martes, 17 de septiembre de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 18 de Septiembre - San Lucas 7,31-35


    Carta I de San Pablo a los Corintios 12,31.13,1-13.

    Hermanos: Aspiren a los dones más perfectos. Y ahora voy a mostrarles un camino más perfecto todavía.
    Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe.
    Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.
     Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
    El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.
    El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
    El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas.
    Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto.
    Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí.
    En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.


Salmo 33(32),2-3.4-5.12.22.

Alaben al Señor con la cítara,
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas;
entonen para él un canto nuevo,
toquen con arte, profiriendo aclamaciones.

Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.

¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se eligió como herencia!
Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.


    Evangelio según San Lucas 7,31-35.

    Dijo el Señor: «¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen?
    Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos: '¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!'.
    Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: '¡Ha perdido la cabeza!'.
    Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: '¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!'.
    Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos.»

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 18 de Septiembre - "En la Iglesia Cristo nos llama a la conversión"


         San Juan Pablo II (1920-2005) papa Carta encíclica "Dives in Misericordia", § 13 - 


"En la Iglesia Cristo nos llama a la conversión"
    
    La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia—el atributo más estupendo del Creador y del Redentor—y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora. En este ámbito tiene un gran significado la meditación constante de la palabra de Dios, y sobre todo la participación consciente y madura en la Eucaristía y en el sacramento de la penitencia o reconciliación. 

    La Eucaristía nos acerca siempre a aquel amor que es más fuerte que la muerte (Ct 8,6): en efecto, « cada vez que comemos de este pan o bebemos de este cáliz », no sólo anunciamos la muerte del Redentor, sino que además proclamamos su resurrección, mientras esperamos su venida en la gloria (Cfr. 1 Cor 11, 26; aclamación en el «Misal Romano»). El mismo rito eucarístico, celebrado en memoria de quien en su misión mesiánica nos ha revelado al Padre, por medio de la palabra y de la cruz, atestigua el amor inagotable, en virtud del cual desea siempre El unirse e identificarse con nosotros, saliendo al encuentro de todos los corazones humanos. 

    Es el sacramento de la penitencia o reconciliación el que allana el camino (Lc 3,3; Is 40,3) a cada uno, incluso cuando se siente bajo el peso de grandes culpas. En este sacramento cada hombre puede experimentar de manera singular la misericordia, es decir, el amor que es más fuerte que el pecado. 

SANTORAL - SAN JOSÉ DE CUPERTINO

18 de Septiembre


    En Osimo, en el Piceno, san José de Cupertino, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, célebre, en circunstancias difíciles, por su pobreza, humildad y caridad para con los necesitados de Dios.

    La capacidad de "volar con la mente y con el cuerpo" fue el rasgo característico de la vida de San José de Cupertino. A pesar de las dificultades en sus estudios, de hecho, recibió carismáticamente el don de la ciencia infusa y vivió intensos momentos de contemplación de los misterios divinos con éxtasis y levitaciones. Sin embargo, leyéndola sobre el papel, su historia parecería indicar lo contrario. Cuando José María Desa nació el 17 de junio de 1603 en la pequeña ciudad de Cupertino, en la provincia de Lecce, Italia, su familia atravesaba por un difícil momento: su padre, Félix, se vio envuelto en el desastre económico de un conocido al que le había prestado su dinero, y terminó en la miseria. Así que José vino al mundo en un establo como Jesús y desde niño tuvo que colaborar en casa para contribuir a la economía doméstica, trabajando como un simple sirviente.

Los prodigios de los exámenes para el diaconado y el sacerdocio

    Para solventar la bancarrota paterna, el Tribunal Supremo de Nápoles estableció que, habiendo alcanzado la mayoría de edad, José estaría obligado a trabajar sin remuneración, hasta que terminara de pagar la deuda de su padre, ya fallecido. Ante esta condena - de hecho, una verdadera esclavitud - el joven volvió a pedir la admisión en el Convento de la "Grottella". Los frailes se tomaron su situación a pecho y le ayudaron a emprender un verdadero camino de estudio.     En medio de mil dificultades, y gracias a una gran fuerza de voluntad, el joven se enfrentó al examen para el diaconado. Fue allí donde ocurrió un milagro: José había estudiado en profundidad un solo pasaje del Evangelio y fue precisamente ese texto el que, por casualidad, el obispo examinador le pidió que comentara. Un acontecimiento extraordinario similar tuvo lugar tres años más tarde, durante el examen para ser ordenado sacerdote: el obispo interrogó a algunos de los candidatos y, al encontrarlos particularmente bien preparados, extendió la admisión al sacerdocio a todos los demás candidatos, sin interrogarlos y uno de ellos era justamente José. Finalmente, en 1628, José fue ordenado sacerdote.

"Hermano Burro"

    Consciente que sus propias limitaciones culturales no eran un peso, sino un don espiritual que lo identificaban con Cristo humilde y pobre, José se dedicó a los más simples trabajos manuales y a servir a los más pobres. Incluso se llamó a sí mismo "Hermano Burro". José tambièn vivió su amor a la Iglesia de manera incondicional, poniendo a Cristo pobre en el centro de su existencia y sintiendo una profunda devoción por María, la Madre de Dios. Sin embargo, quien escuchaba sus discursos podía reconocer que en él brillaba la luz de una teología madura, capaz de comprender en profundidad temas doctrinales muy difíciles: se trataba del Don de ciencia infusa, que lo había hecho muy sabio sin haber frecuentado las universidades.

Los éxtasis y las levitaciones

    La contemplación amorosa de los misterios divinos tambièn acentuó en José los fenómenos de éxtasis y de levitación, sobre todo cuando contemplaba y dialogaba con Jesús y María. A un cofrade le explicaba la razón de estos éxtasis: "Cuando la pólvora se enciende en el disparo del fusil y envía ese ruido estruendoso, el corazón se enamora de Dios y va fuera de sí". Tales episodios extraordinarios no escaparon a la Inquisición de Nápoles, que lo convocó para tratar de comprender si el joven de Cupertino abusaba de la credibilidad popular o no. Justo delante de los jueces alineados en el Monasterio de San Gregorio Armeno, José tuvo una levitación. Por lo tanto, fue absuelto de todos los cargos, pero el Santo Oficio lo confinó en aislamiento, lejos de las multitudes. El futuro santo pasó, por lo tanto, de un convento a otro -Roma, Asís, Pietrarubbia, Fossombrone- hasta Osimo, cerca de Ancona. Aquí, finalmente, llegó en 1656, a instancias del Papa Alejandro VII, donde encontró la paz. Permaneció allí ininterrumpidamente hasta su muerte, llevando siempre una vida humilde al servicio del prójimo, y en conversación amorosa con Dios en el cúlmen de la celebración eucarística: "Esto es lo que debemos hacer -explicó a un cohermano-, dejar el mundo, continuar nuestra oración y predisponer la 'gruta' de nuestro corazón para ofrecer a Jesucristo el intelecto, la memoria y la voluntad".

Su muerte y la oración del estudiante

    La muerte lo sorprendió el 18 de septiembre de 1663, a la edad de 60 años. Benedicto XIV lo beatificó en 1753, mientras que Clemente XIII lo proclamó santo el 16 de julio de 1767. Hoy, las reliquias de sus restos descansan dentro de una urna de bronce dorado, en la cripta de la Iglesia de Osimo, dedicada a él. También se ha erigido un santuario en su honor en Cupertino, sobre el establo donde nació. 

Los estudiantes con dificultades se dirigen a él, recitando esta oración:

Oh, san José de Cupertino,
amigo de los estudiantes
y protector de los examinadores,
te vengo a invocar para que me des tu ayuda.
Ya sabes, por tu propia experiencia,
cuánta ansiedad y dificultad
acompaña al esfuerzo del estudio
y también lo fácil que es caer
en los peligros del cansancio intelectual y del desánimo.
Tú, que fuiste asistido prodigiosamente
por Dios en estudios y exámenes
para la admisión a las órdenes sagradas,
pídele al Señor su luz para mi mente
y su fuerza para mi voluntad.
Tú que experimentaste tan concretamente
la ayuda maternal de Nuestra Señora,
Madre de la Esperanza,
intercede por mí,
para que pueda superar fácilmente
todas las dificultades en los estudios y exámenes.
Amén.

Oremos

    Oh Dios, que dispusiste atraerlo todo a tu unigénito Hijo, elevado sobre la tierra en la Cruz, concédenos qué, por los méritos y ejemplos de tu Seráfico Confesor Jose, sobreponiéndonos a todas las terrenas concupiscencias, merezcamos llegar a El, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

-FRASE DEL DÍA-