miércoles, 8 de enero de 2020

CARTA ENCÍCLICA FIDES ET RATIO DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II SOBRE LAS RELACIONES ENTRE FE Y RAZÓN



CAPÍTULO I
LA REVELACIÓN DE LA SABIDURÍA DE DIOS




Jesús revela al Padre

9. El Concilio Vaticano I enseña, pues, que la verdad alcanzada a través de la reflexión filosófica y la verdad que proviene de la Revelación no se confunden, ni una hace superflua la otra: « Hay un doble orden de conocimiento, distinto no sólo por su principio, sino también por su objeto; por su principio, primeramente, porque en uno conocemos por razón natural, y en otro por fe divina; por su objeto también porque aparte aquellas cosas que la razón natural puede alcanzar, se nos proponen para creer misterios escondidos en Dios de los que, a no haber sido divinamente revelados, no se pudiera tener noticia ».7 La fe, que se funda en el testimonio de Dios y cuenta con la ayuda sobrenatural de la gracia, pertenece efectivamente a un orden diverso del conocimiento filosófico. Éste, en efecto, se apoya sobre la percepción de los sentidos y la experiencia, y se mueve a la luz de la sola inteligencia. La filosofía y las ciencias tienen su puesto en el orden de la razón natural, mientras que la fe, iluminada y guiada por el Espíritu, reconoce en el mensaje de la salvación la « plenitud de gracia y de verdad » (cf. Jn 1, 14) que Dios ha querido revelar en la historia y de modo definitivo por medio de su Hijo Jesucristo (cf. 1 Jn 5, 9: Jn 5, 31-32).

7 Ibíd., cap. IV: DS 3015; citado también en Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 59.

DECÁLOGO DE LA SERENIDAD

Si sólo por hoy cumpliese dos o tres de estos consejos, y si mañana repito algunos más, y pasado mañana hago míos otros dos, terminaré teniendo una serenidad como la de 
San Juan XXIII , la suficiente serenidad para ir cumpliendo mi misión, 
ser feliz y caminar sereno hacia lo alto.


LITURGIA DE LAS HORAS - OFICIO DE LECTURA



TIEMPO DE NAVIDAD
JUEVES DE LA SEMANA II
Del Propio - Salterio II

9 de enero

OFICIO DE LECTURA

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.


Himno: AYER, EN LEVE CENTELLA

Ayer, en leve centella,
te vio Moisés sobre el monte;
hoy no basta el horizonte
para contener tu estrella.

Los magos preguntan; y ella
de un Dios infante responde
que en duras pajas se acuesta
y más se nos manifiesta
cuanto más hondo se esconde. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre.

Salmo 43 I ORACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS QUE SUFRE ENTREGADO A SUS ENEMIGOS

¡Oh Dios!, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.

Tú mismo, con tu mano, desposeíste a los gentiles,
y los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones,
y los hiciste crecer a ellos.

Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dio la victoria;
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque tú los amabas.

Mi rey y mi Dios eres tú,
que das la victoria a Jacob:
con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.

Pues yo no confío en mi arco,
ni mi espada me da la victoria;
tú nos das la victoria sobre el enemigo
y derrotas a nuestros adversarios.

Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
y siempre damos gracias a tu nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre.

Ant 2. Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.

Salmo 43 II

Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
nos haces retroceder ante el enemigo,
y nuestro adversario nos saquea.

Nos entregas como ovejas a la matanza
y nos has dispersado por las naciones;
vendes a tu pueblo por nada,
no lo tasas muy alto.

Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean;
nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos hacen muecas las naciones.

Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara
al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.

Ant 3. Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia.

Salmo 43 III

Todo esto nos viene encima,
sin haberte olvidado
ni haber violado tu alianza,
sin que se volviera atrás nuestro corazón
ni se desviaran de tu camino nuestros pasos;
y tú nos arrojaste a un lugar de chacales
y nos cubriste de tinieblas.

Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
y extendido las manos a un dios extraño,
el Señor lo habría averiguado,
pues él penetra los secretos del corazón.

Por tu causa nos degüellan cada día,
nos tratan como a ovejas de matanza.
Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
Levántate, no nos rechaces más.
¿Por qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?

Nuestro aliento se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado al suelo.
Levántate a socorrernos,
redímenos por tu misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia.

V. El Señor nos instruirá en sus caminos.
R. Y marcharemos por sus sendas.

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 56, 1-8

LOS EXTRANJEROS y LOS EUNUCOS SON ADMITIDOS EN LA CASA DEL SEÑOR

Así dice el Señor:

«Guardad el derecho, practicad la justicia, que mi salvación está para llegar y se va a revelar mi victoria.» Dichoso el hombre que obra así, dichoso el mortal que persevera en ello, que guarda el sábado sin profanarlo y guarda su mano de obrar el mal.

No diga el extranjero que se ha dado al Señor: «El Señor me excluirá de su pueblo.» No diga el eunuco: «Yo soy un árbol seco.» Porque así dice el Señor:

«A los eunucos que guardan mis sábados, que deciden lo que me agrada y perseveran en mi alianza, les haré en mi casa y en mis murallas un monumento y un nombre mejores que hijos e hijas; nombre eterno les daré, que no se extinguirá.

A los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores, que guardan el sábado sin profanarlo y perseveran en mi alianza, los traeré a mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de oración; aceptaré sobre mi altar sus holocaustos y sacrificios; porque mi casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos.»

Oráculo del Señor, que reúne a los dispersos de Israel, y reunirá otros a los ya reunidos.

RESPONSORIO    Is 56, 8. 6. 7; Col 1, 27

R. Oráculo del Señor, que reúne a los dispersos de Israel, a los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo; * los traeré a mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de oración.
V. Ha querido Dios dar a conocer las riquezas de gloria con que brilla este misterio entre los gentiles: el misterio de que Cristo está entre nosotros.
R. Los traeré a mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de oración.

SEGUNDA LECTURA

De las Disertaciones de san Proclo de Constantinopla, obispo
(Disertación 7, En la santa Teofanía, 1-3: PG 65, 758-759)

LA SANTIFICACIÓN DE LAS AGUAS

Cristo se ha hecho visible al mundo y, devolviéndole su antigua armonía, lo ha llenado de hermosura y de gozo. Ha tomado sobre sí el pecado del mundo, arrojando de él al enemigo. Ha santificado los manantiales de agua y ha iluminado las almas de los hombres. Ha acumulado una serie de maravillas, a cual más admirable.

Hoy la tierra y el mar se han repartido entre sí la gracia del Salvador, y todo el mundo está inundado de alegría; el día de hoy añade nuevas maravillas a la solemnidad precedente.

En efecto, en la anterior solemnidad del nacimiento del Salvador se alegraba la tierra, porque llevaba al Señor en un pesebre; pero en este día de las Teofanías también el mar salta de gozo y se regocija alborozadamente; se regocija porque recibe en pleno Jordán la bendición santificadora.

En la solemnidad precedente Cristo se nos mostraba en la imperfección de la infancia, signo de nuestra propia imperfección; pero en la festividad que hoy celebramos lo vemos llegado ya a la perfección de su madurez, lo que designa de un modo velado la perfección de aquel que procede del que es perfecto por esencia. Antes, el que es Rey se revistió de la púrpura del cuerpo humano; ahora, el que es la fuente cubre y reviste, por así decirlo, las aguas del río.

¡Ea, pues!, contemplad estas nuevas y estupendas maravillas: el sol de justicia se baña en el Jordán, el fuego se sumerge en el agua, Dios es santificado por ministerio de un hombre.

Hoy toda la creación prorrumpe en este himno: Bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el que viene en todo tiempo, pues no es ésta la primera de sus venidas.

Y ¿de quién se trata? Dínoslo claramente, por favor, bienaventurado salmista: El Señor es Dios: él nos ilumina. Y no sólo el salmista, sino que también el apóstol Pablo se hace solidario de su testimonio, cuando dice: Dios ha hecho aparecer a vista de todos los hombres la gracia que nos trae la salud; y nos enseña a vivir con sensatez. No dice «a vista de algunos», sino de todos, porque todos, judíos y griegos, obtienen la salvación por el bautismo, todos pueden beneficiarse de sus riquezas.

¡Ea, pues!, considerad este admirable y nuevo diluvio, superior en todo al que tuvo lugar en tiempos de Noé. Porque entonces el agua del diluvio destruyó al género humano; mas ahora el agua del bautismo, con la eficacia que Cristo le comunica al ser él bautizado, retorna los muertos a la vida. Entonces una paloma, llevando en su boca un ramo de olivo, designaba la fragancia del olor de Cristo Señor; pero ahora el Espíritu Santo, al venir en forma de paloma, pone de manifiesto al mismo Señor de la misericordia.

RESPONSORIO   

R. Hoy se manifestó a nosotros el que es «Luz de Luz», al cual bautizó Juan en el Jordán: * Nosotros creemos firmemente y proclamamos que nació de la Virgen María.
V. Los cielos se abrieron sobre él y se oyó la voz del Padre.
R. Nosotros creemos firmemente y proclamamos que nació de la Virgen María.

ORACIÓN.

OREMOS,
Señor, Dios nuestro, luz radiante de todas las naciones, concede una paz estable a todos los pueblos de la tierra, y haz que aquella luz resplandeciente, que condujo a los magos al conocimiento de tu Hijo, ilumine también nuestros corazones. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

LITURGIA DE LAS HORAS - LAUDES



TIEMPO DE NAVIDAD
JUEVES DE LA SEMANA II
Del Propio - Salterio II

9 de enero

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

INVITATORIO

Ant. A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: ESTRELLA NUNCA VISTA SE APARECE

Estrella nunca vista se aparece
a los remotos magos orientales,
y, al juzgar de los fuegos celestiales,
otra lumbre mayor los esclarece.

Nacido sacro Rey se les ofrece,
con nuevas maravillas y señales,
para que reverentes y leales
la obediencia le den como merece.

Parten llevados de la luz y el fuego,
del fuego de su amor; luz que los guía
con claridad ardiente y soberana.

Subió al trono de Dios el pío ruego,
y, llenos de firmísima alegría,
vieron la luz de Dios por nube humana.

Gloria y loores por la eternidad
tribútense a la Santa Trinidad. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.

Salmo 79 - VEN A VISITAR TU VIÑA

Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraím, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.

¡Oh Dios!, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Señor Dios de los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?

Le diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las disputas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.

Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno y echó raíces
hasta llenar el país;

su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.

¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa.

La han talado y le han prendido fuego:
con un bramido hazlos perecer.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.

Señor Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.

Ant 2. Anunciad a toda la tierra que el señor hizo proezas.

Cántico: ACCIÓN DE GRACIAS DEL PUEBLO SALVADO - Is 12, 1-6

Te doy gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira
y me has consolado.

Él es mi Dios y salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.

Aquel día, diréis:
Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.

Tañed para el Señor, que hizo proezas;
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«¡Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel!».

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Anunciad a toda la tierra que el señor hizo proezas.

Ant 3. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.

Salmo 80 - SOLEMNE RENOVACIÓN DE LA ALIANZA

Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
dad vítores al Dios de Jacob:

acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta;

porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.

Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.

Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.

Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!

No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre tu boca y yo la saciaré.

Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.

¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;

los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.

LECTURA BREVE   Is 49, 8-9a

Te he constituido como alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir las heredades desoladas, para decir a los cautivos: «Salid», y a los que están en tinieblas: «Venid a la luz.»

RESPONSORIO BREVE

V. Se postrarán ante él todos los reyes.
R. Se postrarán ante él todos los reyes.

V. Todos los pueblos le servirán.
R. Y todos los reyes.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Se postrarán ante él todos los reyes.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Hemos visto su estrella en oriente y hemos venido con presentes a adorar al Señor.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Hemos visto su estrella en oriente y hemos venido con presentes a adorar al Señor.

PRECES

Acudamos a Cristo, Palabra eterna engendrada por el Padre antes del comienzo del mundo y nacido como hombre en el momento culminante de la historia, y aclamémoslo, alegres, diciendo:

Bendito seas, Señor.

Oh Cristo, Hijo de Dios vivo, que existes antes que el mundo fuera creado y viniste en el tiempo a la tierra para salvar al hombre,
haz que todos seamos testigos de la Buena Noticia de la salvación.

Sol de justicia, que brillas desde el seno del Padre e iluminas a todo el orbe,
sé luz para todos los que yacen en tiniebla y en sombra de muerte.

Tú que quisiste ser niño y fuiste colocado en un pesebre,
renueva en nosotros la sencillez de la infancia.

Tú que para darnos la vida eterna has querido ser nuestro pan vivo,
alegra nuestro espíritu con la celebración de la eucaristía.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Ya que somos la familia de Dios, digamos con grande confianza a nuestro Padre del cielo:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Señor, Dios nuestro, luz radiante de todas las naciones, concede una paz estable a todos los pueblos de la tierra, y haz que aquella luz resplandeciente, que condujo a los magos al conocimiento de tu Hijo, ilumine también nuestros corazones. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

LITURGIA DE LAS HORAS - VÍSPERAS



TIEMPO DE NAVIDAD
JUEVES DE LA SEMANA II
Del Propio - Salterio II

9 de enero

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: REYES QUE VENÍS POR ELLAS

Reyes que venís por ellas,
no busquéis estrellas ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.

Mirando sus luces bellas,
no sigáis la vuestra ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.

Aquí parad, que aquí está
quien luz a los cielos da:
Dios es el puerto más cierto,
y si habéis hallado puerto
no busquéis estrellas ya.

No busquéis la estrella ahora:
que su luz ha oscurecido
este Sol recién nacido
en esta Virgen Aurora.

Ya no hallaréis luz en ellas,
el Niño os alumbra ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas.

Aunque eclipsarse pretende,
no reparéis en su llanto,
porque nunca llueve tanto
como cuando el sol se enciende.

Aquellas lágrimas bellas
la estrella oscurecen ya,
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.

Salmo 71 I - PODER REAL DEL MESÍAS

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.

Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.

Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.

Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna.

Que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.

Que en su presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.

Que los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.

Ant 2. Socorrerá el Señor a los hijos del pobre; rescatará sus vidas de la violencia.

Salmo 71 II

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;

él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.

Que viva y que le traigan el oro de Saba;
él intercederá por el pobre
y lo bendecirá.

Que haya trigo abundante en los campos,
y ondee en lo alto de los montes,
den fruto como el Líbano,
y broten las espigas como hierba del campo.

Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso,
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Socorrerá el Señor a los hijos del pobre; rescatará sus vidas de la violencia.

Ant 3. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

Cántico: EL JUICIO DE DIOS Ap 11, 17-18; 12, 10b-12a

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

LECTURA BREVE   Col 1, 13-15

Dios nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda creatura.

RESPONSORIO BREVE

V. Será la bendición de todos los pueblos.
R. Será la bendición de todos los pueblos.

V. Lo proclamarán dichoso todas las razas de la tierra.
R. Todos los pueblos.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Será la bendición de todos los pueblos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Preguntó Herodes a los magos: «¿Qué signo habéis visto sobre el Rey recién nacido?» «Vimos una estrella resplandeciente, cuyo fulgor ilumina al mundo entero.»

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Preguntó Herodes a los magos: «¿Qué signo habéis visto sobre el Rey recién nacido?» «Vimos una estrella resplandeciente, cuyo fulgor ilumina al mundo entero.»

PRECES

Glorifiquemos a Cristo, Palabra de Dios, que ha venido para arrojar a lo hondo del mar todos nuestros delitos y, llenos de confianza en su poder, digámosle suplicantes:

Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Sacerdote eterno, que al entrar en el mundo llevaste a plenitud el culto divino,
haz que, por medio de la Iglesia, todos participen del culto que tú has instituido.

Médico de las almas y de los cuerpos, que viniste a visitar a los que estábamos enfermos,
concede la salud a quienes carecen de ella y fortifica a los que se sienten débiles.

Tú que en tu nacimiento eres motivo de alegría para todos,
ayuda a los pobres, compadécete de los pecadores y haz que todos encuentren en ti su alegría.

Rey vencedor, que has venido a destruir las cadenas de nuestra antigua esclavitud,
haz justicia a los oprimidos y consuela a los encarcelados.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que has venido al mundo para ser la puerta de entrada en el cielo,
haz que los difuntos tengan, por ti, acceso al Padre.

Con el deseo de que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres y que su amor se extienda por toda la tierra, pidamos al Padre que su reino venga a nosotros:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Señor, Dios nuestro, luz radiante de todas las naciones, concede una paz estable a todos los pueblos de la tierra, y haz que aquella luz resplandeciente, que condujo a los magos al conocimiento de tu Hijo, ilumine también nuestros corazones. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

LITURGIA DE LAS HORAS - COMPLETAS



COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Himno: CUANDO ACABAMOS EL DÍA

Cuando acabamos el día
te suplicamos, Señor,
nos hagas de centinela
y otorgues tu protección.

Que te sintamos: contigo
sueñe nuestro corazón
para cantar tus loores
de nuevo al salir el sol.

Danos vida saludable,
alienta nuestro calor,
tu claridad ilumine
la oscuridad que llegó.

Dánoslo, Padre piadoso,
por Jesucristo, el Señor,
que reina con el Espíritu
Santo vivificador. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Mi carne descansa serena.

Salmo 15 - CRISTO Y SUS MIEMBROS ESPERAN LA RESURRECCIÓN.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.

Multiplican las estatuas
de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.

El Señor es mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano:
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.

Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Mi carne descansa serena.

LECTURA BREVE   1Ts 5, 23

Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente y que todo vuestro ser, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la Parusía de nuestro Señor Jesucristo.

RESPONSORIO BREVE

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

CÁNTICO DE SIMEÓN       Lc 2, 29-32

Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

ORACIÓN

OREMOS,
Señor, Dios nuestro, concédenos un descanso tranquilo que restaure nuestras fuerzas, desgastadas ahora por el trabajo del día; así, fortalecidos con tu ayuda, te serviremos siempre con todo nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

BENDICIÓN

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.

ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.

EVANGELIO - 09 de Enero - San Marcos 6,45-52


    Evangelio según San Marcos 6,45-52.

    Después que los cinco mil hombres se saciaron, en seguida, Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, hacia Betsaida, mientras él despedía a la multitud.
    Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar.
    Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y él permanecía solo en tierra.
    Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo.
    Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Pero él les habló enseguida y les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman".
    Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó. Así llegaron al colmo de su estupor, porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 09 de Enero - “¡Confianza! Soy yo”


      San Francisco de Sales (1567-1622) obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia
      Cartas (“François de Sales, docteur de la confiance et de la paix”, H. Lemaire, Beauchesne, 1963); 

“¡Confianza! Soy yo”

    Todas las naves tienen una brújula con una aguja marina, que gracias a un imán mira siempre hacia la estrella polar. Mismo si el barco va hacia el sur, la aguja de la brújula no deja de mirar a su norte. Lo mismo (…), la fina punta del espíritu mira a su Dios, que es su norte. (…) Ustedes van a tomar el alta mar del mundo. No cambien por eso de brújula, ni de mástil, ni de vela, ni de ancla, ni de viento. Tengan siempre a Jesucristo por brújula y a su cruz por árbol, sobre la que extienden sus resoluciones como si fueran velas. Que su ancla sea una profunda confianza en Él y sepan acudir a la hora prevista. ¡Que para siempre el viento propicio de las inspiraciones celestes pueda inflar, más y más, las velas de su embarcación y los haga llegar felizmente al puerto de la santa eternidad! (…) Todo lo que esté perturbado, se puede revertir, no sólo alrededor nuestro sino en nosotros. Es decir, que no importa que nuestra alma esté triste o alegre, sienta suavidad o amargura, esté en paz o turbada, iluminada o en tiniebla, en tentación o reposo, en gusto o disgusto, con sequedad o con ternura, que el sol la queme o el rocío la refresque. Siempre la punta de nuestro corazón, de nuestro espíritu, de nuestra voluntad superior -que es nuestra brújula- deben mirar sin cesar y tender perpetuamente hacia el amor de Dios.

SANTORAL - SAN ADRIANO DE CANTERBURY

09 de Enero


    En Canterbury, en Inglaterra, san Adriano, abad, el cual, nacido en África, desde Nápoles viajó a Inglaterra, donde, muy preparado en ciencias eclesiásticas y civiles, educó egregiamente a gran número de discípulos.

    San Adrián había nacido en África. Era abad de Nérida, cerca de Nápoles, cuando el papa san Vitaliano, a la muerte de san Adeodato, arzobispo de Canterbury, le escogió por su ciencia y virtud para instruir a la nación inglesa, aún joven en la fe. El humilde siervo de Dios trató de declinar la elección, recomendando a san Teodoro de Tarso para el cargo, pero se mostró dispuesto a compartir los trabajos de la misión. El Papa accedió a sus súplicas y le nombró asistente y consejero del nuevo obispo, en lo cual san Adriano convino gustosamente.

    San Teodoro le nombró abad del monasterio de San Pedro y San Pablo de Canterbury, que más tarde había de llamarse San Agustín, donde nuestro santo enseñó el griego, el latín, la ciencia de los Padres y, sobre todo, la virtud. Bajo Adrián y Teodoro, la influencia de la escuela monástica de Canterbury se extendió enormemente. San Aldelmo acudió a ella desde Wessex, Oftforo desde Whitby, y otros estudiantes desde Irlanda. Era una escuela de Derecho Romano y de Ciencias eclesiásticas. Beda refiere que los discípulos de san Adrián conocían bastante bien el griego y hablaban el latín como el inglés. San Adrián ilustró el país con su doctrina y el ejemplo de su vida, durante treinta y nueve años. Murió el 9 de enero del año 710.

    Goscelino de Canterbury nos ha dejado una narración muy interesante del descubrimiento en el 1091 de los restos de san Adrián, que se hallaban incorruptos y despedían una suave fragancia; las recientes excavaciones confirman ese relato.

Oremos

    Señor, Tú que llenaste de un celo apasionado a San Adrián por anunciar tu Amor, manifestado en el Corazón de tu Hijo Jesús y en el Corazón de María, su Madre y Madre nuestra. Le diste fortaleza tan grande que lo llevó a derramar su sangre como testigo de tu Amor. Te pedimos, por su intercesión, nos concedas también a nosotros contemplar, vivir, anunciar y ser testigos de tu Amor. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén

EL CANON DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS

NUEVO TESTAMENTO


Contexto histórico

    El Apocalipsis es un libro que refleja confidelidad los avatares del tiempo, particularmente la acometida del imperio romano contra la Iglesia naciente, en variadas formas de persecución o relegación. El autor ha visto en los signos de aquellos tiempos de ostracismo y persecución la antítesis de dos mundos irreconciliables, da testimonio de este enfrentamiento a muerte entre la Iglesia cristiana y el imperio romano y de la lucha permanente entre dos ciudades: la nueva Jerusalén y Babilonia. 
    El Apocalipsis es el libro del testimonio cristiano: de los mártires, de los que no han adorado a la fiera ni a su imagen, de los que han sido excluidos, perseguidos y matados. Este libro comporta una denuncia contra la idolatría del imperio, que pretende erigirse como dios y exige la adoración a sus adeptos. Muchas de sus difíciles expresiones son inteligibles desde este trasfondo histórico. Sus frecuentes aclamaciones litúrgicas a Jesucristo (6,8; 12,10; 13,10; 15,4) son una réplica cristiana a los himnos paganos que tributaban una gloria al emperador, concretamente a Domiciano (81-96), quien se creía un dios y exigía culto divino.

Autor 

    Quien escribe se llama a sí mismo Juan (1,1.4.9; 22,8) y dice estar confinado en una isla por confesar a Jesucristo. Siendo tan frecuente el nombre de Juan, la cuestión de la autoría se presta a múltiples interpretaciones. En los primeros siglos se le identificó con el apóstol y evangelista. Pero ya en la segunda mitad del s. III se comenzó a dudar e incluso negar su autoría, atribuyendo el libro a otro Juan. En la actualidad seguimos uniendo este libro al «cuerpo joánico» (obras del apóstol Juan), pero son pocos los que atribuyen el libro al apóstol, aunque conserven como válido el nombre de otro Juan. 
    De una somera lectura, deducimos que el autor es de origen judío, mediano conocedor del griego, muy versado en el Antiguo Testamento, especialmente en los profetas, y conocedor de géneros literarios entonces en boga. Del género apocalíptico, además del nombre, tomó muchos recursos, pero se distanció en puntos fundamentales. Mientras otros autores apocalípticos se esconden en nombres ilustres del pasado –Enoc, Abrahán, Moisés, Isaías, Baruc–, y trasforman el pasado en predicción, nuestro autor se presenta con su propio nombre, se dice contemporáneo de los destinatarios y se ocupa declaradamente del presente (1,19).


Destinatarios, fecha y lugar de composición 

    Los destinatarios inmediatos son las siete Iglesias de la provincia romana de Asia, a las que el autor se siente particularmente ligado y a las que escribe para compartir sus penas y por el encargo «profético» recibido. Como Pablo escribía desde la prisión, este Juan escribe desde el destierro o confinamiento a unas comunidades que ya saben de hostilidad y acoso, que ya han tenido mártires (2,13; 6,9) y que ahora se enfrentan a una gran persecución. El autor intenta prevenir y alentar a sus hermanos cristianos para la grave prueba que se avecina (3,10), cuando el emperador exigirá adoración y entrega (13,4.16s; 19,20). ¿A quién se refiere en concreto? Barajando los datos que proporciona el libro, es probable que el autor aluda al emperador Domiciano, quien exigió en todo el imperio honores divinos, «nuestro Dios y Señor», declaró delito capital el rehusar la adoración, y la leyenda lo miró como a un Nerón redivivo (13,3). En este caso, el libro habría sido escrito en la segunda parte de la década de los 90. 
    Pero su contenido no se agota en la referencia a la coyuntura histórica concreta. Con tal de no tomarlo a la letra ni como trampolín de especulaciones, el libro sigue trasmitiendo un mensaje ejemplar a todas las generaciones de la Iglesia. Las hostilidades comenzadas en el paraíso (Gn 3) no acabarán hasta que se cumpla el final del Apocalipsis, la manifestación plena de nuestro Señor: «Sí, vengo pronto. Amén» (22,20).


El Apocalipsis, memoria viva de nuestros mártires 

    El libro quiere mantener vivo el recuerdo de nuestros mártires (2,13; 6,9-11; 7,9-17; 11,7-10; 13,15; 16,5s; 17,6; 18,24; 20,4), quienes dieron testimonio de su fe al igual que el Cordero degollado; y vencieron gracias a la sangre del Cordero (12,11). El Apocalipsis suscita una tremenda actualidad en algunos contextos de nuestro mundo, especialmente en América Latina, Asia y África, tierras regadas por la sangre del testimonio cristiano. Hacer memoria viva de nuestros mártires constituye uno de los más hondos cometidos del libro. El primer mártir fue Jesucristo: el Apocalipsis es el único libro del Nuevo Testamento que lo llama «testigo fidedigno» (1,5; 3,14), en estado absoluto; y tras de él y con él, multitud de mártires, quienes cumplen los preceptos de Dios y conservan el testimonio de Jesús (12,17b).


El Apocalipsis, un libro-compromiso 

    El Apocalipsis es una obra subversiva contra los poderes de todo imperio (el romano en la época en que fue escrito, y a continuación, todo imperio opresor y todo sistema imperialista), que persigue y masacra al pueblo empobrecido por no secundar los valores (o contra-valores) que engañosamente presenta. El Apocalipsis no es un escrito evasivo, apto para soñar y desentenderse de la realidad, sino para acrecentar el compromiso de nuestra fe, que debe ser lúcida, libre de esclavitudes y operante en el servicio del amor.


El Apocalipsis, el libro de la esperanza de la Iglesia ante el misterio de la iniquidad. 

    El Apocalipsis cristiano no es un libro ingenuo, fantástico, para entretener la imaginación o para dar rienda suelta a los sueños. Está anclado en la más dura realidad; vive en la historia y la padece. El libro ofrece una lúgubre simbología que permite ver el dominio de las fuerzas del mal: la violencia, la injusticia social y la muerte cabalgan a lomos de caballos desbocados (6,3-8). También ofrece cuadros de pesadillas, como el de la plaga de las langostas (9,3-12) y la caballería infernal (9,13-21). Se asombra con pesar de la presencia devastadora del mal en la historia y descubre el origen demoníaco de tantas ramificaciones negativas. 
    La Iglesia sufre persecución, es martirizada en sus miembros; también la humanidad sufre la opresión de los poderosos. El Apocalipsis está escrito con la sangre de muchas víctimas. ¡Su lectura merece respeto sagrado! Es el libro de la consolación universal. La historia tiene un destino que no acaba ni en el caos, ni en la barbarie, sino felizmente, cumplidamente: el reino de Dios. El libro muestra que ese reino se va haciendo presente en esta tierra de fatigas e irrumpirá en todo su esplendor con el advenimiento de la nueva Jerusalén, y vendrá como don de Dios para premio y consuelo de la Iglesia de todos los tiempos.


Contenido 

    El libro comienza con una grandiosa autopresentación de Jesucristo resucitado, Señor y dueño de la historia (1,17s) que tiene un mensaje para la Iglesia universal (20). Este mensaje está contenido en las cartas a las siete Iglesias de Asia (2s), en las que Jesucristo conoce y reconoce, reprocha y amonesta, promete y cumple, pide atención e interpela: llamada solemne a la conversión ante la prueba que se avecina. Después de las siete cartas, el tema de conjunto (4–22) es la lucha de la Iglesia con los poderes hostiles. Juan despliega netamente los campos, como sucede en las guerras. El jefe de la Iglesia es Jesucristo, tiene sus testigos, sus seguidores «servidores de nuestro Dios» (7,3). Enfrente está Satán que tiene su capital en Babilonia (símbolo de Roma, capital del imperio), con sus agentes y un poder limitado. La lucha va acompañada de impresionantes perturbaciones en el cielo y en la tierra. La concepción apocalíptica impone el dualismo dentro del mundo y de la historia, las antítesis, las oposiciones simétricas de personajes, figuras y escenas, como en un gran drama. La victoria de Jesucristo y los suyos es segura, pero pasa por la pasión y la muerte. El Jefe, el Cordero, fue degollado; sus testigos, asesinados (11,1-12); sus siervos han de superar la gran tribulación (7,14). Pero llegará el juicio de la capital enemiga y su caída (17s), la batalla final (19,11-21) y el juicio universal (20,11-15). Después vendrá el final glorioso y gozoso, hacia el cual tiende el curso y el oleaje de la historia. El final de la obra tiene la forma de una boda del Mesías-Cordero con la Iglesia.