domingo, 22 de septiembre de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 23 de Septiembre - San Lucas 8,16-18


    Libro de los Proverbios 3,27-34.

    No niegues un beneficio al que lo necesite, siempre que esté en tus manos hacerlo.
    No digas a tu prójimo: "Vuelve después, mañana te daré", si tienes con qué ayudarlo.
    No trames el mal contra tu prójimo, mientras vive confiado junto a ti.
    No litigues con un hombre sin motivo, si no te ha causado ningún mal.
    No envidies al hombre violento ni elijas ninguno de sus caminos.
    Porque el hombre perverso es abominable para el Señor, y él reserva su intimidad para los rectos.
    La maldición del Señor está en la casa del malvado, pero él bendice la morada de los justos.
    El se burla de los insolentes y concede su favor a los humildes.


Salmo 15(14),2-3ab.3cd-4ab.5.

El que procede rectamente
y practica la justicia;
el que dice la verdad de corazón
y no calumnia con su lengua.

El que no hace mal a su prójimo
ni agravia a su vecino,
el que no estima a quien Dios reprueba
y honra a los que temen al Señor.

El que no presta su dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que procede así, nunca vacilará.


    Evangelio según San Lucas 8,16-18.

    Jesús dijo a la gente: "No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz.
    Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado.
    Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener".

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 23 de Septiembre - «Para que todos los que entren vean la luz»


     San Francisco de Sales, obispo Tratado del Amor de Dios: Contemplar a Dios Libro II, 1. IV, 87


«Para que todos los que entren vean la luz» 

Solemos decir que cuando el sol se levanta rojizo para después tornarse oscuro y triste, o cuando al ocultarse se ofrece amarillento, pálido y mortecino, ello es señal de tiempo lluvioso.

Teótimo, el sol no es rojo, ni negro, ni pálido, ni gris; esa gran luminaria no está sujeta a las vicisitudes y cambios de colores, pues su único color es la clarísima luz, que es invariable.

Pero hablamos así, porque lo vemos así a causa de la variedad de vapores que está entre el sol y nuestros ojos, y que nos hacen verle de diferentes maneras.

Lo mismo nos pasa con Dios. Por sus obras y a través de ellas le contemplamos como si tuviese multitud de diferentes excelencias y perfecciones...

Si le contemplamos cuando libera al pecador de su miseria, decimos que es misericordioso; cuando le vemos como Creador de todas las cosas, omnipotente; cuando cumple exactamente sus promesas, veraz; al ver el orden con que ha creado todas las cosas, admiramos su sabiduría. Y así consecutivamente, según la variedad de sus obras le atribuimos una diversidad de perfecciones.

Sin embargo, en Dios no hay ni variedad ni diferencia alguna de perfección, en Sí mismo es una sola perfección, simple y única perfección; pues todo lo que está en Él no es sino Él mismo y todas las excelencias, que decimos que tiene en Sí en tan gran variedad, están allí en una simplicísima y purísima unidad.

Lo mismo que el Sol carece de todos esos colores que le atribuimos y sólo tiene una clarísima luz, que está por encima de todo color y que hace colorear todos los colores, así en Dios no hay más que una sola y pura excelencia que está por encima de toda perfección y que da la perfección a todo.

SANTORAL - SAN PÍO DE PIETRELCINA

23 de Septiembre


    Memoria de San Pío de Pietrelcina (Francisco) Forgione, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que en el convento de San Giovanni Rotondo, en la región italiana de Apulia, se dedicó a la dirección espiritual de los fieles y a la reconciliación de los penitentes, mostrando una atención particular hacia los pobres y necesitados. Terminó en este día su peregrinación terrena, configurándose con Cristo crucificado. El Padre Pío nació en el seno de una humilde y religiosa familia de agricultores, el 25 de mayo de 1887, en una pequeña aldea del Sur de Italia, llamada Pietrelcina. Recibió su primera instrucción de un maestro privado y a la edad de 15 años hizo su ingreso en el Noviciado de los Padres Capuchinos en la Ciudad de Morcone.

    De débil salud, pero de excepcional fuerza de voluntad, pudo completar sus estudios y gracias a una continua asistencia divina tuvo la ansiada ordenación sacerdotal. El 20 de Septiembre de 1918, aparecieron visiblemente las llagas de Nuestro Señor en sus manos, pies y costado izquierdo del pecho, haciendo del P. Pío el primer sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia (recuerden que San Francisco no era sacerdote). Grandes multitudes, de todas las nacionalidades pasaron por su confesionario. Las conversiones fueron innumerables.

    Diariamente recibía centenares de cartas de fieles, que pedían su consejo iluminado y su dirección espiritual, la cual ha siempre significado un retorno a la serenidad, a la paz espiritual y al coloquio con Dios. Toda su vida no ha sido otra cosa que una continua oración y penitencia, lo cual no impedía que sembrase a su alrededor felicidad y gran alegría entre aquellos que escuchaban sus palabras, que eran llenas de sabiduría o de un extraordinario sentido del humor. El Papa Juan Pablo II lo conoció personalmente en 1947, poco después de su ordenación sacerdotal. El Padre Pío profetizó que aquel joven sacerdote sería un día Papa. El Señor lo llamó a recibir el premio celestial el 23 de Septiembre de 1968. Tenía 81 años.

    Durante 4 días su cuerpo fue expuesto ante millares de personas que formaban una enorme columna que no conoció interrupción hasta el momento del funeral, al cual asistieron más de cien mil personas. Millones visitan su tumba en el pueblo de San Giovanni Rotondo, Italia. Entre ellos el Papa Juan Pablo II. El P. Pío está sepultado en la cripta del Santuario de Nuestra Señora de las Gracias, San Giovanni Rotondo.

    Los preliminares de su Causa de Beatificación y Canonización se iniciaron en noviembre de 1969. Declarado Venerable el 18 de diciembre de 1997 y Beato, el 2 de mayo de 1999. Declarado Santo el 16 de junio de 2002, en la Plaza de San Pedro en Roma, por S.S. Juan Pablo II. Fechas importante en la vida de San Pío Pietrelcina 25 de mayo, 1887. Nace en Pietrelcina, Benevento, en el sur de Italia. Sus padres, Grazio "Orazio" Mario Forgione (1860-1946), granjero, y María Giuseppa de Nunzio Forgione (1859-1929). 26 de mayo, 1887. Bautizado en la Iglesia de Santa María de los Ángeles. Recibe el nombre de Francesco Forgione. 27 de mayo, 1899. Recibe el Sacramento de la Confirmación. 6 y 22 de enero, 1903.

    A los dieciséis años entra al noviciado de Marcone. El 22 de enero es investido con el hábito de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Toma el nombre de Fra Pío (Fra por Fratello/Hermano). 22 de enero, 1904. Terminado el año de noviciado hace la Primera Profesión (profesión temporal) de los Consejos Evangélicos de Pobreza, Castidad y Obediencia. Entra al convento de la provincia monástica y estudia para ordenarse sacerdote. 1907.

    Al cumplirse los tres años de los votos temporales hace su profesión perpetua o votos solemnes.. 10 de agosto, 1910. Con férrea voluntad se sobrepone a graves problemas de salud, es ordenando sacerdote en la capilla del Arzobispo de Benevento, pero los problemas de salud le obligan a residir con su familia, por largos períodos, hasta el 1916. Septiembre, 1910. Recibe los estigmas visiblemente por primera vez, pero por poco tiempo y de forma intermitente.

    Ruega a Dios se los quite. Confía el acontecimiento únicamente a su Director Espiritual. Noviembre, 1911. El suceso sobrenatural llega a la atención de sus superiores cuando es observado un día en éxtasis. 28 de julio, 1916. Llega al Convento de San Giovanni Rotondo y permanece allí hasta su muerte. 5 a 7 de agosto, 1918. Transverberación del corazón, le causan heridas visibles en su costado. (La Transverberación del corazón es una experiencia mística de ser traspasado en el corazón, que indica la unión de amor con Dios.) 20 de septiembre, 1918. Mientras reza, luego de la Misa, en el área del coro de la antigua Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias, aparecen los estigmas de forma visible y permanente. El fenómeno perdurará por los próximos 50 años. 1919.

    Comienzan a circular rumores en el pueblo del posible traslado del ¨santo¨ de San Giovanni Rotondo, lo que agita grandemente a la población. 2 de junio, 1922. El Santo Oficio (hoy Congregación para la Doctrina de la Fe) prohíbe apariciones públicas y el acceso del público a Padre Pio. 1924-1931. En varias ocasiones la Santa Sede rechaza que el fenómeno sea de origen sobrenatural. 9 de junio, 1931. (Solemnidad de Corpus Christi). La Santa Sede ordena al Padre Pío desistir de toda actividad salvo la celebración de la Santa Misa, la cual sólo podrá celebrar en privado.

    Principios de 1933. El Santo Padre Pío XI ordena al Santo Oficio que de marcha atrás y deje sin efecto la prohibición que pesaba sobre el Padre Pío de celebrar públicamente. Su Santidad Pío XI comenta al respecto: "Nunca sentí mala disposición hacia el Padre Pío, pero sí fui malamente informado." 1934. Las facultades del Padre Pío son restauradas poco a poco. Se le permite confesar primero a hombres (25 de marzo, 1934) y luego confesar a mujeres (12 de mayo, 1934). 23 de septiembre de 1968. Fallece serenamente en su celda a las 2:30 de la madrugada. Murió saludable y sin los estigmas, así como había profetizado en cierta ocasión. Sus últimas palabras: "Gesú e Maria" (Jesús y María). 26 de septiembre, 1968.

    El cuerpo del Padre Pío se entierra en una cripta en la Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias. Asisten al funeral más de 100,000 personas.

Oremos 

    Dios todopoderoso y eterno, que concediste a San Pío, presbítero, la gracia singular de participar en la cruz de tu Hijo, y por su ministerio renovaste las maravillas de tu misericordia, concédenos, por su intercesión, que, compartiendo los sufrimientos de Cristo, lleguemos felizmente a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén

-FRASE DEL DÍA-