sábado, 24 de julio de 2021

EVANGELIO - 25 de Julio - San Juan 6,1-15.


    Segundo Libro de los Reyes 4,42-44.

    Llegó un hombre de Baal Salisá, trayendo al hombre de Dios pan de los primeros frutos: veinte panes de cebada y grano recién cortado, en una alforja. Eliseo dijo: "Dáselo a la gente para que coman".
    Pero su servidor respondió: "¿Cómo voy a servir esto a cien personas?". "Dáselo a la gente para que coman, replicó él, porque así habla el Señor: Comerán y sobrará".
    El servidor se lo sirvió: todos comieron y sobró, conforme a la palabra del Señor.


Salmo 145(144),10-11.15-16.17-18.

Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.

Los ojos de todos esperan en ti,
y tú les das la comida a su tiempo;
abres tu mano y colmas de favores
a todos los vivientes.

El Señor es justo en todos sus caminos
y bondadoso en todas sus acciones;
El Señor está cerca de aquellos que lo invocan,
de aquellos que lo invocan de verdad.


    Carta de San Pablo a los Efesios 4,1-6.

    Hermanos: Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido.
    Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor.
    Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz.
    Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida.
    Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo.
    Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos.


    Evangelio según San Juan 6,1-15.

    Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades.
    Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los enfermos.
    Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
    Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
    Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe: "¿Dónde compraremos pan para darles de comer?".
    El decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
    Felipe le respondió: "Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan".
    Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?".
    Jesús le respondió: "Háganlos sentar". Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres.
    Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.
    Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada".
    Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
    Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía: "Este es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo".
    Jesús, sabiendo que querían apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 25 de Julio - «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?»


San Francisco de Sales Sermón (16-03-1622): Alimento de los pobres y humildes X, 300-303. 16 de marzo de 1622

«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?»

   «Subió Jesús a un monte... Levantando los ojos y contemplando la gran muchedumbre que venía a Él, dijo a Felipe: ¿dónde compraríamos pan para dar de comer a éstos?... aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces.» Jn 6, 3. 5. 9 Contemplemos esa muchedumbre que sigue al Maestro hasta el monte; con qué paz y serenidad de espíritu van tras Él. Ninguno murmura ni se queja, aunque parecía que iban a exhalar el último aliento por el desfallecimiento y el hambre... Cuando nos faltan los apoyos humanos, Dios los sustituye y cuida de nosotros con especial providencia. Esas pobres gentes que siguen al Señor fueron socorridas por el Señor solamente cuando ya iban a desfallecer de hambre. Jesús tuvo mucha compasión, pues por amor de Él se habían olvidado de sí mismas y ni siquiera habían llevado provisiones, excepto el pequeño Marcial, que tenía cinco panes de cebada y dos peces.

    Parece que el Salvador, enamorado del corazón de aquellas buenas gentes, se decía: no habéis tenido tiempo de pensar en vosotros, pero yo me encargaré de cuidaros. Y llamando a Felipe, le dijo: ¿Dónde podríamos encontrar comida para éstos?» y no preguntaba por no saber, sino para probarle. Nunca debemos pensar que Dios nos prueba para que caigamos, sino que prueba a sus servidores más amados para que demuestren su fidelidad y el amor que le tienen... Nuestro Señor probó a Felipe, y fue una buena ocasión, ya que había dado una respuesta llena de prudencia humana.

    Buena cosa es que, como Dios ama tanto la humildad, alguna vez nos pruebe, no para hacernos un mal, sino para enseñarnos por propia experiencia lo que somos, por eso permite que hagamos o digamos grandes locuras o cosas que nos dan materia para humillarnos.

SANTORAL - BEATO DARÍO ACOSTA ZURITA

25 de julio


    Nació el 13 de diciembre de 1908, en Naolinco, Veracruz. Fue bautizado en la iglesia parroquial de San Mateo Apóstol, el 23 de diciembre, con el nombre de Ángel Darío. El ambiente familiar era cristiano y sencillo y su infancia transcurrió tranquila. Recibió la primera Comunión a la edad de seis años y posteriormente el sacramento de la Confirmación.

    Desde niño conoció las limitaciones y los sacrificios, ya que en las revueltas armadas por la revolución su padre perdió el ganado que poseía y los medios económicos necesarios para el sostenimiento de su familia, enfermó de gravedad y al poco tiempo falleció. La joven viuda tuvo que hacer frente a la situación de extrema pobreza en que quedó. Darío la ayudó en el sostén de sus cuatro hermanos.

    Con el apoyo de su madre y la ayuda del señor cura Miguel Mesa, pudo ingresar en el seminario del obispo Guízar y Valencia; primero como alumno externo, y al poco tiempo, por su excelente aprovechamiento y óptima conducta, con la ayuda de una beca, como seminarista.

    Eran tiempos difíciles para la Iglesia por la revolución y las continuas luchas por el poder que asolaban el país, y Mons. Guízar decidió trasladar su seminario a la ciudad de México.

    Recibió la ordenación sacerdotal el 25 de abril de 1931, de manos de Mons. Guízar y Valencia y cantó su primera misa el día 24 de mayo, en la ciudad de Veracruz. Mons. Guízar lo nombró vicario cooperador de la parroquia de la Asunción, en la ciudad de Veracruz, donde se desempeñaba como párroco el señor canónigo Justino de la Mora. También estaban ahí de vicarios el p. Rafael Rosas y el p. Alberto Landa.

    Desde su llegada a Veracruz, fue notable para la gente su fervor y bondad, su preocupación por la catequesis infantil y dedicación al sacramento de la reconciliación.

    El vendaval de la persecución rugía con gran violencia, y el párroco llamó en varias ocasiones a sus vicarios para manifestarles la gravísima situación en que se encontraba la Iglesia y el peligro constante que corrían sus vidas, por el simple hecho de ser sacerdotes, dejándoles en absoluta libertad de ocultarse, si así lo consideraban; o de irse a sus casas, si así lo deseaban. La respuesta que obtuvo de los tres fue siempre: "Estamos dispuestos a arrostrar cualquier grave consecuencia por seguir en nuestros deberes sacerdotales". La disposición al martirio era manifiesta y constantemente renovada en aquellos días en que el perseguidor mostró todo su odio a Dios y a la Iglesia católica, al promulgar el decreto 197, Ley Tejeda, referente a la reducción de los sacerdotes en todo el Estado de Veracruz, para terminar con el "fanatismo del pueblo". De parte del gobernador, fue enviada a cada sacerdote una carta exigiéndoles el cumplimiento de esa ley. Al p. Darío le correspondió el número 759 y la recibió el 21 de julio.

    El día 25 de julio era la fecha establecida por el gobernador para que entrara en vigor la inicua ley. Era un día lluvioso, y en la parroquia de la Asunción todo transcurría normal. Las naves del templo estaban repletas de niños que habían llegado de todos los centros de catecismo, acompañados por sus catequistas. Había también un gran número de adultos, esperando recibir el sacramento de la reconciliación. Eran las 6.10 de la tarde, cuando varios hombres vestidos con gabardinas militares entraron simultáneamente por las tres puertas del templo, y sin previo aviso comenzaron a disparar contra los sacerdotes. El p. Landa fue gravemente herido, el p. Rosas se libró milagrosamente, al protegerse en el púlpito y el p. Darío, que acababa de salir del bautisterio, en donde había bautizado a un niño, cayó acribillado por las balas asesinas, alcanzando a exclamar: "¡Jesús!".

    Al escuchar los disparos, salió de la sacristía el señor cura De la Mora pidiendo que a él también lo mataran, pero los asesinos ya habían huido. El señor cura se acercó al p. Darío para darle los últimos auxilios.

    Algunos años después, en 1962, el Arzobispo de Veracruz, Dr. Manuel Pío López, mandó una Carta Pastoral a todos sus diocesanos, con motivo de la institución del proceso informativo sobre la fama de martirio del Padre Darío y él relató un milagro que ocurrió en su tumba:

    "Una religiosa del Asilo Veracruzano, deshecho el pulmón por tuberculosis en último grado, que llena de fe, se recostó en el sepulcro del Padre Darío, quedó sana instantáneamente".

    El 19 de marzo de 1994, fue cuando se inició la Introducción de la Causa de beatificación del Padre Darío.

    Sobre su tumba, trasladados sus restos mortales a la Parroquia de la Asunción, y precisamente cerca del lugar donde cayó mortalmente herido, se lee esta significativa inscripción, puesta por el pueblo cristiano, que confirma su gran martirio.

    Fue beatificado el 20 de noviembre de 2005 en el estadio Jalisco de Guadalajara junto con otros mártires laicos y sacerdotes.


Oremos

    Señor y Dios nuestro, que iluminaste el misterio de la cruz en la muerte gloriosa de tu mártir Darío Acosta Zurita, escucha nuestra súplica y haz que, fortalecidos por este sacrificio, nos unamos a Cristo fielmente y trabajemos en la Iglesia por la salvación de todos los hombres. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén