lunes, 3 de febrero de 2025
EVANGELIO - 04 de Febrero - San Marcos 5,21-43
Carta a los Hebreos 12,1-4.
Hermanos: Ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta.
Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.
Piensen en aquel que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento.
Después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre.
Hermanos: Ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta.
Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.
Piensen en aquel que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento.
Después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre.
Salmo 22(21),26b-27.28.30.31-32.
¡Los que te buscan te alaban, Señor!.
¡Los que te buscan te alaban, Señor!.
Cumpliré mis votos delante de los fieles:
los pobres comerán hasta saciarse
y los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que sus corazones vivan para siempre!
Todos los confines de la tierra
se acordarán y volverán al Señor;
todas las familias de los pueblos
se postrarán en su presencia.
Todos los que duermen en el sepulcro
se postrarán en su presencia;
todos los que bajaron a la tierra
doblarán la rodilla ante él,
y los que no tienen vida
Glorificarán su poder.
Hablarán del Señor a la generación futura,
anunciarán su justicia
a los que nacerán después,
porque esta es la obra del Señor.
Evangelio según San Marcos 5,21-43.
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.
Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva".
Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.
Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada".
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?".
Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?".
Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad".
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?".
Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas".
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.
Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme".
Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.
La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate".
En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.
Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva".
Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.
Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada".
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?".
Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?".
Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad".
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?".
Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas".
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.
Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme".
Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.
La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate".
En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.
Palabra del Señor
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 04 de Febrero - “¡A ti te lo digo, levántate!”
San Ambrosio (c. 340-397) obispo de Milán y doctor de la Iglesia Comentario al evangelio de Lucas, 6, 60-63; SC 45
“¡A ti te lo digo, levántate!”
Antes de resucitar a la niña, para suscitar la fe de la gente, Jesús comienza por curar a la mujer aquejada de flujo de sangre. Este flujo cesa para nuestra instrucción: cuando Jesús se acerca a la mujer, ésta ya queda curada.
Lo mismo, para creer en nuestra vida eterna celebramos la resurrección temporal del Señor que siguió a su pasión... Los criados de Jairo que le dicen “no molestes al Maestro”, no creen en la resurrección anunciada en la Ley y realizada en el evangelio. Así, cuando Jesús llega a la casa, lleva consigo a pocos testigos de la resurrección que va a realizar: en un principio no ha sido la multitud la que ha creído en la resurrección. La gente se mofaba de Jesús cuando declara: “La niña no está muerta, duerme”. Los que no creen se mofan. Que lloren, pues, a sus muertos los que creen que están muertos. Cuando se cree en la resurrección, no se ve en la muerte un final sino un descanso...
Y Jesús, tomando a la niña de la mano, la cura; luego les dice que le den de comer. Es un testimonio de la vida para que nadie crea que se trata de una ilusión sino que es la realidad. ¡Feliz la niña a quien la Sabiduría toma de la mano! Quiera Dios que nos tome también de la mano en nuestras acciones. Que la Justicia sostenga mi mano; que el Verbo de Dios la tome, que me introduzca en su intimidad y aparte mi espíritu de todo error y me salve. Que me dé de comer el pan del cielo, el Verbo de Dios. Esta Sabiduría que ha puesto sobre el altar los alimentos del cuerpo y de la sangre del Hijo de Dios ha declarado: “Venid a comer de mi pan, a beber el vino que he mezclado” (Prov. 9,5)
SANTORAL - BEATO EDUARDO FRANCISCO PIRONIO
04 de Febrero
Eduardo Francisco Pironio nace en Nueve de Julio (Buenos Aires), el 3 de diciembre de 1920, en el seno del hogar constituido por José Pironio y Enriqueta Rosa Butazzoni, inmigrantes italianos que habían llegado de Percoto del Friuli en 1898. Último de veintidós hijos, él mismo considera su vida como un milagro de la intercesión privilegiada de la Virgen de Luján. Bautizado el 3 de febrero de 1921, su existencia toda fue un canto de fe al Dios de la vida.
Después de haber frecuentado la escuela regular en su ciudad natal, el 14 de marzo de 1932, a la edad de doce años, ingresa en el Seminario San José de La Plata, donde realiza sus estudios de filosofía y teología, que dan comienzo a lo que él llama “la carrera sublime del sacerdocio”. El 5 de diciembre de 1943, a los 23 años, es ordenado sacerdote en el Santuario nacional de Nuestra Señora de Luján, patrona del pueblo argentino, y comienza a gritar al mundo su alegría de ser sacerdote.
Inicia su actividad como docente en 1944, primero como profesor de letras, y después enseñando filosofía y teología en el seminario Pío XII de Mercedes (Buenos Aires) y rápidamente se va extendiendo su influencia no sólo por su capacidad intelectual, sino también por su comprometido acompañamiento espiritual. Junto a una intensa actividad didáctica y educativa despliega sus mejores dotes y su cultura humanista escribiendo diversos artículos en la Revista tomista Sapientia, en la Revista de Teología de La Plata, en Notas de Pastoral Jocista y otras. En estas publicaciones suele reflexionar sobre los principales temas de la vida cristiana: la santidad, la esperanza, la oración, la contemplación, la cruz, la Iglesia, el hombre. El 22 de octubre de 1953 parte hacia Roma con el fin de completar y profundizar sus estudios de teología en el Pontificio Ateneo Angelicum de los padres dominicos, donde obtiene la licencia en teología dogmática. Durante el verano de 1954 sigue también cursos integrativos en París y Lovaina, sintiéndose particularmente atraído por un maestro espiritual de inmenso prestigio: el abad benedictino Dom Columba Marmion.
En 1958 es nombrado profesor de teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina y Vicario general de la diócesis de Mercedes, y dos años más tarde, Rector del Seminario Metropolitano de Villa Devoto en Buenos Aires, siendo no solo el primer rector del clero secular después de la prolongada gestión de los padres jesuitas, sino el que da comienzo, por su estilo personal, a un modo nuevo de vivir la fraternidad y amistad sacerdotal. En 1963 es nombrado Decano de la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Buenos Aires, y San Juan XXIII lo designa como uno de los peritos del Concilio Vaticano II.
En 1964 es nombrado obispo titular de Ceciri y auxiliar de La Plata y recibe la consagración episcopal el 31 de mayo en el Santuario nacional de Nuestra Señora de Luján, eligiendo como lema episcopal: “Cristo entre vosotros, esperanza de la gloria”. Ese mismo año recibe el nombramiento de Asesor nacional de Acción Católica y de Presidente de la comisión “Fe y Ecumenismo”. Hijo del Concilio, y habiendo alcanzado la plenitud de su vocación sacerdotal, como obispo, supo hacer cotidianamente el camino de los hombres: asumir sus angustias, interpretarles la historia, abrirles el sentido de las Escrituras, ser para todos un padre, un hermano, un amigo.
En 1967 el Siervo de Dios es enviado como Administrador Apostólico a la diócesis de Avellaneda, y ese mismo año es elegido Secretario General del Celam, cargo que le será renovado en 1970 por otros dos años, mientras que en agosto de 1968, es designado por San Pablo VI, Secretario General de la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada en Medellín, Colombia. Ya como secretario del Celam, contribuye a la recta interpretación de la “teología de la liberación”, y en 1972 es elegido Presidente del organismo. Su tarea en el Celam es fecunda y renovadora, dando un impulso admirable al espíritu de unidad de la Iglesia latinoamericana en un momento trascendental y complejo en el que la implementación del Concilio Vaticano II generaba desconcertantes crisis y precisaba un timonel confiable que la condujera con mano segura y la llevara a buen puerto. En estos tiempos tensos y difíciles, Monseñor Pironio es él mismo el garante de la comunión eclesial y un factor decisivo de equilibrio y esclarecimiento doctrinal.
El 19 de abril de 1972 es nombrado Obispo residencial de Mar del Plata y asume la diócesis el 26 de mayo sucesivo. Valorado especialmente por su prédica elocuente y su estilo llano y coloquial, le toca vivir en esta diócesis momentos de gran dificultad pastoral y política, que sabe afrontar con serenidad y coraje, con la lucidez propia de los santos, que saben comprender la realidad y extraer de cada situación y de cada problema la consecuencia precisa y la enseñanza justa. Lugar de cruz y sufrimiento, Mar del Plata es sobre todo para él una fuente constante de alegrías y de manifestaciones de esperanzas. Ciertamente por ello es recordado hasta hoy en esta diócesis con entrañable afecto.
En el año 1974 es invitado a predicar los ejercicios espirituales al Papa y a la Curia Romana en el Vaticano, y luego es llamado a formar parte de la Comisión Pontificia para América Latina. Participa en todos los Sínodos de obispos, ordinarios, extraordinarios y especiales, celebrados después del Concilio, con intervenciones numerosas y de notable importancia pastoral y doctrinal, nacidas de su mirada atenta a la realidad, de su envergadura espiritual, y al mismo tiempo de su confianza en la Iglesia, deseosa de abrirse a los aires nuevos y de aplicar las enseñanzas del Concilio.
En 1975 comienza uno de los períodos más duros de su vida, debido a la confusión política y a los extremismos ideológicos que dieron lugar a la revolución y a la violencia de los años 70. Como argentino vive los dolores de su patria a la que ama, y se desvive por desentrañar las causas profundas del desencuentro tratando de guiar a su comunidad hacia el redescubrimiento de los grandes valores del amor, la tolerancia y la solidaridad. “Reconciliaos con Dios –decía el jueves Santo de 1975–, reconciliaos con los hermanos”. “Cómo quisiera yo esta tarde decirles con toda simplicidad, pero con toda la calidez del hermano, del amigo, del padre y del pastor, que la única fuerza que construye es el amor!”.
El 20 de septiembre de 1975 el Papa San Pablo VI lo nombra Pro Prefecto de la Congregación para los Religiosos e Institutos seculares y en el Consistorio del 24 de mayo de 1976 lo eleva a la dignidad cardenalicia, con el título de los santos Cosme y Damián, nombrándolo luego Prefecto de la Congregación. En calidad de Prefecto realiza numerosos viajes con el deseo de conocer los institutos religiosos y participar en sus reuniones y asambleas a nivel nacional e internacional, pero por encima de todo ama, ilumina y anima la vida religiosa desde el diálogo y la comunicación, e infunde en ella el espíritu eclesial deseado por San Pablo VI . Documentos de especial importancia, como “Mutuae relationes” (1978), “Dimensión contemplativa de la vida religiosa” (1980) y “Religiosos y promoción humana”, llevan el inconfundible trazo de su pluma.
El 9 de abril de 1984 el Papa San Juan Pablo II lo nombra Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos con el deseo de que infunda en el laicado el mismo espíritu renovador con el que había animado a la vida religiosa. Bajo su presidencia se desarrolla el Sínodo para los laicos (1987) y se redacta la Exhortación Apostólica “Christifideles laici” (1988). Pero el nombre del Cardenal Pironio está ligado sobre todo e indisolublemente a los encuentros y a las Jornadas mundiales de la juventud, pues es él quien hace posible esta intuición del Papa San Juan Pablo II, preparándolas esmeradamente y realizándolas, al punto de ser conocido como el “Cardenal de los jóvenes”. Recorriendo el mundo en las jornadas mundiales, logra entrar en sintonía y en coloquios con jóvenes de todas partes del mundo, a quienes sabe acoger con amor y en quienes logra encender la fe desde su palabra cercana e iluminadora. Es para con ellos un auténtico pastor de almas, pues les habla con suavidad, como queriendo llegar a lo más profundo de cada uno, dándose entero en cada frase, en cada consejo, en cada reflexión.
De este modo colabora estrechamente con los Papas San Pablo VI, Beato Juan Pablo I y San Juan Pablo II, y ejerce en la Santa Sede sus responsabilidades con su vigorosa creatividad, con su inagotable vocación de servir a la Iglesia y con su proverbial humildad. Pocos hombres se han acercado tanto como Eduardo Pironio al arquetipo ideal de la espiritualidad cristiana, la transparencia moral y la entrega al mandato evangélico. Pocos, como él, han sabido ser hombres de fe, quemados por el fuego del Espíritu, testigos del Absoluto, purificados por la cruz, para ser ecos de la voz de Dios, y profetas de la verdadera alegría y de la esperanza.
Oremos
Oh Dios, Padre nuestro, que has llamado a tu Siervo Eduardo Francisco Pironio a servir a tu Iglesia como sacerdote y obispo confortado por la materna solicitud de la Virgen María y lo has hecho alegre anunciador de la esperanza y de la cruz. Concédenos que siguiendo su ejemplo podamos proclamar y testimoniar nuestra fe con un corazón misericordioso y acogedor y, por su intercesión, danos la gracia que confiadamente te pedimos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
SANTORAL - SAN JUAN DE BRITO
04 de Febrero
En Oriur, en el reino de Maravá, en la India, San Juan de Brito, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús y mártir, que, tras convertir a muchos a la fe imitando la vida y la conducta de los ascetas de aquellas regiones, terminó su vida con un glorioso martirio. Santo y Mártir jesuita.(Lisboa ,1-Marzo-1647; Maduré,India,4-Febrero-1693) Hijo de Salvador Brito y Pereira y de Beatriz de Brittes. Fue el último de cuatro hermanos. Su padre fue gobernador en Brasil y falleció cuando Juan tenía dos años.
Comenzó sus estudios en el Colegio San Antonio de Lisboa de los jesuitas, donde fue compañero del príncipe heredero. A los once años enfermó grávemente, su madre lo encomendó a San Francisco Javier, su increíble curación fue tomada como milagro, en gratitud vistió un año completo el hábito de los jesuitas.
Ingresó al Noviciado de Catavia de los jesuitas en 1662. Luego hizo estudios en el Colegio de Evora y en la Universidad de Coímbra . En 1673 recibió las órdenes sagradas y fue destinado a las misiones de India en Malabar. Aquí se convirtió en un panderam asceta con barba y turbante, mediador entre los parias y los brahamanes.
En 1684 fue a Madurai donde fue capturado y torturado, se le perdonó la vida con la condición que no vuelva a predicar por esas regiones. En 1687 volvió a Portugal, donde fue muy bien recibido y el Rey le pidió educara a sus hijos, él prefirió lo devolvieran a la India. En 1690 convirtió al príncipe Teriadevan de Malabar, quien dejó la poligamia, quedándose con su primera mujer, dándole recompensa a las otras, pero una de ellas se quejó y lo calumnió, por lo que fue tomado prisionero y degollado el 4 de febrero de 1693.
Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en su santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed; ya no los molestará el sol ni el calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos. Ap. 7, 14-17
Oremos
Señor, tu que iluminaste la vida de San Juan de Brito, llenándolo de gracias para transmitir tu palabra. Te pido que por medio de su santa intercesión nos des la fortaleza espiritual para salir adelante en la enfermedad, en los problemas cotidianos, en los dolores, en las incomprensiones, en cada una de las batallas que prueban nuestra fe. Haz que tus abundantes gracias den vigor al cuerpo y al alma y vayamos por todo el mundo proclamando tu palabra siendo coherentes con nuestros actos como lo hizo San Juan. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor que vive y reina por los siglos de los siglos. San Juan de Brito ruega por nosotros! Amén.
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