viernes, 30 de octubre de 2020

EVANGELIO - 31 de Octubre - San Lucas 14,1.7-11


        Carta de San Pablo a los Filipenses 1,18b-26.

    Pero ¡qué importa! Después de todo, de una u otra manera, con sinceridad o sin ella, Cristo es anunciado, y de esto me alegro y me alegraré siempre.
    Porque sé que esto servirá para mi salvación, gracias a las oraciones de ustedes y a la ayuda que me da el Espíritu de Jesucristo.
    Así lo espero ansiosamente, y no seré defraudado. Al contrario, estoy completamente seguro de que ahora, como siempre, sea que viva, sea que muera, Cristo será glorificado en mi cuerpo.
    Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia.
    Pero si la vida en este cuerpo me permite seguir trabajando fructuosamente, ya no sé qué elegir.
    Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que permanezca en este cuerpo.
    Tengo la plena convicción de que me quedaré y permaneceré junto a todos ustedes, para que progresen y se alegren en la fe.
    De este modo, mi regreso y mi presencia entre ustedes les proporcionarán un nuevo motivo de orgullo en Cristo Jesús.


Salmo 42(41),2.3.5bcd.

Como la cierva sedienta
busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira
por ti, mi Dios.

Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar
el rostro de Dios?

Me dejo llevar por la nostalgia:
¡cómo iba en medio de la multitud
y la guiaba hacia la Casa de Dios


    Evangelio según San Lucas 14,1.7-11.

    Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente.
    Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: "Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: 'Déjale el sitio', y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.
    Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: 'Amigo, acércate más', y así quedarás bien delante de todos los invitados.
    Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 31 de Octubre - «El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.»

 

       San Padre Pío de Pietrelcina, capuchino Obras: Buona giornata 8/8.

«El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.»

    La humildad es la verdad, y la verdad es que yo no soy nada. Por consiguiente, todo lo bueno que tengo viene de Dios. Pero a veces malgastamos lo que Dios ha puesto de bueno en nosotros. Cuando veo la gente que me pide algo, a veces ni pienso en lo que podría darles, sino en lo que no soy capaz de dar y por tanto, muchas almas quedan sedientas porque yo no he sabido transmitirles lo que Dios les quería dar.

    La idea que el Señor viene cada día a nosotros y nos da todo, nos tendría que llevar a la humildad. Sin embargo, pasa lo contrario porque el demonio despierta en nosotros sentimientos de orgullo. Esto no nos honra. Hay, pues, que luchar contra nuestro orgullo. Cuando nos parece que nos puede, paremos un instante, hagamos un acto de humildad. Entonces, Dios que ama los corazones humillados vendrá en nuestra ayuda.

SANTORAL - SAN WOLFGANGO DE RATISBONA

31 de Octubre


   En Ratisbona, en el territorio de Baviera, san Wolfgango, obispo, que, después de ser maestro de escuela y haber profesado como monje, fue elevado a la sede episcopal, desde donde reinstauró la disciplina del clero, y mientras visitaba la región de Pupping descansó en el Señor. San Wolfgang, que pertenecía a una familia suaba, nació hacia el año 930. Sus padres le enviaron muy joven a la abadía de Reichenau, en una isla del Lago de Constanza, que era entonces un floreciente centro del saber. Allí se hizo amigo de un joven de la nobleza, llamado Enrique, hermano de Poppón, el obispo de Wurzburg. Este último había fundado una escuela en su ciudad episcopal, y Enrique convenció a Wolfgang de que se trasladase con él a dicha escuela. La inteligencia de que dio muestras el joven suabo, despertó entre sus compañeros la admiración y la envidia. El año 956, Enrique fue elegido arzobispo de Tréveris. Se llevó a Wolfgang a su arquidiócesis y le nombró profesor en la escuela de su catedral. En Tréveris Wolfgang cayó bajo la influencia de un monje muy dinámico, llamado Romualdo, y secundó con gran entusiasmo los esfuerzos de Enrique por promover la religión en la arquidiócesis. Enrique murió el año 964. Wolfgang se hizo entonces benedictino en un monasterio de Einsiedeln, cuyo abad era un inglés llamado Gregorio. El abad cayó pronto en la cuenta de que las cualidades de Wolfgang eran todavía mayores que su fama y le nombró director de la escuela del monasterio. San Ulrico, obispo de Augsburgo, le confirió la ordenación sacerdotal. Ello despertó el celo misionero de Wolfgang, quien partió a evangelizar a los magiares de Panonia. La empresa no tuvo el éxito que merecía. Por entonces, el emperador Otón II se enteró de que el santo era una persona idónea para ocupar la sede de Regensburg (Ratisbona), que estaba vacante. Inmediatamente le mandó llamar a Frankfurt y le confirió el beneficio temporal, por más que Wolfgang le rogó que le dejase volver a su monasterio. La consagración episcopal tuvo lugar en Regensburg, en la Navidad del año 972.

    San Wolfgang no abandonó jamás el hábito monacal y en la práctica de su ministerio episcopal mantuvo las austeridades de la vida conventual. Lo primero que hizo, una vez que se estableció en su diócesis, fue emprender la reforma del clero y de los monasterios, especialmente de dos conventos de monjas poco edificantes. Una de las principales rentas de la sede procedía de la abadía de San Emmeram de Regensburg. Hasta entonces había dependido del obispo, y los resultados habían sido tan malos como en otros casos análogos. Wolfgang le devolvió la autonomía y confió su gobierno a Ramuoldo, a quien mandó llamar de Tréveris. El santo era incansable en la predicación, y su intenso espíritu de oración confería una eficacia especial a su palabra. Cumplió con gran fidelidad y vigilancia todas sus obligaciones episcopales durante los veintidós años que ocupó la sede. Se refieren varios milagros obrados por él y su generosidad con los pobres llegó a ser proverbial. En una ocasión en que escaseaba el vino, ciertos sacerdotes ignorantes empezaron a emplear agua en vez de vino en la misa; naturalmente, eso horrorizó al santo obispo, quien distribuyó el vino de su propia bodega por toda la diócesis.

    Durante algún tiempo, san Wolfgang abandonó el gobierno de su diócesis y se retiró a la soledad; pero unos cazadores descubrieron su retiro y le obligaron a volver a Regensburg. Como quiera que fuese, la vocación monacal del santo no le impidió cumplir con sus obligaciones seculares, ya que asistió a varias dietas imperiales y acompañó al emperador en una campaña a Francia. San Wolfgang cedió una parte de Bohemia, que pertenecía a su diócesis, para que se fundase una nueva, cuya sede se estableció en Praga. El duque Enrique de Baviera tenía gran veneración por el santo y le confió la educación de su hijo Enrique, quien fue más tarde emperador y santo canonizado. En el curso de un viaje por el Danubio, rumbo a Austria, San Wolfgang cayó enfermo y falleció en la pequeña población de Puppingen, no lejos de Linz. Fue canonizado en 1052. Su fiesta se celebra en muchas diócesis de Europa Central y en las casas de los canónigos regulares de Letrán, ya que San Wolfgang restableció entre su clero la vida canonical.

Oremos

    Dios todopoderoso y eterno, que nos concede celebrar los méritos de todos los santos en una misma solemnidad, te rogamos que, por las súplicas de tan numerosos intercesores , nos concedas en abundancia los dones que te pedimos . Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo . Amen