martes, 3 de mayo de 2016

AMORIS LAETITIA






    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

CATEQUESIS SOBRE LOS SACRAMENTOS

CAPÍTULO PRIMERO
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA




    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

REFLEXIÓN

TIEMPO PASCUAL

MARTES DE LA SEMANA VI
03 de mayo

SANTOS FELIPE Y SANTIAGO, apóstoles (Fiesta).

Felipe nació en Betsaida; fue primero discípulo del Bautista y más tarde siguió a Cristo. Santiago, primo hermano del Señor, hijo de Alfeo, fue obispo de Jerusalén, escribió una carta canónica. Llevó una vida de gran mortificación y convirtió a muchos judíos. Recibió la corona del martirio el año 62.




    Del Tratado de Tertuliano, presbítero, Sobre la prescripción de los herejes
    (Cap. 20, 1-9; 21, 3; 22, 8-10: CCL 1, 201-204)

LA PREDICACIÓN APOSTÓLICA 

    Cristo Jesús, nuestro Señor, durante su vida terrena, iba enseñando por sí mismo quién era él, qué había sido desde siempre, cuál era el designio del Padre que él realizaba en el mundo, cuál ha de ser la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio; y lo enseñaba unas veces abiertamente ante el pueblo, otras aparte a sus discípulos, principalmente a los doce que había elegido para que estuvieran junto a él, y a los que había destinado como maestros de las naciones.

    Y así, después de la defección de uno de ellos, cuando estaba para volver al Padre, después de su resurrección, mandó a los otros once que fueran por el mundo a adoctrinar a los hombres y bautizarlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

    Los apóstoles -palabra que significa «enviados»-, después de haber elegido a Matías, echándolo a suertes, para sustituir a Judas y completar así el número de doce (apoyados para esto en la autoridad de una profecía contenida en un salmo de David), y después de haber obtenido la fuerza del Espíritu Santo para hablar y realizar milagros, como lo había prometido el Señor, dieron primero en Judea testimonio de la fe en Jesucristo e instituyeron allí Iglesias, después fueron por el mundo para proclamar a las naciones la misma doctrina y la misma fe.

    De modo semejante, continuaron fundando Iglesias en cada población, de manera que las demás Iglesias fundadas posteriormente, para ser verdaderas Iglesias, tomaron y siguen tomando de aquellas primeras Iglesias el retoño de su fe y la semilla de su doctrina. Por esto también aquellas Iglesias son consideradas apostólicas, en cuanto que son descendientes de las Iglesias apostólicas.

    Es norma general que toda cosa debe ser referida a su origen. Y, por esto, toda la multitud de Iglesias son una con aquella primera Iglesia fundada por los apóstoles, de la que proceden todas las otras. En este sentido son todas primeras y todas apostólicas, en cuanto que todas juntas forman una sola. De esta unidad son prueba la comunión y la paz que reinan entre ellas, así como su mutua fraternidad y hospitalidad. Todo lo cual no tiene otra razón de ser que su unidad en una misma tradición apostólica.

   El único medio seguro de saber qué es lo que predicaron los apóstoles, es decir, qué es lo que Cristo les reveló, es el recurso a las Iglesias fundadas por los mismos apóstoles, las que ellos adoctrinaron de viva voz y, más tarde, por carta.

    El Señor había dicho en cierta ocasión: Tendría aún muchas cosas que deciros, pero no estáis ahora en disposición de entenderlas; pero añadió a continuación: Cuando venga el Espíritu de verdad, os conducirá a la verdad completa; con estas palabras demostraba que nada habían de ignorar, ya que les prometía que el Espíritu de verdad les daría el conocimiento de la verdad completa. Y esta promesa la cumplió, ya que sabemos por los Hechos de los apóstoles que el Espíritu Santo bajó efectivamente sobre ellos.



    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA ( CAP III )

LA PERSONA HUMANA Y SUS MÚLTIPLES DIMENSIONES




    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

LA FRASE DEL DÍA

Martes 03 de mayo



    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

EVANGELIO

TIEMPO PASCUAL
MARTES DE LA SEMANA VI
03 de mayo

SANTOS FELIPE Y SANTIAGO, apóstoles (Fiesta).

Felipe nació en Betsaida; fue primero discípulo del Bautista y más tarde siguió a Cristo. Santiago, primo hermano del Señor, hijo de Alfeo, fue obispo de Jerusalén, escribió una carta canónica. Llevó una vida de gran mortificación y convirtió a muchos judíos. Recibió la corona del martirio el año 62.


    Fiesta de san Felipe y Santiago, apóstoles

    Carta I de San Pablo a los Corintios 15,1-8.

    Hermanos, les recuerdo la Buena Noticia que yo les he predicado, que ustedes han recibido y a la cual permanecen fieles.
    Por ella son salvados, si la conservan tal como yo se la anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano.
    Les he trasmitido en primer lugar, lo que yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura.
    Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura.
    Se apareció a Pedro y después a los Doce.
    Luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte de los cuales vive aún, y algunos han muerto.
    Además, se apareció a Santiago y de nuevo a todos los Apóstoles.
    Por último, se me apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto.


Salmo 19(18),2-3.4-5.

El cielo proclama la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos;
un día transmite al otro este mensaje

y las noches se van dando la noticia.
Sin hablar, sin pronunciar palabras,
sin que se escuche su voz,

resuena su eco por toda la tierra
y su lenguaje, hasta los confines del mundo.
Allí puso una carpa para el sol




    Evangelio según San Juan 14,6-14.

    Jesús dijo a Tomás: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.
    Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto".
Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta".
    Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: 'Muéstranos al Padre'? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
    Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
    Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre."
    Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
    Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré."

Fuente: ©Evangelizo.org



    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

TIEMPO PASCUAL
MARTES DE LA SEMANA VI
03 de mayo


    San Hilario (c. 315-367), obispo de Poitiers y doctor de la Iglesia
    De la Trinidad, 7, 34-36

«Señor, muéstranos al Padre y nos basta»

    Jesús dijo: «Si me conocierais a mi, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». Ven al hombre Jesucristo. Los apóstoles tienen delante de sus ojos su aspecto exterior, es decir, su naturaleza de hombre, siendo así que Dios, liberado de toda carne no es reconocible en un miserable cuerpo de carne. ¿Cómo es, pues, que conocerle sea conocer también al Padre?

    Son estas palabras inesperadas las que causan turbación al apóstol Felipe...; la debilidad de su espíritu humano no le permite comprender una afirmación tan extraña... Entonces, con la impetuosidad propia de su familiaridad con Jesús y de su fidelidad de apóstol, interroga a su Maestro: «¡Señor, muéstranos al Padre y nos basta!»... No es que desee contemplar al Padre con sus propios ojos físicos, sino que pide comprender lo que está viendo. Porque viendo al Hijo bajo forma humana, no comprende cómo, por este mero hecho, haya visto al Padre...

    Y el Señor le responde: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?»; lo que le reprocha es que todavía ignora quién es él... ¿Por qué no le habían todavía reconocido siendo así que durante tanto tiempo le habían buscado? Es que para reconocerle, era preciso reconocer que la divinidad, la misma naturaleza del Padre, estaba en él. En efecto, todas las obras que había realizado eran las propias de Dios: caminar sobre las aguas, dar órdenes a los vientos, llevar a cabo cosas imposibles de comprender como son, cambiar el agua en vino o multiplicar unos panes..., hacer huir a los demonios, quitar enfermedades, poner remedio a males del cuerpo, enderezar a disminuidos de nacimiento, perdonar los pecados, devolver la vida a los muertos. Esto es lo que había hecho su cuerpo de carne, y todo ello le permitía proclamarse Hijo de Dios. De aquí su reproche y su queja: a través de la realidad misteriosa de su nacimiento humano, no había percibido que era la naturaleza divina la que llevaba a cabo estos milagros a través de esta naturaleza humana asumida por el Hijo.


Fuente: ©Evangelizo.org



    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín


HIMNO

TIEMPO PASCUAL
MARTES DE LA SEMANA VI
03 de mayo

SANTOS FELIPE Y SANTIAGO, apóstoles (Fiesta).

Felipe nació en Betsaida; fue primero discípulo del Bautista y más tarde siguió a Cristo. Santiago, primo hermano del Señor, hijo de Alfeo, fue obispo de Jerusalén, escribió una carta canónica. Llevó una vida de gran mortificación y convirtió a muchos judíos. Recibió la corona del martirio el año 62.





    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

SANTORAL

TIEMPO PASCUAL

MARTES DE LA SEMANA VI
03 de mayo




        San Felipe Apóstol

    Felipe y Santiago tienen poco realce en el colegio apostólico. Pero sólo forma parte de él, ya supone un gran privilegio. Son dos de las Doce Columnas de la Iglesia. No entenderían todo lo que predicaba el Maestro, pero por encima de todas las dificultades, le permanecieron siempre fieles.

    Tuvo que ser un momento de gran expectación aquel amanecer sobre la montaña. Jesús había pasado la noche en oración. Muchos le habían seguido. Y al amanecer, Jesús empezó a nombrar nombres, doce nombres "a quienes llamó apóstoles". Felipe y Santiago el de Alfeo no podrían contener la emoción cuando se sintieron llamados por el divino Maestro.

    Felipe ya había sido llamado antes por Jesús. "Sígueme", le dijo un día junto al lago de Genesaret, su lago, pues también él era de Betsaida, como Andrés y Pedro. Y Felipe le siguió sin dilación. Y además se convirtió en propagandista. Encontró a Bartolomé y lo atrajo hacia Jesús. "Ven y verás", le dijo, y Bartolomé se unió también al grupo apostólico.

    Felipe siguió fielmente a Jesús. A veces parece un poco ingenuo y como si Jesús bromeara con él. "Felipe ¿cómo dar de comer a toda esta gente?" Y Felipe calcula que haría falta mucho dinero para conseguirlo.

    El discurso de la última Cena le debió parecer largo y oscuro. "Muéstranos el Padre, interrumpe a Jesús, y esto nos basta". Jesús le aclara: "Felipe, quien me ve a mí, e también a mi Padre". Hay en el Evangelio otra intervención de Felipe. Felipe es nombre griego, y algo conocería esta lengua. Cuando un grupo de griegos quiso hablar con Jesús, se dirigió a Felipe para obtener la audiencia, quien a su vez acudió a Andrés para conseguirla.

     De Santiago no aparecen intervenciones concretas en el Evangelio. Se sabe que era de Caná y pariente del Señor, según la opinión más probable. Parece que su madre era hermana de la Virgen, y por eso se le llama "hermano" de Jesús, que en hebreo significaba primo o cualquier clase de parentesco. Es uno de los pocos parientes de Jesús que creyeron en Él antes de la Pasión.

    Cuando los apóstoles se dispersaron, después de Pentecostés, Felipe y Santiago son los menos andariegos. Felipe quedó en Frigia, predicando, bautizando, fiel a las enseñanzas del Maestro. A veces llegaba a la vecina Laodicea, a cultivar la semilla que había sembrado el apóstol Pablo.


Santiago el Menor Apóstol

    Santiago fue el primer obispo de Jerusalén, el obispo apropiado para la "transición", fiel a la doctrina de Jesús, sin abandonar la ley de Moisés. Preside el concilio de Jerusalén y consigue la paz entre los judíos convertidos y los paganos que pasan al cristianismo, a los que no se deben imponer las prácticas judías. Era un tema espinoso, y supo encontrar el equilibrio. San Pablo no duda en llamarle "Columna de la Iglesia". Era un gran asceta, pacífico y tenaz a la vez.
    Santiago escribió una importante Carta "a las doce tribus de la dispersión", que contiene una serie de normas morales inspiradas en los libros sapienciales, pero impregnadas ya de la espiritualidad del Sermón de la Montaña. Normas preciosas sobre la verdad, la libertad, la caridad, la concordia, la unión inseparable de fe y obras... Llama la atención su insistencia en los pecados de la lengua, y de modo particular sus apóstrofes contra los ricos que se olvidan de sus jornaleros y sólo piensan en atesorar, todo lo cual un día se volverá contra ellos.

    Felipe y Santiago, testigos del Señor, por Él derramaron su sangre.



Fuente: magnificat . ca




    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín