martes, 25 de febrero de 2020

CARTA ENCÍCLICA FIDES ET RATIO DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II SOBRE LAS RELACIONES ENTRE FE Y RAZÓN



CAPÍTULO V
INTERVENCIONES DEL MAGISTERIO EN CUESTIONES FILOSÓFICAS





El interés de la Iglesia por la filosofía

58. Son conocidas las numerosas y oportunas consecuencias de aquella propuesta pontificia. Los estudios sobre el pensamiento de santo Tomás y de otros autores escolásticos recibieron nuevo impulso. Se dio un vigoroso empuje a los estudios históricos, con el consiguiente descubrimiento de las riquezas del pensamiento medieval, muy desconocidas hasta aquel momento, y se formaron nuevas escuelas tomistas. Con la aplicación de la metodología histórica, el conocimiento de la obra de santo Tomás experimentó grandes avances y fueron numerosos los estudiosos que con audacia llevaron la tradición tomista a la discusión de los problemas filosóficos y teológicos de aquel momento. Los teólogos católicos más influyentes de este siglo, a cuya reflexión e investigación debe mucho el Concilio Vaticano II, son hijos de esta renovación de la filosofía tomista. La Iglesia ha podido así disponer, a lo largo del siglo XX, de un número notable de pensadores formados en la escuela del Doctor Angélico.

59. La renovación tomista y neotomista no ha sido el único signo de restablecimiento del pensamiento filosófico en la cultura de inspiración cristiana. Ya antes, y paralelamente a la propuesta de León XIII, habían surgido no pocos filósofos católicos que elaboraron obras filosóficas de gran influjo y de valor perdurable, enlazando con corrientes de pensamiento más recientes, de acuerdo con una metodología propia. Hubo quienes lograron síntesis de tan alto nivel que no tienen nada que envidiar a los grandes sistemas del idealismo; quienes, además, pusieron las bases epistemológicas para una nueva reflexión sobre la fe a la luz de una renovada comprensión de la conciencia moral; quienes, además, crearon una filosofía que, partiendo del análisis de la inmanencia, abría el camino hacia la trascendencia; y quienes, por último, intentaron conjugar las exigencias de la fe en el horizonte de la metodología fenomenológica. En definitiva, desde diversas perspectivas se han seguido elaborando formas de especulación filosófica que han buscado mantener viva la gran tradición del pensamiento cristiano en la unidad de la fe y la razón.

PENSAMIENTO DE LOS SANTOS



    Santa Madre Teresa de Calcuta, tú dabas gran valor a la dignidad de cada persona como hijo de Dios "creado para grandes cosas: para amar y ser amado". Inspirados por tu ejemplo y ayudados por tu intercesión, haz que podamos respetar y cuidar el don de la vida desde su concepción hasta su fin natural. Que, reconociendo a cada persona como "mi hermano y mi hermana", podamos amarnos unos a otros con el tierno amor de Dios. Amén

EVANGELIO - 26 de Febrero - San Mateo 6,1-6.16-18


    Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18.

    Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.
    Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
    Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
    Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
    Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. 
    Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 26 de Febrero - «Ora... en lo secreto»


       San Francisco de Sales - Tratado del Amor de Dios: La Oración es una conversación VI,1. Tomo IV, 303

«Ora... en lo secreto» 

    «Cuando vayas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta, y reza a tu Padre, que está en lo escondido.» 

    La oración es un coloquio, una «entrevista» o una conversación del alma con Dios por la cual nosotros hablamos a Dios y Dios a su vez nos habla.

    Hay dos clases de oración: la especulativa y la mística. La especulativa trata de Dios con los hombres y entre los hombres; la mística habla de Dios con Dios y en Dios mismo. La especulativa tiende al conocimiento de Dios y la mística al amor de Dios.

    Se llama mística porque esa conversación es muy secreta y en ella Dios y el alma se hablan de corazón a corazón, por una comunicación incomunicable a quienes son ajenos a los dos que la mantienen. El lenguaje de los enamorados es tan particular que nadie lo entiende sino ellos: «Yo duermo, mi corazón vela. Y mi amado me ha hablado.» ¿Quién iba a adivinar que la esposa, estando dormida, había podido hablar con su Esposo? Es que donde reina el amor, no se necesita el ruido de palabras externas, ni hace falta emplear los sentidos para conversar y escucharse el uno al otro.

    En resumen, la oración no es otra cosa sino una conversación por la cual el alma se entretiene amorosamente con Dios sobre su amable Bondad, para unirse a ella.

    Al amor le gusta el secreto y, aunque los enamorados no tengan ningún secreto que decirse, gustan de hablarse secretamente; y si no me equivoco, yo creo que es porque solamente quieren hablarse para ellos solos.

    El amor no habla solamente con la lengua, sino con los ojos, con los ademanes y hasta incluso el silencio les sirve de palabra.

    «Mi corazón te lo ha dicho, Señor, mi rostro te busca; tu rostro buscaré, Señor.»

SANTORAL - BEATA PIEDAD DE LA CRUZ

26 de Febrero


    «Su ingreso en la vida religiosa fue el fruto de su perseverancia. Sin ceder al desánimo insistió cuántas veces fue preciso intentando vincularse a varios Institutos. Es fundadora de las Hermanas Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús»

    La incertidumbre es frecuente en la vida santa. Acompaña al aparente fracaso de un sueño que no logra materializarse. Son momentos de prueba para un alma que se da de bruces contra las cuerdas de la soledad y el vacío. La porción del camino que desea recorrer, el único que ve, se le resiste y no sabe por qué. Dios, que conoce lo que está dentro del corazón de cada cual, que tiene constancia hasta del último de nuestros cabellos, permite circunstancias que la razón no entiende porque la explicación de los sucesos no discurre por esos derroteros. A quienes persisten en sus ruegos, a su debido tiempo, cuando Él juzga oportuno les da la luz y erradica los escollos, como hizo con esta beata.

    Tomasa, que ese era su nombre de pila, nació en Bocairente, Valencia, España, el 12 de noviembre de 1842. Era la quinta de ocho hermanos. Sintió la llamada a la vida religiosa cuando realizó la primera comunión: «Cuando recibí por primera vez la Sagrada Comunión, quedé como anonadada y experimenté que Jesús me llamaba a la vida religiosa». En esta época solía enseñarse a bordar y a recitar, y ella mostró buenas dotes no solo para la confección y la poesía sino también para la música, como constataron en el colegio de Loreto donde estudiaba. Pero la formación genuina, tanto humana como espiritual, se la proporcionaron las religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos en Valencia.

    La época no era propicia para los que optaban por la consagración. Por eso, pero sobre todo porque la Providencia la había elegido para otra misión, las puertas del convento parecían cerradas para la beata, pese a que intentó en varias ocasiones cumplir su anhelo una vez que su familia dejó de oponerse a sus deseos. Pretendió ingresar con las carmelitas descalzas de Onteniente, y la enfermedad dio al traste con su aspiración. Fue un obstáculo que la obligó a regresar a su casa paterna. Y otro tanto le aconteció con las carmelitas de la caridad de Vich ya que estando junto a ellas contrajo el cólera. Entonces sus padres habían fallecido. De hecho, no dio ningún paso hasta que los perdió; había vivido dedicada a su cuidado mientras asistía a pobres y enfermos.

    En este proceso de búsqueda –ya había hecho voluntaria renuncia al matrimonio–, y dado que no identificaba el camino que debía emprender, sino muchos impedimentos a lo que se proponía, halló empleo como obrera textil en Barcelona y sirvió en el colegio de las mercedarias de la enseñanza. Intacto conservaba su deseo de consagración que decidió llevar adelante aunque tuviera que hacerlo fuera de un convento. Luego estuvo en Benicassim, en el desierto de Las Palmas pensando que quizá podía dedicarse a una especie de consagración eremítica. Su confesor no lo veía claro, y ella misma se dio cuenta in situ de que tenía razón. Así que volvió a Barcelona con el peso de su incertidumbre: «Tuya, Jesús mío, tuya quiero ser, pero dime dónde». La respuesta llegó a través de una experiencia mística. El Sagrado Corazón de Jesús le mostró su hombro izquierdo ensangrentado, diciéndole: «Mira cómo me han puesto los hombres con sus ingratitudes, ¿quieres tú ayudarme a llevar esta cruz?». Ella respondió como Samuel, sin dudar: «Señor, si necesitas una víctima y me quieres a mí, aquí estoy, Señor». Entonces, el Redentor le dijo: «Funda, hija mía, que de ti y de tu Congregación siempre tendré misericordia». Aún le quedaba por saber dónde se iniciaría la obra.

    Y obedeciendo a la sugerencia del obispo Jaime Catalá, se dirigió a su confesor determinada a cumplir sus indicaciones. La escasez de vocaciones y las necesidades que se presentaron en su tierra, anegada por la destructiva inundación del río Segura que arrasó la huerta murciana en 1884 como en 1879 lo hiciera la riada de Santa Teresa, fueron determinantes para encaminar sus pasos hacia allí. Y las inmediaciones de Alcantarilla alumbraron el nacimiento de la primera comunidad de terciarias de la Virgen del Carmen. Lidió con el cólera prodigando cuidados a los enfermos y a niñas huérfanas en un pequeño centro sanitario que denominó «La Providencia». Aumentaron las vocaciones y se abrieron nuevas casas, una de ellas en Albacete. Pero quería conocer si esa era realmente la voluntad de Dios, y el único signo para dilucidarlo era la cruz: «fundar en tribulación».

    Los problemas surgieron entre miembros de las casas de Alcantarilla y Caudete cuando la Congregación no había recibido aún aprobación diocesana. Fueron días de intensa oración y sufrimiento. El padre Tomás Bryan y Livermore la envió junto a otra religiosa, sor Alfonsa, la única que perseveró, al Convento de la Visitación de las Salesas Reales, en Orihuela, para hacer ejercicios espirituales y proyectar una nueva fundación. Y aquí se le dio a entender su verdadero carisma: los niños pobres y abandonados, los ancianos y los enfermos, a quienes mostraría el Corazón misericordioso de Jesús y el patrocinio de san Francisco de Sales para esta obra que debía poner en marcha. Así nació en 1890 la Congregación de Hermanas Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús.

    Volcada en las necesidades de todos, ofrendó su piadosa vida abrazada a la cruz, confiada, perseverante hasta el fin.«La limosna del amor vale más que la del dinero», hizo notar. El año de su muerte, 1916, contrajo una grave enfermedad y el 26 de febrero murió sentada en su sillón en la casa de Alcantarilla. En otros momentos, mirando el crucifijo había dicho: «Aquél murió en la cruz y yo no debo morir en la cama, sino en el suelo». Fue beatificada el 21 de marzo de 2004 por Juan Pablo II.

Oremos

    Madre Piedad de la Cruz, amiga de los pobres y los niños. Dios te dio su Gracia, recorriste difíciles caminos, enseñando tu bondad. Para ser santa naciste, iluminaste a los sin techo, esperanza les diste. Damos gracias por tu ejemplo, ayúdanos.Te lo pedimos de todo corazón. Amén

TEOLOGÍA DEL CUERPO

Visión del Papa Juan Pablo II sobre el amor humano

EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO EN LA CARTA A LOS EFESIOS
Audiencia General 28 de julio de 1982

1. Iniciamos hoy un nuevo capítulo sobre el tema del matrimonio, leyendo las palabras de San Pablo a los Efesios:

«Las casadas estén sujetas a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia y salvador de su cuerpo. Y como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres a sus maridos en todo.

«Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla, purificándola mediante el lavado del agua con la palabra, a fin de presentársela a si gloriosa, sin mancha o arruga o cosa semejante, sino santa e intachable. Los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, y nadie aborrece jamás su propia carne, sino que la alimenta y la abriga como Cristo a la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. ‘Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán dos en una carne’. Gran misterio es éste, pero yo lo aplico a Cristo y a la Iglesia. Por lo demás, ame cada uno a su mujer, y ámela como a sí mismo, y la mujer reverencie a su marido), (Ef 5, 22-33).

2. Conviene someter a análisis profundo el citado texto, contenido en el capítulo 5 de la Carta a los Efesios, así como, anteriormente, he analizado, cada una de las palabras de Cristo que parecen tener un significado-clave para la teología del cuerpo. Se trataba de las palabras con las que Cristo se remitía al «principio» (Mt 19, 4; Mc 10, 6), al «corazón» humano, en el sermón de la montaña (Mt 5, 28) y a la resurrección futura (cf. Mt 22, 30; Mc 12, 25; Lc 20, 35). El texto entresacado ahora de la Carta a los Efesios constituye como el «coronamiento» de esas sintéticas palabras-clave a que me he referido. Si de ellas ha salido la teología del cuerpo en sus rasgos evangélicos, sencillos y al mismo tiempo fundamentales, hay que presuponer, en cierto sentido esta teología al interpretar el mencionado paso de la Carta a los Efesios. Y, por lo mismo, si se quiere interpretar dicho paso hay que hacerlo a la luz de lo que Cristo nos dijo sobre el cuerpo humano. El habló no sólo refiriéndose al hombre «histórico» y por lo mismo al hombre, siempre «contemporáneo», de la concupiscencia (a su «corazón»), sino también poniendo de relieve, por un lado, las perspectivas del «principio», o sea, de la inocencia original y de la justicia y, por otro, las perspectivas escatológicas de la resurrección de los cuerpos, cuando «ni tomarán mujeres ni maridos» (cf. Lc 20, 35). Todo esto forma parte de la óptica teológica de la «redención de nuestro cuerpo» (Rom 8, 23).

3. También las palabras del autor de la Carta a los Efesios (1) tienen como centro el cuerpo; y esto, tanto en su significado metafórico, el cuerpo de Cristo que es la Iglesia, como en su significado concreto el cuerpo humano en su perenne masculinidad y feminidad, en su perenne destino a la unión en el matrimonio, como dice el libro del Génesis: «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre; y se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne» (Gén 2, 24).

¿De que forma aparecen y convergen estos dos significados del cuerpo en el párrafo de la Carta a los Efesios? ¿Y por qué aparecen y convergen en ella? Estos son los interrogantes que hay que hacerse esperando respuestas no tanto inmediatas y directas, cuanto más bien profundas y a largo plazo a las que nos han preparado ya los análisis precedentes. En efecto, ese paso de la Carta a los Efesios no se puede entender correctamente si no es en el amplio contexto bíblico, considerándolo como «coronamiento» de los temas y de las verdades que, a través de la Palabra de Dios revelada en la Sagrada Escritura, van y vienen como grandes olas. Se trata de temas centrales y de verdades esenciales. Y por eso el citado texto de la Carta a los Efesios es también un texto-clave y «clásico».

4. Es un texto muy conocido en la liturgia en la que aparece siempre relacionado con el sacramento del matrimonio. La lex orandi de la Iglesia ve en él una referencia explícita a este sacramento: y la lex orandi presupone y al mismo tiempo expresa siempre la lex credendi. Admitiendo esta premisa hemos de preguntarnos enseguida: ¿Cómo emerge la verdad sobre la sacramentalidad del matrimonio en este texto «clásico» de la Carta a los Efesios? ¿Cómo se expresa y se confirma en él? Se verá claramente que la respuesta a estos interrogantes no puede ser inmediata y directa, sino gradual y «a largo plazo». Esto se ve incluso en una primera lectura de este texto, que nos lleva al libro del Génesis y consiguientemente «al principió», y que, en la descripción de las relaciones entre Cristo y la Iglesia toma de los escritos de los Profetas del Antiguo Testamento la bien conocida analogía del amor nupcial entre Dios y su pueblo escogido. Sin examinar estas relaciones resultaría difícil responder a la pregunta sobre cómo la Carta a los Efesios trata de la sacramentalidad del matrimonio. Así se ve cómo la prevista respuesta ha de pasar a través de todo el ámbito de los problemas analizados precedentemente, es decir, a través de la teología del cuerpo.

5. El sacramento o la sacramentalidad -en el sentido más general de este término- se cruza con el cuerpo y presupone la «teología del cuerpo». Efectivamente, el sacramento según el significado generalmente conocido, es un signo visible. El cuerpo en su aspecto visible significa la «visibilidad» del mundo y del hombre. Así, pues, de alguna manera -aunque sea de forma muy general- el cuerpo entra en la definición del sacramento, siendo él mismo «signo visible de una realidad invisible», es decir, de la realidad espiritual, trascendente, divina. Con este signo -y mediante este signo- Dios se da al hombre en su trascendente verdad y en su amor. El sacramento es signo de la gracia y es un signo eficaz. No solo la indica y expresa de modo visible en forma de signo, sino que la produce y contribuye eficazmente a hacer que la gracia se convierta en parte del hombre y que en él se realice y se cumpla la obra de la salvación la obra presente en los designios de Dios desde la eternidad y revelada plenamente por Jesucristo.

6. Diría que esta primera lectura del texto «clásico» de la Carta a los Efesios indica la dirección en la que se desarrollarán nuestros ulteriores análisis. Es necesario que éstos comiencen por la preliminar comprensión del texto en sí mismo; pero luego deben llevar, por decirlo así, más allá de sus confines, para comprender dentro de lo posible «hasta el fondo» la inmensa riqueza de verdad revelada por Dios y contenida en esa estupenda página. Utilizando la conocida expresión de la Constitución Gaudium et spes, se puede decir que ese texto tomado de la Carta a los Efesios «revela -de modo especial- el hombre al hombre y le indica su altísima vocación» (Gaudium et spes 22): en cuanto que el hombre participa de la experiencia de la persona encarnada. De hecho Dios, creando al hombre a su imagen, desde el principio lo creó «varón y mujer» (Gén 1, 27).

En los análisis sucesivos trataremos de comprender mas profundamente -sobre todo a la luz del citado texto de la Carta a los Efesios- el sacramento (especialmente, el matrimonio como sacramento): primero, en la dimensión de la Alianza y de la gracia, y después, en la dimensión del signo sacramental.


Notas

(1) El problema de la paternidad paulina de la Carta a los Efesios, reconocida por algunos exegetas y negada por otros, puede resolverse con una posición media, que aquí aceptamos como hipótesis de trabajo: o sea, que San Pablo confió algunos conceptos a su secretario, el cual después los desarrolló y perfiló. Es ésta la solución provisional del problema que tenemos presente, al hablar del «Autor de la Carta a los Efesios», del «Apóstol» y de «San Pablo».

CATEQUESIS SOBRE EL TIEMPO DE CUARESMA



    La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo.

    La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.

    Las palabras que se usan para la imposición de cenizas, son:

*“Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida”

*“Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás"

* “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.

Origen de la Costumbre

    Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.

    En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse.

    En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.

    Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos del año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.

    También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno.

    La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos.

    Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y a los adultos.


El Ayuno y la Abstinencia

    El miércoles de ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia. La abstinencia obliga a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años. El ayuno consiste hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer carne. Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre.


La Oración

    La oración en este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior.

    Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios y la dulce y amorosa exigencia de su voluntad.

    Para que nuestra Oración tenga frutos, debemos evitar lo siguiente:


La hipocresía:
Jesús no quiere que oremos para que los demás nos vean llamando la atención con nuestra actitud exterior. Lo que importa es nuestra actitud interior.

La disipación:
Esto quiere decir que hay que evitar las distracciones lo más posible. Preparar nuestra oración, el tiempo y el lugar donde se va a llevar a cabo para podernos poner en presencia de Dios.

La multitud de palabras: Esto quiere decir que no se trata de hablar mucho o repetir oraciones de memoria sino de escuchar a Dios. La oración es conformarnos con Él; nuestros deseos, nuestras intenciones y nuestras necesidades. Por eso no necesitamos decirle muchas cosas. La sinceridad que usemos debe salir de lo profundo de nuestro corazón porque a Dios no se le puede engañar.


El Sacrificio

    Al hacer sacrificios (cuyo significado es "hacer sagradas las cosas"), debemos hacerlos con alegría, ya que es por amor a Dios. Si no lo hacemos así, causaremos lástima y compasión y perderemos la recompensa de la felicidad eterna. Dios es el que ve nuestro sacrificio desde el cielo y es el que nos va a recompensar.

    “Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino Tu Padre, que está en lo secreto: y tu padre que ve en lo secreto, te recompensará." (Mt 6,6).

Conclusión

    Como vemos, la ceniza no es un rito mágico, no nos quita nuestros pecados, para ello tenemos el Sacramento de la Reconciliación. Es un signo de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo de conversión. Es el inicio del camino de la Cuaresma, para acompañar a Jesús desde su desierto hasta el día de su triunfo que es el Domingo de Resurrección.

    Debe ser un tiempo de reflexión de nuestra vida, de entender a donde vamos, de analizar como es nuestro comportamiento con nuestra familia y en general con todos los seres que nos rodean.

    En estos momentos al reflexionar sobre nuestra vida, debemos convertirla de ahora en adelante en un seguimiento a Jesús, profundizando en su mensaje de amor y acercándonos en esta Cuaresma al Sacramento de la Reconciliación (también llamado confesión), que como su nombre mismo nos dice, representa reconciliarnos con Dios y sin reconciliarnos con Dios y convertirnos internamente, no podremos seguirle adecuadamente.

    Está Reconciliación con Dios está integrada por el Arrepentimiento, la Confesión de nuestros pecados, la Penitencia y finalmente la Conversión.

El arrepentimiento: Debe ser sincero, reconocer que las faltas que hemos cometido (como decimos en el Credo: en pensamiento, palabra, obra y omisión), no las debimos realizar y que tenemos el firme propósito de no volverlas a cometer.


La confesión de nuestros pecados: El arrepentimiento de nuestras faltas, por sí mismo no las borra, sino que necesitamos para ello la gracia de Dios, la cual llega a nosotros por la absolución de nuestros pecados expresada por el sacerdote en la confesión.


La penitencia: Que debemos cumplir empieza desde luego por la que nos imponga el sacerdote en el Sacramento de la Reconciliación, pero debemos continuar con la oración, que es la comunicación íntima con Dios, con el ayuno, que además del que manda la Iglesia en determinados días, es la renuncia voluntaria a diferentes satisfactores con la intención de agradar a Dios y con la caridad hacia el prójimo.

    Y finalmente la Conversión que como hemos dicho es ir hacia delante, es el seguimiento a Jesús. Es un tiempo de pedir perdón a Dios y a nuestro prójimo, pero es también un tiempo de perdonar a todos los que de alguna forma nos han ofendido o nos han hecho algún daño. Pero debemos perdonar antes y sin necesidad de que nadie nos pida perdón, recordemos como decimos en el Padre Nuestro, muchas veces repitiéndolo sin meditar en su significado, que debemos pedir perdón a nuestro Padre, pero antes tenemos que haber perdonado sinceramente a los demás.

    Y terminemos recorriendo al revés nuestra frase inicial, diciendo que debemos escuchar y leer el Evangelio, meditarlo y Creer en él y con ello Convertir nuestra vida, siguiendo las palabras del Evangelio y evangelizando, es decir transmitiendo su mensaje con nuestras acciones y nuestras palabras.

    Fuente: Misioneros Oblatos o.cc.ss