miércoles, 26 de julio de 2023

JULIO MES DEDICADO A LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

 LETANIA A LA SANGRE DE CRISTO

El mismo Papa que mandó inscribir en el Ritual de la Iglesia esta letanía nos mandaba también añadir, antes de la reserva del Santísimo Sacramento, la alabanza: ¡Bendita sea su preciosísima Sangre! ¿Por qué?... Esa Sangre por la que fuimos salvados merece una devoción especial. Además, es un reconocimiento agradecido al amor de Jesucristo, que no ahorró ningún sufrimiento a fin de ganarse el amor de nuestros corazones.
Señor Jesucristo, que con tú Sangre limpias el pecado del mundo y nos mereces la salvación. ¡Sálvanos ahora y siempre!


 

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 27 de Julio - San Mateo 13,10-17


    Libro del Exodo 19,1-2.9-11.16-20b.

    El primer día del tercer mes, después de su salida de Egipto, los israelitas llegaron al desierto del Sinaí.
    Habían partido de Refidím, y cuando llegaron al desierto del Sinaí, establecieron allí su campamento. Israel acampó frente a la montaña.
    El Señor dijo a Moisés: "Yo vendré a encontrarme contigo en medio de una densa nube, para que el pueblo pueda escuchar cuando yo te hable. Así tendrá en ti una confianza a toda prueba". Y Moisés comunicó al Señor las palabras del pueblo.
    Luego añadió: "Ve adonde está el pueblo y ordénales que se purifiquen hoy y mañana. Que laven su ropa y estén preparados para pasado mañana. Porque al tercer día el Señor descenderá sobre la montaña del Sinaí, a la vista de todo el pueblo.
    Al amanecer del tercer día, hubo truenos y relámpagos, una densa nube cubrió la montaña y se oyó un fuerte sonido de trompeta. Todo el pueblo que estaba en el campamento se estremeció de temor.
    Moisés hizo salir al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios, y todos se detuvieron al pie de la montaña.
    La montaña del Sinaí estaba cubierta de humo, porque el Señor había bajado a ella en el fuego. El humo se elevaba como el de un horno, y toda la montaña temblaba violentamente.
    El sonido de la trompeta se hacía cada vez más fuerte. Moisés hablaba, y el Señor le respondía con el fragor del trueno.
    El Señor bajó a la montaña del Sinaí, a la cumbre de la montaña, y ordenó a Moisés que subiera a la cumbre. Moisés subió.


Libro de Daniel 3,52.53.54.55.56.

Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres.
Alabado y exaltado eternamente.
Bendito sea tu santo y glorioso Nombre,
alabado y exaltado eternamente.

Bendito seas en el Templo de tu santa gloria.
Aclamado y glorificado eternamente por encima de todo.
Bendito seas en el trono de tu reino.
Aclamado por encima de todo y exaltado eternamente.

Bendito seas Tú, que sondeas los abismos
y te sientas sobre los querubines.
Alabado y exaltado eternamente por encima de todo.
Bendito seas en el firmamento del cielo.
Aclamado y glorificado eternamente.


    Evangelio según San Mateo 13,10-17.

    En aquel tiempo, los discípulos se acercaron y le dijeron: "¿Por qué les hablas por medio de parábolas?".
    El les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no.
    Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
    Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden.
    Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán, porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.
    Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen.
    Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron."

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 27 de Julio - «Muchos profetas desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron»

 

      Juan Taulero Sermón: Los humildes ven a Dios Serm. 53


«Muchos profetas desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron» 

    Nuestro Señor dijo: «…muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron» (Mt 13,17. Por «profetas» hay que entender los grandes espíritus sutiles, pensadores que están apegados a sus razonamientos y sutilezas de su razón natural y se envanecen en ello. Estos «ojos» no son dichosos. Por «justos» hay que entender hombres que se erigen en maestros, con energía y poder para dominarse a si mismos, ser dueños de sus palabras, de sus obras, de su lengua y que pueden hacer todo lo que quieren, ayunos, vigilias de oración etc. Pero lo tienen en mucho, como si fuera algo extraordinario y desprecian a los demás. Estos tampoco son los ojos dichosos porque no ven lo que realmente hace feliz.

    Todos éstos querían ver y no vieron. Querían ver y se mantenían en su voluntad propia… La propia voluntad cubre los ojos interiores como una membrana o una película cubre el ojo exterior y no le deja ver…Mientras te mantienes en tu propia voluntad, estarás privado del gozo de ver por el ojo interior. Porque toda auténtica felicidad procede del verdadero abandono, del desapego de la propia voluntad. Esto nace del fondo de la humildad…. Cuanto más pequeño y humilde uno es, tanto menos se está apegado a la voluntad.

    Cuando todo está en paz, el alma ve su propia esencia y todas sus facultades; se reconoce como imagen de Aquel de donde ha salido. Los ojos que dirigen la mirada hasta este fondo se pueden llamar con propiedad, ojos dichosos, por lo que ven. Uno descubre entonces la maravilla de las maravillas, lo que hay de más puro, de más seguro. Esto no se nos puede quitar nunca… ¡Caminemos por este camino para llegar a tener ojos dichosos! ¡Que Dios nos ayude!

SANTORAL - SAN PANTALEÓN DE NICODEMIA

27 de julio


    En Nicomedia, ciudad de Bitinia, san Pantaleón o Pantalaimón, mártir, venerado en Oriente por haber ejercido como médico sin esperar retribución alguna. Apenas hay duda alguna de que haya existido un mártir llamado Pantaleón (cuyo nombre significa en griego «el que se compadece de todos»). Pero las leyendas que nos han llegado sobre él carecen de valor. Según ellas, Pantaleón, hijo de un pagano llamado Eubula, llegó a ser médico del emperador Galerio Maximiano en Nicomedia. Durante algún tiempo, Pantaleón se dejó arrastrar por el mal ejemplo y sucumbió ante las tentaciones, con lo cual se sometió a una prueba más difícil que la de la tortura, pues la entrega al mal debilita implacablemente la voluntad y acaba por destruir la virtud más heroica. Así pues, Pantaleón, que vivía en una corte donde se practicaba la idolatría y se aplaudía la vanagloria de este mundo, cayó en la apostasía. Pero las prudentes exhortaciones de un celoso cristiano llamado Hermolaos le abrieron los ojos y le condujeron de nuevo al seno de la Iglesia.

    Cuando la persecución de Diocleciano estalló en Nicomedia, el año 303, Pantaleón distribuyó todos sus bienes entre los pobres. Poco después, algunos médicos envidiosos le delataron a las autoridades, las cuales le arrestaron junto con Hermolaos y otros dos cristianos. El emperador, que deseaba salvar a Pantaleón, le exhortó a apostatar, pero éste se negó a ello y curó milagrosamente a un paralítico para demostrar la verdad de la fe. Tras de sufrir numerosos tormentos, los cuatro fueron condenados a ser decapitados. La ejecución de san Pantaleón se retrasó un día. Los verdugos intentaron matarle de seis modos diferentes: por el fuego, ahogándole en plomo fundido, arrojándole a las fieras, torturándole en la rueda y atravesándole con la espada. Pero Pantaleón salió ileso de todas las pruebas con la ayuda del Señor. Finalmente, el mártir permitió libremente que le decapitasen; de sus venas brotó leche en vez de sangre, y el tronco de olivo sobre el cual le cortaron la cabeza floreció instantáneamente.

    San Pantaleón es uno de los Catorce Santos Auxiliadores y en el Oriente se le profesa gran veneración como «mártir y taumaturgo» y como uno de los «anargyroi» o médicos que asistían gratuitamente a los enfermos. Antiguamente, san Pantaleón fue también muy famoso en el Occidente. En Constantinopla, Madrid y Ravello, se conservan algunas presuntas reliquias de su sangre y se dice que el fenómeno de la licuefacción ocurre, como en el caso de la sangre de san Jenaro. Tanto las leyendas griegas como las latinas, de las que existen numerosas versiones son muy extravagantes. Sin embargo, la antigüedad del culto de san Pantaleón, relacionado principalmente con Nicomedia y Bitinia, está perfectamente probada.

    En la fiesta del santo se dice que la sangre se convierte en líquido y burbujeante. Reliquias del Santo son encontradas en San Denis en París; Su cabeza se venerada en Lyons. El Santo se celebra el 27 de julio y el 18 de febrero.

Oremos

    Te suplicamos, oh Dios Omnipotente, nos concedas por la intercesión del siempre milagroso médico Pantaleón, que Tú usaste como señal de paz para Tu Iglesia, al hacer brotar llena de hojas y frutos, la planta seca de olivo donde lo torturaron, la paz para nuestra conciencia, la de nuestras familias, nuestra patria y el mundo entero. Y por esa Gloriosa Sangre que año a año se licúa en secular milagro, me concedas lo que hoy tanto necesito, que yo de mi parte prometo visitarlo en su Iglesia y ofrecerle un generoso óbolo. Así sea. Amén

-FRASE DEL DÍA-