jueves, 2 de octubre de 2025
EVANGELIO - 03 de Octubre - San Lucas 10,13-16
Ustedes dirán: Al Señor, nuestro Dios, pertenece la justicia; a nosotros, en cambio, la vergüenza reflejada en el rostro, como sucede en el día de hoy; vergüenza para los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén, para nuestros reyes y nuestros jefes, para nuestros sacerdotes, nuestros profetas y nuestros padres.
Porque hemos pecado contra el Señor, le hemos sido infieles y no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, que nos mandaba seguir los preceptos que él puso delante de nosotros.
Desde el día en que el Señor hizo salir a nuestros padres del país de Egipto, hasta el día de hoy, hemos sido infieles al Señor, nuestro Dios, y no nos hemos preocupado por escuchar su voz.
Por eso han caído sobre nosotros tantas calamidades, así como también la maldición que el Señor profirió por medio de Moisés, tu servidor, el día en que hizo salir a nuestros padres del país de Egipto, para darnos una tierra que mana leche y miel. Esto es lo que nos sucede en el día de hoy.
Nosotros no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, conforme a todas las palabras de los profetas que él nos envió.
Cada uno se dejó llevar por los caprichos de su corazón perverso, sirviendo a otros dioses y haciendo el mal a los ojos del Señor, nuestro Dios.
Palabra de Dios.
Salmo 79(78),1-2.3-5.8.9.
¡Líbranos, Señor, por el honor de tu Nombre!
Oh Dios, los paganos invadieron tu herencia,
profanaron tu santo Templo,
hicieron de Jerusalén un montón de ruinas;
dieron los cadáveres de tus servidores
como pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus amigos, a las fieras de la tierra.
Derramaron su sangre como agua
alrededor de Jerusalén,
y nadie les daba sepultura.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor? ¿Estarás enojado para siempre?
¿Arderán tus celos como un fuego?
No recuerdes para nuestro mal
las culpas de otros tiempos;
compadécete pronto de nosotros,
porque estamos totalmente abatidos.
Ayúdanos, Dios salvador nuestro,
por el honor de tu Nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados,
a causa de tu Nombre.
Oh Dios, los paganos invadieron tu herencia,
profanaron tu santo Templo,
hicieron de Jerusalén un montón de ruinas;
dieron los cadáveres de tus servidores
como pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus amigos, a las fieras de la tierra.
Derramaron su sangre como agua
alrededor de Jerusalén,
y nadie les daba sepultura.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor? ¿Estarás enojado para siempre?
¿Arderán tus celos como un fuego?
No recuerdes para nuestro mal
las culpas de otros tiempos;
compadécete pronto de nosotros,
porque estamos totalmente abatidos.
Ayúdanos, Dios salvador nuestro,
por el honor de tu Nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados,
a causa de tu Nombre.
Evangelio según San Lucas 10,13-16.
¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y sentándose sobre ceniza.
Por eso Tiro y Sidón, en el día del Juicio, serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.
Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno.
El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió".
Palabra del Señor.
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 03 de Octubre - “El que os escucha, a mí me escucha; el que os rechaza, a mí me rechaza”
Concilio Vaticano II Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual “Gaudium et Spes / La alegría y la esperanza” §40, 45  
“El que os escucha, a mí me escucha; el que os rechaza, a mí me rechaza”
Nacida del amor del Padre Eterno, fundad en el tiempo por Cristo Redentor, reunida en el Espíritu Santo, la Iglesia tiene una finalidad escatológica y de salvación, que sólo en el siglo futuro podrá alcanzar plenamente. Está presente ya aquí en la tierra, formada por hombres, es decir, por miembros de la ciudad terrena que tienen la vocación de formar en la propia historia del género humano la familia de los hijos de Dios, que ha de ir aumentando sin cesar hasta la venida del Señor… De esta forma la Iglesia “entidad social visible y comunidad espiritual” (Lumen Gentium 8) avanza juntamente con toda la humanidad, experimenta la suerte terrena del mundo, y su razón de ser es actuar como fermento y como alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios...
La compenetración de la ciudad terrena y de la ciudad eterna sólo puede percibirse por la fe; más aún, es un misterio permanente de la historia humana que se ve perturbado por el pecado hasta la plena revelación de la claridad de los hijos de Dios. Al buscar su propio fin de salvación, la Iglesia no sólo comunica la vida divina al hombre, sino que además difunde sobre el universo mundo, en cierto modo, el reflejo de su luz, sobre todo curando y elevando la dignidad de la persona, consolidando la firmeza de la sociedad y dotando a la actividad diaria de la humanidad de un sentido y de una significación mucho más profundos. Cree la Iglesia que de esta manera, por medio de sus hijos y por medio de su comunidad entera, puede ofrecer gran ayuda para dar un sentido más humano al hombre y a su historia…
La Iglesia, al prestar ayuda al mundo y al recibir del mundo múltiple ayuda, sólo pretende una cosa: el advenimiento del reino de Dios y la salvación de toda la humanidad. Todo el bien que el Pueblo de Dios puede dar a la familia humana al tiempo de su peregrinación en la tierra, deriva del hecho de que la Iglesia es “sacramento universal de salvación”, que manifiesta y al mismo tiempo realiza el misterio del amor de Dios al hombre.
SANTORAL - SAN FRANCISCO DE BORJA
03 de Octubre
San Francisco Borja nació en Gandía (Valencia) el 28 de octubre de 1510, primógenito de Juan de Borja y entró muy joven al servicio de la corte de España, como paje de la hermana de Carlos V, Catalina. A los veinte años el emperador le dio el título de marqués. Se casó a los 19 años y tuvo ocho hijos. A los 29 años de edad, después de la muerte de la emperatriz, que le hizo comprender la caducidad de los bienes terrenos, resolvió “no servir nunca más a un señor que pudiese morir” y se dedicó a una vida más perfecta. Pero el mismo año fue elegido virrey de Cataluña (1539-43), cargo que desempeñó a la altura de las circunstancias, pero sin descuidar la intensa vida espiritual a la que se había dedicado secretamente.
Una vez que hubo terminado sus estudios, a los dieciocho años, Francisco ingresó en la corte de este último. Por entonces, ocurrió un incidente cuya importancia no había de verse sino más tarde. En Alcalá de Henares, Francisco quedó muy impresionado a la vista de un hombre a quien se conducía a la prisión de la Inquisición: ese hombre era Ignacio de Loyola.
Fue un organizador infatigable (a él se le debe la fundación del primer colegio jesuita en Europa, en su sierra natal de Gandía, y de otros veinte en España), y siempre encontró tiempo para dedicarse a la redacción de tratados de vida espiritual. Se destacó por su gran devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen. Incluso dos días antes de morir, ya gravemente enfermo, quiso visitar el santuario mariano de Loreto. Fue beatificado en 1624 y canonizado en 1671, uno de los primeros grandes apóstoles de la Compañía de Jesús.
Oremos
Admirable San Francisco de Borja, grande en la tierra, pero mucho mayor en el cielo por tus admirables virtudes, ejemplo de príncipes y señores, guía de sacerdotes, modelo de religiosos y prelados, celosísimo del bien de las almas; que has merecido del Señor gracia especial para librar de las enfermedades a tus devotos, conservarles el honor, y hacer que recobren la buena fama; para apaciguar discordias, aplacar terremotos, y librar de sus estragos a tantos pueblos, que os invocan por protector y patrono; alcánzame del Señor buen uso de las riquezas, paciencia en las adversidades, desprecio de las pompas y vanidades del mundo, la salud y el bienestar del cuerpo que convenga para mi salvación, y sobre todo imitación perfecta de tus virtudes, para gozar contigo de la presencia de Dios en el cielo por los siglos sin fin. Amén
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