jueves, 2 de abril de 2020

PENSAMIENTO DE LOS SANTOS



    ¡Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo dónanos tu bendición! Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido, y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo para llevar a Jesús a todos y a todos a Jesús. Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar, volver a mirar hacia lo alto para encontrar la luz, que ilumina los caminos de la vida en la tierra. Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la Bendición de Dios. Amén.

EVANGELIO - 03 de Abril - San Juan 10,31-42


    Evangelio según San Juan 10,31-42.

    Los judíos tomaron piedras para apedrearlo.
    Entonces Jesús dijo: "Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?".
    Los judíos le respondieron: "No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios".
    Jesús les respondió: "¿No está escrito en la Ley: Yo dije: Ustedes son dioses?
    Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada-
    ¿Cómo dicen: 'Tú blasfemas', a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: "Yo soy Hijo de Dios"?
    Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre".
    Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos.
    Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó allí.
    Muchos fueron a verlo, y la gente decía: "Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad".
    Y en ese lugar muchos creyeron en él.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 03 de Abril - "Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?"


       San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia Sermones diversos, nº 22, 5-6

«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: 
¿por cuál de ellas me apedreáis?»

    Toda tu vida la debes a Cristo Jesús, puesto que él ha dado su vida por tu vida, y ha soportado toda clase de amargos tormentos a fin de que tú no tengas que soportar tormentos eternos... ¿Qué es lo que no te parecerá dulce cuando hayas acumulado en tu corazón todas las amarguras de tu Señor?... Así como los cielos son más altos que la tierra (Is 55,9), así su vida es más alta que la nuestra y, sin embargo, ha sido entregada por nuestra vida. Así como la nada no se puede comparar a ninguna cosa, igualmente nuestra vida no tiene proporción con la suya...
    Aunque le consagrara todo lo que soy, todo lo que puedo, sería como una estrella comparada con el sol, una gota de agua con un río, una piedra con una torre, un grano de arena con una montaña. No tengo sino dos cosas pequeñas, y muy pequeñas: mi cuerpo y mi alma, o mejor dicho, sólo una pequeña cosa: mi voluntad. ¿Y no la daré al que ha colmado de tantos beneficios a un ser tan pequeño como yo, a aquel que dándose enteramente, me ha rescatado totalmente? Dicho de otra forma, si conservo para mí mi voluntad ¿con qué rostro, con qué ojos, con qué espíritu, con qué conciencia iré a refugiarme junto al corazón de la misericordia de nuestro Dios? ¿Me atreveré a agujerear esta muralla tan fuerte que guarda a Israel, y hacer correr como precio de mi rescate no sólo algunas gotas, sino las oleadas de esta sangre que mana de las cinco partes de su cuerpo?

SANTORAL - SAN JUAN BRITTOS

03 de Abril


    Siendo muy joven, pidió ser admitido en la Comunidad de los Padres Jesuitas. En los estudios del seminario brilló por su gran inteligencia y por su dedicación total a la preparación para el sacerdocio, y luego de su ordenación, recibió del rey y, de muy altas personalidades, la petición de quedarse en Portugal.

    Sin embargo, el santo deseando imitar a San Francisco Javier pidió y obtuvo ser enviado como misionero a la India, y con 16 compañeros emprendió el larguísimo viaje por mar. Desde 1673 hasta 1693, por veinte años estuvo misionando incansablemente en la India. Y fue tanto el entusiasmo con el cual se dedicó a las actividades misioneras que lo nombraron superior de las Misiones de la India. Logró ganarse la simpatía de todas las clases sociales, y obtuvo notables éxitos espirituales en toda clase de personas.

    Los sacerdotes paganos de estas tierras eran muy fanáticos y atacaban sin piedad a San Juan y a sus cristianos; muchas veces lo echaron a la cárcel y le hicieron padecer feroces torturas. El 4 de febrero de 1693 un gran gentío se reunió para ver la ejecución del santo misionero, a quien se le acusaba de enseñar doctrinas que no eran las de los sacerdotes de los dioses de ese país. El gobernador estuvo varias horas demorando la sentencia porque sentía miedo de ordenar semejante crimen. Pero al fin movido por los fanáticos enemigos del cristianismo mandó que le cortaran la cabeza.

Oremos

    Proclamamos, Señor, tu poder y humildemente te pedimos que, así como concediste a san Juan Brittos ser fiel imitador de la pasión de Cristo, así nos otorgues a nosotros que la fortaleza que manifestó en su martirio sea sostén de nuestra debilidad. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL CHRISTUS VIVIT



Capítulo quinto
Caminos de juventud




En amistad con Cristo

150. Por más que vivas y experimentes no llegarás al fondo de la juventud, no conocerás la verdadera plenitud de ser joven, si no encuentras cada día al gran amigo, si no vives en amistad con Jesús.

151. La amistad es un regalo de la vida y un don de Dios. A través de los amigos el Señor nos va puliendo y nos va madurando. Al mismo tiempo, los amigos fieles, que están a nuestro lado en los momentos duros, son un reflejo del cariño del Señor, de su consuelo y de su presencia amable. Tener amigos nos enseña a abrirnos, a comprender, a cuidar a otros, a salir de nuestra comodidad y del aislamiento, a compartir la vida. Por eso «un amigo fiel no tiene precio» (Si 6,15).

152. La amistad no es una relación fugaz o pasajera, sino estable, firme, fiel, que madura con el paso del tiempo. Es una relación de afecto que nos hace sentir unidos, y al mismo tiempo es un amor generoso, que nos lleva a buscar el bien del amigo. Aunque los amigos pueden ser muy diferentes entre sí, siempre hay algunas cosas en común que los llevan a sentirse cercanos, y hay una intimidad que se comparte con sinceridad y confianza.

153. Es tan importante la amistad que Jesús mismo se presenta como amigo: «Ya no los llamo siervos, los llamo amigos» (Jn 15,15). Por la gracia que Él nos regala, somos elevados de tal manera que somos realmente amigos suyos. Con el mismo amor que Él derrama en nosotros podemos amarlo, llevando su amor a los demás, con la esperanza de que también ellos encontrarán su puesto en la comunidad de amistad fundada por Jesucristo. Y si bien Él ya está plenamente feliz resucitado, es posible ser generosos con Él, ayudándole a construir su Reino en este mundo, siendo sus instrumentos para llevar su mensaje y su luz y, sobre todo, su amor a los demás (cf. Jn 15,16). Los discípulos escucharon el llamado de Jesús a la amistad con Él. Fue una invitación que no los forzó, sino que se propuso delicadamente a su libertad: «Vengan y vean» les dijo, y «ellos fueron, vieron donde vivía y se quedaron con Él aquel día» (Jn 1,39). Después de ese encuentro, íntimo e inesperado, dejaron todo y se fueron con Él.

154. La amistad con Jesús es inquebrantable. Él nunca se va, aunque a veces parece que hace silencio. Cuando lo necesitamos se deja encontrar por nosotros (cf. Jr 29,14) y está a nuestro lado por donde vayamos (cf. Jos 1,9). Porque Él jamás rompe una alianza. A nosotros nos pide que no lo abandonemos: «Permanezcan unidos a mí» (Jn 15,4). Pero si nos alejamos, «Él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo» (2 Tm 2,13).

155. Con el amigo hablamos, compartimos las cosas más secretas. Con Jesús también conversamos. La oración es un desafío y una aventura. ¡Y qué aventura! Permite que lo conozcamos cada vez mejor, entremos en su espesura y crezcamos en una unión siempre más fuerte. La oración nos permite contarle todo lo que nos pasa y quedarnos confiados en sus brazos, y al mismo tiempo nos regala instantes de preciosa intimidad y afecto, donde Jesús derrama en nosotros su propia vida. Rezando «le abrimos la jugada» a Él, le damos lugar «para que Él pueda actuar y pueda entrar y pueda vencer».

156. Así es posible llegar a experimentar una unidad constante con Él, que supera todo lo que podamos vivir con otras personas: «Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí» (Ga 2,20). No prives a tu juventud de esta amistad. Podrás sentirlo a tu lado no sólo cuando ores. Reconocerás que camina contigo en todo momento. Intenta descubrirlo y vivirás la bella experiencia de saberte siempre acompañado. Es lo que vivieron los discípulos de Emaús cuando, mientras caminaban y conversaban desorientados, Jesús se hizo presente y «caminaba con ellos» (Lc 24,15). Un santo decía que «el cristianismo no es un conjunto de verdades que hay que creer, de leyes que hay que cumplir, de prohibiciones. Así resulta muy repugnante. El cristianismo es una Persona que me amó tanto que reclama mi amor. El cristianismo es Cristo».

157. Jesús puede unir a todos los jóvenes de la Iglesia en un único sueño, «un sueño grande y un sueño capaz de cobijar a todos. Ese sueño por el que Jesús dio la vida en la cruz y el Espíritu Santo se desparramó y tatuó a fuego el día de Pentecostés en el corazón de cada hombre y cada mujer, en el corazón de cada uno […]. Lo tatuó a la espera de que encuentre espacio para crecer y para desarrollarse. Un sueño, un sueño llamado Jesús sembrado por el Padre, Dios como Él –como el Padre–, enviado por el Padre con la confianza que crecerá y vivirá en cada corazón. Un sueño concreto, que es una persona, que corre por nuestras venas, estremece el corazón y lo hace bailar».