«Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón», es decir, el mensaje de la fe que nosotros predicamos. Porque, si proclamas con tu boca a Jesús como Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón creemos para obtener la justificación y con la boca hacemos profesión de nuestra fe para alcanzar la salvación. Rm 10, 8b-10
miércoles, 20 de abril de 2016
AMORIS LAETITIA
«Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón», es decir, el mensaje de la fe que nosotros predicamos. Porque, si proclamas con tu boca a Jesús como Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón creemos para obtener la justificación y con la boca hacemos profesión de nuestra fe para alcanzar la salvación. Rm 10, 8b-10
CATEQUESIS SOBRE LOS SACRAMENTOS
CAPÍTULO PRIMERO
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA
«Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón», es decir, el mensaje de la fe que nosotros predicamos. Porque, si proclamas con tu boca a Jesús como Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón creemos para obtener la justificación y con la boca hacemos profesión de nuestra fe para alcanzar la salvación. Rm 10, 8b-10
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA ( CAP III )
LA PERSONA HUMANA Y SUS MÚLTIPLES DIMENSIONES
REFLEXIÓN
TIEMPO PASCUAL
MIÉRCOLES DE SEMANA IV
Propio del Tiempo. Salterio IV
20 de abril
(Libro 8, 13-16: PL 10, 246-249)
UNIDAD NATURAL DE LOS FIELES EN DIOS POR LA ENCARNACIÓN DEL VERBO Y POR LA EUCARISTÍA
Si es verdad que la Palabra se hizo carne, también lo es que en el sagrado alimento recibimos a la Palabra hecha carne; por eso hemos de estar convencidos que permanece en nosotros de un modo connatural aquel que, al nacer como hombre, no sólo tomó de manera inseparable la naturaleza de nuestra carne, sino que también mezcló, en el sacramento que nos comunica su carne, la naturaleza de esta carne con la naturaleza de la eternidad. De este modo somos todos una sola cosa, ya que el Padre está en Cristo, y Cristo en nosotros. Por su carne, está él en nosotros, y nosotros en él, ya que, por él, lo que nosotros somos está en Dios.
Él mismo atestigua en qué alto grado estamos en él, por el sacramento en que nos comunica su carne y su sangre, pues dice: El mundo ya no me verá; pero vosotros me veréis, porque yo seguiré viviendo y vosotros también; porque yo estoy en mi Padre, y vosotros estáis en mi y yo estoy en vosotros. Si se hubiera referido sólo a la unidad de voluntades, no hubiera usado esa cierta gradación y orden al hablar de la consumación de esta unidad, que ha empleado para que creamos que él está en el Padre por su naturaleza divina, que nosotros, por el contrario, estamos en él por su nacimiento corporal, y que él, a su vez, está en nosotros por el misterio del sacramento. De este modo se nos enseña la unidad perfecta a través del Mediador, ya que, permaneciendo nosotros en él, él permanece en el Padre y, permaneciendo en el Padre, permanece en nosotros; y, así, tenemos acceso a la unidad con el Padre, ya que, estando él en el Padre por generación natural, también nosotros estamos en él de un modo connatural, por su presencia permanente y connatural en nosotros.
A qué punto esta unidad es connatural en nosotros lo atestigua él mismo con estas palabras: El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mi, y yo en él. Para estar en él, tiene él que estar en nosotros, ya que sólo él mantiene asumida en su persona la carne de los que reciben la suya.
Ya antes había enseñado la perfecta unidad que obra este sacramento, al decir: Asi como me envió el Padre que posee la vida y yo vivo por el Padre, de la misma manera quien me come vivirá por mi. Él, por tanto, vive por el Padre; y, del mismo modo que él vive por el Padre, así también nosotros vivimos por su carne.
Emplea, pues, todas estas comparaciones adecuadas a nuestra inteligencia, para que podamos comprender, con estos ejemplos, la materia de que trata. Ésta es, por tanto, la fuente de nuestra vida: la presencia de Cristo por su carne en nosotros, carnales; de manera que nosotros vivimos por él a la manera que él vive por el Padre.
LA FRASE DEL DÍA
Miércoles 20 de abril
«Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón», es decir, el mensaje de la fe que nosotros predicamos. Porque, si proclamas con tu boca a Jesús como Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón creemos para obtener la justificación y con la boca hacemos profesión de nuestra fe para alcanzar la salvación. Rm 10, 8b-10
EVANGELIO
TIEMPO PASCUAL
MIÉRCOLES DE SEMANA IV
20 de abril
Mientras tanto, la Palabra de Dios se difundía incesantemente.
Bernabé y Saulo, una vez cumplida su misión, volvieron de Jerusalén a Antioquía, llevando consigo a Juan, llamado Marcos.
En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo.
Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: "Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado".
Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre.
Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y Juan colaboraba con ellos.
Salmo 67(66),2-3.5.6.8.
En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo.
Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: "Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado".
Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre.
Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y Juan colaboraba con ellos.
Salmo 67(66),2-3.5.6.8.
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
haga brillar su rostro sobre nosotros,
para que en la tierra se reconozca su dominio,
y su victoria entre las naciones.
Que canten de alegría las naciones,
porque gobiernas a los pueblos con justicia
y guías a las naciones de la tierra.
¡Que los pueblos te den gracias, Señor,
que todos los pueblos te den gracias!
Que Dios nos bendiga,
y lo teman todos los confines de la tierra.
Evangelio según San Juan 12,44-50.
haga brillar su rostro sobre nosotros,
para que en la tierra se reconozca su dominio,
y su victoria entre las naciones.
Que canten de alegría las naciones,
porque gobiernas a los pueblos con justicia
y guías a las naciones de la tierra.
¡Que los pueblos te den gracias, Señor,
que todos los pueblos te den gracias!
Que Dios nos bendiga,
y lo teman todos los confines de la tierra.
Evangelio según San Juan 12,44-50.
Jesús exclamó: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió.
Y el que me ve, ve al que me envió.
Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas.
Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo.
El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día.
Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó".
Fuente: ©Evangelizo.org
Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas.
Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo.
El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día.
Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó".
Fuente: ©Evangelizo.org
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO
TIEMPO PASCUAL
MIÉRCOLES DE SEMANA IV
20 de abril
“El que me ve a mi, ve al que me ha enviado”
La invocación de Dios como “Padre” es conocida en muchas religiones. La divinidad es con frecuencia considerada como “padre de los dioses y de los hombres”. En Israel, Dios es llamado Padre en cuanto creador del mundo. Pues aún más, Dios es Padre en razón de la alianza y del don de la Ley a Israel, su “primogénito” (Ex 4,22). Es llamado también Padre del rey de Israel (cf 2S 7,14). Es muy especialmente “el Padre de los pobres”, del huérfano y de la viuda, que están bajo su protección amorosa (cf Sl 68,6)…
Jesús ha revelado que Dios es “Padre” en un sentido nuevo: no lo es sólo en cuanto creador, es eternamente Padre en relación con su Hijo Único, que recíprocamente sólo es Hijo en relación con su Padre: “Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11,27). Por eso los apóstoles confiesa a Jesús como “el Verbo que en el principio estaba junto a Dios y que era Dios” (Jn 1,1), como “la imagen del Dios invisible (Col 1,15), como “el resplandor de su gloria y la impronta de su esencia” (Hb 1,3).
Después de ellos. Siguiendo la tradición apostólica, la Iglesia confesó en el año 325 en el primer Concilio Ecuménico de Nicea, que el Hijo es “consubstancial” al Padre, es decir, un solo Dios con él. El segundo concilio Ecuménico, reunido en Constantinopla en el año 381, conservó esta expresión en su formulación del Credo de Nicea y confesó “al Hijo Único de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, consubstancial al Padre”.
Fuente:©Evangelizo.org
HIMNO
TIEMPO PASCUAL
MIÉRCOLES DE SEMANA IV
Propio del Tiempo. Salterio IV
20 de abril
SANTORAL
TIEMPO PASCUAL
MIÉRCOLES DE SEMANA IV
20 de abril
Religiosa. (año 1317), nació en Montepulciano, (Italia) en 1268 y fue una de las figuras más brillantes de la Orden de Santo Domingo. A los 9 años obtuvo que sus padres la dejaran irse a vivir a un convento de religiosas. Cuando apenas tenía catorce años la encargaron ya de la portería del convento y de recibir las visitas. A los 15 años, la superiora de aquella comunidad fue trasladada a fundar un convento en otra ciudad, y pidió que le dejaran llevar como principal colaboradora a Inés. Desde muy joven ayunaba casi todos los días y dormía en el duro suelo y tenía por almohada una piedra. Después la salud se le resintió y por orden del médico tuvo que suavizar esas mortificaciones.
San Raimundo cuenta que Dios le permitía visiones celestiales, que un día logró ver cómo era Jesús cuando era Niño. Santa Catalina de Siena fue a Montepulciano a visitar el cadáver de Santa Inés, el cual después de 30 años, todavía se encontraba incorrupto, profesaba una gran veneración a esta santa y en una carta que escribió a las religiosas de esa comunidad les dice: "Les recomiendo que sigan las enseñanzas de la hermana Inés y traten de imitar su santa vida, porque dio verdaderos ejemplos de caridad y humildad. Ella tenía en su corazón un gran fuego de caridad, regalado por el mismo Dios, y este fuego le producía un inmenso deseo de salvar almas y de santificarse por conseguir la salvación de muchos.
Y después de la caridad lo que más admiraba en ella era su profunda humildad. Siempre oraba y se esforzaba por conservar y aumentar estas dos virtudes. Y lo que le ayudaba mucho a crecer en santidad era que se había despojado de todo deseo de poseer bienes materiales o de darle gusto a sus inclinaciones sensuales, y el dominar continuamente su amor propio. Su corazón estaba totalmente lleno de amor a Cristo Crucificado, y este amor echaba fuera los amores mundanos y los apegos indebidos a lo que es terrenal. Ella ofrecía en sacrificio a Dios su propia sensualidad. Para esta buena religiosa el mejor tesoro era Cristo crucificado, en quien meditaba siempre y a quien tanto amaba". San Raimundo cuenta que muchos testigos le declararon haber presenciado hechos milagrosos en la vida de Santa Inés.- Murió en el mes de abril del año 1317 a la edad de 49 años, y en su sepulcro se han obrado muchos milagros. Que nos contagie Inés de su gran amor por Jesús Crucificado.
Oremos
Tú, Señor, que concediste a Santa Inés de Montepulciano, el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de esta santa, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.
Fuente: ©Evangelizo.org
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