sábado, 7 de septiembre de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 08 de Septiembre - San Marcos 7,31-37.


   Libro de Isaías 35,4-7a.

    Digan a los que están desalentados: "¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos!".
    Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa; el páramo se convertirá en un estanque y la tierra sedienta en manantiales; la morada donde se recostaban los chacales será un paraje de caña y papiros.


Salmo 146(145),7.8-9a.9bc-10.

El Señor hace justicia a los oprimidos
y da pan a los hambrientos.
El Señor libera a los cautivos.

Abre los ojos de los ciegos
y endereza a los que están encorvados,
el Señor ama a los justos
El Señor protege a los extranjeros

y sustenta al huérfano y a la viuda;
y entorpece el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
reina tu Dios, Sión,
a lo largo de las generaciones.

¡Aleluya!


    Epístola de Santiago 2,1-7.

    Hermanos, ustedes que creen en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no hagan acepción de personas.
    Supongamos que cuando están reunidos, entra un hombre con un anillo de oro y vestido elegantemente, y al mismo tiempo, entra otro pobremente vestido.
    Si ustedes se fijan en el que está muy bien vestido y le dicen: "Siéntate aquí, en el lugar de honor", y al pobre le dicen: "Quédate allí, de pie", o bien: "Siéntate a mis pies", ¿no están haciendo acaso distinciones entre ustedes y actuando como jueces malintencionados?
    Escuchen, hermanos muy queridos: ¿Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe y hacerlos herederos del Reino que ha prometido a los que lo aman?
    Y sin embargo, ¡ustedes desprecian al pobre! ¿No son acaso los ricos los que los oprimen a ustedes y los hacen comparecer ante los tribunales?
    ¿No son ellos los que blasfeman contra el Nombre tan hermoso que ha sido pronunciado sobre ustedes?


    Evangelio según San Marcos 7,31-37.

    Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
    Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua.
    Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Abrete".
    Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
    Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".

    Palabra del Señor.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 08 de Septiembre - «Le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con su saliva»


      San Efrén de Siria Sermón: Se realiza un acto creador Sermón «Sobre nuestro Señor», 10-11


«Le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con su saliva» 

    La fuerza divina que el hombre no puede tocar, bajó, se envolvió con un cuerpo palpable para que los pobres pudieran tocarle, y tocando la humanidad de Cristo, percibieran su divinidad. A través de unos dedos de carne, el sordomudo sintió que alguien tocaba sus orejas y su lengua. A través de unos dedos palpables percibió a la divinidad intocable una vez rota la atadura de su lengua y cuando las puertas cerradas de sus orejas se abrieron. Porque el arquitecto y artífice del cuerpo vino hasta él y, con una palabra suave, creó sin dolor unos orificios en sus orejas sordas; fue entonces cuando, también su boca cerrada, hasta entonces incapaz de hacer surgir una sola palabra, dio al mundo la alabanza a aquel que de esta manera hizo que su esterilidad diera fruto.

    También el Señor formó barro con su saliva y lo extendió sobre los ojos del ciego de nacimiento (Jn 9,6) para hacernos comprender que le faltaba algo, igual que al sordomudo. Una imperfección congénita de nuestra pasta humana fue suprimida gracias a la levadura que viene de su cuerpo perfecto. Para acabar de dar a estos cuerpos humanos lo que les faltaba, dio alguna cosa de sí mismo, igual como él mismo se da en comida [en la eucaristía]. Es por este medio que hace desaparecer los defectos y resucita a los muertos a fin de que podamos reconocer que gracias a su cuerpo «en el que habita la plenitud de la divinidad» (Col 2,9), los defectos de nuestra humanidad son suprimidos y la verdadera vida se da a los mortales por este cuerpo en el que habita la verdadera vida.

-FRASE DEL DÍA-