jueves, 13 de julio de 2023
JULIO MES DEDICADO A LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
EVANGELIO - 14 de Julio - San Mateo 10,16-23.
Dios dijo a Israel en una visión nocturna: "¡Jacob, Jacob!". El respondió: "Aquí estoy".
Dios continuó: "Yo soy Dios, el Dios de tu padre. No tengas miedo de bajar a Egipto, porque allí haré de ti una gran nación.
Yo bajaré contigo a Egipto, y después yo mismo te haré volver; y las manos de José cerrarán tus ojos".
Cuando Jacob salió de Berseba, los hijos de Israel hicieron subir a su padre, junto con sus hijos y sus mujeres, en los carros que el Faraón había enviado para trasladarlos.
Ellos se llevaron también su ganado y las posesiones que habían adquirido en Canaán. Así llegaron a Egipto, Jacob y toda su familia - sus hijos y sus nietos, sus hijas y sus nietas - porque él había llevado consigo a todos sus descendientes.
Israel hizo que Judá se le adelantara y fuera a ver a José, para anunciarle su llegada a Gosen. Cuando llegaron a la región de Gosen, José hizo enganchar su carruaje y subió hasta allí para encontrarse con su padre Israel. Apenas este apareció ante él, José lo estrechó entre sus brazos, y lloró un largo rato, abrazado a su padre.
Entonces Israel dijo a José: "Ahora sí que puedo morir, porque he vuelto a ver tu rostro y que vives todavía".
Salmo 37(36),3-4.18-19.27-28.39-40.
habita en la tierra y vive tranquilo:
que el Señor sea tu único deleite,
y él colmará los deseos de tu corazón.
El Señor se preocupa de los buenos
y su herencia permanecerá para siempre;
no desfallecerán en los momentos de penuria,
y en tiempos de hambre quedarán saciados.
Aléjate del mal, practica el bien,
y siempre tendrás una morada,
porque el Señor ama la justicia
y nunca abandona a sus fieles.
Los impíos serán aniquilados
y su descendencia quedará extirpada,
La salvación de los justos viene del Señor,
él es su refugio en el momento del peligro;
el Señor los ayuda y los libera,
los salva porque confiaron en él.
Evangelio según San Mateo 10,16-23.
Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas.
A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos.
Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.
El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir.
Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre."
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 14 de Julio - “Aquel que persevere hasta el fin se salvará”
“Aquel que persevere hasta el fin se salvará”
El Salvador del mundo nos dice que será coronado, salvado, aquel que luche y persevere hasta el fin de sus días sin dejarse vencer. O aquel que habiendo caído se levante y persevere. Mis hermanos, estas palabras deberían hacernos temblar y congelarnos de espanto si consideráramos los peligros a los que estamos expuestos, nuestra debilidad y el número de enemigos que nos rodean. (…)
Pero, me dirán, ¿qué es perseverar? ¡He aquí mi amigo! Estar pronto para sacrificar todo -bienes, voluntad, libertad y su misma vida- para no desagradar a Dios. Ustedes dirán: ¿qué es no perseverar? He aquí. No perseverar es caer de nuevo en los pecados que ya hayamos confesado, seguir con las malas compañías que nos hayan llevado hacia el pecado, enorme infelicidad que nos hace perder a Dios. (…) Mis hermanos, si los santos temblaron toda su vida por el temor de no perseverar, ¿qué será de nosotros que no tenemos virtud, ni gran confianza en Dios, estamos cargados de pecado y poco atentos para no caer en las trampas del demonio? Caminamos cómo ciegos en medio de grandes peligros, dormimos tranquilamente entre una multitud de enemigos encarnizados en nuestra perdición.
Ustedes dirán ¿qué hace falta entonces para no sucumbir? Mi amigo, he aquí. Hay que huir las ocasiones que antes nos hicieron caer, recurrir sin cesar a la oración, frecuentar dignamente los sacramentos. Si ustedes lo hacen, si siguen ese camino, ustedes estarán seguros de perseverar. Pero si no toman esas precauciones, podrán tomar otras medidas pero no dejarán de perderse.
SANTORAL - SAN CAMILO DE LELIS
San Camilo de Lelis, presbítero, que nació cerca de Teano, en la región italiana de los Abruzos, y desde la adolescencia siguió la carrera militar y se dejó arrastrar por los vicios propios de una juventud alegre y despreocupada, pero, convertido de su mala vida, se entregó al cuidado de los enfermos en los hospitales de los incurables, a los que servía como al mismo Cristo. Ordenado sacerdote, puso en Roma los fundamentos de la Orden de Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos.Patrono de trabajadores de la salud y hospitales, protector de enfermos y moribundos refieren a este santo: San José de Calasanz
Después de una profunda conversión cambió su vida militar por el cuidado de los enfermos. Ordenado sacerdote, fundó la Orden los Ministros de los Enfermos, llamados también Hermanos de la Buena Muerte por su atención a los moribundos. Murió en Roma el año 1614
San Camilo nació en el 1550 (Italia). en Bucchianico, en la costa del Adriático, donde su padre acampaba como militar. Fue el día de Pentecostés, del Año Santo 1550. Era hijo único, y ya tardío, que vino a llenar de alegría el hogar. Camilo tenía un carácter duro y resuelto, muy batallador, como su padre.
Este muchacho, cuya estatura se aproximaba a los dos metros, de una vitalidad excepcional, se creyó llamado a la carrera de las armas, sucumbiendo pronto al desenfreno. De los veinte a los veinticinco años llevó una vida disoluta, que le condujo al hospital de Santiago de los Incurables, de Roma.
La llaga se cura y reaparece. Un mal vicio se apodera de él: el juego. Alguna vez se jugó hasta la camisa. Se ofrece como soldado. Participa en Túnez y en otras batallas. Arriesga la vida y las ganancias las pierde en el juego. A veces tiene que pedir limosna. Después trabaja en un convento capuchino como albañil.
Un día, mientras caminaba de un convento a otro, una luz le iluminó. Sintió la llamada de Dios y cayó en el suelo llorando. Pidió el hábito capuchino. Tres veces empieza el noviciado y otras tantas se le abre la llaga y marcha a Roma. Allí, la tercera vez, descubre su vocación. Desde octubre de 1589 se entrega a los enfermos para toda la vida. Intenta fundar una cofradía para los enfermos. Le ponen trabas. Ni siquiera San Felipe Neri, que le apreciaba mucho, le entendió. Aprovecha ratos libres y estudia teología en el Colegio Romano. En 1584 es ordenado sacerdote.
Sale del hospital y con un pequeño grupo se establece junto a la iglesia de la Magdalena. Sixto V les aprueba como sociedad sin votos para dedicarse a los enfermos. "Los Camilos", encima de la sotana, llevaban una cruz roja. La situación en los hospitales era calamitosa en higiene y atenciones. No era una excepción el hospital del Espíritu Santo, donde Camilo y los suyos derrochaban entrega y dedicación total a enfermos y moribundos. Camilo se reservaba siempre lo más difícil. Cuando había pestes, que era frecuente, llegaban al heroísmo. Muchos morían atendiendo a los apestados.
Camilo tuvo muchos conflictos, externos e internos, en su tarea. Hasta dejó el generalato de su Orden. Pero mantuvo siempre el carisma. Servir a Cristo en los enfermos. Por este servicio se nos juzgará. La vida de Camilo "ponía espanto". Con su herida, con una hernia, con dos forúnculos, con un débil estómago, pasaba horas largas con los enfermos, cuidándoles como una madre, ayudándoles a bien morir, olvidándose de sí mismo, sin apenas comer ni dormir. Así vivía su sacerdocio.
Recogía a los apestados y andrajosos por las calles de Roma. Se dolía de ver así aquellos sagrados miembros de Cristo. Les trataba como si fueran príncipes. Les cubría con su manto. A veces quince sastres trabajaban para sus pobres. No cosían ropas, según él, sino ornamentos sagrados. Un día caminaba con un novicio. El sol ardía. - Hermano, le dijo, camina detrás de mí. Yo soy muy alto. Así te haré sombra y te librarás del sol. Y caminaba ajustándose a la esfera del sol para que los rayos no atacaran al novicio. Camilo era feliz porque podía regalar incluso su sombra.
Consideraba el servicio a los enfermos como una acción litúrgica. Tomaba en sus brazos al enfermo como si manejara el cuerpo de Cristo. Acariciaba el rostro del enfermo, como si fuera el sagrado rostro del Señor. Totalmente agotado, cayó enfermo de gravedad. El 16 de julio de 1614 volaba al cielo "su patria", como él decía. Benedicto XIV lo canonizó el 1746. Junto con San Juan de Dios, es patrono de los enfermos y enfermeros.
En 1886, León XIII declaró a San Camilo, juntamente con San Juan de Dios, protectores de todos los enfermos y hospitales del mundo católico; patrono universal de los enfermos, de los hospitales y del personal hospitalario.
Señor Jesús, que haciéndote hombre, quisiste compartir el sufrimiento de nuestra naturaleza humana, te suplico por la intercesión de San Camilo, el santo protector de los enfermos, que amó y se entregó a los demás, que con caridad y compasión sirvió intensamente a los pobres y a los enfermos como si fueran sus hijos, que ayudes a los que están pasando dolor, a los que necesitan alivio y sanación y viven el difícil momento del sufrimiento. Sana al que está llagado en el cuerpo y en el espíritu, sostén la fe de los que bajo la cruz vacilan por la fuerza del mal, abre horizontes de esperanza a los que están en la oscuridad. Haznos, como San Camilo, conscientes de que en el rostro del enfermo, del que sufre y está agobiado o del que padece grandes necesidades, está tu mano acariciando a nuestro corazón. ¡San Camilo de Lellis, ruega por nosotros! San Camilo glorioso, a ti clamamos en nuestra aflicción, tú que siempre viste a Jesús en los enfermos, que con ardiente caridad y ternura los serviste y cuidaste, y que tantas veces dijiste: "los enfermos son la pupila y el corazón de Dios", lleva nuestras suplicas al Señor y ruégale por la salud de... pide que le conceda alivio y remedio en sus padecimientos, que sane su cuerpo y le llene de optimismo y vitalidad, que fortalezca su alma y le de valor y energía, y le colme de esperanza en medio de tanto dolor y angustia, porque solo Él puede guardarnos de todo mal y darnos salud en la enfermedad. Así sea. Amén