viernes, 25 de marzo de 2016

MEDITACIÓN DE LAS SIETE PALABRAS

Esta devoción consiste en reflexionar en las últimas siete frases que pronunció Jesús en la cruz, antes de su muerte


Oración


Jesús en la Cruz aboga:
da al ladrón: lega su Madre:
quéjase: la sed le ahoga:
cumple: entrega el alma al Padre
Al Calvario hay que llegar
porque Cristo, nuestra Luz,
hoy también nos quiere hablar
desde el ara de la Cruz.

    ¡Virgen de dolores y Madre mía! Que, como Tú, acompañe yo siempre a tu Hijo en vida, redención y muerte. Y después de glorificado en la tierra, le glorifique por toda la eternidad, junto a Él y junto a Ti. Te lo pido por tu aflicción y martirio, al pie de la Cruz. Asísteme siempre especialmente en este último momento del combate cristiano que abrirá la eternidad feliz, en compañía de tu Hijo. Así sea.

    Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.

Primera Palabra
    "Padre: Perdónalos porque no saben lo que hacen".
(San Lucas 23, 24)

    Jesús nos dejó una gran enseñanza con estas palabras, ya que a pesar de ser Dios, no se ocupó de probar su inocencia, ya que la verdad siempre prevalece. Nosotros debemos ocuparnos del juicio ante Dios y no del de los hombres. Jesús no pidió el perdón para Él porque no tenía pecado, lo pidió para quienes lo acusaron. Nosotros no somos nadie para juzgar. Dios nos ha perdonado grandes pecados, por lo que nosotros debemos perdonar a los demás. El perdonar ayuda a quitar el odio. El amor debe ganar al odio. La verdadera prueba del cristiano no consiste en cuánto ama a sus amigos, sino a sus enemigos. Perdonar a los enemigos es grandeza de alma, perdonar es prueba de amor.

    Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.

    Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.

Segunda Palabra
    "Yo te aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso".
 (San Lucas 23,43)

   Estas palabras nos enseñan la actitud que debemos tomar ante el dolor y el sufrimiento. La manera como reaccionemos ante el dolor depende de nuestra filosofía de vida. Dice un poeta que dos prisioneros miraron a través de los barrotes de su celda y uno vio lodo y otro vio estrellas. Estas son las actitudes que se encuentran manifestadas en los dos ladrones crucificados al lado de Jesús: uno no le dio sentido a su dolor y el otro sí lo hizo. Necesitamos espiritualizar el sufrimiento para ser mejores personas. Jesús en la cruz es una prueba de amor. El ladrón de la derecha, al ver a Jesús en la cruz comprende el valor del sufrimiento. El sufrimiento puede hacer un bien a otros y a nuestra alma. Nos acerca a Dios si le damos sentido.

    Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y con tanta generosidad correspondiste a la fe del buen ladrón, cuando en medio de tu humillación redentora te reconoció por Hijo de Dios, hasta llegar a asegurarle que aquel mismo día estaría contigo en el Paraíso: ten piedad de todos los hombres que están para morir, y de mí cuando me encuentre en el mismo trance: y por los méritos de tu sangre preciosísima, aviva en mí un espíritu de fe tan firme y tan constante que no vacile ante las sugestiones del enemigo, me entregue a tu empresa redentora del mundo y pueda alcanzar lleno de méritos el premio de tu eterna compañía.

    Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.

Tercera Palabra
    "Mujer, ahí tienes a tu hijo. 
Ahí tienes a tu Madre". (San Juan 19, 26-27)

    La Virgen es proclamada Madre de todos los hombres.
    El amor busca aligerar al que sufre y tomar sus dolores. Una madre cuando ama quiere tomar el dolor de las heridas de sus hijos. Jesús y María nos aman con un amor sin límites. María es Madre de cada uno de nosotros. En Juan estamos representados cada uno de nosotros. María es el refugio de los pecadores. Ella entiende que somos pecadores.

    Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y , olvidándome de tus tormentos, me dejaste con amor y comprensión a tu Madre dolorosa, para que en su compañía acudiera yo siempre a Ti con mayor confianza: ten misericordia de todos los hombres que luchan con las agonías y congojas de la muerte, y de mí cuando me vea en igual momento; y por el eterno martirio de tu madre amantísima, aviva en mi corazón una firme esperanza en los méritos infinitos de tu preciosísima sangre, hasta superar así los riesgos de la eterna condenación, tantas veces merecida por mis pecados.

    Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.

Cuarta Palabra
    "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"
 (San Marcos 15, 34)

    Es una oración, un salmo. Es el hijo que habla con el Padre.
    Estas palabras nos hacen pensar en el pecado de los hombres. El pecado es la muerte del alma. La bondad es el constante rechazo al pecado. El pecado es el abandono de Dios por parte del hombre. El hombre rechazó a Dios y Jesús experimentó esto.

    Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y tormento tras tormento, además de tantos dolores en el cuerpo, sufriste con invencible paciencia la mas profunda aflicción interior, el abandono de tu eterno Padre; ten piedad de todos los hombres que están agonizando, y de mí cuando me haye también el la agonía; y por los méritos de tu preciosísima sangre, concédeme que sufra con paciencia todos los sufrimientos, soledades y contradicciones de una vida en tu servicio, entre mis hermanos de todo el mundo, para que siempre unido a Ti en mi combate hasta el fin, comparta contigo lo mas cerca de Ti tu triunfo eterno.

    Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.

Quinta Palabra
    "¡Tengo sed!" (San Juan 19, 28)

    La sed es un signo de vida. Tiene sed de dar vida y por eso muere.
    Él tenía sed por las almas de los hombres. El Pastor estaba sólo, sin sus ovejas. Durante toda su vida Jesús había buscado almas. Los dolores del cuerpo no eran nada en comparación del dolor del alma. Que el hombre despreciara su amor le dolía profundamente en su corazón. Todo hombre necesita ser feliz y no se puede ser feliz sin Dios. La sed de todo hombre es la sed del amor.

    Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y no contento con tantos oprobios y tormentos, deseaste padecer más para que todos los hombres se salven, ya que sólo así quedará saciada en tu divino Corazón la sed de almas; ten piedad de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando llegue a esa misma hora; y por los méritos de tu preciosísima sangre, concédeme tal fuego de caridad para contigo y para con tu obra redentora universal, que sólo llegue a desfallecer con el deseo de unirme a Ti por toda la eternidad.

    Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.

Sexta Palabra
    "Todo está consumado". (San Juan 19, 30)

    Todo tiene sentido: Jesús por amor nos da su vida.     Jesús cumplió con la voluntad de su Padre. Su misión terminaría con su muerte. El plan estaba realizado. Nuestro plan no está aún terminado, porque todavía no hemos salvado nuestras almas.   Todo lo que hagamos debe estar dirigido a este fin. El sufrimiento, los tropiezos de la vida nos recuerdan que la felicidad completa solo la podremos alcanzar en el cielo. Aprendemos a morir muriendo a nosotros mismos, a nuestro orgullo, nuestra envidia, nuestra pereza, miles de veces cada día.

    Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y desde su altura de amor y de verdad proclamaste que ya estaba concluida la obra de la redención, para que el hombre, hijo de ira y perdición, venga a ser hijo y heredero de Dios; ten piedad de todos los hombres que están agonizando, y de mí cuando me halle en esos instantes; y por los méritos de tu preciosísima sangre, haz que en mi entrega a la obra salvadora de Dios en el mundo, cumpla mi misión sobre la tierra, y al final de mi vida, pueda hacer realidad en mí el diálogo de esta correspondencia amorosa: Tú no pudiste haber hecho más por mí; yo, aunque a distancia infinita, tampoco puede haber hecho más por Ti.

    Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.

Séptima Palabra
    "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu"
 (San Lucas 23, 46)

    Jesús muere con serenidad, con paz, su oración es de confianza en Dios. Se abandona en las manos de su Padre.
    Estas palabras nos hacen pensar que debemos de cuidar nuestra alma, no sólo nuestro cuerpo. Jesús entregó su cuerpo, pero no su alma. Devolvió su espíritu a su Padre no con grito de rebelión sino con un grito triunfante. Nadie nos puede quitar nuestro espíritu. Es importante recordar cual es nuestro destino en al vida para no equivocarnos de camino a seguir. Jesús nunca perdió de vista su meta a seguir. Sacrificó todo para alcanzarla. Lo más importante en la vida es la salvación de nuestras almas.

    Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y aceptaste la voluntad de tu eterno Padre, resignando en sus manos tu espíritu, para inclinar después la cabeza y morir ; ten piedad de todos los hombres que sufren los dolores de la agonía, y de mí cuando llegue esa tu llamada; y por los méritos de tu preciosísima sangre concédeme que te ofrezca con amor el sacrificio de mi vida en reparación de mis pecados y faltas y una perfecta conformidad con tu divina voluntad para vivir y morir como mejor te agrade, siempre mi alma en tus manos.

    Señor pequé, Ten piedad y misericordia de mí.

Oración Final

1 Padre Nuestro, 1 Ave María, 1 Gloria







    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene. 


    San Crisóstomo.

VIERNES SANTO

Día en que crucificaron a Cristo en el Calvario. Cómo rezar el Via Crucis.
 La Virgen de la Soledad


    En este día recordamos cuando Jesús muere en la cruz para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna. El sacerdote lee la pasión de Cristo en la liturgia de la Adoración a la cruz. Ese día no se celebra la Santa Misa.

    En las iglesias, las imágenes se cubren con una tela morada al igual que el crucifijo y el sagrario está abierto en señal de que Jesús no está.
    El color morado en la liturgia de la Iglesia significa luto. Se viste de negro la imagen de la Virgen en señal de luto por la muerte de su Hijo.

¿Cómo podemos vivir este día?

    Este día manda la Iglesia guardar el ayuno y la abstinencia.
    Se acostumbra rezar el Vía Crucis y meditar en las Siete Palabras de Jesús en la cruz.
    Se participa en la Liturgia de Adoración a la Cruz con mucho amor, respeto y devoción.
    Se trata de acompañar a Jesús en su sufrimiento.
    A las tres de la tarde, recordamos la crucifixión de Jesús rezando el Credo.

¿Cómo se reza un Vía Crucis?

    Esta costumbre viene desde finales del siglo V, cuando los cristianos en Jerusalén, se reunían por la mañana del Viernes Santo a venerar la cruz de Jesús.     Volvían a reunirse al empezar la tarde para escuchar la lectura de la Pasión.

    El Vía Crucis es una manera de recordar la pasión de Jesús y de revivir con Él y acompañarlo en los sufrimientos que tuvo en el camino al Calvario.

    Se divide en catorce estaciones que narran, paso a paso, la Pasión de Cristo desde que es condenado a muerte hasta que es colocado en el sepulcro.

    El Vía Crucis se reza caminando en procesión, como simbolismo del camino que tuvo que recorrer Jesús hasta el Monte Calvario. Hasta adelante, alguno de los participantes lleva una cruz grande y es el que preside la procesión. Se hacen paradas a lo largo del camino para reflexionar en cada una de las estaciones, mediante alguna lectura específica.

    Si se desea, después de escuchar con atención la estación que se medita y al final de cada una, se puede rezar un Padrenuestro, mientras se camina hasta la siguiente estación. El que lleva la cruz, se la puede pasar a otra persona.

Vía Crucis 

    1.- Jesús es condenado a muerte

    Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.

    Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

    Mi buen Jesús, te han condenado a muerte. ¿Estás triste? ¿ Estás asustado?
    En tu lugar yo me sentiría así. Yo quiero quedarme junto a ti para que no te sientas sólo.
    
Ayúdame, Jesús, a tener fuerzas para quedarme junto a ti.

    2.- Jesús es cargado con la cruz

    Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
    Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


    Jesús mío, te han cargado con la cruz. La veo muy grande y seguramente te pesa mucho. Yo quiero ayudarte.

    Dios mío, ayúdame a portarme muy bien y así ayudar a Jesús, tu Hijo, para que la cruz le pese un poco menos este Viernes Santo.

    3.- Jesús cae por primera vez

    Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
    Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


    Te has lastimado, mi buen Jesús, pero te vuelves a levantar. Sabes que debes seguir adelante. Yo quiero seguir contigo.
    Dios mío, dame fuerzas para levantarme cuando me caiga y así seguir adelante, como lo hizo Jesús.

4.- Jesús encuentra a María.

    Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
    Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


    María, ves pasar a tu Hijo y te duele mucho verlo así. Te duele más que a todos nosotros. Pero tú confías en Dios y Él te hace fuerte y mantiene viva tu esperanza en la resurrección.

    María, déjame estar contigo acompañándote y ayúdame a parecerme cada día más a ti.

    5.- Jesús es ayudado por el Cireneo

    Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
    Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


    El Cireneo te ayuda a cargar la cruz. Yo también quiero ayudarte cada vez que te vea cansado.

    Dios mío, ayúdame a ser generoso y servicial. En mi casa, en la escuela y en todo lugar para así parecerme al Cireneo y ayudar a tu Hijo a cargar la cruz.

    6.- La Verónica enjuga el rostro de Jesús

    Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
    Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


    Una mujer se ha acercado a ti, mi buen Jesús y te ha limpiado la cara. Tú la miras con mucho amor. Así quieres que tratemos a nuestros semejantes.

    Dios mío, así como la Verónica se acercó con tu Hijo, yo también quiero hacerlo con mis hermanos.

    7.- Jesús cae por segunda vez

    Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
    Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


    Otra vez te has caído, mi buen Jesús. Es que el camino es muy largo y difícil. Pero nuevamente tú te has levantado. Tú sabes que es necesario levantarse y seguir adelante hasta el final.

    Jesús, ayúdame a levantarme igual que tú, para poder seguir adelante en mi camino hacia ti.

    8.- Jesús consuela a las santas mujeres

    Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.

    Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


    Hay unas mujeres en el camino del calvario y tú te has detenido a saludarlas. Es tan grande tu corazón que las consuelas, en lugar de recibirlo. Quieres darles la esperanza de la Resurrección.

    Dios mío, ayúdame a tener el corazón tan grande como el de tu Hijo Jesús, para ayudar siempre a mis hermanos.

    9.- Jesús cae por tercera vez

    Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
    Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


    Una vez más, mi buen Jesús, una vez más has caído. Y una vez más te has levantado. Tú sabes que es necesario llegar hasta el final para así poder salvarnos del pecado.

    Gracias, mi buen Jesús, porque te levantaste y así me salvaste. Ayúdame a mí a levantarme cada vez que me caiga.

    10.- Jesús es despojado de sus vestidura

    Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
    Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


    Mi buen Jesús. Te quitan la única túnica que tienes y los soldados la juegan a los dados. Vas a morir pobre, como también naciste pobre. Pero tú nos dijiste una vez que tu Reino no es de éste mundo, y son las puertas del cielo las que quieres abrir para nosotros.

    Gracias, mi buen Jesús, gracias por querer salvarme.

    11.- Jesús es clavado en la cruz

    Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
    Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


    Has llegado a la parte alta del monte, mi buen Jesús. Y te clavaron en la cruz como si fueras el peor de los ladrones. Pero tú sabes perdonar a quienes lo hicieron. Y también nos perdonas nuestras faltas.

    Jesús mío, también perdóname a mí. Yo te quiero mucho y no me gusta verte así.

    12.- Jesús muere la cruz

    Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
    Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


    Mi buen Jesús, viniste al mundo a salvarnos y ahora lo has logrado. Con tu muerte en la cruz, con tu obediencia a tu Padre nos has abierto las puertas del cielo.

    Gracias, mi buen Jesús, gracias. Ahora ayúdame para que yo me gane el Cielo.

    13.- Jesús es bajado de la cruz

    Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
    Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


    María, tu Madre, te detiene entre sus brazos. Está muy triste, pero sigue confiando en Dios. Ella sabe que este no es el final.

    María, tú te convertiste en mi Madre desde la cruz. Jesús nos ha querido hacer ese regalo.Ayúdame a estar muy cerca de ti y de tu hijo toda mi vida.

    14.- Jesús es colocado en el sepulcro

    Te alabamos Oh Cristo y te bendecimos.
    Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


    Ahora todo ha terminado. La gente vuelve a su casa. Pero a nosotros nos queda la esperanza de la resurrección.

    Sabemos que tú vivirás siempre. En el Cielo, en el Sagrario y también en nuestro corazón.
    Ayúdame, mi buen Jesús, ayúdame a resucitar contigo cada día, y a vivir con la alegría de la resurrección.


    La Virgen de la Soledad 


    Bajo el título de la Virgen de la Soledad, se venera a María en muchos lugares y se celebra el viernes santo.

    El Viernes Santo se acompaña a María en la experiencia de recibir en brazos a su Hijo muerto con un sentido de condolencia. Se dice que se le va a dar el pésame a la Virgen, cuya imagen se viste de negro ese día, como señal de luto.

    Acompañamos a María en su dolor profundo, el dolor de una madre que pierde a su Hijo amado. Ha presenciado la muerte más atroz e injusta que se haya realizado jamás, pero al mismo tiempo le alienta una gran esperanza sostenida por la fe. María vio a su hijo abandonado por los apóstoles temerosos, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos.
María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no lo comprendamos.

    Es Ella quien con su compañía, su fortaleza y su fe nos da fuerza en los momentos del dolor, en los sufrimientos diarios y pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de ella y comprendamos que en el dolor, somos más parecidos a Cristo y capaces de amarlo con mayor intensidad.

    La imagen de la Virgen dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida.   Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufrimientos.

Se le puede cantar a la Virgen la siguiente canción

En el sufrimiento
supiste callar,
y junto a tu hijo
enseñas a amar.
Un Viernes Santo, con gran dolor,
sufre en silencio junto al redentor;
desde esa hora, hora de cruz,
es nuestra Madre, nos la dio Jesús.








    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene.


    San Crisóstomo

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA ( CAP III )

La Persona Humana y sus Derechos








    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene. 

    San Crisóstomo.

REFLEXIÓN

TIEMPO DE CUARESMA
VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
Del Propio. 25 de marzo


De las Catequesis de san Juan Crisóstomo, obispo
(Catequesis 3, 13-19: SC 50, 174-177)

EL VALOR DE LA SANGRE DE CRISTO

    ¿Deseas conocer el valor de la sangre de Cristo? Remontémonos a las figuras que la profetizaron y recordemos los antiguos relatos de Egipto.

    Inmolad -dice Moisés- un cordero de un año; tomad su sangre y rociad las dos jambas y el dintel de la casa. «¿Qué dices, Moisés? La sangre de un cordero irracional ¿puede salvar a los hombres dotados de razón?» «Sin duda -responde Moisés-: no porque se trate de sangre, sino porque en esta sangre se contiene una profecía de la sangre del Señor.»

    Si hoy, pues, el enemigo, en lugar de ver las puertas rociadas con sangre simbólica, ve brillar en los labios de los fieles, puertas de los templos de Cristo, la sangre del verdadero Cordero, huirá todavía más lejos.

    ¿Deseas descubrir aún por otro medio el valor de esta sangre? Mira de dónde brotó y cuál sea su fuente. Empezó a brotar de la misma cruz y su fuente fue el costado del Señor. Pues muerto ya el Señor, dice el Evangelio, uno de los soldados se acercó con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió agua y sangre: agua, como símbolo del bautismo; sangre, como figura de la eucaristía. El soldado le traspasó el costado, abrió una brecha en el muro del templo santo, y yo encuentro el tesoro escondido y me alegro con la riqueza hallada. Esto fue lo que ocurrió con el cordero: los judíos sacrificaron el cordero, y yo recibo el fruto del sacrificio.

    Del costado salió sangre y agua. No quiero, amado oyente, que pases con indiferencia ante tan gran misterio, pues me falta explicarte aún otra interpretación mística. He dicho que esta agua y esta sangre eran símbolos del bautismo y de la eucaristía. Pues bien, con estos dos sacramentos se edifica la Iglesia: cón el agua de la regeneración y con la renovación del Espíritu Santo, es decir, con el bautismo y la eucaristía, que han brotado, ambos, del costado. Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de Adán fue formada Eva.

    Por esta misma razón, afirma san Pablo: Somos miembros de su cuerpo, formados de sus huesos, aludiendo con ello al costado de Cristo. Pues del mismo modo que Dios formó a la mujer del costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos dio el agua y la sangre salidas de su costado, para edificar la Iglesia. Y de la misma manera que entonces Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste dormía, así también nos dio el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto.

    Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con qué alimento la nutre. Con un mismo alimento hemos nacido y nos alimentamos.   De la misma manera que la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a alimentar con su propia sangre y con su leche a aquel a quien ha dado a luz, así también Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a quienes él mismo ha hecho renacer.





    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene. 

    San Crisóstomo.

LA FRASE DEL DÍA

Viernes 25 de marzo







    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene.

    San Crisóstomo

EVANGELIO

TIEMPO DE CUARESMA
VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
25 de marzo


    Libro de Isaías 52,13-15.53,1-12.

    Sí, mi Servidor triunfará: será exaltado y elevado a una altura muy grande.
    Así como muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque estaba tan desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su apariencia no era más la de un ser humano, así también él asombrará a muchas naciones, y ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán algo que nunca habían oído.
    ¿Quién creyó lo que nosotros hemos oído y a quién se le reveló el brazo del Señor?
    El creció como un retoño en su presencia, como una raíz que brota de una tierra árida, sin forma ni hermosura que atrajera nuestras miradas, sin un aspecto que pudiera agradarnos.
    Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo tuvimos por nada.
    Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencia, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado.
    El fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados.
    Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros.
    Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca.
    Fue detenido y juzgado injustamente, y ¿quién se preocupó de su suerte? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes y golpeado por las rebeldías de mi pueblo.
    Se le dio un sepulcro con los malhechores y una tumba con los impíos, aunque no había cometido violencia ni había engaño en su boca.
    El Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación, verá su descendencia, prolongará sus días, y la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él.
    A causa de tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo, quedará saciado. Mi Servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos.
    Por eso le daré una parte entre los grandes y él repartirá el botín junto con los poderosos. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los culpables, siendo así que llevaba el pecado de muchos e intercedía en favor de los culpables.


Salmo 31(30),2.6.12-13.15-16.17.25.

Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca me vea defraudado!
Líbrame, por tu justicia;
Yo pongo mi vida en tus manos:

tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.
Soy la burla de todos mis enemigos
y la irrisión de mis propios vecinos;
para mis amigos soy motivo de espanto,
los que me ven por la calle huyen de mí.
Como un muerto, he caído en el olvido,

me he convertido en una cosa inútil.
Pero yo confío en ti, Señor,
y te digo: «Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos.»
Líbrame del poder de mis enemigos

y de aquellos que me persiguen.
Que brille tu rostro sobre tu servidor,
sálvame por tu misericordia.
Sean fuertes y valerosos,
todos los que esperan en el Señor.


Carta a los Hebreos 4,14-16.5,7-9.

    Y ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe.
    Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado.
    Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno.
    El dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión.
    Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer.
    De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.



Evangelio según San Juan 18,1-40.19,1-42.


    Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar una huerta y allí entró con ellos.
    Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia.
    Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas.
    Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó: "¿A quién buscan?".
    Le respondieron: "A Jesús, el Nazareno". El les dijo: "Soy yo". Judas, el que lo entregaba, estaba con ellos.
    Cuando Jesús les dijo: "Soy yo", ellos retrocedieron y cayeron en tierra.
    Les preguntó nuevamente: "¿A quién buscan?". Le dijeron: "A Jesús, el Nazareno".
    Jesús repitió: "Ya les dije que soy yo. Si es a mí a quien buscan, dejen que estos se vayan".
    Así debía cumplirse la palabra que él había dicho: "No he perdido a ninguno de los que me confiaste".
    Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco.
    Jesús dijo a Simón Pedro: "Envaina tu espada. 
¿ Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?".
    El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se apoderaron de Jesús y lo ataron.
    Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año.
    Caifás era el que había aconsejado a los judíos: "Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo".
    Entre tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el patio del Pontífice, mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo, el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar a Pedro.
    La portera dijo entonces a Pedro: "¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?". El le respondió: "No lo soy".
    Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que habían encendido porque hacía frío.   Pedro también estaba con ellos, junto al fuego.
    El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su enseñanza.
    Jesús le respondió: "He hablado abiertamente al mundo; siempre enseñé en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada en secreto.
    ¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les enseñé. Ellos saben bien lo que he dicho".
     Apenas Jesús dijo esto, uno de los guardias allí presentes le dio una bofetada, diciéndole: "¿Así respondes al Sumo Sacerdote?".
    Jesús le respondió: "Si he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?".
    Entonces Anás lo envió atado ante el Sumo Sacerdote Caifás.
    Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron: "¿No eres tú también uno de sus discípulos?". El lo negó y dijo: "No lo soy".
    Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquel al que Pedro había cortado la oreja, insistió: "¿Acaso no te vi con él en la huerta?".
    Pedro volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo.
    Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder así participar en la comida de Pascua.
    Pilato salió a donde estaban ellos y les preguntó: "¿Qué acusación traen contra este hombre?". Ellos respondieron: "Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado".
    Pilato les dijo: "Tómenlo y júzguenlo ustedes mismos, según la Ley que tienen". Los judíos le dijeron: "A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie".
    Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a morir.
    Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?".
    Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?".
    Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?".
    Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí".
    Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz".
    Pilato le preguntó: "¿Qué es la verdad?". Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo: "Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo.
    Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a alguien, en ocasión de la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?".
    Ellos comenzaron a gritar, diciendo: "¡A él no, a Barrabás!". Barrabás era un bandido.
    Pilato mandó entonces azotar a Jesús.
    Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo, y acercándose, le decían: "¡Salud, rey de los judíos!", y lo abofeteaban.
    Pilato volvió a salir y les dijo: "Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en él ningún motivo de condena".
    Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo: "¡Aquí tienen al hombre!".
    Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo".
    Los judíos respondieron: "Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir porque él pretende ser Hijo de Dios".
    Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía.
    Volvió a entrar en el pretorio y preguntó a Jesús: "¿De dónde eres tú?". Pero Jesús no le respondió nada.
    Pilato le dijo: "¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para crucificarte?".
    Jesús le respondió: " Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más grave".
    Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaban: "Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al César".
    Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el lugar llamado "el Empedrado", en hebreo, "Gábata".
    Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía. Pilato dijo a los judíos: "Aquí tienen a su rey".
    Ellos vociferaban: "¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "¿Voy a crucificar a su rey?". Los sumos sacerdotes respondieron: "No tenemos otro rey que el César".
    Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron.
    Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado "del Cráneo", en hebreo "Gólgota".
    Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio.
    Pilato redactó una inscripción que decía: "Jesús el Nazareno, rey de los judíos", y la hizo poner sobre la cruz.
    Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego.
    Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: "No escribas: 'El rey de los judíos', sino: 'Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos'.
    Pilato respondió: "Lo escrito, escrito está".
    Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo,
se dijeron entre sí: "No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca". Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados.
    Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
    Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo".
    Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
    Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed.
    Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca.
    Después de beber el vinagre, dijo Jesús: "Todo se ha cumplido". E inclinando la cabeza, entregó su espíritu.
    Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne.
    Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús.
Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.
    El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean.
    Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ninguno de sus huesos.
    Y otro pasaje de la Escritura, dice: Verán al que ellos mismos traspasaron.
    Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús -pero secretamente, por temor a los judíos- pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo.
    Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y áloe, que pesaba unos treinta kilos.
    Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos.
    En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado.
    Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Fuente: ©Evangelizo.org






    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene. 

    San Crisóstomo.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

TIEMPO DE CUARESMA
VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
25 de marzo


Severiano de Gabala (?-c. 408), obispo en Siria 
6ª homilía sobre la creación del mundo, 5-6

La cruz, árbol de vida

    Había un árbol en medio del paraíso. La serpiente se sirvió de él para engañar a nuestros primeros padres. Fijaos en esta cosa sorprendente: para abusar del hombre la serpiente recurrirá a un sentimiento inherente a su naturaleza. El Señor, al modelar al hombre puso en él, además de un conocimiento general del universo, el deseo de Dios. Desde que el demonio descubrió este ardoroso deseo, dio al hombre: «Seréis como dioses (Gn 3,5). Ahora no sois más que unos hombres y no podéis estar siempre con Dios; pero si llegáis a ser dioses, estaréis siempre con él»... Es decir, es el deseo de ser igual a Dios que sedujo a la mujer..., ella comió e indujo al hombre a hacer lo mismo... Ahora bien, después de la falta «Adán oyó la voz del Señor que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa» (Gn 3,8)... ¡Bendito sea el Dios de los santos por haber visitado a Adán hacia el atardecer! Y todavía volverlo a visitar ahora, hacia el atardecer, sobre la cruz.

    Porque es precisamente a la misma hora en la que Adán había comido que el Señor sufrió su pasión, a esas horas marcadas por la falta y el juicio, es decir, entre la hora sexta y la hora novena. A la hora sexta Adán comió según la ley de la naturaleza; seguidamente se escondió. Hacia el atardecer, Dios vino a él.

    Adán había deseado ser Dios; había deseado una cosa imposible. Cristo llenó este deseo. Le dice: «Has querido llegar a ser lo que no podías ser; pero yo deseo ser hombre, y lo puedo ser. Dios hace todo lo contrario de lo que tú has hecho dejándote seducir. Has deseado lo que estaba por encima de tu alcance; yo tomo lo que está por debajo de mi. Has deseado ser igual a Dios; yo quiero llegar a ser el igual del hombre... Has deseado llegar a ser Dios y no has podido. Yo me hago hombre para hacer posible lo que era imposible». Sí, es precisamente para eso que Dios vino. Él mismo da testimonio de ello a sus apóstoles: «He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros» (Lc 22,15)...Vino hacia el atardecer y dijo: «Adán ¿dónde estás?» (Gn 3,9)... El que vino a padecer es el mismo que bajó al paraíso.


Fuente: ©Evangelizo.org









    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene. 

    San Crisóstomo.

HIMNO

TIEMPO DE CUARESMA

VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
Del Propio. 25 de marzo










    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene.


     San Crisóstomo.

SANTORAL

TIEMPO DE CUARESMA
VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
25 de marzo


    Sólo poseemos noticias ciertas acerca de su muerte y de su solemne canonización -por parte del mismo Jesucristo-, no repetida en la historia de la Santidad. En Marcos 15, 27s. y Lucas 23, 39-43 podemos leer: "Y con Él crucificaron dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda de Él. Y fue cumplida la Escritura que dice: Y fue contado entre los inicuos.
    Uno de los malhechores le insultaba diciendo: ¿No eres Tú el Mesías? Sálvate a Ti mismo y a nosotros.

    Mas el otro, respondiendo, le reconvenía diciendo: ¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros, la verdad, lo estamos justamente, pues recibimos el justo pago de lo que hicimos; mas   Éste nada ha hecho; y decía a Jesús Acuérdate de mí cuando vinieres en la gloria de tu realeza.
    Díjole: En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el Paraíso".

    Como hemos indicado al principio, nada más sabemos de San Dimas con certeza histórica, pues son unas actas, aunque muy antiguas, apócrifas las que iniciaron la leyenda sobre el mismo, que todos hemos oído relatar alguna vez.
   La Sagrada Familia, según nos narra la Biblia, se vio obligada a huir a Egipto, debido al peligro que corría la vida de Jesús, por la persecución de los niños menores de dos años que Herodes el Grande había decretado.

    En cierta ocasión en que los soldados del rey -y empieza aquí la narración apócrifa- estaban sobre la pista de la Familia Santa, y cuando ya les andaban muy cerca, José y María encontraron una casa en la que fácilmente se podrían esconder, si les dejaban entrar.

    Esta casa era la que habitaba Dimas con los suyos. José les pide que los escondan, pues los soldados del rey con sus caballos, mucho más veloces que el sencillo borrico que montan, ya casi les dan alcance. Pero los habitantes de aquella casa se niegan a ello.

    En este momento sale el joven Dimas, que seguramente por su carácter y decisión gozaba entre sus camaradas de gran autoridad, y dispone que se queden y les esconde en un lugar tan oculto que la policía romana no consigue descubrirlos, ni puede detenerlos. Jesús promete a Dimas, agradecido, que su acto no quedará sin recompensa, y le anuncia que volverán a verse en otra ocasión y aún en peores condiciones, y entonces será Él, Cristo, quien ayudará a su benigno protector.

    De este modo terminan su narración las actas apócrifas. Explicación suficiente, sin embargo, para observar en ella una diferencia total entre las leyendas atribuidas a Jesús, y la sobriedad evangélica, aun en los momentos más sublimes en que para confirmar su doctrina, Jesucristo obra algunos de sus milagros. Por esta razón nos ceñiremos a continuación al relato evangélico, Palabra Viva, que nos conduce a importantes enseñanzas.

    ¿A qué fue debida la conversión de Dimas, un ladrón, un malhechor, que seguramente en toda su vida no había visto a Jesús, aunque hubiera oído hablar de Él, como de alguien grande, misteriosamente poderoso y enigmático para muchos?

    Porque en la cruz, Dimas se nos presenta ya convertido, como creyente en la divinidad de Cristo: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio?».

    Un autor moderno atribuye la conversión de Dimas a la mirada de Jesucristo, la mirada clara de Cristo; en su cara abofeteada, escupida y demacrada, la mirada que había obrado tantos prodigios y que convertía al que se adentraba en ella con corazón limpio, en seguidor y discípulo...

   Y el corazón de Dimas debía ser limpio, a pesar de todos sus delitos. Inclinado al robo quizá por circunstancias externas, circunstancias tal vez de tipo social, había sabido conservar, empero, cierto cariño a los que le rodeaban, y un respeto sincero a sus padres y a las vidas de los demás.

    Y Dios, por la Sangre de su Hijo que estaba a punto de derramarse, le premiaba lo bueno que había hecho y le perdonaba lo malo. Y en su Amor insondable -Dios es Amor- le había concedido las gracias suficientes y necesarias para aquel acto profundo de fe.

    Y a continuación el gran acto de sometimiento a la Voluntad de Dios y a la justicia de los hombres: «Nosotros, la verdad, lo estamos justamente, pues recibimos el justo pago de lo que hicimos»; y después, en aquellos momentos solemnes, alrededor de los cuales gira toda la Historia, quiera el hombre reconocerlo o no, la petición confiada, anhelante a su Dios, que por él, con él y también por nosotros moría en una cruz: «Acuérdate de mí, cuando vinieres en la gloria de tu realeza».

    Y de labios del mismo Cristo oye Dimas las palabras santificadoras: «En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso».

    He aquí un Santo original: hasta poco antes de morir, un ladrón, un malhechor, de familia seguramente innoble, sin ningún milagro en su haber, que puede ser, para nosotros, un magnífico tema de profunda meditación.

    En la Iglesia Ortodoxa Rusa, tanto las cruces como los crucifijos se representan con tres barras horizontales, la más alta es eltitulus crucis (la inscripción que Poncio Pilatos mandó poner sobre la cabeza de Cristo en latín, griego y hebreo: "Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos"), la segunda más larga representa el madero sobre el que fueron clavados las manos de Jesús y la más baja, oblicua, señala hacia arriba al Buen Ladrón y hacia abajo al Mal Ladrón.

Oremos

    Oh Padre del cielo, en memoria de San Dimas el buen ladrón, que en su último momento despertó la consciencia del valor que tienen los bienes del cielo, y que rechazó su vida pasada en el final de su vida, te encomendamos con nuestra más sincera suplica, que fortalezcas nuestro corazón, para reconocer el valor que tiene el seguir tu mensaje de Salvación, y despiertes nuestra mente al reconocimiento de las cosas mas valiosas, que són las que tu nos dejaste como herencia. Por Nuestro Señor Jesucristo que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo. Amén


Fuente: ©Evangelizo.org



    Aunque no entendáis lo secretos de la Escritura, con todo, la simple lectura de ella causa en nosotros una cierta santidad; porque no puede ser que dejéis algo de lo que leáis. Porque la verdad, por esto dispuso la gracia del Espíritu Santo en estas escrituras fuesen compuestas por publicanos, pescadores, artífices de tiendas de campaña, pastores, nobles, y otros torpes e indoctos, para que ningún iletrado pueda alegar por excusas la dificultad de comprenderlas, y a fin de que todos entiendan fácilmente lo que en ellas se contiene. 

    San Crisóstomo.