cielos abiertos, y al punto entró en ellos; dichoso mortal, para quien los cielos se abrieron.

Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR - Dn 3, 57-88. 56

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.

Ant. Esteban vio los cielos abiertos, y al punto entró en ellos; dichoso mortal, para quien los cielos se abrieron.

Ant 3. Veo los cielos abiertos y a Jesús a la diestra del Padre.

Salmo 149 - ALEGRÍA DE LOS SANTOS

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Veo los cielos abiertos y a Jesús a la diestra del Padre.

LECTURA BREVE   Hch 6, 2b-5a

«No está bien que nosotros descuidemos la palabra de Dios por atender al servicio de las mesas. Elegid, pues, hermanos, de entre vosotros, a siete hombres llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encomendar este servicio. Nosotros, por nuestra parte, nos dedicaremos a la oración en común y al ministerio de la palabra.» Y pareció bien esta proposición a toda la comunidad.

RESPONSORIO BREVE

V. El Señor es mi fuerza y mi energía.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.

V. Él es mi salvación.
R. Y mi energía.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi fuerza y mi energía.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Las puertas del cielo se abrieron para Esteban, que fue el primero en ingresar al ejército de los mártires, y victorioso entró coronado en los cielos.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Las puertas del cielo se abrieron para Esteban, que fue el primero en ingresar al ejército de los mártires, y victorioso entró coronado en los cielos.

PRECES

Celebremos, amados hermanos, a Jesús, el testigo fiel, y al recordar hoy a los santos mártires sacrificados a causa de la palabra de Dios, aclamémoslo diciendo:

Nos has comprado, Señor, con tu sangre.

Por la intercesión de los santos mártires que entregaron libremente su vida como testimonio de la fe,
concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu.

Por la intercesión de los santos mártires que proclamaron la fe hasta derramar su sangre,
concédenos, Señor, la integridad y constancia de la fe.

Por la intercesión de los santos mártires que soportando la cruz siguieron tus pasos,
concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.

Por la intercesión de los santos mártires que blanquearon su manto en la sangre del Cordero,
concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Con la confianza de que Cristo ha abierto también los cielos para nosotros con su muerte, digamos la oración que él nos enseñó:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Concédenos, Señor, imitar las virtudes de san Esteban, cuya entrada en la gloria celebramos; y, así como él supo rogar por sus mismos perseguidores, sepamos nosotros amar a nuestros enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

LITURGIA DE LAS HORAS - VÍSPERAS



TIEMPO DE NAVIDAD
JUEVES - INFRAOCTAVA DE NAVIDAD
Del Propio de la Fiesta.

26 de diciembre

SAN ESTEBAN, protomártir (FIESTA).

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: HERMANOS, DIOS HA NACIDO

Hermanos, Dios ha nacido
sobre un pesebre. Aleluya.
Hermanos, cantad conmigo:
«Gloria a Dios en las alturas.»

Desde su cielo ha traído
mil alas hasta su cuna.
Hermanos, cantad conmigo:
«Gloria a Dios en las alturas.»

Hoy mueren todos los odios
y renacen las ternuras.
Hermanos, cantad conmigo:
«Gloria a Dios en las alturas.»

El corazón más perdido
ya sabe que alguien le busca.
Hermanos, cantad conmigo:
«Gloria a Dios en las alturas.»

El cielo ya no está solo,
la tierra ya no está a oscuras.
Hermanos, cantad conmigo:
«Gloria a Dios en las alturas.» Amén.

SALMODIA

Ant 1. Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.

Salmo 109, 1-5. 7 - EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.

Ant 2. Del Señor viene la misericordia y la redención copiosa.

Salmo 129 - DESDE LO HONDO A TI GRITO, SEÑOR.

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Del Señor viene la misericordia y la redención copiosa.

Ant 3. En el principio, antes de los siglos, la Palabra era Dios, y hoy esta Palabra ha nacido como Salvador del mundo.

Cántico: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CREATURA Y PRIMER RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS. Cf. Col 1, 12-20

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda creatura;
pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:
haciendo la paz por la sangre de su cruz
con todos los seres, así del cielo como de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. En el principio, antes de los siglos, la Palabra era Dios, y hoy esta Palabra ha nacido como Salvador del mundo.

LECTURA BREVE   1Jn 1, 5b. 7

Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna. Si caminamos en la luz, lo mismo que está él en la luz, entonces vivimos en comunión unos con otros; y la sangre de Jesús, su Hijo, nos purifica de todo pecado.

RESPONSORIO BREVE

V. La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.
R. La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.

V. Y puso su morada entre nosotros.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. La Palabra se hizo carne. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía y la noche se encontraba en la mitad de su carrera, tu Palabra omnipotente, Señor, descendió del cielo, desde el trono real. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía y la noche se encontraba en la mitad de su carrera, tu Palabra omnipotente, Señor, descendió del cielo, desde el trono real. Aleluya.

PRECES

Acudamos a Cristo, Palabra eterna de Dios, que al poner su morada entre nosotros nos ha abierto el camino de la salvación, y digámosle con fe:

Líbranos, Señor, de todo mal.

Por el misterio de tu encarnación, por tu nacimiento y por tu infancia, por toda tu vida consagrada al servicio del Padre:
Líbranos, Señor, de todo mal.

Por tus trabajos, por tu predicación y por tus largas horas de camino, por toda tu vida de entrega a la salvación de los pecadores:
Líbranos, Señor, de todo mal.

Por tu agonía y tu pasión, por tu cruz y tu desamparo, por tus angustias, por tu muerte y tu sepultura:
Líbranos, Señor, de todo mal.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Por tu santa resurrección y tu admirable ascensión, por el don del Espíritu Santo, por tu triunfo eterno y tu gloria, libra, Señor, a nuestros hermanos que ya han muerto.
Líbranos, Señor, de todo mal.

Ya que Cristo con su nacimiento ha hecho de todos nosotros los hijos de Dios, acudamos a nuestro Padre, diciendo:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Concédenos, Dios todopoderoso, que el nacimiento de tu Hijo en nuestra carne mortal nos libre de la antigua servidumbre del pecado que pesa aún sobre nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

LITURGIA DE LAS HORAS - COMPLETAS



COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Himno: CUANDO ACABAMOS EL DÍA

Cuando acabamos el día
te suplicamos, Señor,
nos hagas de centinela
y otorgues tu protección.

Que te sintamos: contigo
sueñe nuestro corazón
para cantar tus loores
de nuevo al salir el sol.

Danos vida saludable,
alienta nuestro calor,
tu claridad ilumine
la oscuridad que llegó.

Dánoslo, Padre piadoso,
por Jesucristo, el Señor,
que reina con el Espíritu
Santo vivificador. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.

Salmo 4 - ACCIÓN DE GRACIAS.

Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración.

Y vosotros, ¿hasta cuándo ultrajaréis mi honor,
amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?
Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me escuchará cuando lo invoque.

Temblad y no pequéis, reflexionad
en el silencio de vuestro lecho;
ofreced sacrificios legítimos
y confiad en el Señor.

Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?»

Pero tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría
que si abundara en trigo y en vino.

En paz me acuesto y en seguida me duermo,
porque tú sólo, Señor, me haces vivir tranquilo.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.

Ant 2. Durante la noche, bendecid al Señor.

Salmo 133 - ORACIÓN VESPERTINA EN EL TEMPLO

Y ahora bendecid al Señor,
los siervos del Señor,
los que pasáis la noche
en la casa del Señor:

Levantad las manos hacia el santuario,
y bendecid al Señor.

El Señor te bendiga desde Sión:
el que hizo cielo y tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Durante la noche, bendecid al Señor.

LECTURA BREVE   Dt 6, 4-7

Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado.

RESPONSORIO BREVE

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

CÁNTICO DE SIMEÓN       Lc 2, 29-32

Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

ORACIÓN

OREMOS,
Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles habiten en ella y nos guarden en paz y que tu bendición permanezca siempre con nosotros. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

BENDICIÓN

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.

ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.

EVANGELIO - 26 de Diciembre - San Mateo 10,17-22


    Evangelio según San Mateo 10,17-22.

    Jesús dijo a sus apóstoles: Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas.
    A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.
    Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.
    El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.
    Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 26 de Diciembre - "Seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará"


      San Gregorio de Nisa - Sermón 27, 9: PG 44, 1291-1295. 1299-1302

«Seréis odiados por todos a causa de mi nombre;
pero el que persevere hasta el final, se salvará» 

    Nuestra vida tiene necesidad de un hábitat donde fijarse; si aquí no tenemos algo que nos relance hacia fuera, hacia más allá de la tierra, seremos siempre de la tierra; si por el contrario nos dejamos atraer por el cielo, seremos transportados al más-allá. ¿Ves a dónde conduce la bienaventuranza que, a través de avatares aparentemente tristes y dolorosos, te lleva a adquirir un bien tan grande? Lo había advertido ya el Apóstol: Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz. La aflicción es, pues, como la flor de los frutos esperados. ¡Por amor al fruto, cojamos también la flor! Movámonos y corramos, pero no corramos en vano: que nuestra carrera esté siempre orientada a la consecución del premio de nuestra vocación celestial. Corramos de modo que lo alcancemos.

    Por tanto, no nos aflijamos cuando nos veamos combatidos y suframos persecución; alegrémonos más bien, pues, cuando se nos prive de los bienes apreciados en la tierra, se nos invita a gozar de los bienes del cielo, de acuerdo con la palabra de aquel que ha proclamado dichosos a cuantos por su causa sean afligidos y perseguidos: de éstos es el reino de los cielos, por la gracia de nuestro Señor Jesucristo, de quien es la gloria y el imperio por siglos sin fin. Amén.

FIESTA DE SAN ESTEBAN, PROTOMÁRTIR

26 de Diciembre


    Este santo se llama "protomártir", porque tuvo el honor de ser el primer mártir que derramó su sangre por proclamar su fe en Jesucristo. Esteban era uno de los hombres de confianza de los apóstoles. La Santa Biblia, en los Hechos de los Apóstoles narra que cuando en Jerusalén hubo una protesta de las viudas y pobres que no eran israelitas porque en la distribución de las ayudas se les daba más preferencia a los que eran de Israel que a los pobres que eran del extranjero, los 12 apóstoles dijeron: "A nosotros no nos queda bien dejar nuestra labor de predicar por dedicarnos a repartir ayudas materiales". Y pidieron a los creyentes que eligieran por voto popular a siete hombres de muy buena conducta y llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, para que se encargaran de la repartición de las ayudas a los pobres. Y entre los siete elegidos, resultó aclamado Esteban (junto con Nicanor, Felipe y otros). Fueron presentados a los apóstoles los cuales oraron por ellos y les impusieron las manos, quedando así ordenados de diáconos (palabra que significa "ayudante", "servidor". Diácono es el grado inmediatamente inferior al sacerdote).

    Los judíos provenientes de otros países, al llegar a Jerusalén empezaron a discutir con Esteban que les hablaba muy bien de Jesucristo, y no podían resistir a su sabiduría y al Espíritu Santo que hablaba por medio de él. Siempre les ganaba las discusiones. Lo llevaron ante el Tribunal Supremo de la nación llamado Sanedrín, para acusarlo con falsos testigos, diciendo que él afirmaba que Jesús iba a destruir el templo y a acabar con las leyes de Moisés. Y los del tribunal al observarlo vieron que su rostro brillaba como el de un ángel.

    Esteban pronunció entre el Sanedrín un impresionante discurso en el cual fue recordando toda la historia del pueblo de Israel (Está en el Capítulo 7 de los Hechos de los Apóstoles) y les fue echando en cara a los judíos que ellos siempre se habían opuesto a los profetas y enviados de Dios, terminando por matar al más santo de todos, Jesucristo el Salvador. Al oír esto, ellos empezaron a rechinar de rabia. Pero Esteban lleno del Espíritu Santo miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la derecha de Dios y exclamó: "Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre en pie a la derecha de Dios". Entonces ellos llenos de rabia se taparon los oídos y se lanzaron contra él.

    Lo arrastraron fuera de la ciudad y lo apedrearon. Los que lo apedreaban dejaron sus vestidos junto a un joven llamado Saulo (el futuro San Pablo que se convertirá por las oraciones de este mártir) y que aprobaba aquel delito. Mientras lo apedreaban, Esteban decía: "Señor Jesús, recibe mi espíritu". Y de rodillas dijo con fuerte voz: "Señor, no les tengas en cuenta este pecado". Y diciendo esto, murió. Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban y la comunidad hizo gran duelo por él.

Oremos

    Dichoso tú Esteban que por proclamar tu amor a Cristo en la tierra te fuiste a acompañarlo a Él en el cielo. Haz que seamos muchos, muchísimos los que con nuestras palabras y buenas obras nos declaremos amigos y seguidores de Jesús en esta vida y seamos sus compañeros en el gozo eterno del Paraíso. Amén.

EL CANON DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS

NUEVO TESTAMENTO


    Las tres cartas, tradicionalmente atribuidas a san Juan, presentan una temática común, en especial la primera y la segunda y todas son muy cercanas al contenido y al lenguaje teológico del cuarto evangelio. Las tres se deben a una misma mano –en este punto la mayoría de biblistas está de acuerdo–, aunque esa mano resulte misteriosa para nosotros. El título de «Anciano» con que se designa a sí mismo, no alude a un simple maestro (un escriba o un teólogo), encargado de aclarar algún punto doctrinal; posee ya un sentido técnico dentro del Nuevo Testamento y del ámbito eclesiástico. El «Anciano» se muestra en las cartas como responsable de la comunidad, a la que conoce bien y quiere ayudar pastoralmente con sus imperativos y exhortaciones; es el garante de la tradición evangélica. No dice su nombre, pero sus lectores sabían quién era. Este empleo tan singular parece confirmar la opinión de que se alude a un hombre de Iglesia especialmente venerado y destacado en aquel ámbito.

Destinatarios y contenido de las cartas 

    A diferencia de la primera carta de Juan, estas dos mini-cartas son escritos personales, dirigidos a una comunidad específica que está bajo la responsabilidad del autor. Más que cartas, habría que denominarlas «notas o avisos breves», previos a una visita donde se discutirán a fondo los problemas, cara a cara (2 Jn 12; 3 Jn 14).

Tercera carta de Juan 

    La «segunda» trata un problema interno de abuso de autoridad. Va dirigida a un tal Gayo a quien alaba por la acogida y hospitalidad dispensadas a los misioneros itinerantes, entre ellos un tal Demetrio (12), enviados por «el Anciano». Al mismo tiempo condena la conducta del supuesto responsable de la comunidad local, Diotrefes, «a quien le gusta mandar», y por eso, «ni recibe él a los hermanos ni se lo deja hacer a los que quieren, antes los expulsa» de la comunidad (9). Es probable que con este aviso el autor esté preparando el terreno para cortar por lo sano y destituir de su cargo al tal Diotrefes.

Homilía del Papa Francisco en la Misa de la Solemnidad de la Natividad del Señor


    “La Navidad nos recuerda que Dios sigue amando a cada hombre, incluso al peor. A mí, a ti, a cada uno de nosotros, Él nos dice hoy: ‘Te amo y siempre te amaré, eres precioso a mis ojos’”

    «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1). Esta profecía de la primera lectura se realizó en el Evangelio. De hecho, mientras los pastores velaban de noche en sus campos, «la gloria del Señor los envolvió de claridad» (Lc 2,9). En la noche de la tierra apareció una luz del cielo. ¿Qué significa esta luz surgida en la oscuridad? Nos lo sugiere el apóstol Pablo, que nos dijo: «Se ha manifestado la gracia de Dios». La gracia de Dios, «que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11), ha envuelto al mundo esta noche.

    Pero, ¿qué es esta gracia? Es el amor divino, el amor que transforma la vida, renueva la historia, libera del mal, infunde paz y alegría. En esta noche, el amor de Dios se ha mostrado a nosotros: es Jesús. En Jesús, el Altísimo se hizo pequeño para ser amado por nosotros. En Jesús, Dios se hizo Niño, para dejarse abrazar por nosotros. Pero, podemos todavía preguntarnos, ¿por qué san Pablo llama “gracia” a la venida de Dios al mundo? Para decirnos que es completamente gratuita. Mientras que aquí en la tierra todo parece responder a la lógica de dar para tener, Dios llega gratis. Su amor no es negociable: no hemos hecho nada para merecerlo y nunca podremos recompensarlo.

    Se ha manifestado la gracia de Dios. En esta noche nos damos cuenta de que, aunque no estábamos a la altura, Él se hizo pequeñez para nosotros; mientras andábamos ocupados en nuestros asuntos, Él vino entre nosotros. La Navidad nos recuerda que Dios sigue amando a cada hombre, incluso al peor. A mí, a ti, a cada uno de nosotros, Él nos dice hoy: “Te amo y siempre te amaré, eres precioso a mis ojos”. Dios no te ama porque piensas correctamente y te comportas bien; Él te ama y basta. Su amor es incondicional, no depende de ti. Puede que tengas ideas equivocadas, que hayas hecho de las tuyas; sin embargo, el Señor no deja de amarte. ¿Cuántas veces pensamos que Dios es bueno si nosotros somos buenos, y que nos castiga si somos malos? Pero no es así. Aun en nuestros pecados continúa amándonos. Su amor no cambia, no es quisquilloso; es fiel, es paciente. Este es el regalo que encontramos en Navidad: descubrimos con asombro que el Señor es toda la gratuidad posible, toda la ternura posible. Su gloria no nos deslumbra, su presencia no nos asusta. Nació pobre de todo, para conquistarnos con la riqueza de su amor.

    Se ha manifestado la gracia de Dios. Gracia es sinónimo de belleza. En esta noche, redescubrimos en la belleza del amor de Dios, también nuestra belleza, porque somos los amados de Dios. En el bien y en el mal, en la salud y en la enfermedad, felices o tristes, a sus ojos nos vemos hermosos: no por lo que hacemos sino por lo que somos. Hay en nosotros una belleza indeleble, intangible; una belleza irreprimible que es el núcleo de nuestro ser. Dios nos lo recuerda hoy, tomando con amor nuestra humanidad y haciéndola suya, “desposándose con ella” para siempre.

    De hecho, la «gran alegría» anunciada a los pastores esta noche es «para todo el pueblo». En aquellos pastores, que ciertamente no eran santos, también estamos nosotros, con nuestras flaquezas y debilidades. Así como los llamó a ellos, Dios también nos llama a nosotros, porque nos ama. Y, en las noches de la vida, a nosotros como a ellos nos dice: «No temáis» (Lc 2,10). ¡Ánimo, no hay que perder la confianza, no hay que perder la esperanza, no hay que pensar que amar es tiempo perdido! En esta noche, el amor venció al miedo, apareció una nueva esperanza, la luz amable de Dios venció la oscuridad de la arrogancia humana. ¡Humanidad, Dios te ama, se hizo hombre por ti, ya no estás sola!

    Queridos hermanos y hermanas: ¿Qué hacer ante esta gracia? Una sola cosa: acoger el don. Antes de ir en busca de Dios, dejémonos buscar por Él. No partamos de nuestras capacidades, sino de su gracia, porque Él es Jesús, el Salvador. Pongamos nuestra mirada en el Niño y dejémonos envolver por su ternura. Ya no tendremos más excusas para no dejarnos amar por Él: Lo que sale mal en la vida, lo que no funciona en la Iglesia, lo que no va bien en el mundo ya no será una justificación. Pasará a un segundo plano, porque frente al amor excesivo de Jesús, que es todo mansedumbre y cercanía, no hay excusas. La pregunta que surge en Navidad es: “¿Me dejo amar por Dios? ¿Me abandono a su amor que viene a salvarme?”.

    Un regalo así, tan grande, merece mucha gratitud. Acoger la gracia es saber agradecer. Pero nuestras vidas a menudo transcurren lejos de la gratitud. Hoy es el día adecuado para acercarse al sagrario, al belén, al pesebre, para agradecer. Acojamos el don que es Jesús, para luego transformarnos en don como Jesús. Convertirse en don es dar sentido a la vida y es la mejor manera de cambiar el mundo: cambiamos nosotros, cambia la Iglesia, cambia la historia cuando comenzamos a no querer cambiar a los otros, sino a nosotros mismos, haciendo de nuestra vida un don.

    Jesús nos lo manifiesta esta noche. No cambió la historia constriñendo a alguien o a fuerza de palabras, sino con el don de su vida. No esperó a que fuéramos buenos para amarnos, sino que se dio a nosotros gratuitamente. Tampoco nosotros podemos esperar que el prójimo cambie para hacerle el bien, que la Iglesia sea perfecta para amarla, que los demás nos tengan consideración para servirlos. Empecemos nosotros. Así es como se acoge el don de la gracia. Y la santidad no es sino custodiar esta gratuidad.

    Una hermosa leyenda cuenta que, cuando Jesús nació, los pastores corrían hacia la gruta llevando muchos regalos. Cada uno llevaba lo que tenía: unos, el fruto de su trabajo, otros, algo de valor. Pero mientras todos los pastores se esforzaban, con generosidad, en llevar lo mejor, había uno que no tenía nada. Era muy pobre, no tenía nada que ofrecer. Y mientras los demás competían en presentar sus regalos, él se mantenía apartado, con vergüenza. En un determinado momento, san José y la Virgen se vieron en dificultad para recibir todos los regalos, sobre todo María, que debía tener en brazos al Niño. Entonces, viendo a aquel pastor con las manos vacías, le pidió que se acercara. Y le puso a Jesús en sus manos. El pastor, tomándolo, se dio cuenta de que había recibido lo que no se merecía, que tenía entre sus brazos el regalo más grande de la historia. Se miró las manos, y esas manos que le parecían siempre vacías se habían convertido en la cuna de Dios. Se sintió amado y, superando la vergüenza, comenzó a mostrar a Jesús a los otros, porque no podía sólo quedarse para él el regalo de los regalos.

    Querido hermano, querida hermana: Si tus manos te parecen vacías, si ves tu corazón pobre en amor, esta noche es para ti. Se ha manifestado la gracia de Dios para resplandecer en tu vida. Acógela y brillará en ti la luz de la Navidad.