lunes, 29 de julio de 2024

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 30 de Julio - San Mateo 13,36-43


    Libro de Jeremías 14,17-22.

    Tú les dirás esta palabra: Que mis ojos se deshagan en lágrimas, día y noche, sin cesar, porque la virgen hija de mi pueblo ha sufrido un gran quebranto, una llaga incurable.
    Si salgo al campo abierto, veo las víctimas de la espada; si entro en la ciudad, veo los sufrimientos del hambre. Sí, hasta el profeta y el sacerdote recorren el país y no logran comprender.
    ¿Has rechazado del todo a Judá? ¿Estás disgustado con Sión 
¿Por qué nos has herido sin remedio? Se esperaba la paz, ¡y no hay nada bueno...! el tiempo de la curación, ¡y sobrevino el espanto!
    Reconocemos, Señor, nuestra maldad, la iniquidad de nuestros padres, porque hemos pecado contra ti.
    A causa de tu Nombre, no desprecies, no envilezcas el trono de tu Gloria: ¡acuérdate, no rompas tu Alianza con nosotros!
    Entre los ídolos de las naciones, ¿hay alguien que haga llover ¿Es el cielo el que envía los chaparrones? ¿No eres tú, Señor, nuestro Dios? Nosotros esperamos en ti, porque eres tú el que has hecho todo esto.


Salmo 79(78),8.9.11.13.

No recuerdes para nuestro mal
las culpas de otros tiempos;
compadécete pronto de nosotros,
porque estamos totalmente abatidos.

Ayúdanos, Dios salvador nuestro,
por el honor de tu Nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados,
a causa de tu Nombre.

Llegue hasta tu presencia el lamento de los cautivos,
preserva con tu brazo poderoso
a los que están condenados a muerte.
Y nosotros, que somos tu pueblo

y las ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias para siempre,
y cantaremos tus alabanzas
por todas las generaciones.


    Evangelio según San Mateo 13,36-43.

    Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la parábola de la cizaña en el campo".
    El les respondió: "El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.
    Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.
    El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojaran en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.
    Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!"

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 30 de Julio - «Creo en la Iglesia una, santa, católica y apostólica»


      Catecismo de la Iglesia Católica § 823 – 827


«Creo en la Iglesia una, santa, católica y apostólica»
      
    « La Iglesia es santa: A los ojos de la fe la Iglesia no puede dejar de ser santa. En efecto, Cristo, el Hijo de Dios a quien con el Padre y con el Espíritu se proclama 'el solo santo' amó a su Iglesia como a su esposa. Él se entregó por ella para santificarla, la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la llenó del don del Espíritu Santo para gloria de Dios». La Iglesia es, pues, «el Pueblo santo de Dios» y sus miembros son llamados «santos» (Lumen gentium, 39,12; 1C 6,1)... Por Cristo y en él también ha sido hecha santificadora... Es en ella donde «conseguimos la santidad por la gracia de Dios»... En sus miembros la santidad perfecta está todavía por alcanzar... 

    «Mientras que Cristo, santo, inocente, sin mancha, no conoció el pecado, sino que vino solamente a expiar los pecados del pueblo, la Iglesia abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación y busca sin cesar la conversión y la renovación» (LG 42). Todos los miembros de la Iglesia, incluso sus ministros, deben reconocerse pecadores. En todos, la cizaña del pecado todavía se encuentra mezclada con la buena semilla del Evangelio hasta el fin de los tiempos.

    La Iglesia, pues, congrega a pecadores alcanzados ya por la salvación de Cristo, pero aún en vías de santificación: «La Iglesia es, pues, santa aunque abarque en su seno pecadores; porque ella no goza de otra vida que de la vida de la gracia; sus miembros, ciertamente, si se alimentan de esta vida se santifican; si se apartan de ella contraen pecados y manchas del alma, que impiden que la santidad de ella se difunda radiante. Por lo que se aflige y hace penitencia por aquellos pecados, teniendo poder de librar de ellos a sus hijos por la sangre de Cristo y el don del Espíritu Santo.» 

SANTORAL - SAN PEDRO CRISÓLOGO

30 de Julio


    San Pedro, «Crisólogo» de sobrenombre, obispo de Rávena y doctor de la Iglesia, que, habiendo recibido el nombre del santo apóstol , desempeñó su ministerio tan perfectamente que consiguió captar a multitudes en la red de su celestial doctrina y las sació con la dulzura de su palabra. Su tránsito tuvo lugar el día treinta y uno de este mes en Imola, en la región de Emilia Romagna. La vida de Pedro, arzobispo de Rávena, llamado «Crisólogo» (es decir: de palabra áurea, de excelente predicación) desde el siglo IX, es mal conocida. De él habla el Liber Pontificalis y una biografía poco de fiar, obra de Agnello de Ravena (siglo IX). Por estas fuentes y por lo que de su obra se deduce, sabemos que Pedro nació en Imola hacia el 380, fue nombrado metropolita de Rávena entre el 425 y el 429 (ciertamente, antes del 431, fecha de una carta que le escribe Teodoreto), estuvo presente el 445 al fallecimiento de san Germán de Auxerre y tres o cuatro años después escribió a Eutiques, presbítero de Constantinopla, que había recurrido a él después de su condenación por obra de Flaviano, invitándolo a someterse a las decisiones de León, obispo de Roma, «quoniam beatus Petrus, qui in propia sede et vivit et praesidet, praestat quarentibus fidei vertiatem» (Ep ad Eutychen: PL 54,743: «Porque el bienaventurado Pedro, que en su sede vive y preside, otorga la verdad de la fe a los que buscan.»). Falleció entre el 449 y el 458 (fecha de una carta de León a su sucesor Neón), probablemente, el 3 de diciembre del 450, quizás en Imola [aunque en al actualidad se tiende a considerar como fecha más probable el 31 de julio].

    Gracias a las pacientes investigaciones de A. Olivar, hoy es posible conocer con exactitud la producción auténtica de Pedro Crisólogo, que comprende una carta (ya mencionada), 168 sermones de la Collectio Feliciana (siglo VIII) y 15 «extravagantes» (escritos no clasificados). Otros escritos, como el célebre Rollo de Rávena, colección de oraciones de preparación a la Navidad (s. VII), no pueden ser tenidos por auténticos. Los sermones, a los que Pedro debe su celebridad, se distinguen por la esmerada preparación de un orador dotado de una cultura discreta y por el calor humano y el fervor divino de un santo varón. La condición peculiar de Rávena, sede de la corte imperial y ciudad marinera, explica la frecuencia de ejemplos tomados de la vida de la corte y de la vida militar y marinera, aunque no faltan ejemplos de la vida rural. «Entre los escritores del siglo V, pocos superan a Pedro Crisólogo en elegancia», en sus sermones nos ha legado «páginas de genuina elocuencia, enérgica y eficaz» (Moricca).

    El contenido de los sermones es variado, muchos son homilías sobre textos evangélicos, otros, sobre San Pablo, los Salmos, el símbolo bautismal, el padrenuestro o en conmemoración de santos y exhortaciones a la penitencia. Pedro Crisólogo, comentando la Biblia o exponiendo los temas que le sugerían las celebraciones litúrgicas, documenta ampliamente las inquietudes teológicas de su época. Su predicación, en efecto, no refleja sólo la doctrina latina sobre la encarnación como se profesaba entre Éfeso y Calcedonia, sino que es, asimismo, testimonio de la postura católica en las cuestiones sobre la gracia y la vida cristiana. Cuando reconoce claramente el primado del obispo de Roma (además de la carta a Eutiques, cf Serm 78), Pedro es, sin duda, portavoz del sentir común de los obispos de Italia. Su considerable actividad como predicador nos ha legado una documentación inestimable sobre la liturgia de Rávena y sobre la cultura de esa ciudad, etapa obligada entre Roma y el norte de Italia. Ningún obispo de su tiempo nos ha facilitado un cuadro tan completo de la celebración del año litúrgico. Por su actitud contra la resistencia que aún oponía el paganismo en su agonía y por su polémica contra la comunidad judía de su ciudad, Pedro Crisólogo representa la actitud pastoral del episcopado de la Iglesia imperial de su tiempo. Fue declarado Doctor de la Iglesia por SS. Benedicto XIII en 1729.

Oremos

    Oh Dios, que hiciste a San Pedro Crisólogo, obispo, insigne predicador del Verbo encarnado, concédenos meditar siempre este misterio de salvación y manifestarlo en nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén

-FRASE DEL DÍA-