La vigilancia en espera de la venida del Señor. Durante esta primer semana las lecturas bíblicas y la predicación son una invitación con las palabras del Evangelio: "Velen y estén preparados, que no saben cuándo llegará el momento". Es importante que, como familia nos hagamos un propósito que nos permita avanzar en el camino hacia la Navidad; ¿qué te parece si nos proponemos revisar nuestras relaciones familiares? Como resultado deberemos buscar el perdón de quienes hemos ofendido y darlo a quienes nos hayan ofendido para comenzar el Adviento viviendo en un ambiente de armonía y amor familiar. Desde luego, esto deberá ser extensivo también a los demás grupos de personas con los que nos relacionamos diariamente, como la escuela, el trabajo, los vecinos, etc. Esta semana, en familia al igual que en cada comunidad parroquial, encenderemos la primer vela de la Corona de Adviento, color morada, como signo de vigilancia y deseos de conversión.
sábado, 28 de noviembre de 2020
EVANGELIO - 29 de Noviembre - San Marcos 13,33-37
Tú, Señor, eres nuestro padre, "nuestro Redentor" es tu Nombre desde siempre!
¿Por qué, Señor, nos desvías de tus caminos y endureces nuestros corazones para que dejen de temerte? ¡Vuelve, por amor a tus servidores y a las tribus de tu herencia!
¡Si rasgaras el cielo y descendieras, las montañas se disolverían delante de ti!
Cuando hiciste portentos inesperados, que nadie había escuchado jamás, ningún oído oyó, ningún ojo vio a otro Dios, fuera de ti, que hiciera tales cosas por los que esperan en él.
Tú vas al encuentro de los que practican la justicia y se acuerdan de tus caminos. Tú estás irritado, y nosotros hemos pecado, desde siempre fuimos rebeldes contra ti.
Nos hemos convertido en una cosa impura, toda nuestra justicia es como un trapo sucio. Nos hemos marchitado como el follaje y nuestras culpas nos arrastran como el viento.
No hay nadie que invoque tu Nombre, nadie que despierte para aferrarse a ti, porque tú nos ocultaste tu rostro y nos pusiste a merced de nuestras culpas.
Pero tú, Señor, eres nuestro padre, nosotros somos la arcilla, y tu, nuestro alfarero: ¡todos somos la obra de tus manos!
Tú que tienes el trono sobre los querubines,
reafirma tu poder y ven a salvarnos.
Vuélvete, Señor de los ejércitos,
observa desde el cielo y mira:
ven a visitar tu vid,
la cepa que plantó tu mano,
el retoño que Tú hiciste vigoroso.
Que tu mano sostenga al que está a tu derecha,
al hombre que Tú fortaleciste,
y nunca nos apartaremos de ti:
devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre.
Carta I de San Pablo a los Corintios 1,3-9.
Hermanos: Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
No dejo de dar gracias a Dios por ustedes, por la gracia que él les ha concedido en Cristo Jesús.
En efecto, ustedes han sido colmados en él con toda clase de riquezas, las de la palabra y las del conocimiento, en la medida que el testimonio de Cristo se arraigó en ustedes.
Por eso, mientras esperan la Revelación de nuestro Señor Jesucristo, no les falta ningún don de la gracia.
El los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de la Venida de nuestro Señor Jesucristo.
Porque Dios es fiel, y él los llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Evangelio según San Marcos 13,33-37.
En aquél tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento.
Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.
Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana.
No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.
Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!".
Palabra del Señor
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 29 de Noviembre - "Las dos venidas de Cristo"
En su primera venida, Dios llegó sin esplendor alguno, desconocido de la mayoría, prolongando durante largos años el misterio de su vida oculta. Cuando descendió de la montaña de la Transfiguración, Jesús encargó a los discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías. Jesús venía, como un pastor, a buscar a su oveja descarriada, y, para recoger al animal indócil, hizo falta ocultarse. Como un médico que se guarda de espantar al enfermo en un primer momento, el Salvador evita darse a conocer desde el principio de su misión. Lo hace poco a poco, casi insensiblemente. El profeta anunció esta venida sin gloria en estos términos: “Y descenderá como lluvia sobre vellón; y como gotas goteando sobre la tierra.” (Sal 71,6 LXX) No ha rasgado el firmamento para venir sobre las nubes, sino que vino en silencio, encerrado en el seno de una Virgen durante nueve meses. Nació en un pesebre, como hijo de un humilde artesano... Se mueve de aquí para allá como un hombre cualquiera, sus vestidos son simples, su mesa frugal. Camina sin cesar, hasta cansarse, por los caminos de la vida. Pero su segunda venida no será así. Llegará con tanto esplendor que no hará falta anunciarla: “...como el relámpago sale de oriente y brilla hasta occidente, así será la venida del Hijo del hombre.” (Mt 24,27) Será el tiempo del juicio y de la sentencia pronunciada. Entonces, el Señor aparecerá no como un médico sino como un juez. El profeta Daniel ha visto su trono, la corriente de aguas al pie de su asiento en el tribunal y el fuego alrededor, el carro y las ruedas (cf Dn 7,9-10)... David, el rey-profeta, no habla más que de esplendor, de gloria, de fuego resplandeciente: “...delante de él viene un fuego devorador, en torno suyo ruge la tormenta...” (cf Sal 49,3) Todas estas comparaciones tiene por objeto de presentarnos la soberanía de Dios, la luz esplendorosa que lo envuelve y su naturaleza inaccesible.
SANTORAL - SAN GREGORIO TAUMATURGO
Se llama "taumaturgo" al que hace muchos milagros. A este santo le pusieron ese nombre porque según indica la tradición popular, desde tiempos de Moisés, no se había visto a un hombre conseguir tantos milagros como los que obtuvo San Gregorio. Cuando era joven tuvo que viajar a Cesarea, en Palestina, a acompañar a una hermana; estando allá, conoció al sabio más grande de su tiempo que era Orígenes quien había puesto una escuela de teología en esa ciudad. Al estallar la persecución de Decio en 250, San Gregorio aconsejó a los cristianos que se escondieran para que no tuvieran peligro de renegar de su fe cristiana por temor a los tormentos. Se ha hecho célebre en la historia de la Iglesia la frase que dijo este gran santo poco antes de morir. Preguntó: "¿Cuántos infieles quedan aún en la ciudad sin convertirse al cristianismo?" Le respondieron: "Quedan diecisiete", y él exclamó gozoso: "Gracias Señor: ese era el número de cristianos que había en esta ciudad cuando yo llegué a misionar aquí. En ese tiempo no había sino 17 cristianos, y ahora no hay sino 17 paganos".
Las gentes lo invocaban después cuando hubo inundaciones y terremotos, y es que San Gregorio con sus oraciones y sacrificios logró detener terribles inundaciones que amenazaban acabar con toda los cultivos y casas de la ciudad.