El Papa Francisco pide rezar en agosto
“Para que el deporte fomente el encuentro fraternal entre los pueblos y contribuya a la paz en el mundo”
La intención de oración universal es: “que el deporte fomente el encuentro fraternal entre los pueblos y contribuya a la paz en el mundo”.
“Todo deporte nos humaniza, tiene valores universales de perseverancia, solidaridad, diálogo, espíritu de equipo, respeto del adversario, nos conduce más allá de nosotros mismos. San Pablo se inspira del deporte para motivar la perseverancia en la vida espiritual: “¿No han aprendido nada en el estadio? Muchos corren, pero uno solo gana el premio. Corran, pues, de manera que lo consigan, como los atletas que se imponen un régimen muy estricto. Solamente ellos lo hacen por una corona de laureles perecederos, mientras nosotros, por una corona que no se marchita” (1 Corintios 9, 24-26). Seguir a Jesús nos pide la misma solidaridad, perseverancia, confianza en el otro, exigencia, espíritu de equipo, que se encuentra en el deporte. Es una escuela de vida”.
“El deporte viene a descentrarnos de nosotros mismos, nos abre al otro, crea relación y comunión (…) El deporte crea profundas emociones y experiencias colectivas de comunión que parecen muy cercanas a la experiencia religiosa. Estas experiencias de solidaridad, de fraternidad, que nos unen, aunque sea solo un momento en un partido o una carrera, o un salto, un gesto, que parece tocar a lo divino, no son a desconsiderar o minimizar como si fueran una pérdida de tiempo o una distracción frente a los grandes desafíos del mundo de hoy. Frente a estos desafíos, y este último tiempo, frente a la violencia y barbarie que surge, más que nunca el deporte como encuentro fraternal entre los pueblos es necesario. ¡Hay tantos miedos! ¡Nos conocemos tan mal! El deporte puede contribuir fuertemente a derribar los muros que impiden la cultura del encuentro fraternal entre los pueblos. Es lo que dijo el Papa Francisco a los deportistas en septiembre de 2014: “Es posible construir la cultura del encuentro y un mundo de paz donde creyentes de religiones distintas, conservando su identidad (…) pueden convivir en armonía y en el respeto mutuo”, los valores universales del deporte favorecen una cultura del encuentro”.
“La última lección útil que nos da el deporte para la consecución de la paz -también dijo en mayo de 2015- es el deber de respetar al adversario. El secreto de la victoria, sobre el campo, y también en la vida, está en saber respetar al compañero de equipo, así como también al adversario. ¡Nadie gana solo, ni en el campo, ni en la vida! ¡Que nadie quede aislado o se sienta excluido! En un mundo donde tantas cosas nos dividen espero que los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro puedan ser una antorcha de esperanza en la oscuridad actual”.
“Recemos con Francisco para esta intención universal y movilicémonos para que podamos realmente vivirlo este mes. Es vivir la exigencia del Evangelio que nos invita la segunda intención de oración”.
La intención para la evangelización es: “para que los cristianos vivan la exigencia del Evangelio dando testimonio de fe, honestidad y amor al prójimo”.
El Papa Francisco decía en una homilía de mayo 2013 que: “el espíritu del mundo no tolera no tolera el testimonio. Piensen en la Madre Teresa, considerada como una figura positiva que hizo tantas cosas hermosas por los demás... El espíritu del mundo nunca dice que la beata Teresa todos los días, muchas horas, estaba en adoración; nunca. Reduce la actividad cristiana al hacer un bien social. Como si la existencia cristiana fuese una pintura, un barniz de cristianismo. Pero el anuncio de Jesús no es un barniz, penetra en los huesos, va directo al corazón; va al interior y nos cambia”.
“Esta frase es muy importante para entender esta intención de oración del Papa Francisco. La exigencia de vivir el Evangelio, el cual nos conduce al servicio de los grandes desafíos de la humanidad y de la misión de la Iglesia, como lo vemos en la intención universal de este mes para la paz en el mundo, no se puede entender sin una relación profunda, intima, cotidiana y personal con el Señor Jesús. Esta relación es invisible para el mundo, pero nuestro testimonio de vida es un testimonio de vida en el Espíritu, testimonio de la presencia del Resucitado, el cual continúa hoy como ayer a actuar en este mundo, y el cual nos da la capacidad de amar como él. Este testimonio, esta exigencia del Evangelio, como nos invita la intención para la evangelización, no es posible sin la oración, sin la adoración, sin todos estos tiempos gratuitos en los cuales nos acercamos y unimos al corazón de Jesús”.
(Mercedes De La Torre – Radio Vaticano)