domingo, 15 de mayo de 2016
REFLEXIÓN
TIEMPO PASCUAL
DOMINGO DE PENTECOSTÉS
De la Solemnidad.
15 de mayo
(Libro 3, 17, 1-3: SC 34, 302-306)
El Señor dijo a los discípulos: Id y sed los maestros de todas las naciones; bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Con este mandato les daba el poder de regenerar a los hombres en Dios.
Dios había prometido por boca de sus profetas que en los últimos días derramaría su Espíritu sobre sus siervos y siervas, y que éstos profetizarían; por esto descendió el Espíritu Santo sobre el Hijo de Dios, que se había hecho Hijo del hombre, para así, permaneciendo en él, habitar en el género humano, reposar sobre los hombres y residir en la obra plasmada por las manos de Dios, realizando así en el hombre la voluntad del Padre y renovándolo de la antigua condición a la nueva, creada en Cristo.
Y Lucas nos narra cómo este Espíritu, después de la ascensión del Señor, descendió sobre los discípulos el día de Pentecostés, con el poder de dar a todos los hombres entrada en la vida y para dar su plenitud a la nueva alianza; por esto, todos a una, los discípulos alababan a Dios en todas las lenguas, al reducir el Espíritu a la unidad los pueblos distantes y ofrecer al Padre las primicias de todas las naciones.
Por esto el Señor prometió que nos enviaría aquel Abogado que nos haría capaces de Dios. Pues, del mismo modo que el trigo seco no puede convertirse en una masa compacta y en un solo pan, si antes no es humedecido, así también nosotros, que somos muchos, no podíamos convertirnos en una sola cosa en Cristo Jesús, sin esta agua que baja del cielo. Y, así como la tierra árida no da fruto, si no recibe el agua, así también nosotros, que éramos antes como un leño árido, nunca hubiéramos dado el fruto de vida, sin esta gratuita lluvia de lo alto.
Nuestros cuerpos, en efecto, recibieron por el baño bautismal la unidad destinada a la incorrupción, pero nuestras almas la recibieron por el Espíritu.
El Espíritu de Dios descendió sobre el Señor, Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de ciencia y de temor del Señor, y el Señor, a su vez, lo dio a la Iglesia, enviando al Abogado sobre toda la tierra desde el cielo, que fue de donde dijo el Señor que había sido arrojado Satanás como un rayo; por esto necesitamos de este rocío divino, para que demos fruto y no seamos lanzados al fuego; y, ya que tenemos quién nos acusa, tengamos también un Abogado, pues que el Señor encomienda al Espíritu Santo el cuidado del hombre, posesión suya, que había caído en manos de ladrones, del cual se compadeció y vendó sus heridas, entregando después los dos denarios regios para que nosotros, recibiendo por el Espíritu la imagen y la inscripción del Padre y del Hijo, hagamos fructificar el denario que se nos ha confiado, retornándolo al Señor con intereses.
"Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.
San Agustín
EL ENVÍO DEL ESPÍRITU SANTO
El Señor dijo a los discípulos: Id y sed los maestros de todas las naciones; bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Con este mandato les daba el poder de regenerar a los hombres en Dios.
Dios había prometido por boca de sus profetas que en los últimos días derramaría su Espíritu sobre sus siervos y siervas, y que éstos profetizarían; por esto descendió el Espíritu Santo sobre el Hijo de Dios, que se había hecho Hijo del hombre, para así, permaneciendo en él, habitar en el género humano, reposar sobre los hombres y residir en la obra plasmada por las manos de Dios, realizando así en el hombre la voluntad del Padre y renovándolo de la antigua condición a la nueva, creada en Cristo.
Y Lucas nos narra cómo este Espíritu, después de la ascensión del Señor, descendió sobre los discípulos el día de Pentecostés, con el poder de dar a todos los hombres entrada en la vida y para dar su plenitud a la nueva alianza; por esto, todos a una, los discípulos alababan a Dios en todas las lenguas, al reducir el Espíritu a la unidad los pueblos distantes y ofrecer al Padre las primicias de todas las naciones.
Por esto el Señor prometió que nos enviaría aquel Abogado que nos haría capaces de Dios. Pues, del mismo modo que el trigo seco no puede convertirse en una masa compacta y en un solo pan, si antes no es humedecido, así también nosotros, que somos muchos, no podíamos convertirnos en una sola cosa en Cristo Jesús, sin esta agua que baja del cielo. Y, así como la tierra árida no da fruto, si no recibe el agua, así también nosotros, que éramos antes como un leño árido, nunca hubiéramos dado el fruto de vida, sin esta gratuita lluvia de lo alto.
Nuestros cuerpos, en efecto, recibieron por el baño bautismal la unidad destinada a la incorrupción, pero nuestras almas la recibieron por el Espíritu.
El Espíritu de Dios descendió sobre el Señor, Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de ciencia y de temor del Señor, y el Señor, a su vez, lo dio a la Iglesia, enviando al Abogado sobre toda la tierra desde el cielo, que fue de donde dijo el Señor que había sido arrojado Satanás como un rayo; por esto necesitamos de este rocío divino, para que demos fruto y no seamos lanzados al fuego; y, ya que tenemos quién nos acusa, tengamos también un Abogado, pues que el Señor encomienda al Espíritu Santo el cuidado del hombre, posesión suya, que había caído en manos de ladrones, del cual se compadeció y vendó sus heridas, entregando después los dos denarios regios para que nosotros, recibiendo por el Espíritu la imagen y la inscripción del Padre y del Hijo, hagamos fructificar el denario que se nos ha confiado, retornándolo al Señor con intereses.
San Agustín
EVANGELIO
TIEMPO PASCUAL
DOMINGO DE PENTECOSTÉS
De la Solemnidad.
15 de mayo
Libro de los Hechos de los Apóstoles 2,1-11.
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar.
De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban.
Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos.
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.
Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo.
Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.
Con gran admiración y estupor decían: "¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos?
¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios".
Salmo 104(103),1ab.24ac.29bc-30.31.34.
De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban.
Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos.
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.
Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo.
Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.
Con gran admiración y estupor decían: "¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos?
¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios".
Salmo 104(103),1ab.24ac.29bc-30.31.34.
¡Bendice al Señor, alma mía:
¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
¡Qué variadas son tus obras, Señor!
la tierra está llena de tus criaturas!
Si les quitas el aliento,
expiran y vuelven al polvo.
Si envías tu aliento, son creados,
y renuevas la superficie de la tierra.
¡Gloria al Señor para siempre,
alégrese el Señor por sus obras!
que mi canto le sea agradable,
y yo me alegraré en el Señor.
Carta de San Pablo a los Romanos 8,8-17.
¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
¡Qué variadas son tus obras, Señor!
la tierra está llena de tus criaturas!
Si les quitas el aliento,
expiran y vuelven al polvo.
Si envías tu aliento, son creados,
y renuevas la superficie de la tierra.
¡Gloria al Señor para siempre,
alégrese el Señor por sus obras!
que mi canto le sea agradable,
y yo me alegraré en el Señor.
Carta de San Pablo a los Romanos 8,8-17.
Hermanos: Los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios.
Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo.
Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia.
Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes.
Hermanos, nosotros no somos deudores de la carne, para vivir de una manera carnal.
Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán.
Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre!
El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.
Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.
Evangelio según San Juan 14,15-16.23b-26.
Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo.
Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia.
Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes.
Hermanos, nosotros no somos deudores de la carne, para vivir de una manera carnal.
Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán.
Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre!
El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.
Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.
Evangelio según San Juan 14,15-16.23b-26.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos.
Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.
El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.
Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.»
Fuente: ©Evangelizo.org
"Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos.
Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.
El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.
Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.»
Fuente: ©Evangelizo.org
San Agustín
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO
TIEMPO PASCUAL
DOMINGO DE PENTECOSTÉS
15 de mayo
Pentecostés, culminación de la Pascua
El pueblo judío celebraba la Pascua, vosotros lo sabéis bien, con la inmolación de un cordero que comían con panes ácimos. Esta inmolación del cordero prefiguraba la inmolación de Cristo Jesús y los panes ácimos la vida nueva purificada de la antigua levadura.... Y cincuenta días después de Pascua, este pueblo celebraba el momento en que Dios daba en el Sinaí la Ley escrita de su puño y letra. A la figura de la Pascua sucede la Pascua en plenitud; Jesucristo es inmolado y nos hace pasar de muerte a vida. La palabra Pascua, en efecto, significa “paso”...
Cincuenta días más tarde, el Espíritu Santo, el “dedo de Dios” (Lc 11,20) desciende sobre los discípulos. Atended a las diferencias en comparación con lo sucedido en el monte Sinaí: Allí, el pueblo se mantenía a distancia a causa del temor que lo invadía... Al contrario, cuando el Espíritu Santo descendió sobre la tierra, los discípulos estaban todos juntos en el mismo lugar, y el Espíritu Santo, lejos de espantarlos desde lo alto de una montaña, entra en la casa donde estaban reunidos...
“Vieron como lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos.” ¿Era un fuego que infundía, desde lejos, el espanto? De ninguna manera. Estas lenguas de fuego se posaron sobre cada uno de ellos y comenzaron a hablar en lenguas, según el Espíritu les daba de expresarse. ¡Escuchad la lengua que habla y comprended el Espíritu que escribe, no sobre tablas de piedra, sino en los corazone! (cf 2Cor 3,3). Así pues, la ley del Espíritu de vida, escrita en el corazón y no sobre piedra, la ley de Espíritu de vida, digo, está en Jesucristo en quien la Pascua ha sido celebrada con toda verdad.
Fuente: ©Evangelizo.org
San Agustín
SANTORAL
TIEMPO PASCUAL
DOMINGO DE PENTECOSTÉS
15 de mayo
La vida de Isidro nuevamente pone sobre el tapete una indiscutible realidad: para ser santo basta con amar en todo momento. No hay más. Cualquier otro afán que no esté regido por ello se deslinda de ese camino. Lo que viene llamando la atención en él desde hace siglos fue que, siendo tan escasa su notoriedad, inmediatamente después de morir fue aclamado por las gentes que habían visto en su conducta cotidiana los rasgos de la santidad. Posteriormente, con visos de rigor o movidos por antiguos criterios hagiográficos tendentes a magnificar retazos de su acontecer, se han ido sumando páginas ensalzando virtudes que hicieron de Isidro uno de los personajes históricos más queridos de Madrid, ciudad de la que es patrón. De su memoria ha quedado fehaciente constancia en la arquitectura y en la pintura, entre otras artes. En muchos rincones de la capital de España hay vestigios del fervor que suscita. Simplemente esto da que pensar. No se tributan a cualquiera tantos honores.
Juan Diácono sintetizó su existencia en seis páginas en su Vita Sancti Isidoro, redactada en el siglo XIII. Nació Isidro de Merlo y Quintana en Madrid a finales del siglo XI, puede que hacia 1082, en una humilde casa cercana a la iglesia de San Andrés. Sus padres eran cristianos mozárabes fieles a la fe que le inculcaron. Entonces Madrid era una modesta Villa que al ser conquistada por los almorávides obligó a muchos a huir. Uno de ellos fue Isidro, cuyo primer oficio había sido el de pocero. Al llegar a la localidad madrileña de Torrelaguna comenzó a ganarse la vida como labrador. Era un hombre humilde y sencillo, de gran corazón, que enamoró a María Toribia, con la que se desposó. Ella, también canonizada, es conocida con el nombre de santa María de la Cabeza. Después de pasar por Caraquiz y Talamanca, la pareja se asentó en Madrid. Isidro retornó al campo si bien no poseía tierras que cultivar, sino que estaba al servicio de Juan de Vargas al que conoció en Talamanca. Juan era una especie de terrateniente, dueño de hectáreas extendidas por las riberas del Manzanares así como por barrios y aledaños de la ciudad, como los Carabancheles Alto y Bajo, Getafe, Jarama… En casa de Vargas nacería Illán, hijo de Isidro y de María, y en ella fue objeto de uno de los numerosos milagros que se atribuyen al santo ya que la familia había establecido su morada en ese palacio. El niño era muy pequeño cuando en un descuido se cayó al pozo, con la natural conmoción de su madre. Conocedor del hecho su padre, al regresar de su trabajo suplicó a la Virgen de la Almudena su mediación. Entonces el agua subió llegando casi a rebasar el borde del pozo lo cual le permitió extraer a Illán sin rasguño alguno.
Isidro era especialmente devoto de la Eucaristía y de la Virgen. No fue hombre versado. No conoció más paisajes que las pocas localidades que recorrió y la majestuosidad de una naturaleza que le hablaba de Dios. Así se doctoró humana y espiritualmente. La paciencia, el tesón, la generosidad, la constancia, la esperanza, la belleza…, todas las virtudes brotaban en su entorno enhebradas de silencios, rotos únicamente por la inigualable sinfonía que le acompañaba: el murmullo del agua, el trinar de las aves o el susurro del viento. Todo era imagen de Dios. Y María acunándole desde su trono en la Almudena y en Atocha. Su camino hacia la santidad lo efectuó desde el anonimato y la sencillez de una vida colmada del amor a Dios, rubricada por la honestidad en cada uno de sus actos: responsabilidad en el hogar y en el trabajo, abnegación con todos… Un sentimiento hondo de gratitud y paz en medio de la humilde tarea que llenaba muchas de sus horas: uncir los bueyes, cuidado de los animales, poda de rastrojos, vendimia, siembra, cosecha, etc. Su conducta quedaba realzada en medio de una sociedad dada a vivir con largueza, sumida en ciertas costumbres alejadas del Evangelio. Digamos que los gestos del santo denunciaban vicios que dominaban a la clase civil y a la eclesiástica. El pueblo llano siempre ha sabido distinguir de forma natural la grandeza de una vida que se derrama sin estridencias, pero que está ahí, haciendo germinar en derredor multitud de bendiciones, marcando la brújula de la verdad divina.
Gregorio XV dijo de él: «nunca salió para su trabajo sin antes oír, muy de madrugada, la Santa Misa y encomendarse a Dios y a su Madre Santísima». Todos se percataban de su piedad, bondad y caridad con los pobres. Su fe era tanta que alguna vez, según narra la tradición popular, los ángeles acudieron a reemplazarle en su tarea, arando las tierras para que pudiera asistir tranquilo a misa sin faltar a su trabajo. El hecho, que forma parte de su proceso de canonización, fue contemplado por un atónito Juan de Vargas que acudió a comprobar su rendimiento laboral ante alguna denuncia que debió llegar a sus oídos en contra de Isidro. Este milagro ha sido recogido por la iconografía; es, por ello, uno de los más conocidos que se le atribuyen al santo, en cuya causa se contabilizaron más de cuatrocientos. Otros prodigios los compartió con su santa esposa, como cruzar el río Jarama sobre una mantilla. Murió en Madrid el 15 de mayo de 1130. Fue sepultado en el cementerio de San Andrés, de cuya parroquia era diácono Juan, redactor de su vida. A través de una revelación divina en 1212 se descubrieron sus restos, constatándose que su cuerpo estaba incorrupto. Desde entonces se le considera patrón de Madrid. Pablo V lo beatificó el 14 de junio de 1619. Y Gregorio XV lo canonizó el 12 de marzo de 1622, pero al fallecer éste, hubo que esperar al 4 de junio de 1724 fecha en la que Benedicto XIII expidió la bula de canonización. Aquél gran día de 1622 en la gloria de Bernini se encumbraba a los altares a un humilde campesino junto a estas grandes figuras de la Iglesia: Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Jesús y Felipe Neri. El 16 de diciembre de 1960 Juan XXIII declaró a Isidro patrón de los agricultores y campesinos españoles.
El 11 de agosto de 1697, Inocencio XII declara a su mujer Beata, y en 1752 es proclamada como Santa María de la Cabeza.
Oremos
Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a San Isidro Labrador para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Fuente: ©Evangelizo.org
"Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.
San Agustín
SOLEMNIDAD
TIEMPO PASCUAL
DOMINGO DE PENTECOSTÉS
15 de mayo
Fuente: La Enciclopedia Católica
San Agustín
Suscribirse a:
Entradas (Atom)