martes, 27 de abril de 2021

EVANGELIO - 28 de Abril - San Juan 12,44-50.


        Libro de los Hechos de los Apóstoles 12,24-25.13,1-5a.

    Mientras tanto, la Palabra de Dios se difundía incesantemente.
    Bernabé y Saulo, una vez cumplida su misión, volvieron de Jerusalén a Antioquía, llevando consigo a Juan, llamado Marcos.
    En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo.
    Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: "Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado".
    Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
    Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre.
    Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y Juan colaboraba con ellos.


Salmo 67(66),2-3.5.6.8.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
haga brillar su rostro sobre nosotros,
para que en la tierra se reconozca su dominio,
y su victoria entre las naciones.

Que canten de alegría las naciones,
porque gobiernas a los pueblos con justicia
y guías a las naciones de la tierra.

¡Que los pueblos te den gracias, Señor,
que todos los pueblos te den gracias!
Que Dios nos bendiga,
y lo teman todos los confines de la tierra.


    Evangelio según San Juan 12,44-50.

    Jesús exclamó: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió.
    Y el que me ve, ve al que me envió.
    Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas.
    Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo.
    El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día.
    Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 28 de Abril - "Yo, que soy la luz, he venido para que el que crea no permanezca en tinieblas"


       Lansperge el Cartujano (1489- 1539) monje, teólogo Sermón 5; Opera omnia 3, 315


Yo, que soy la luz, he venido para que el que crea no permanezca en tinieblas

    La humildad con la cual Cristo "se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo" (Flp. 2,7) es para nosotros luz. Luz para que no aceptemos la gloria del mundo, Él, que prefirió nacer en un establo más que en un palacio y sufrir una muerte vergonzosa sobre una cruz. Gracias a esta humildad podemos saber cuán detestable es el pecado de un ser que ha sido modelado (Gn 2,7), un pobre hombre hecho de la nada, cuando se enorgullece, se vanagloria y no quiere obedecer, mientras que vemos al Dios infinito humillado, despreciado y abandonado de los hombres. La dulzura con la cual soportó el hambre, la sed, el frío, los insultos, los golpes y las heridas es también para nosotros luz, cuando "como un cordero fue llevado al matadero y como una oveja ante el esquilador no abrió la boca " (Is 53,7). Gracias a esta dulzura, en efecto, vemos qué inútil es la cólera, lo mismo que la amenaza; aceptemos entonces el sufrimiento y no sirvamos a Cristo por rutina. Gracias a ella, aprendemos a conocer todo lo que se nos pide: llorar nuestros pecados con sumisión y silencio, y aguantar pacientemente el sufrimiento cuando se presenta. Porque Cristo aguantó sus tormentos con tanta dulzura y paciencia, no por sus pecados, sino por los de otro. Por tanto, queridos hermanos, reflexionemos sobre todas las virtudes que Cristo nos enseñó en su vida ejemplar y que nos recomienda en sus exhortaciones y que nos da la fuerza para imitarlas con la ayuda de su gracia.

SANTORAL - SANTA GIANNA BERETTA

28 de Abril


    Gianna Beretta nació en Magenta (provincia de Milán) el día 4 de octubre de 1922. Desde su tierna infancia, acoge el don de la fe y la educación cristiana que recibe de sus padres. Considera la vida como un don maravilloso de Dios, confiándose plenamente a la Providencia, y convencida de la necesidad y de la eficacia de la oración.

    Durante los años de Liceo y de Universidad, en los que se dedica con diligencia a los estudios, traduce su fe en fruto generoso de apostolado en la Acción católica y en la Sociedad de San Vicente de Paúl, dedicándose a los jóvenes y al servicio caritativo con los ancianos y necesitados. Habiendo obtenido el título de Doctor en Medicina y Cirugía en 1949 en la Universidad de Pavía, abre en 1950 un ambulatorio de consulta en Mésero, municipio vecino a Magenta. En 1952 se especializa en Pediatría en la Universidad de Milán. En la práctica de la medicina, presta una atención particular a las madres, a los niños, a los ancianos y a los pobres.

    Su trabajo profesional, que considera como una «misión», no le impide el dedicarse más y más a la Acción católica, intensificando su apostolado entre las jovencitas.

    Se dedica también a sus deportes favoritos, el esquí y el alpinismo, encontrando en ellos una ocasión para expresar su alegría de vivir, recreándose ante el encanto de la creación.

    Se interroga sobre su porvenir, reza y pide oraciones, para conocer la voluntad de Dios. Llega a la conclusión de que Dios la llama al matrimonio. Llena de entusiasmo, se entrega a esta vocación, con voluntad firme y decidida de formar una familia verdaderamente cristiana.

    Conoce al ingeniero Pietro Molla. Comienza el período de noviazgo, tiempo de gozo y alegría, de profundización en la vida espiritual, de oración y de acción de gracias al Señor. El día 24 de septiembre de 1955, Gianna y Pietro contraen matrimonio en Magenta, en la Basílica de S. Martín. Los nuevos esposos se sienten felices. En noviembre de 1956, Gianna da a luz a su primer hijo, Pierluigi. En diciembre de 1957 viene al mundo Mariolina y en julio de 1959, Laura. Gianna armoniza, con simplicidad y equilibrio, los deberes de madre, de esposa, de médico y la alegría de vivir.

    En septiembre de 1961, al cumplirse el segundo mes de embarazo, es presa del sufrimiento. El diagnóstico: un tumor en el útero. Se hace necesaria una intervención quirúrgica. Antes de ser intervenida, suplica al cirujano que salve, a toda costa, la vida que lleva en su seno, y se confía a la oración y a la Providencia. Se salva la vida de la criatura. Ella da gracias al Señor y pasa los siete meses antes del parto con incomparable fuerza de ánimo y con plena dedicación a sus deberes de madre y de médico. Se estremece al pensar que la criatura pueda nacer enferma, y pide al Señor que no suceda tal cosa.

    Algunos días antes del parto, confiando siempre en la Providencia, está dispuesta a dar su vida para salvar la de la criatura: «Si hay que decidir entre mi vida y la del niño, no dudéis; elegid -lo exijo- la suya. Salvadlo».

    La mañana del 21 de abril de 1962 da a luz a Gianna Emanuela. El día 28 de abril, también por la mañana, entre indecibles dolores y repitiendo la jaculatoria «Jesús, te amo; Jesús, te amo», muere santamente. Tenía 39 años.

    Sus funerales fueron una gran manifestación llena de emoción profunda, de fe y de oración. La Sierva de Dios reposa en el cementerio de Mésero, a 4 kilómetros de Magenta.

    «Meditada inmolación», Pablo VI definió con esta frase el gesto de la beata Gianna recordando, en el Ángelus del domingo 23 de septiembre de 1973: «una joven madre de la diócesis de Milán que, por dar la vida a su hija, sacrificaba, con meditada inmolación, la propia». Es evidente, en las palabras del Santo Padre, la referencia cristológica al Calvario y a la Eucaristía.

    Fue beatificada por Juan Pablo II el 24 de abril de 1994, Año Internacional de la Familia.


Oremos

    "Dios, que eres nuestro Padre, te alabamos y te bendecimos porque en Gianna Beretta Molla nos has regalado y nos has hecho conocer a una mujer testigo del Evangelio como joven, esposa, madre y médico. Te damos gracias porque a través del don de su vida también nos enseñas a acoger y honrar a toda criatura humana. Tú, Señor Jesús, fuiste para ella referencia privilegiada: te supo reconocer en la belleza de la naturaleza; mientras se preguntaba por su elección de vida iba en busca de tí y de la mejor manera de servirte; a través del amor conyugal se hizo signo de tu amor por la Iglesia y por la humanidad; como tú, buen samaritano, se paró junto a cada persona enferma, pequeña y débil; siguiendo tu ejemplo y por tu amor, se donó totalmente a sí misma generando nueva vida. Espíritu Santo, fuente de toda perfección, danos también a nosotros sabiduría, inteligencia y coraje para que, siguiendo el ejemplo de Gianna y por su intercesión, en la vida personal, familiar y profesional, sepamos ponernos al servicio de todo hombre y mujer y crecer así en el amor y en la santidad. Amen"

LA ENFERMEDAD COMO MEDIO DE SANTIFICACIÓN - SEXTA ENTREGA


    Acudir a la Virgen, Independientemente al grado de la enfermedad, una mamá siempre está pendiente de su hijo. Así hace la Virgen, quien también tuvo, desde la Anunciación, una espada clavada en su corazón. No podemos imaginarnos cuánto le habrá dolido saber que el Hijo que engendraba nacía para ser “varón de dolores”, cuántas lágrimas habrá derramado por Él. Sí, Ella conoce el dolor. Y es Madre. Seríamos muy tontos si no acudiésemos a Ella para enseñarle lo que nos duele, pedir que acaricie nuestras heridas y que nos dé un beso que sane el alma.

    Fuente: Catholic-link