domingo, 12 de septiembre de 2021

-PROPÓSITO DEL DÍA-



 

EVANGELIO DEL DÍA - 13 de Septiembre - San Lucas 7,1-10.



Primera Carta de San Pablo a Timoteo 2,1-8.

Ante todo, te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los soberanos y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna.
Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, porque él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre él también, que se entregó a sí mismo para rescatar a todos. Este es el testimonio que él dio a su debido tiempo, y del cual fui constituido heraldo y Apóstol para enseñar a los paganos la verdadera fe. Digo la verdad, y no miento.
Por lo tanto, quiero que los hombres oren constantemente, levantando las manos al cielo con recta intención, sin arrebatos ni discusiones.

Palabra de Dios.


Salmo 28(27),2.7.8-9.

Oye la voz de mi plegaria,
cuando clamo hacia ti,
cuando elevo mis manos hacia tu Santuario.
el Señor es mi fuerza y mi escudo,

mi corazón confía en él.
Mi corazón se alegra porque recibí su ayuda:
por eso le daré gracias con mi canto.
El Señor es la fuerza de su pueblo,

el baluarte de salvación para su Ungido.
Salva a tu pueblo y bendice a tu herencia;
apaciéntalos y sé su guía para siempre.


Evangelio según San Lucas 7,1-10.

Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaún.
Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho.
Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor.
Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: "El merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga".
Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: "Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.
Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes- cuando digo a uno: 'Ve', él va; y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a mi sirviente: '¡Tienes que hacer esto!', él lo hace".
Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: "Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe".
Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.

Palabra del Señor.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 13 de Septiembre - “No soy digno de que entres en mi casa”(Lc 7,1-10)




Papa Francisco
Homilía 5 de mayo de 2015, en Santa Marta


“No soy digno de que entres en mi casa”(Lc 7,1-10)


Un cristiano puede llevar adelante las tribulaciones y también las persecuciones confiándose al Señor. Solamente él es capaz de darnos la fuerza, de darnos la perseverancia en la fe, de darnos esperanza.

Confiar al Señor algo, confiar al Señor este momento difícil, confiar a mí mismo al Señor, confiar al Señor a nuestros fieles, nosotros sacerdotes, obispos, confiar al Señor nuestras familias, nuestros amigos y decirle al Señor: ‘Cuida a estos que son tuyos’.

Esta es una oración que no hacemos siempre, la oración en la que confiamos algo o alguien: ‘Señor te confío esto, llévalo Tú adelante’, es una bella oración cristiana. Es la actitud de la confianza en el poder del Señor, también en la ternura del Señor que es Padre.

Asimismo, cuando una persona hace esta oración desde el corazón siente que es confiada al Señor, es segura: Él no decepciona nunca. La tribulación nos hace sufrir pero el confiarse al Señor da la esperanza y de ahí surge la tercera palabra: paz.

SANTORAL DEL DÍA - 13 SETIEMBRE - SAN JUAN CRISÓSTOMO



Memoria de san Juan, obispo de Constantinopla y doctor de la Iglesia, antioqueno de nacimiento, que, ordenado presbítero, llegó a ser llamado «Crisóstomo» por su gran elocuencia. Gran pastor y maestro de la fe en la sede constantinopolitana, fue desterrado de la misma por insidias de sus enemigos, y al volver del exilio por decreto del papa san Inocencio I, como consecuencia de los malos tratos recibidos de sus guardianes durante el camino de regreso, entregó su alma a Dios en Cumana, localidad del Ponto, el catorce de septiembre. San Juan Crisóstomo nació en Antioquía, Asia Menor, hacia el año 347. Hijo de un destacado militar, estudió filosofía y retórica y a los dieciocho años decidió entregarse al servicio de la iglesia. Después de ser bautizado, se retiró a la meditación en las montañas de las afueras de la ciudad, donde pasó seis años, pero ante su delicada salud se vio obligado a regresar a Antioquía.

En el 386 fue ordenado sacerdote. Durante doce años realizó una gran labor pastoral como predicador, ya que su exposición y sus enseñanzas morales resultaban siempre aplicables a la vida cristiana. El año 398, pese a su resistencia a ello, se le consagró arzobispo de Constantinopla. Los grandes conflictos que sacudían al Imperio Romano de Oriente y a la iglesia repercutieron dolorosamente en la vida de San Juan Crisóstomo, que fue atacado tanto por sus propios hermanos en el episcopado como por el poder civil debido a su firme actitud en defensa de la austeridad y de la moral.

Sus enemigos, apoyados en que había criticado a la emperatriz Eudoxia, consiguieron deponerlo y en el 403 fue deportado a Armenia. Dado que las cartas que desde allí escribía continuaban proporcionándole apoyo popular, se le ordenó establecerse aún más lejos, en una localidad del extremo oriental del mar Negro. Incapaz de soportar las penalidades del camino, San Juan Crisóstomo falleció en Cumano Pontica, Capadocia, el 14 de septiembre del año 407. Rehabilitado pocos años después, sus cenizas fueron llevadas a Constantinopla. La festividad de San Juan Crisóstomo se celebra el 13 de septiembre; se le honra como santo patrón de los oradores.


Oremos

San Juan Crisóstomo, tú que fuiste sal de la tierra y luz del mundo, tù que difundiste con claridad las enseñanzas, y con santa paciencia resististe en los infortunios, defiéndenos a todos de las injusticias y el error. Ayúdanos a asumir el Evangelio como camino, regla y vida en nuestro ser y actuar, para alcanzar la gloria celestial. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

-FRASE DEL DÍA-



 

SETIEMBRE, MES DE LA BIBLIA - "La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús"




EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
GAUDETE ET EXSULTATE

156. La lectura orante de la Palabra de Dios, más dulce que la miel (cf. Sal 119,103) y «espada de doble filo» (Hb 4,12), nos permite detenernos a escuchar al Maestro para que sea lámpara para nuestros pasos, luz en nuestro camino (cf. Sal 119,105). Como bien nos recordaron los Obispos de India: «La devoción a la Palabra de Dios no es solo una de muchas devociones, hermosa pero algo opcional. Pertenece al corazón y a la identidad misma de la vida cristiana. La Palabra tiene en sí el poder para transformar las vidas».