viernes, 15 de mayo de 2020

MAYO, MES DE MARÍA

El Mes de María se reza en Mayo, en el llamado “mes de las flores”, que se llama así, porque con la llegada del buen tiempo y tras las lluvias invernales, el campo y los jardines comienzan a cubrirse de un verde intenso y de los colores y aromas de las flores.

EVANGELIO - 16 de Mayo - San Juan 15,18-21.


    Libro de los Hechos de los Apóstoles 16,1-10.

    Pablo llegó luego a Derbe y más tarde a Listra, donde había un discípulo llamado Timoteo, hijo de una judía convertida a la fe y de padre pagano.
    Timoteo gozaba de buena fama entre los hermanos de Listra y de Iconio.
    Pablo quería llevarlo consigo, y por eso lo hizo circuncidar en consideración a los judíos que había allí, ya que todo el mundo sabía que su padre era pagano.
    Por las ciudades donde pasaban, transmitían las decisiones tomadas en Jerusalén por los Apóstoles y los presbíteros, recomendando que las observaran.
    Así, las Iglesias se consolidaban en la fe, y su número crecía día tras día.
    Como el Espíritu Santo les había impedido anunciar la Palabra en la provincia de Asia, atravesaron Frigia y la región de Galacia.
    Cuando llegaron a los límites de Misia, trataron de entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió.
    Pasaron entonces por Misia y descendieron a Tróade.
    Durante la noche, Pablo tuvo una visión. Vio a un macedonio de pie, que le rogaba: "Ven hasta Macedonia y ayúdanos".
    Apenas tuvo esa visión, tratamos de partir para Macedonia, convencidos de que Dios nos llamaba para que la evangelizáramos.


Salmo 100(99),1-2.3.5.

Aclame al Señor toda la tierra,
sirvan al Señor con alegría,
lleguen hasta él con cantos jubilosos.

Reconozcan que el Señor es Dios:
él nos hizo y a él pertenecemos;
somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

¡Qué bueno es el Señor!
Su misericordia permanece para siempre,
y su fidelidad por todas las generaciones.


    Evangelio según San Juan 15,18-21.

    Jesús dijo a sus discípulos: «Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí.
    Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia.
    Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes.
    Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.»

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 16 de Mayo - «No es el siervo mayor que su Señor»


        San Francisco de Sales - Carta: La aflicción nos hace ver el fondo de nuestra miseria 
        A Mme. Bourgeois, Abadesa de Puits d'Orbe; abril de 1605. XIII, 26

«No es el siervo mayor que su Señor» 

    Por lo que me dice nuestro buen padre, todavía estáis en manos de médicos y cirujanos. Comparto vuestros sufrimientos y los encomiendo al Señor para que los haga útiles y que cuando salgáis de ellos se pueda decir de vos lo que se decía del buen Job: «en todo esto, él no pecó, sino que esperaba en Dios.» Valor, mi querida hermana, mirad a vuestro Esposo, vuestro rey, coronado de espinas y desgarrado, de tal modo que se le podían contar los huesos. Pensad que la corona de la esposa no ha de ser más suave que la de su Esposo y que si de tal manera le han destrozado, que se le podían contar los huesos, es cosa justa que se pueda ver uno de los vuestros. Como la «Rosa»entre espinas, así está mi Amada entre la doncellas. Es el lugar natural de esta flor; también es lo más propio del Esposo. Aceptad mil veces al día esta cruz, besadla con gusto por amor de Aquél que os la envía, pues Él la envía por amor y como el más rico presente. Representaos a menudo al Salvador crucificado frente a vos y mirad a ver cuál de los dos sufre más por el otro. Y vuestro mal os parecerá enseguida mucho menor. ¡Dios mío, qué feliz vais a ser eternamente si sufrís por Dios ese pequeño mal que Él os envía!

    No os engañaréis si pensáis que estoy junto a vos en esta tribulación; lo estoy de corazón y con todo afecto. Pero, hija mía, tened confianza, sed firme; si creéis, veréis la gloria de Dios. ¿Qué creéis que es el lecho del dolor? No es otra cosa sino escuela de humildad; en él aprendemos a ver nuestras miserias y debilidades y lo vanos, sensibles y desvalidos que somos. Es uno de los grandes beneficios que nos trae la aflicción, que nos hace ver el fondo de nuestra miseria.

SANTORAL - SAN JUAN NEPOMUCENO

16 de Mayo


   Nació en Bohemia (Checoslovaquia) entre los años 1340 - 1350, en un pueblo llamado Nepomuc, de ahí el sobrenombre Nepomuceno. Fue párroco de Praga y obtuvo el doctorado en la Universidad de Padua. Después ocupó el alto puesto de Vicario General del Arzobispado.

    El rey de Praga, Wenceslao, se dejaba llevar por dos terribles pasiones, la cólera y los celos y dicen las antiguas crónicas que siendo Juan Nepomuceno confesor de la reina, se le ocurrió al rey que el santo le debía contar los pecados que la reina le había dicho en confesión, y al no conseguir que le revelara estos secretos, se propuso matarlo. Luego el rey tuvo otro gran disgusto, consistió en que el monarca se proponía apoderarse de un convento para regalar las riquezas que allí había a un familiar. El Vicario Juan Nepomuceno se opuso a esto rotundamente, ya que evidentemente esos bienes pertenecían a la Santa Iglesia.

    El rey se llenó de cólera, el Santo fue torturado y su cuerpo arrojado al río Mondalva. Esto ocurrió en el año 1393. Los vecinos recogieron el cadáver para darle santa sepultura.

    En 1725, más de 300 años después del suceso, una comisión de sacerdotes, médicos y especialistas encontraron que la lengua del mártir se encontraba incorrupta, aparentemente seca y gris. De repente, en presencia de todos empezó a tomar apariencia de ser la de una persona viva. Todos se pusieron de rodillas ante este milagro. Fue el cuarto milagro que realizó el santo antes de ser proclamado oficialmente como tal.

    San Juan Nepomuceno fue considerado patrono de los confesores, porque prefirió morir antes que revelar los secretos de la confesión. En Praga, en el puente desde el cual fue echado al río, se conserva una imagen de este gran santo, y muchas personas, al pasar por allí le rezan devotamente.

Oremos

    Oh Dios, que por el invencible silencio sacramental del bienaventurado  Juan Nepomuceno adornaste tu iglesia con una nueva corona del martirio; concédenos, por su intercesión y ejemplo, que moderemos nuestra lengua y suframos todos los males de este mundo, antes que el detrimento de nuestras almas. Por Jesús Cristo Nuestro Señor. Amén

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POST-SINODAL CHRISTIFIDELES LAICI SOBRE VOCACIÓN Y MISIÓN DE LOS LAICOS EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO



CAPÍTULO III
OS HE DESTINADO PARA QUE VAYÁIS Y DEIS FRUTO
La corresponsabilidad de los fieles laicos en la Iglesia-Misión




La familia, primer campo en el compromiso social

40. La persona humana tiene una nativa y estructural dimensión social en cuanto que es llamada, desde lo más íntimo de sí, a la comunión con los demás y a la entrega a los demás: «Dios, que cuida de todos con paterna solicitud, ha querido que los hombres constituyan una sola familia y se traten entre sí con espíritu de hermanos»[144]. Y así, la sociedad, fruto y señal de la sociabilidad del hombre, revela su plena verdad en el ser una comunidad de personas.

Se da así una interdependencia y reciprocidad entre las personas y la sociedad: todo lo que se realiza en favor de la persona es también un servicio prestado a la sociedad, y todo lo que se realiza en favor de la sociedad acaba siendo en beneficio de la persona. Por eso, el trabajo apostólico de los fieles laicos en el orden temporal reviste siempre e inseparablemente el significado del servicio al individuo en su unicidad e irrepetibilidad, y del servicio a todos los hombres.

Ahora bien, la expresión primera y originaria de la dimensión social de la persona es el matrimonio y la familia: «Pero Dios no creó al hombre en solitario. Desde el principio "los hizo hombre y mujer" (Gn 1, 27), y esta sociedad de hombre y mujer es la expresión primera de la comunión entre personas humanas»[145]. Jesús se ha preocupado de restituir al matrimonio su entera dignidad y a la familia su solidez (cf. Mt 19, 3-9); y San Pablo ha mostrado la profunda relación del matrimonio con el misterio de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5, 22-6, 4; Col 3, 18-21; 1 P 3, 1-7).

El matrimonio y la familia constituyen el primer campo para el compromiso social de los fieles laicos. Es un compromiso que sólo puede llevarse a cabo adecuadamente teniendo la convicción del valor único e insustituible de la familia para el desarrollo de la sociedad y de la misma Iglesia.

La familia es la célula fundamental de la sociedad, cuna de la vida y del amor en la que el hombre «nace» y «crece». Se ha de reservar a esta comunidad una solicitud privilegiada, sobre todo cada vez que el egoísmo humano, las campañas antinatalistas, las políticas totalitarias, y también las situaciones de pobreza y de miseria física, cultural y moral, además de la mentalidad hedonista y consumista, hacen cegar las fuentes de la vida, mientras las ideologías y los diversos sistemas, junto a formas de desinterés y desamor, atentan contra la función educativa propia de la familia.

Urge, por tanto, una labor amplia, profunda y sistemática, sostenida no sólo por la cultura sino también por medios económicos e instrumentos legislativos, dirigida a asegurar a la familia su papel de lugar primario de «humanización» de la persona y de la sociedad.

El compromiso apostólico de los fieles laicos con la familia es ante todo el de convencer a la misma familia de su identidad de primer núcleo social de base y de su original papel en la sociedad, para que se convierta cada vez más en protagonista activa y responsable del propio crecimiento y de la propia participación en la vida social. De este modo, la familia podrá y deberá exigir a todos —comenzando por las autoridades públicas— el respeto a los derechos que, salvando la familia, salvan la misma sociedad.

Todo lo que está escrito en la Exhortación Familiaris consortio sobre la participación de la familia en el desarrollo de la sociedad [146] y todo lo que la Santa Sede, a invitación del Sínodo de los Obispos de 1980, ha formulado con la «Carta de los Derechos de la Familia», representa un programa operativo, completo y orgánico para todos aquellos fieles laicos que, por distintos motivos, están implicados en la promoción de los valores y exigencias de la familia; un programa cuya ejecución ha de urgirse con tanto mayor sentido de oportunidad y decisión, cuanto más graves se hacen las amenazas a la estabilidad y fecundidad de la familia, y cuanto más presiona y más sistemático se hace el intento de marginar la familia y de quitar importancia a su peso social.

Como demuestra la experiencia, la civilización y la cohesión de los pueblos depende sobre todo de la calidad humana de sus familias. Por eso, el compromiso apostólico orientado en favor de la familia adquiere un incomparable valor social. Por su parte, la Iglesia está profundamente convencida de ello, sabiendo perfectamente que «el futuro de la humanidad pasa a través de la familia»[147].


[144] Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 24.

[145] Ibid., 12.

[146] Cf Juan Pablo II, Exh. Ap. Familiaris consortio, 42-48: AAS 74 (1982) 134-140.

[147] Ibid., 85: AAS 74 (1982) 188.