domingo, 14 de julio de 2019

CARTA ENCÍCLICA CARITAS IN VERITATE SOBRE EL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL EN LA CARIDAD Y EN LA VERDAD



CAPÍTULO SEGUNDO

EL DESARROLLO HUMANO EN NUESTRO TIEMPO

30. En esta línea, el tema del desarrollo humano integral adquiere un alcance aún más complejo: la correlación entre sus múltiples elementos exige un esfuerzo para que los diferentes ámbitos del saber humano sean interactivos, con vistas a la promoción de un verdadero desarrollo de los pueblos. Con frecuencia, se cree que basta aplicar el desarrollo o las medidas socioeconómicas correspondientes mediante una actuación común. Sin embargo, este actuar común necesita ser orientado, porque «toda acción social implica una doctrina»[74]. Teniendo en cuenta la complejidad de los problemas, es obvio que las diferentes disciplinas deben colaborar en una interdisciplinariedad ordenada. La caridad no excluye el saber, más bien lo exige, lo promueve y lo anima desde dentro. El saber nunca es sólo obra de la inteligencia. Ciertamente, puede reducirse a cálculo y experimentación, pero si quiere ser sabiduría capaz de orientar al hombre a la luz de los primeros principios y de su fin último, ha de ser «sazonado» con la «sal» de la caridad. Sin el saber, el hacer es ciego, y el saber es estéril sin el amor. En efecto, «el que está animado de una verdadera caridad es ingenioso para descubrir las causas de la miseria, para encontrar los medios de combatirla, para vencerla con intrepidez»[75]. Al afrontar los fenómenos que tenemos delante, la caridad en la verdad exige ante todo conocer y entender, conscientes y respetuosos de la competencia específica de cada ámbito del saber. La caridad no es una añadidura posterior, casi como un apéndice al trabajo ya concluido de las diferentes disciplinas, sino que dialoga con ellas desde el principio. Las exigencias del amor no contradicen las de la razón. El saber humano es insuficiente y las conclusiones de las ciencias no podrán indicar por sí solas la vía hacia el desarrollo integral del hombre. Siempre hay que lanzarse más allá: lo exige la caridad en la verdad[76]. Pero ir más allá nunca significa prescindir de las conclusiones de la razón, ni contradecir sus resultados. No existe la inteligencia y después el amor: existe el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de amor.


[74] Ibíd., 39: l.c., 276-277.

[75] Ibíd., 75: l.c., 293-294.

[76] Cf. Carta enc. Deus caritas est, 28: l.c., 238-240.

JULIO MES DEDICADO A LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

LETANIA A LA SANGRE DE CRISTO

    El mismo Papa que mandó inscribir en el Ritual de la Iglesia esta letanía nos mandaba también añadir, antes de la reserva del Santísimo Sacramento, la alabanza: ¡Bendita sea su preciosísima Sangre! ¿Por qué?... Esa Sangre por la que fuimos salvados merece una devoción especial. Además, es un reconocimiento agradecido al amor de Jesucristo, que no ahorró ningún sufrimiento a fin de ganarse el amor de nuestros corazones.
    Señor Jesucristo, que con tú Sangre limpias el pecado del mundo y nos mereces la salvación. ¡Sálvanos ahora y siempre!



LITURGIA DE LAS HORAS - OFICIO DE LECTURA



TIEMPO ORDINARIO
LUNES DE LA SEMANA XV
Del común de pastores: para un santo obispo y Del Común de doctores de la Iglesia. Salterio III

15 de julio

SAN BUENAVENTURA, obispo y doctor de la Iglesia. (MEMORIA)
Nació alrededor del año 1218 en Bagnoregio, en la región toscana; estudió filosofía y teología en París y, habiendo obtenido el grado de maestro, enseñó con gran provecho estas mismas asignaturas a sus compañeros de la Orden franciscana. Fue elegido ministro general de su Orden, cargo que ejerció con prudencia y sabiduría. Fue nombrado cardenal obispo de la diócesis de Albano, y murió en Lyon el año 1274. Escribió muchas obras filosóficas y teológicas.

OFICIO DE LECTURA

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: HONDO SABER DE DIOS FUE VUESTRA CIENCIA

Hondo saber de Dios fue vuestra ciencia.
su espíritu de verdad os dio a beberla
en la Revelación, que es su presencia
en velos de palabra siempre nueva.

Abristeis el camino para hallarla
a todo el que de Dios hambre tenía,
palabra del Señor que, al contemplarla,
enciende nuestras luces que iluminan.

Saber de Dios en vida convertido
es la virtud del justo, que, a su tiempo,
si Dios le dio la luz, fue lo debido
que fuera su verdad, su pensamiento.

Demos gracias a Dios humildemente,
y al Hijo, su verdad que a todos guía,
dejemos que su Luz, faro esplendente,
nos guíe por el mar de nuestra vida. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Vendrá el Señor y no callará.

Salmo 49 I - LA VERDADERA RELIGIOSIDAD

El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece:
viene nuestro Dios, y no callará.

Lo precede fuego voraz,
lo rodea tempestad violenta.
Desde lo alto convoca cielo y tierra,
para juzgar a su pueblo:

«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.»
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Vendrá el Señor y no callará.

Ant. 2. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza.

Salmo 49 II

«Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte;
Israel, voy a dar testimonio contra ti;
-yo, el Señor, tu Dios-.

No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños;

pues las fieras de la selva son mías,
y hay miles de bestias en mis montes;
conozco todos los pájaros del cielo,
tengo a mano cuanto se agita en los campos.

Si tuviera hambre, no te lo diría;
pues el orbe y cuanto lo llena es mío.
¿Comeré yo carne de toros,
beberé sangre de cabritos?

Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo
e invócame el día del peligro:
yo te libraré, y tú me darás gloria.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza.

Ant. 3. Quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos.

Salmo 49 III

Dios dice al pecador:
«¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?

Cuando ves un ladrón, corres con él;
te mezclas con los adúlteros;
sueltas tu lengua para el mal,
tu boca urde el engaño;

te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre;
esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.»

Atención los que olvidáis a Dios,
no sea que os destroce sin remedio.

El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos.

V. Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte.
R. Yo, el Señor, tu Dios.

PRIMERA LECTURA

Del segundo libro de Samuel 2, 1-11; 3, 1-5

DAVID ES UNGIDO EN HEBRÓN COMO REY DE JUDÁ

En aquellos días, consultó David al Señor: «¿Debo subir a alguna de las ciudades de Judá?» El Señor respondió:

«Sube.»
Preguntó David:
«¿A cuál subiré?»
Respondió el Señor:
«A Hebrón.»

Subió allí David con sus dos mujeres, Ajinoam de Yizreel y Abigail, la mujer de Nabal de Carmelo. David hizo subir a los hombres que estaban con él, cada cual con su familia, y se asentaron en las ciudades de Hebrón. Llegaron los hombres de Judá y ungieron allí a David como rey sobre la casa de Judá.

Comunicaron a David que los hombres de Yabés de Galaad habían sepultado a Saúl, y David envió mensajeros a los hombres de Yabés de Galaad para decirles:

«Benditos seáis del Señor por haber hecho esta misericordia con Saúl, vuestro señor, dándole sepultura. Que el Señor sea con vosotros misericordioso y fiel. También yo os trataré bien por haber hecho esto. Y ahora, tened fortaleza y sed valerosos, pues murió Saúl, vuestro señor, pero la casa de Judá me ha ungido a mí por rey suyo.»

Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Saúl, tomó a Isbaal hijo de Saúl y lo hizo pasar a Majanáyim. Lo proclamó rey sobre Galaad, sobre los aseritas, sobre Yizreel, sobre Efraím y Benjamín y sobre todo Israel. Cuarenta años tenía Isbaal, hijo de Saúl, cuando fue proclamado rey; reinó dos años. Solamente la casa de Judá siguió a David. El número de días que estuvo David en Hebrón como rey de la casa de Judá fue de siete años y seis meses.

Se prolongó la guerra entre la casa de Saúl y la casa de David, pero David se iba fortaleciendo, mientras que la casa de Saúl se debilitaba.

David tuvo hijos en Hebrón. Su primogénito Ammón, hijo de Ajinoam de Yizreel; el segundo, Kilab, de Abigaíl, mujer de Nabal de Carmelo; el tercero, Absalón, hijo de Maaká, la hija de Talmay, rey de Guesur; el cuarto, Adonías, hijo de Jagguit; el quinto, Sefatías, hijo de Abital; el sexto, Yitream, de Eglá, mujer de David. Éstos le nacieron a David en Hebrón.

RESPONSORIO Gn 49, 10. 8

R. No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, * hasta que venga aquel a quien le está reservado, a quien rendirán homenaje las naciones.
V. A ti, Judá, te alabarán tus hermanos, se inclinarán ante ti los hijos de tu padre.
R. Hasta que venga aquel a quien le está reservado, a quien rendirán homenaje las naciones.

SEGUNDA LECTURA

Del Opúsculo de san Buenaventura, obispo, Sobre el itinerario de la mente hacia Dios
(Cap. 7, 1. 2. 4. 6: Opera omnia 5, 312-313)

LA SABIDURÍA MISTERIOSA REVELADA POR EL ESPÍRITU SANTO

Cristo es el camino y la puerta. Cristo es la escalera y el vehículo, él, que es el propiciatorio colocado sobre el arca de Dios y el misterio oculto desde los siglos. El que mira plenamente de cara este propiciatorio y lo contempla suspendido en la cruz, con fe, con esperanza y caridad, con devoción, admiración, alegría, reconocimiento, alabanza y júbilo, este tal realiza con él la pascua, esto es, el paso, ya que, sirviéndose del bastón de la cruz, atraviesa el mar Rojo, sale de Egipto y penetra en el desierto, donde saborea el maná escondido, y descansa con Cristo en el sepulcro, como muerto en lo exterior, pero sintiendo, en cuanto es posible en el presente estado de viadores, lo que dijo Cristo al ladrón que estaba crucificado a su lado: Hoy estarás conmigo en el paraíso.

Para que este paso sea perfecto, hay que abandonar toda especulación de orden intelectual y concentrar en Dios la totalidad de nuestras aspiraciones. Esto es algo misterioso y secretísimo, que sólo puede conocer aquel que lo recibe, y nadie lo recibe sino el que lo desea, y no lo desea sino aquel a quien inflama en lo más íntimo el fuego del Espíritu Santo, que Cristo envió a la tierra. Por esto dice el Apóstol que esta sabiduría misteriosa es revelada por el Espíritu Santo.

Si quieres saber cómo se realizan estas cosas, pregunta a la gracia, no al saber humano; pregunta al deseo, no al entendimiento; pregunta al gemido expresado en la oración, no al estudio y la lectura; pregunta al Esposo, no al Maestro; pregunta a Dios, no al hombre; pregunta a la oscuridad, no a la claridad; no a la luz, sino al fuego que abrasa totalmente y que transporta hacia Dios con unción suavísima y ardentísimos afectos. Este fuego es Dios, cuyo horno, como dice el profeta, está en Jerusalén, y Cristo es quien lo enciende con el fervor de su ardentísima pasión, fervor que sólo puede comprender el que es capaz de decir: Preferiría morir asfixiado, preferiría la muerte. El que de tal modo ama la muerte puede ver a Dios, ya que está fuera de duda aquella afirmación de la Escritura: Nadie puede ver mi rostro y seguir viviendo. Muramos, pues, y entremos en la oscuridad, impongamos silencio a nuestras preocupaciones, deseos e imaginaciones; pasemos con Cristo crucificado de este mundo al Padre, y así, una vez que nos haya mostrado al Padre, podremos decir con Felipe: Eso nos basta; oigamos aquellas palabras dirigidas a Pablo: Te basta mi gracia; alegrémonos con David, diciendo: Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi herencia eterna. Bendito el Señor por siempre, y todo el pueblo diga: «¡Amén!»

RESPONSORIO 1Jn 3, 24; Sir 1, 9. 10

R. Quien guarda los mandamientos de Dios permanece en Dios y Dios en él; * Y conocemos que él permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado.
V. Dios mismo creó la sabiduría, la derramó sobre todas sus obras y se la regaló a los que lo aman.
R. y conocemos que él permanece en nosotros por el Espíritu que nos ha dado.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios todopoderoso, al celebrar hoy la festividad del obispo san Buenaventura, te pedimos nos concedas saber aprovechar sus preclaras enseñanzas e imitar su ardiente amor hacia ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

LITURGIA DE LAS HORAS - LAUDES



TIEMPO ORDINARIO
LUNES DE LA SEMANA XV
Del común de pastores: para un santo obispo y Del Común de doctores de la Iglesia. Salterio III

15 de julio

SAN BUENAVENTURA, obispo y doctor de la Iglesia. (MEMORIA)

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)


V. Señor, abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

INVITATORIO

Ant. Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Himno: PARA VOSOTROS, EL MISTERIO DEL PADRE.

Para vosotros, el misterio del Padre;
con vosotros, la luz del Verbo;
en vosotros, la llama del Amor
que es fuego.

¡Hontanares de Dios!,
¡hombres del Evangelio!,
¡humildes inteligencias luminosas!,
¡grandes hombres de barro tierno!

El mundo tiene hambre de infinito
y sed de cielo;
las criaturas nos atan a lo efímero
y nos vamos perdiendo en el tiempo.

Para nosotros,
el misterio que aprendisteis del Padre;
con nosotros, la luz que os dio el Verbo;
en nosotros, el Amor ingénito.

¡Hombres de Cristo, maestros de la Iglesia!
dadnos una vida y un anhelo,
la angustia por la verdad,
por el error el miedo.

Dadnos una vida de rodillas
ante el misterio,
una visión de este mundo de muerte
y una esperanza de cielo.

Padre, te pedimos para la Iglesia
la ciencia de estos maestros. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Dichosos los que viven en tu casa, Señor.

Salmo 83 - AÑORANZA DEL TEMPLO

¡Qué deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
se alegran por el Dios vivo.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.

Dichosos los que viven en tu casa
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación:

cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
caminan de altura en altura
hasta ver a Dios en Sión.

Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, ¡oh Dios!, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.

Un solo día en tu casa
vale más que otros mil,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.

Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria,
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.

¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre
que confía en ti!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Dichosos los que viven en tu casa, Señor.

Ant. 2. Venid, subamos al monte del Señor.

Cántico: EL MONTE DE LA CASA DEL SEÑOR EN LA CIMA DE LOS MONTES Is 2, 2-5

Al final de los días estará firme
el monte de la casa del Señor,
en la cima de los montes,
encumbrado sobre las montañas.

Hacia él confluirán los gentiles,
caminarán pueblos numerosos.
Dirán : «Venid, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob:

Él nos instruirá en sus caminos,
y marcharemos por sus sendas;
porque de Sión saldrá la Ley,
de Jerusalén la palabra del Señor.»

Será el árbitro de las naciones,
el juez de pueblos numerosos.

De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.

Casa de Jacob, ven;
caminemos a la luz del Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Venid, subamos al monte del Señor.

Ant. 3. Cantad al Señor, bendecid su nombre.

Salmo 95 - EL SEÑOR, REY Y JUEZ DEL MUNDO.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria.

Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.

Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.»

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,

delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Cantad al Señor, bendecid su nombre.

LECTURA BREVE Sb 7, 13-14

Aprendí la sabiduría sin malicia, reparto sin envidia, y no me guardo sus riquezas. Porque es un tesoro inagotable para los hombres: los que lo adquieren se atraen la amistad de Dios, porque el don de su enseñanza los recomienda.

RESPONSORIO BREVE

V. El pueblo cuenta su sabiduría.
R. El pueblo cuenta su sabiduría.

V. La asamblea pregona su alabanza.
R. Cuenta su sabiduría.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El pueblo cuenta su sabiduría.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Los sabios brillarán con esplendor de cielo, y los que enseñan la justicia a las multitudes serán como estrellas por toda la eternidad.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Los sabios brillarán con esplendor de cielo, y los que enseñan la justicia a las multitudes serán como estrellas por toda la eternidad.

PRECES

Demos gracias a Cristo, el buen pastor que entregó la vida por sus ovejas, y supliquémosle diciendo:

Apacienta a tu pueblo, Señor.

Señor Jesucristo, tú que en los santos pastores nos has revelado tu misericordia y tu amor,
haz que por ellos, continúe llegando a nosotros tu acción misericordiosa.

Señor Jesucristo, tú que a través de los santos pastores sigues siendo el único pastor de tu pueblo,
no dejes de guiarnos siempre por medio de ellos.

Señor Jesucristo, tú que por medio de los santos pastores eres el médico de los cuerpos y de las almas,
haz que nunca falten a tu Iglesia los ministros que nos guíen por las sendas de una vida santa.

Señor Jesucristo, tú que has adoctrinado a la Iglesia con la prudencia y el amor de los santos,
haz que, guiados por nuestros pastores, progresemos en la santidad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Oremos confiadamente al Padre, como Cristo nos enseñó:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Dios todopoderoso, al celebrar hoy la festividad del obispo san Buenaventura, te pedimos nos concedas saber aprovechar sus preclaras enseñanzas e imitar su ardiente amor hacia ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

LITURGIA DE LAS HORAS - VÍSPERAS



TIEMPO ORDINARIO
LUNES DE LA SEMANA XV
Del común de pastores: para un santo obispo y Del Común de doctores de la Iglesia. Salterio III

15 de julio

SAN BUENAVENTURA, obispo y doctor de la Iglesia. (MEMORIA)

VÍSPERAS
Oración de la tarde

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: VERBO DE DIOS, ETERNA LUZ DIVINA.

Verbo de Dios, eterna luz divina,
fuente eternal de toda verdad pura,
gloria de Dios, que el cosmos ilumina,
antorcha toda luz en noche oscura.

Palabra eternamente pronunciada
en la mente del Padre, ¡oh regocijo!,
que en el tiempo a los hombres nos fue dada
en el seno de Virgen, hecha Hijo.

Las tinieblas de muerte y de pecado,
en que yacía el hombre, así vencido,
su verdad y su luz han disipado,
con su vida y su muerte ha redimido.

Con destellos de luz que Dios envía,
no dejéis de brillar, faros divinos;
de los hombres y pueblos sed su guía,
proclamad la verdad en los caminos. Amén.

SALMODIA

Ant. 1. Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.

Salmo 122 - EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,

como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.

Ant. 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Salmo 123 - NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Ant. 3. Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.

Cántico: EL PLAN DIVINO DE SALVACIÓN - Ef 1, 3-10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.

LECTURA BREVE St 3, 17-18

La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su fruto es la justicia.

RESPONSORIO BREVE

V. En la asamblea le da la palabra.
R. En la asamblea le da la palabra.

V. Lo llena de espíritu, sabiduría e inteligencia.
R. Le da la palabra.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En la asamblea le da la palabra.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Oh doctor admirable, luz de la Iglesia santa, san Buenaventura, fiel cumplidor de la ley, ruega por nosotros al Hijo de Dios.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Oh doctor admirable, luz de la Iglesia santa, san Buenaventura, fiel cumplidor de la ley, ruega por nosotros al Hijo de Dios.

PRECES

Glorifiquemos a Cristo, constituido pontífice en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios, y supliquémosle humildemente diciendo:

Salva a tu pueblo, Señor.

Tú que por medio de pastores santos y eximios has glorificado a tu Iglesia,
haz que todos los cristianos resplandezcan por su virtud.

Tú que por la oración de los santos pastores, que a semejanza de Moisés oraban por el pueblo, perdonaste los pecados de tus fieles,
purifica y santifica también ahora a la santa Iglesia por la intercesión de los santos.

Tú que de entre los fieles elegiste a los santos pastores y, por tu Espíritu, los consagraste como ministros en bien de sus hermanos,
llena también de tu Espíritu a todos los pastores del pueblo de Dios.

Tú que fuiste la heredad de los santos pastores,
no permitas que ninguno de los que fueron adquiridos por tu sangre viva alejado de ti.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Tú que por medio de los pastores de la Iglesia das la vida eterna a tus ovejas para que nadie las arrebate de tu mano,
salva a los difuntos, por quienes entregaste tu vida.

Digamos juntos la oración que Cristo nos enseñó como modelo de toda oración:

Padre nuestro...

ORACIÓN

Dios todopoderoso, al celebrar hoy la festividad del obispo san Buenaventura, te pedimos nos concedas saber aprovechar sus preclaras enseñanzas e imitar su ardiente amor hacia ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

LITURGIA DE LAS HORAS - COMPLETAS



COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Himno: CUANDO LA LUZ DEL SOL ES YA PONIENTE

Cuando la luz del sol es ya poniente,
gracias, Señor, es nuestra melodía;
recibe, como ofrenda, amablemente,
nuestro dolor, trabajo y alegría.

Si poco fue el amor en nuestro empeño
de darle vida al día que fenece,
convierta en realidad lo que fue un sueño
tu gran amor que todo lo engrandece.

Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte
de pecadora en justa, e ilumina
la senda de la vida y de la muerte
del hombre que en la fe lucha y camina.

Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza
la noche oscura sobre nuestro día,
concédenos la paz y la esperanza
de esperar cada noche tu gran día. Amén.

SALMODIA

Ant. Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.

Salmo 85 - ORACIÓN DE UN POBRE ANTE LAS DIFICULTADES.

Inclina tu oído, Señor; escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;

porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.»

Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu grande piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.

LECTURA BREVE 1Ts 5, 9-10

Dios nos ha puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos junto con él.

RESPONSORIO BREVE

V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32

Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

ORACIÓN

OREMOS,
Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la simiente del reino que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy crezca y germine para la cosecha de la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor.
Amén

BENDICIÓN

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.

ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra,
Dios te salve.

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva,
a ti suspiramos , gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.

¡Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!

EVANGELIO - 15 de Julio - San Mateo 10,34-42.11,1


    Evangelio según San Mateo 10,34-42.11,1.

    Jesús dijo a sus apóstoles: "No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada.
    Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa.
    El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.
    El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
    El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
    El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió.
    El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo.
    Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa".
    Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 15 de Julio - " No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espada"


        Eusebio de Cesarea - Obras: ¿Por qué no hay paz?

« No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, 
sino espada.» 

    «Cuando yo digo paz ellos dicen Guerra» (Sal 120,7).
    Jesús es la paz y ha venido a reconciliar el cielo y la tierra (Col 1,20). Si esto es verdad ¿Cómo podemos entender lo que el mismo Señor ha dicho en el Evangelio: «No penséis que he venido a traer paz a la tierra»? ¿Acaso la nieve podrá calentar o dar frió el fuego? ¿La paz podrá no procurar paz? El designio de Dios, cuando envía a su Hijo, es salvar a los hombres. Y la misión que debía cumplir era establecer la paz en el cielo y sobre la tierra. ¿Por qué entonces no hay paz? Por la debilidad de estos que no han podido acoger el brillo de la luz verdadera.

    Tal hija ha creído, su padre permanece sin creer. Puesto que predicar la paz obra la división, «¿qué relación puede haber entre creer y no creer?» (2Co 6,15). El Hijo debe creer, el padre queda incrédulo. La oposición es ineluctable. Allí donde la paz es proclamada la división se instala. Es una saludable división, pues es por la paz que nosotros somos salvados. Yo proclamo la paz, si, pero la tierra no la acoge. Esto no era el designio del sembrador, aquel que esperaba el fruto de la tierra.

SANTORAL - SAN BUENAVENTURA

15 de Julio


    Memoria de la inhumación de san Buenaventura, obispo de Albano, en Italia, y doctor de la Iglesia, celebérrimo por su doctrina, por la santidad de su vida y por las preclaras obras que realizó en favor de la Iglesia. Como ministro general rigió con gran prudencia la Orden de los Hermanos Menores, siendo siempre fiel al espíritu de san Francisco, y en sus numerosos escritos unió suma erudición y ardiente piedad. Cuando estaba prestando un gran servicio al II Concilio Ecuménico de Lyon, mereció pasar a la visión beatífica de Dios.

    Por lo que se refiere a sus primeros años, lo único que sabemos acerca de este ilustre hijo de san Francisco de Asís es que nació en Bagnorea, cerca de Viterbo, en Italia, en 1221, y que sus padres fueron Juan Fidanza y María Ritella. Después de tomar el hábito en la orden seráfica, estudió en la Universidad de París, bajo la dirección del maestro inglés Alejandro de Hales. Buenaventura, a quien la historia debía conocer con el nombre de «Doctor seráfico», enseñó teología y Sagrada Escritura en la Universidad de París, de 1248 a 1257. A su genio penetrante unía un juicio muy equilibrado, que le permitía ir al fondo de las cuestiones y dejar de lado todo lo superfluo para discernir todo lo esencial y poner al descubierto los sofismas de las opiniones erróneas. Nada tiene, pues, de extraño que el santo se haya distinguido en la filosofía y teología escolásticas. Buenaventura ofrecía todos los estudios a la gloria de Dios y a su propia santificación, sin confundir el fin con los medios y sin dejar que degenerara su trabajo en disipación y vana curiosidad. No contento con transformar el estudio en una prolongación de la plegaria, consagraba gran parte de su tiempo a la oración propiamente dicha, convencido de que ésa era la clave de la vida espiritual. Porque, como lo enseña san Pablo, sólo el Espíritu de Dios puede hacernos penetrar sus secretos designios y grabar sus palabras en nuestros corazones. Tan grande era la pureza e inocencia del santo, que su maestro, Alejandro de Hales, afirmaba que «parecía que no había pecado en Adán». El rostro de Buenaventura reflejaba el gozo, fruto de la paz en que su alma vivía. Como el mismo santo escribió, «el gozo espiritual es la mejor señal de que la gracia habita en un alma».

    El santo no veía en sí más que faltas e imperfecciones y, por humildad, se abstenía algunas veces de recibir la comunión, por más que su alma ansiaba unirse al objeto de su amor y acercarse a la fuente de la gracia. Pero un milagro de Dios permitió a san Buenaventura superar tales escrúpulos. Las actas de canonización lo narran así: «Desde hacía varios días no se atrevía a acercarse al banquete celestial. Pero, cierta vez en que asistía a la misa y meditaba sobre la Pasión del Señor, nuestro Salvador, para premiar su humildad y su amor, hizo que un ángel tomara de las manos del sacerdote una parte de la hostia consagrada y la depositara en su boca». A partir de entonces, Buenaventura comulgó sin ningún escrúpulo y encontró en la comunión una fuente de gozo y de gracias. San Buenaventura se preparó a recibir el sacerdocio con severos ayunos y largas horas de oración, pues su gran humildad le hacía acercarse con temor y temblor a esa altísima dignidad.

    Buenaventura se entregó con entusiasmo a la tarea de cooperar a la salvación de sus prójimos, como lo exigía la gracia del sacerdocio. La energía con que predicaba la palabra de Dios encendía los corazones de sus oyentes; cada una de sus palabras estaba dictada por un ardiente amor. Durante los años que pasó en París, compuso una de sus obras más conocidas, el «Comentario sobre las Sentencias de Pedro Lombardo», que constituye una verdadera suma de teología escolástica. El papa Sixto IV, refiriéndose a esa obra, dijo que «la manera como se expresa sobre la teología, indica que el Espíritu Santo hablaba por su boca». Los violentos ataques de algunos de los profesores de la Universidad de París contra los franciscanos perturbaron la paz de los años que Buenaventura pasó en esa ciudad. Tales ataques se debían, en gran parte, a la envidia que provocaban los éxitos pastorales y académicos de los hijos de san Francisco y a que la santa vida de los frailes resultaba un reproche constante a la mundana existencia de otros profesores. El jefe del partido que se oponía a los franciscanos era Guillermo de Saint Amour, quien atacó violentamente a san Buenaventura en una obra titulada «Los peligros de los últimos tiempos». Éste tuvo que suspender sus clases durante algún tiempo y contestó a los ataques con un tratado sobre la pobreza evangélica, con el título de «Sobre la pobreza de Cristo». El Papa Alejandro IV nombró a una comisión de cardenales para que examinasen el asunto en Anagni, con el resultado de que fue quemado públicamente el Iibro de Guillermo de Saint Amour, fueron devueltas sus cátedras a los hijos de san Francisco y fue ordenado el silencio a sus enemigos. Un año más tarde, en 1257, san Buenaventura y santo Tomás de Aquino recibieron juntos el título de doctores.

    San Buenaventura escribió un tratado «Sobre la vida de perfección», destinado a la beata Isabel, hermana de san Luis de Francia y a las Clarisas Pobres del convento de Longchamps. Otras de sus principales obras místicas son el «Soliloquio» y el tratado «Sobre el triple camino». Es conmovedor el amor que respira cada una de las palabras de san Buenaventura. Gerson, el erudito y devoto canciller de la Universidad de París, escribe a propósito de sus obras: «A mi modo de ver, entre todos los doctores católicos, Eustaquio (porque así podemos traducir el nombre de Buenaventura) es el que más ilustra la inteligencia y enciende al mismo tiempo el corazón. En particular, el Breviloquium y el Itinerarium mentis in Deum están compuestos con tanto arte, fuerza y concisión, que ningún otro escrito puede aventajarlos». Y en otro libro, comenta: «Me parece que las obras de Buenaventura son las más aptas para la instrucción de los fieles, por su solidez, ortodoxia y espíritu de devoción. Buenaventura se guarda cuanto puede de los vanos adornos y no trata de cuestiones de lógica o física ajenas a la materia. No existe doctrina más sublime, más divina y más religiosa que la suya». Estas palabras se aplican sobre todo, a los tratados espirituales que reproducen sus meditaciones frecuentes sobre las delicias del cielo y sus esfuerzos por despertar en los cristianos el mismo deseo de la gloria que a él le animaba. Como dice en su escrito, «Dios, todos los espíritus gloriosos y toda la familia del Rey Celestial nos esperan y desean que vayamos a reunirnos con ellos. ¡Es imposible que no se anhele ser admitido en tan dulce compañía! Pero quien en este valle de lágrimas no haya tratado de vivir con el deseo del cielo, elevándose constantemente sobre las cosas visibles, tendrá vergüenza al comparecer a la presencia de la corte celestial». Según el santo, la perfección cristiana, más que en el heroísmo de la vida religiosa, consiste en hacer bien las acciones más ordinarias. He aquí sus propias palabras: «La perfección del cristiano consiste en hacer perfectamente las cosas ordinarias. La fidelidad en las cosas pequeñas es una virtud heroica». En efecto, tal fidelidad constituye una constante crucifixión del amor propio, un sacrificio total de la libertad, del tiempo y de los afectos y, por ello mismo, establece el reino de la gracia en el alma.

    En 1257, Buenaventura fue elegido superior general de los Frailes Menores. No había cumplido aún los treinta y seis años y la Orden estaba desgarrada por la división entre los que predicaban una severidad inflexible y los que pedían que se mitigase la regla original; naturalmente, entre esos dos extremos, se situaban todas las otras interpretaciones. Los más rigoristas, a los que se conocía con el nombre de «los espirituales», habían caído en el error y en la desobediencia, con lo cual habían dado armas a los enemigos de la orden en la Universidad de París. El joven superior general escribió una carta a todos los provinciales para exigirles la perfecta observancia de la regla y la reforma de los relajados, pero sin caer en los excesos de los espirituales. El primero de los cinco capítulos generales que presidió san Buenaventura, se reunió en Narbona en 1260. Ahí presentó una serie de declaraciones de las reglas que fueron adoptadas y ejercieron gran influencia sobre la vida de la Orden, pero no lograron aplacar a los rigoristas. A instancias de los miembros del capítulo, san Buenaventura empezó a escribir la vida de san Francisco de Asís. La manera como llevó a cabo esa tarea, muestra que estaba empapado de las virtudes del santo sobre el cual escribía. Santo Tomás de Aquino, que fue a visitar un día a Buenaventura cuando éste se ocupaba de escribir la biografía del «Pobrecito de Asís», le encontró en su celda sumido en la contemplación. En vez de interrumpirle, santo Tomás se retiró, diciendo: «Dejemos a un santo trabajar por otro santo». La vida escrita por san Buenaventura, titulada «La Leyenda Mayor», es una obra de gran importancia acerca de la vida de san Francisco, aunque el autor manifiesta en ella cierta tendencia a forzar la verdad histórica para emplearla como testimonio contra los que pedían la mitigación de la regla. San Buenaventura gobernó la orden de San Francisco durante diecisiete años y se le llama, con razón, el segundo fundador.

    En 1265, el papa Clemente IV trató de nombrar a san Buenaventura arzobispo de York, a la muerte de Godofredo de Ludham, pero el santo consiguió disuadir de ello al Pontífice. Sin embargo, al año siguiente, el beato Gregorio X le nombró cardenal obispo de Albano, le ordenó aceptar el cargo por obediencia y le llamó inmediatamente a Roma. Los legados pontificios le esperaban con el capelo y las otras insignias de su dignidad; según se cuenta, fueron a su encuentro hasta cerca de Florencia y le hallaron en el convento franciscano de Mugello, lavando los platos. Como Buenaventura tenía la manos sucias, rogó a los legados que colgasen el capelo en la rama de un árbol y que se paseasen un poco por el huerto hasta que terminase su tarea. Sólo entonces san Buenaventura tomó el capelo y fue a presentar a los legados los honores debidos.

    Gregorio X encomendó a san Buenaventura la preparación de los temas que se iban a tratar en el Concilio ecuménico de Lyon, acerca de la unión con los griegos ortodoxos, pues el emperador Miguel Paleólogo había propuesto la unión a Clemente IV. Los más distinguidos teólogos de la Iglesia asistieron a dicho Concilio. Como se sabe, santo Tomás de Aquino murió cuando se dirigía a él. San Buenaventura fue, sin duda, el personaje más notable de la asamblea. Llegó a Lyon con el Papa, varios meses antes de la apertura del Concilio. Entre la segunda y la tercera sesión reunió el capítulo general de su orden y renunció al cargo de superior general. Cuando llegaron los delegados griegos, el santo inició las conversaciones con ellos y la unión con Roma se llevó a cabo. En acción de gracias, el Papa cantó la misa el día de la fiesta de San Pedro y San Pablo. La epístola, el evangelio y el credo, se cantaron en latín y en griego y san Buenaventura predicó en la ceremonia. El Seráfico Doctor murió durante las celebraciones, la noche del 14 al 15 de julio. Ello le ahorró la pena de ver a Constantinopla rechazar la unión por la que tanto había trabajado. Pedro de Tarantaise, el dominico que ciñó más tarde la tiara pontificia con el nombre de Inocencio V, predicó el panegírico de san Buenaventura y dijo en él: «Cuantos conocieron a Buenaventura le respetaron y le amaron. Bastaba simplemente con oírle predicar para sentirse movido a tomarle por consejero, porque era un hombre afable, cortés, humilde, cariñoso, compasivo, prudente, casto y adornado de todas las virtudes».

    Se cuenta que, como superior general, fue un día a visitar el convento de Foligno. Cierto frailecillo tenía muchas ganas de hablar con él, pero era demasiado humilde y tímido para atreverse. Pero, en cuanto partió san Buenaventura, el frailecillo cayó en la cuenta de la oportunidad que había perdido y echó a correr tras él y le rogó que le escuchase un instante. El santo accedió inmediatamente y tuvo una larga conversación con él, a la vera del camino. Cuando el frailecillo partió de vuelta al convento, lleno de consuelo, san Buenaventura observó ciertas muestras de impaciencia entre los miembros de su comitiva y les dijo sonriendo: «Hermanos míos, perdonadme, pero tenía que cumplir con mi deber, porque soy a la vez superior y siervo y ese frailecillo es, a la vez, mi hermano y mi amo. La regla nos dice: `Los superiores deben recibir a los hermanos con caridad y bondad y portarse con ellos como si fuesen sus siervos, porque los superiores, son, en verdad, los siervos de todos los hermanos'. Así pues, como superior y siervo, estaba yo obligado a ponerme a la disposición de ese frailecillo, que es mi amo, y a tratar de ayudarle lo mejor posible en sus necesidades». Tal era el espíritu con que el santo gobernaba su orden. Cuando se le había confiado el cargo de superior general, pronunció estas palabras: «Conozco perfectamente mi incapacidad, pero también sé cuán duro es dar coces contra el aguijón. Así pues, a pesar de mi poca inteligencia, de mi falta de experiencia en los negocios y de la repugnancia que siento por el cargo, no quiero seguir opuesto al deseo de mi familia religiosa y a la orden del Sumo Pontífice, porque temo oponerme con ello a la voluntad de Dios. Por consiguiente, tomaré sobre mis débiles hombros esa carga pesada, demasiado pesada para mí. Confío en que el cielo me ayudará y cuento con la ayuda que todos vosotros podéis prestarme». Estas dos citas revelan la sencillez, la humildad y la caridad que caracterizaban a san Buenaventura. Y, aunque no hubiese pertenecido a la orden seráfica, habría merecido el título de «Doctor Seráfico» por las virtudes angélicas que realzaban su saber. Fue canonizado en 1482 y declarado Doctor de la Iglesia en 1588.

    No existe ninguna biografía propiamente dicha que date de la época del santo, pero en las crónicas de la Orden Franciscana y en otras fuentes antiguas se encuentran numerosos datos sobre él. En la monumental edición Quaracchi de las obras del Doctor Seráfico se han reunido los datos más importantes, tomados, por ejemplo, de Salimbene, Bernardo de Besse, Angelo Clareno, la Crónica de los XXIV Generales, etc. (vol. X). El texto del proceso de canonización que se llevó a cabo en Lyon en 1479-1480, se halla en Miscellanea Francescana di storia, di lettere, di arti, vols. XVII y XVIII (1916 y 1917); pero dicho documento sólo trata prácticamente de los milagros. La canonización, como se sabe, tuvo lugar en 1482, en tiempos de Sixto IV. Entre las numerosas biografías modernas, la más exacta parece ser la de L. Lemmens en la versión italiana publicada en Milán en 1921. Para esa versión el autor revisó el texto original que había publicado en alemán en 1909, y lo modificó mucho, siguiendo el consejo de los críticos, particularmente de los del Archivum Franciscanum Historicum (vol. III, pp. 344-348). La biografía italiana de D. M. Sparacio (1921) exagera un poco el punto de vista de los franciscanos conventuales y adolece de cierto espíritu polémico. La biografía francesa de Leonardo de Carvalho e Castro (1923), aunque admirablemente presentada, minimiza la actividad de san Buenaventura en París y su oposición a los maestros de la orden de Santo Domingo. El Breviloquium de San Buenaventura, constituye un comiso resumen de sus teorías. En el Oficio de lecturas se utilizan algunos fragmentos de san Buenaventura a lo largo del año: del prólogo al Breviloquio, del Opúsculo sobre el itinerario de la mente hacia Dios,de El árbol de la vida.

    Dentro de las Catequesis que SS Benedicto XVI dedicó a los Padres, Doctores y grandes teólogos de la Iglesia, tres del año 2010 las centró en san Buenaventura, que introdujo con estas palabras: «Os confieso que, al proponeros este tema, siento cierta nostalgia, porque pienso en los trabajos de investigación que, como joven estudioso, realicé precisamente sobre este autor, especialmente importante para mí. Su conocimiento incidió notablemente en mi formación.» Son las del 3 de marzo, 10 de marzo y 17 de marzo. Algunas obras pueden ser leídas en línea, y también puede accederse en El Testigo Fiel a la bellísima oración de san Buenaventura «Traspasa, dulcísimo Señor Jesús...» (en castellano y en el original latino), que tantas veces la Iglesia ha recomendado para meditar en la Eucaristía.

LA ORACIÓN DEL SEÑOR: "PADRE NUESTRO" ( CEC )



“PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO”

II. “¡Padre!”

    2780 Podemos invocar a Dios como “Padre” porque Él nos ha sido revelado por su Hijo hecho hombre y su Espíritu nos lo hace conocer. Lo que el hombre no puede concebir ni los poderes angélicos entrever, es decir, la relación personal del Hijo hacia el Padre (cf Jn 1, 1), he aquí que el Espíritu del Hijo nos hace participar de esta relación a quienes creemos que Jesús es el Cristo y que hemos nacido de Dios (cf 1 Jn 5, 1).

    2781 Cuando oramos al Padre estamos en comunión con Él y con su Hijo, Jesucristo (cf 1 Jn1, 3). Entonces le conocemos y lo reconocemos con admiración siempre nueva. La primera palabra de la Oración del Señor es una bendición de adoración, antes de ser una imploración. Porque la Gloria de Dios es que nosotros le reconozcamos como “Padre”, Dios verdadero. Le damos gracias por habernos revelado su Nombre, por habernos concedido creer en Él y por haber sido habitados por su presencia.