domingo, 13 de diciembre de 2015

Diócesis de Santa Fe de la Vera Cruz : Apertura de la Puerta de la Misericordia, presidida por Monseñor José María Arancedo
















TIEMPO LITÚRGICO

III Domingo de Adviento



Tercer Domingo: 13 de diciembre

El testimonio, que María, la Madre del Señor, vive, sirviendo y ayudando al prójimo. Coincide este domingo con la celebración de la Virgen de Guadalupe, y precisamente la liturgia de Adviento nos invita a recordar la figura de María, que se prepara para ser la Madre de Jesús y que además está dispuesta a ayudar y servir a quien la necesita. El evangelio nos relata la visita de la Virgen a su prima Isabel y nos invita a repetir como ella: "Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme?.

Sabemos que María está siempre acompañando a sus hijos en la Iglesia, por lo que nos disponemos a vivir esta tercer semana de Adviento, meditando acerca del papel que la Virgen María desempeñó. Te proponemos que fomentes la devoción a María, rezando el Rosario en familia, uno de los elementos de las tradicionales posadas. Encendemos como signo de espera gozosa, la tercer vela, color rosa, de la Corona de Adviento.

FUENTE: © ACI Prensa

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Una esperanza sólida

REFLEXIÓN

Reflexiones Espirituales

Domingo 13 de Diciembre


LA FRASE DEL DÍA

La Frase del Día de Hoy

Domingo 13 de Diciembre



EVANGELIO

Evangelio del Día de la Semana III 

Del propio del Tiempo. Salterio III

Domingo 13 de Diciembre


Libro de Sofonías 3,14-18a.

¡Grita de alegría, hija de Sión! ¡Aclama, Israel! ¡Alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén!
El Señor ha retirado las sentencias que pesaban sobre ti y ha expulsado a tus enemigos. El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti: ya no temerás ningún mal.
Aquel día, se dirá a Jerusalén: ¡No temas, Sión, que no desfallezcan tus manos!
¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un guerrero victorioso! El exulta de alegría a causa de ti, te renueva con su amor y lanza por ti gritos de alegría,
como en los días de fiesta. Yo aparté de ti la desgracia, para que no cargues más con el oprobio.



Libro de Isaías 12,2-3.4bcd.5-6.

Este es el Dios de mi salvación:
yo tengo confianza y no temo,
porque el Señor es mi fuerza y mi protección;
él fue mi salvación.
Ustedes sacarán agua con alegría
de las fuentes de la salvación.

Den gracias al Señor, invoquen su Nombre,
anuncien entre los pueblos sus proezas,
proclamen qué sublime es su Nombre.

Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso:
¡que sea conocido en toda la tierra!
¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión,
porque es grande en medio de ti
el Santo de Israel!


Carta de San Pablo a los Filipenses 4,4-7.

Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense.
Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca.
No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios.
Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús.

FUENTE:

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

Meditación del Evangelio del Día de la Semana III Del propio del Tiempo. Salterio III

Domingo 13 de Diciembre


HIMNO

Recemos con la Iglesia

Domingo 13 de Diciembre


SANTORAL

Santoral del Día de la Semana III

 Del propio del Tiempo. Salterio III

Domingo 13 de Diciembre


La fiesta de Santa Lucía es celebrada en Occidente y Oriente el mismo día, 13 de diciembre, y su nombre figura en el canon romano de la misa («Canon I»). Sus actas legendarias carecen de valor histórico, pero han tenido tal difusión, que no deben dejarse de lado, ya que forman parte indisoluble de la iconografía y el culto. Según esa historia tradicional, Lucía nació de ricos y nobles padres hacia el año 283; su padre era de origen romano, pero su temprana muerte la dejó a cargo de su madre, cuyo nombre, Eutychia, parece indicar un origen griego. Como muchos de los primeros mártires, Lucía había consagrado su virginidad a Dios, y esperaba poder dedicar todos sus bienes materiales al servicio de los pobres. Sin embargo, no había obtenido autorización de su madre para hacerlo, e incluso había sido prometida a un joven pagano.

Sin embargo, Eutychia sufría de una hemorragia que no se le curaba, y Lucía la persuadió de emprender juntas una peregrinación a Catania, a unos 80 km de Siracusa, donde estaba la tumba de santa Ágata, virgen y mártir de la persecución de Decio, unos 50 años antes, en la que se obraban muchos milagros. La madre de Lucía resultó allí curada, y Lucía pudo persuadirla de que le permitiera realizar sus proyectos de consagración y caridad. Pero su prometido, despechado, la denunció a Pascasio, el gobernador de Sicilia, en el año 303, durante la feroz persecución de Diocleciano.

Primero fue condenada a ser entregada a la infamia en un prostíbulo, pero con la fuerza de Dios quedó inmóvil y los guardias no la pudieron llevar. Qusieron entonces quemarla, pero de nuevo Dios la salvó. Por último, fue condenada a a morir por la espada. Pero antes de morir predijo el castigo de Pascasio y el pronto fin de la persecución, añadiendo que Diocleciano no reinaría más, y Maximiano encontraría su fin. Así que, fortalecida por el Pan de Vida, ganó la corona de la virginidad y el martirio. Algunas variantes de la leyenda, muy posteriores a las Actas, añaden historias relativas a sus ojos, por ejemplo que les fueron arrancados, pero igual podía ver, o que ella misma se los quitó para darlos a una joven que envidiaba su belleza. Este tema pictórco-simbólico, que se refleja en la iconografía en la que Lucía suele llevar sus propios ojos en una bandeja, probablemente venga sugerido más por el significado del nombre («luminosa») que por detalles milagrosos de la historia.

El desarrollo de la historia es demasiado convencional y acomodado a un tipo de relato sobre los mártires que la fantasía popular reproducía casi automáticamente cuando carecía de datos sobre un santo. Sin embargo, si esto conviene al conjunto de la historia legendaria, la existencia de Lucía y su culto genuinamente antiguo están fuera de toda duda, y algunos detalles de la historia pueden ser aceptados:
-El lugar y el momento de su muerte no pueden ser cuestionados, ocurrieron en ese tiempo y lugar episodios de martirio constatables.
-Es notable la conexión con santa Ágata y la curación milagrosa de Eutychia, y es poco probable que haya sido introducida por un compilador piadoso que haya pretendido enlazar dos santos nacionales, ya que la historia se remonta a las Acta, probablemente originadas en el siglo quinto, una fecha temprana para suponer que ese enlace de historias se realizara artificialmente.
-No puede haber ninguna duda de la gran veneración que se muestra a santa Lucía en la iglesia primitiva: es una de las pocas mujeres santas cuyos nombres aparecen en el canon de San Gregorio, y hay oraciones especiales y antífonas para ella en su «Sacramental» y «Antifonario».
-En el cementerio de San Juan de Siracusa se descubrió una inscripción sobre santa Lucía, que data del siglo IV o de principios del V.
-Por una carta de San Gregorio Magno, sabemos que en su época se dedicaron a Santa Lucía varias iglesias en Roma.

San Aldelmo (muerto en 709) es el primer escritor que utiliza las Actas para realizar un relato completo de su vida y muerte, en prosa en el «Tractatus de laudibus virginitatis» (Tratado de las alabanzas de la virginidad) y de nuevo, en verso, en el poema «De Laudibus Virginum» (Alabanzas de las vírgenes). Tras él, Beda el Venerable inserta la historia en su martirologio.

Con respecto a sus reliquias, Sigeberto (1030-1112), monje de Gembloux, en su «Sermo de sancta Lucia», dice que el cuerpo permaneció intacto en Sicilia durante 400 años, antes que Faroaldo, duque de Spoleto, capturara la isla y trasladara el cuerpo de la santa a Corfinium, en la Italia continental. De allí fue llevada por el emperador Otón I a Metz, en 972, y depositada en la iglesia de San Vicente; desde allí un brazo de la santa fue trasladado al monasterio de Luitburg, en la diócesis de Spira, hecho celebrado por Sigeberto en sus versos.

La historia posterior de las reliquias no está clara. En su toma de Constantinopla de 1204, los franceses se encuentran algunas de las reliquias de la santa en esa ciudad, y el dux de Venecia las capturó para el monasterio de San Jorge en Venecia. En el año 1513 los venecianos regalaron a Luis XII de Francia la cabeza de la santa, que la depositó en la catedral de Bourges. Otro relato, sin embargo, afirma que la cabeza fue llevada a Bourges desde Roma, a donde había sido transferida cuando los restos descansaban en Corfinium. El culto se difundió muy rápidamente, y ya en el 384 san Orso le dedicaba una iglesia en Rávena, y poco después el papa Honorio I otra en Roma.

FUENTE: ©Evangelizo.org