sábado, 10 de agosto de 2024

LAS VIRTUDES

I. LAS VIRTUDES HUMANAS
Las virtudes y la gracia


    1811 Para el hombre herido por el pecado no es fácil guardar el equilibrio moral. El don de la salvación por Cristo nos otorga la gracia necesaria para perseverar en la búsqueda de las virtudes. Cada cual debe pedir siempre esta gracia de luz y de fortaleza, recurrir a los sacramentos, cooperar con el Espíritu Santo, seguir sus invitaciones a amar el bien y guardarse del mal.

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO DEL DÍA - 11 de Agosto - San Juan 6,41-51.


    Primer Libro de los Reyes 19,1-8.

    Ajab contó a Jezabel todo lo que había hecho Elías y cómo había pasado a todos los profetas al filo de la espada.
    Jezabel envió entonces un mensajero a Elías para decirle: "Que los dioses me castiguen si mañana, a la misma hora, yo no hago con tu vida lo que tú hiciste con la de ellos".
    El tuvo miedo, y partió en seguida para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su sirviente.
    Luego caminó un día entero por el desierto, y al final se sentó bajo una retama. Entonces se deseó la muerte y exclamó: "¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no valgo más que mis padres!".
    Se acostó y se quedó dormido bajo la retama. Pero un ángel lo tocó y le dijo: "¡Levántate, come!".
    El miró y vio que había a su cabecera una galleta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y se acostó de nuevo.
    Pero el Angel del Señor volvió otra vez, lo tocó y le dijo: "¡Levántate, come, porque todavía te queda mucho por caminar!".
    Elías se levantó, comió y bebió, y fortalecido por ese alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb.

    Palabra de Dios.


Salmo 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9.

Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor:
que lo oigan los humildes y se alegren.

Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: El me respondió
y me libró de todos mis temores.

Miren hacia El y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
El lo escuchó y lo salvó de sus angustias.

El Ángel del Señor acampa
en torno de sus fieles, y los libra.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
¡Felices los que en El se refugian!


    Carta de San Pablo a los Efesios 4,30-32.5,1-2.

    No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con un sello para el día de la redención.
    Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad.
    Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo.
    Traten de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos.
    Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios.

    Palabra de Dios


    Evangelio según San Juan 6,41-51.

    Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: "Yo soy el pan bajado del cielo".
    Y decían: "¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: 'Yo he bajado del cielo'?"
    Jesús tomó la palabra y les dijo: "No murmuren entre ustedes.
Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.
    Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
    Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
    Yo soy el pan de Vida.
    Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.
    Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.
    Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".

    Palabra del Señor.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 11 de Agosto - "Con confianza participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo"


San Cirilo de Jerusalén (313-350) obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia Catequesis mistagógica 4º (in Lectures chrétiennes pour notre temps, Abbaye d'Orval, 1971)



"Con confianza participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo"
            
    En la noche en la que fue librado, el Señor Jesús tomó pan y después de dar gracias lo partió y dio a sus discípulos diciendo: “Tomen y coman: este es mi Cuerpo”. Luego, tomando la copa dijo: “Tomen y beban: esta es mi Sangre” (cf. 1 Cor 11,23-25). Si él mismo declaró abiertamente hablando del pan “Este es mi Cuerpo”, ¿quién osaría  dudar? Si él mismo afirmó “Esta es mi Sangre”, ¿quién se animaría a decir que no lo es? (…)

    Así, con plena confianza participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo. Bajo la forma de pan es el Cuerpo que te es dado, bajo la forma de vino es la Sangre que te es dado, para que tomando parte al Cuerpo y Sangre de Cristo te transformes en un solo cuerpo y una sola sangre con Cristo. De esta forma llegamos a “participar de la naturaleza divina” (2 Pe 1,4). (…)

    David anteriormente dijo en un salmo: “Haces brotar la hierba para el ganado y las plantas que el hombre cultiva, para sacar de la tierra el pan y el vino que alegra el corazón del hombre, para que él haga brillar su rostro con el aceite y el pan reconforte su corazón” (Sal 104 (103), 14-15). Entonces, fortifica tu corazón tomando parte en ese pan espiritual y alegra el rostro de tu alma. Puedas, con el rostro descubierto y pureza de corazón, reflejar como en un espejo la gloria del Señor (cf.2 Cor 3,18).

SANTORAL DEL DÍA - SANTA CLARA DE ASÍS

11 de Agosto


     Memoria de Santa Clara, virgen, que, como primer ejemplo de las Damas Pobres de la Orden de los Hermanos Menores, siguió a san Francisco, llevando en Asís, en la Umbría, una vida austera pero rica en obras de caridad y de piedad. Insigne amante de la pobreza, no consintió ser apartada de la misma ni siquiera en la más extrema indigencia y en la enfermedad. Nació en Asís, Italia, en 1193. Su conversión hacia la vida de plena santidad se efectuó al oír un sermón de San Francisco de Asís. Cuando ella tenía 18 años San Francisco predicó en Asís los sermones de cuaresma y allí insistió en que para tener plena libertad para seguir a Jesucristo hay que librarse de las riquezas y bienes materiales.

    En secreto se fue a buscar al santo para pedirle que la instruyera en el modo de lograr conseguir la perfección cristiana. El le dijo que había que desprenderse de todo, la animó a dejar la vida de riquezas y comodidades que llevaba y dedicarse a una vida pobre, de oración y penitencia. San Francisco hizo que Clara se fuera a vivir junto a la Iglesia de San Damián en Asís, en una pobre y humilde casita. Y he aquí que su hermana Inés y su propia madre decidieron irse también de monjas con ella. Y muchas muchachas más se dejaron atraer por esa vida de oración y recogimiento, y así pronto el convento estaba lleno de mujeres dedicadas a la santidad.

    Francisco nombró a Clara como superiora de la comunidad, y aunque ella toda la vida trató de renunciara al puesto de superiora y dedicarse a ser una sencilla monjita de segundo orden, sin embargo por cuarenta años será la priora del convento y las monjitas no aceptarán a ninguna otra en su reemplazo mientras ella viva, y es que su modo de ejercer la autoridad era muy agradable y lleno de caridad. Servía la mesa, lavaba los platos, atendía a las enfermas, y con todas era como una verdadera mamacita llena de comprensión y misericordia.

    A los pocos años ya había conventos de Clarisas en Italia, Francia, Alemania y Checoslovaquia. Y estas monjitas hacían unas penitencias muy especiales, inspiradas en el ejemplo de su santa fundadora que era la primera en dedicarse a la penitencia. No usaban medias, ni calzado, se abstenían perpetuamente de carne, y sólo hablaban si las obligaba a ello alguna necesidad grave o la caridad. La fundadora les recomendaba el silencio como remedio para evitar innumerables pecados de lengua y conservarse en unión con Dios, y alejarse de dañosas distracciones del mundo, pues si no hay silencio, la mundanalidad se introduce inevitablemente en el convento.

    Siguiendo las enseñanzas y ejemplos de su maestro San Francisco, quiso Santa Clara que sus conventos no tuvieran riquezas ni rentas de ninguna clase. Y aunque muchas veces le ofrecieran regalos de bienes para asegurar el futuro de sus religiosas, no los quiso aceptar. Al Sumo Pontífice que le ofrecía unas rentas para su convento le escribió: "Santo Padre: le suplico que no me absuelva ni me libre de la obligación que tengo de ser pobre como lo fue Jesucristo". A quienes le decían que había que pensar en el futuro, les respondía con aquellas palabras de Jesús: "Mi padre celestial que alimenta a las avecillas del campo, nos sabrá alimentar también a nosotros".

    Hoy las religiosas Clarisas son 18,000 en 1,248 conventos en el mundo. 27 años estuvo enferma nuestra santa, pero su enfermedad la soportaba con paciencia heroica. En su lecho bordaba y hacía costuras, y oraba sin cesar. El Sumo Pontífice la visitó dos veces y exclamó: "Ojalá yo tuviera tan poquita necesidad de ser perdonado, como la que tiene esta santa monjita". Cardenales y obispos iban a visitarla y a pedirle sus consejos.

    San Francisco ya había muerto, y tres de los discípulos preferidos del santo, Fray Junípero, Fray Angel y Fray León, le leyeron a Clara la Pasión de Jesús mientras ella agonizaba. La santa repetía: "Desde que me dedique a pensar y meditar en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ya los dolores y sufrimientos no me desaniman sino que me consuelan".

    El 10 de agosto del año 1253 a los 60 años de edad y 41 años de ser religiosa, se fue al cielo a recibir su premio. Un día como hoy fue sepultada. Santa Clara bendita: no dejes nunca de rogar a Dios por nosotros.

Oremos

    Gloriosa Santa Clara de Asís, por aquella fe inquebrantable que te hizo servirte de las cosas terrenas buscando las del cielo, por aquella esperanza firme con que venciste todas las dificultades que se oponían a tu santificación, por aquella caridad pura y ardiente que te movió en todo los momentos de la vida, yo te suplico con humilde confianza que intercedas ante Dios y me obtengas su favor en lo que te pido y esperanza firme y caridad ardiente para con Dios y el prójimo. Amén

-FRASE DEL DÍA-