martes, 8 de marzo de 2016

LITURGIA

Elementos Materiales de la Liturgia

El Templo, el Altar, vestiduras del Papa, obispos y sacerdotes, colores litúrgicos


    El Misal Romano, que también se puede llamar como “libro del altar, oracional o libro del celebrante” es el libro oficial según el cual la Iglesia celebra la Eucaristía, conteniendo las oraciones de la Misa. Podemos decir que consta de tres partes: una sección introductoria con los documentos de promulgación del libro y las respectivas normas, el cuer­po del misal propiamente dicho donde están los formu­larios litúrgicos y un apéndice, al que siguen los índices. Para las lecturas su usa el Leccionario. El complemento del Calendario Litúrgico-Pastoral de cada año es obligado para conocer sin fallo las distintas Misas y celebraciones del día a día.
    Es sumamente útil que los laicos que desempeñan funciones de ayuda al altar o a la palabra, tanto acólitos o lectores, instituidos u ocasionales, conozcan el contenido y estructura del Misal, para mejor poder ayudar al celebrante. En dos artículos consecutivos vamos a analizarlo brevemente.

FUENTE: Jesús Luengo Mena




DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA ( CAP II )

LA DOCTRINA SOCIAL EN NUESTRO TIEMPO:
APUNTES HISTÓRICOS








    "He aquí, pues, cuáles son los ejercicios y las actividades que deben servir como medios para curar nuestras potencias y devolverles su pureza perdida y su primitiva integridad: son los ayunos, los trabajos, las vigilias, la soledad, la huida del mundo, el dominio de los sentidos, la lectura de las Escrituras y de los Santos Padres, la participación en los servicios de la Iglesia, la confesión y la comunión frecuentes"        Teófano El Recluso sobre la práctica de la oración

REFLEXIÓN

TIEMPO DE CUARESMA

MARTES DE LA SEMANA IV
Propio del Tiempo. Salterio IV
8 de marzo



    De los Sermones de san León Magno, papa(Sermón 10 Sobre la Cuaresma, 3-5: PL 54, 299-301)

EXCELENCIA DE LA CARIDAD

    Dice el Señor en el evangelio de san Juan: En esto conocerán todos que sois discípulos míos, en que tenéis caridad unos con otros; y en la carta del mismo apóstol leemos: Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios; quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.

    Que cada uno de los fieles se examine, pues, a sí mismo, esforzándose en discernir sus más íntimos afectos; y, si descubre en su conciencia frutos de caridad, tenga por cierto que Dios está en él y procure hacerse más y más capaz de tan gran huésped, perseverando con más generosidad en las obras de misericordia.

    Pues, si Dios es amor, no podemos poner límite alguno a la caridad, ya que la Divinidad es infinita.

    Así pues, amadísimos, si bien todo tiempo es bueno para ejercitarse en la virtud de la caridad, estos días cuaresmales nos invitan a ello de un modo más apremiante; si deseamos llegar a la Pascua santificados en el alma y en el cuerpo, debemos poner un interés especialísimo en la adquisición de esta virtud, que contiene en sí a todas las otras y cubre la multitud de los pecados.

    Por esto, ya que nos preparamos para celebrar aquel misterio que excede a todos los demás, en el que la sangre de Jesucristo borró nuestras iniquidades, dispongámonos mediante el sacrificio espiritual de la misericordia, de tal manera que demos de lo que nosotros hemos recibido de la bondad divina, aun a los mismos que nos han ofendido.

    Que nuestra liberalidad para con los pobres y demás necesitados de cualquier clase sea en este tiempo más generosa, a fin de que sean más numerosos los que eleven hacia Dios su acción de gracias, y con nuestros ayunos remediemos el hambre de los indigentes. El acto de piedad más agradable a Dios es precisamente este dispendio en favor de los pobres, ya que en esta solicitud misericordiosa reconoce él la imagen de su propia bondad.

    Y no temamos la pobreza que nos pueda resultar de esta nuestra largueza, ya que la misma bondad es una gran riqueza y nunca puede faltarnos con qué dar, pues Cristo mismo es quien da el alimento y quien lo recibe. En todo este asunto interviene la mano de aquel que al partir el pan lo aumenta y al repartirlo lo multiplica. Que el que distribuye limosnas lo haga con despreocupación y alegría, ya que, cuanto menos se reserve para sí, mayor será la ganancia que obtendrá, como dice el apóstol san Pablo: Dios, que provee de semilla al sembrador y de pan para su alimento, os dará también a vosotros semilla en abundancia y multiplicará los frutos de vuestra justificación, en Cristo Jesús, nuestro Señor, el cual vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

  



    "He aquí, pues, cuáles son los ejercicios y las actividades que deben servir como medios para curar nuestras potencias y devolverles su pureza perdida y su primitiva integridad: son los ayunos, los trabajos, las vigilias, la soledad, la huida del mundo, el dominio de los sentidos, la lectura de las Escrituras y de los Santos Padres, la participación en los servicios de la Iglesia, la confesión y la comunión frecuentes" Teófano El Recluso sobre la práctica de la oración

LA FRASE DEL DÍA


Martes 8 de marzo








    "He aquí, pues, cuáles son los ejercicios y las actividades que deben servir como medios para curar nuestras potencias y devolverles su pureza perdida y su primitiva integridad: son los ayunos, los trabajos, las vigilias, la soledad, la huida del mundo, el dominio de los sentidos, la lectura de las Escrituras y de los Santos Padres, la participación en los servicios de la Iglesia, la confesión y la comunión frecuentes"        Teófano El Recluso sobre la práctica de la oración

EVANGELIO

TIEMPO DE CUARESMA
MARTES DE LA SEMANA IV
8 de marzo




    Libro de Ezequiel 47,1-9.12.

    Un ángel me llevó a la entrada de la Casa, y vi que salía agua por debajo del umbral de la Casa, en dirección al oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia el oriente. El agua descendía por debajo del costado derecho de la Casa, al sur del Altar.
Luego me sacó por el camino de la puerta septentrional, y me hizo dar la vuelta por un camino exterior, hasta la puerta exterior que miraba hacia el oriente. Allí vi que el agua fluía por el costado derecho.
    Cuando el hombre salió hacia el este, tenía una cuerda en la mano. Midió quinientos metros y me hizo caminar a través del agua, que me llegó a los tobillos.
    Midió otros quinientos metros y me hizo caminar a través del agua, que me llegó a las rodillas. Midió otros quinientos metros y me hizo caminar a través del agua, que me llegó a la cintura.
    Luego midió otros quinientos metros, y ya era un torrente que no pude atravesar, porque el agua había crecido: era un agua donde había que nadar, un torrente intransitable.
    El hombre me dijo: "¿Has visto, hijo de hombre?", y me hizo volver a la orilla del torrente.
    Al volver, vi que a la orilla del torrente, de uno y otro lado, había una inmensa arboleda.
    Entonces me dijo: "Estas aguas fluyen hacia el sector oriental, bajan hasta la estepa y van a desembocar en el Mar. Se las hace salir hasta el Mar, para que sus aguas sean saneadas.
    Hasta donde llegue el torrente, tendrán vida todos los seres vivientes que se mueven por el suelo y habrá peces en abundancia. Porque cuando esta agua llegue hasta el Mar, sus aguas quedarán saneadas, y habrá vida en todas parte adonde llegue el torrente.
    Al borde del torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de todas las especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos los meses producirán nuevos frutos, porque el agua sale del Santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas de remedio".



Salmo 46(45),2-3.5-6.8-9. 

El Señor es nuestro refugio y fortaleza,
una ayuda siempre pronta en los peligros.
Por eso no tememos, aunque la tierra se conmueva
y las montañas se desplomen hasta el fondo del mar.

Los canales del Río alegran la Ciudad de Dios,
la más santa Morada del Altísimo.
El Señor está en medio de ella: nunca vacilará;
él la socorrerá al despuntar la aurora.

El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro baluarte es el Dios de Jacob.
Vengan a contemplar las obras del Señor,
Él hace cosas admirables en la tierra.



Evangelio según San Juan 5,1-16. 

    Se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.
    Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos.
    Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua.
    [Porque el Angel del Señor descendía cada tanto a la piscina y movía el agua. El primero que entraba en la piscina, después que el agua se agitaba, quedaba curado, cualquiera fuera su mal.]
    Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años.
    Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?".
    El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes".
    Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y camina".
    En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado,
y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: "Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla".
    El les respondió: "El que me curó me dijo: 'Toma tu camilla y camina'".
    Ellos le preguntaron: "¿Quién es ese hombre que te dijo: 'Toma tu camilla y camina?'".
    Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí.
    Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: "Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía".
    El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado.
    Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.





    "He aquí, pues, cuáles son los ejercicios y las actividades que deben servir como medios para curar nuestras potencias y devolverles su pureza perdida y su primitiva integridad: son los ayunos, los trabajos, las vigilias, la soledad, la huida del mundo, el dominio de los sentidos, la lectura de las Escrituras y de los Santos Padres, la participación en los servicios de la Iglesia, la confesión y la comunión frecuentes" Teófano El Recluso sobre la práctica de la oración

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO


TIEMPO DE CUARESMA
MARTES DE LA SEMANA IV
8 de marzo




    San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia    Homilía 124



“¿Quieres recobrar la salud?”

    Los milagros de Cristo simbolizan las diferentes circunstancias de nuestra salvación eterna…; esta piscina es símbolo del don precioso que nos hace el Verbo del Señor. En pocas palabras: esta agua es símbolo del pueblo judío; los cinco pórticos, son símbolo de la Ley, escrita por Moisés, en cinco libros. Esta agua, pues, estaba rodeada por cinco pórticos, como el pueblo lo estaba por la Ley. El agua que se agitaba y removía, es la Pasión sufrida por el Salvador en medio de este pueblo. El que bajaba hasta el agua era curado, pero solamente uno, siendo así figura de la unidad. Los que no pueden soportar que nadie les hable de la Pasión de Cristo, son unos orgullosos; no quieren descender hasta el agua, y por eso no se curan. Así dice el hombre altanero: “¿Cómo puedo creer que un Dios se ha encarnado, que un Dios ha nacido de una mujer, que un Dios ha sido crucificado, flagelado, cubierto de llagas, que ha muerto y ha sido sepultado? No; jamás podré yo creer en estas humillaciones de un Dios; son indignas de él”.

    Dejad hablar a vuestro corazón, mejor que a vuestra cabeza. Si las humillaciones de un Dios parecen indignas a los arrogantes, es porque están muy lejos de sanarse. Guardaos, pues, de este orgullo; si deseáis ser curados, aceptad bajar hasta el agua. Tendríais razón de alarmaros si se os dijera que Cristo ha sufrido algún cambio al encarnarse. Pero no… vuestro Dios permanece igual al que era, no temáis; no muere y os priva a vosotros mismos de morir. Sí, permanece lo que es; nace de una mujer, pero según la carne… Es en tanto que hombre que ha sido prendido, atado, flagelado, cubierto de ultrajes y al fin crucificado y muerto. ¿Por qué os asustáis? El Verbo del Señor permanece eternamente. Quien rechaza las humillaciones de un Dios, no quiere ser curado de la hinchazón mortal de su orgullo.

    Nuestro Señor Jesucristo, pues, ha devuelto, por su encarnación, la esperanza a nuestra carne. Ha tomado para él los frutos demasiado conocidos y tan comunes a esta tierra, como son el nacimiento y la muerte. Efectivamente, el nacimiento y la muerte son bienes que la tierra poseía en abundancia; pero no eran propios de ésta ni la resurrección ni la vida eterna. Él ha encontrado aquí los malditos frutos de esta ingrata tierra, y nos ha dejado, en intercambio, los bienes de su reino celestial.







    "He aquí, pues, cuáles son los ejercicios y las actividades que deben servir como medios para curar nuestras potencias y devolverles su pureza perdida y su primitiva integridad: son los ayunos, los trabajos, las vigilias, la soledad, la huida del mundo, el dominio de los sentidos, la lectura de las Escrituras y de los Santos Padres, la participación en los servicios de la Iglesia, la confesión y la comunión frecuentes" Teófano El Recluso sobre la práctica de la oración

HIMNO

TIEMPO DE CUARESMA

MARTES DE LA SEMANA IV
Propio del Tiempo. Salterio IV
8 de marzo





    "He aquí, pues, cuáles son los ejercicios y las actividades que deben servir como medios para curar nuestras potencias y devolverles su pureza perdida y su primitiva integridad: son los ayunos, los trabajos, las vigilias, la soledad, la huida del mundo, el dominio de los sentidos, la lectura de las Escrituras y de los Santos Padres, la participación en los servicios de la Iglesia, la confesión y la comunión frecuentes" Teófano El Recluso sobre la práctica de la oración

SANTORAL

TIEMPO DE CUARESMA
MARTES DE LA SEMANA IV
8 de marzo



    Fundador (1495-1550) Juan Ciudad Duarte nació de padres humildes en Montemayor el Nuevo (Portugal), el año 1495. Eran años de efervescencia, al reclamo de los nuevos descubrimientos. Juan partió de su pueblo cuando sólo tenía ocho años. Entró en España y se quedó en Oropesa. Más tarde seguiría su aventura.

    Entra a servir en casa de un rico propietario. El dueño le propone un ventajoso matrimonio con su hija. Juan no quiere atarse y desaparece. Se alista en el ejército. Lucha como San Ignacio en Fuenterrabía. Sufre muchas peripecias. Por un descuido es expulsado y regresa a Oropesa. Vuelve al ejército contra los turcos y llega hasta Viena. A la vuelta pasa por su pueblo. Luego reside en Sevilla, Ceuta, Gibraltar y Algeciras, siempre con ocupaciones diversas.


    Su vida es una perpetua aventura. A los 42 años llega a Granada. Allí se realizó su conversión. «Granada será tu cruz», le dice el Señor. Desde ahora se llamará Juan de Dios. Predicaba en Granada San Juan de Ávila, y con tales colores y tonos predicó sobre la belleza de la virtud y sobre la fealdad del pecado, con tantos ardores habló sobre el amor de Dios, que Juan se sintió como herido por un rayo. Se tiraba por el suelo, mientras repetía: «Misericordia, Señor, misericordia». Quemó los libros que vendía de caballería, repartió los piadosos, lo dio todo, y corrió por las calles de la ciudad descalzo y gritando sus pecados y su arrepentimiento como uno que ha perdido el juicio.

    Sólo Juan de Ávila que le animó a encauzar aquellos arrebatos en alguna obra permanente de caridad. Y Juan concentró ahora todo su entusiasmo en una nueva Orden: La Orden de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios. «Haceos el bien, hermanos», repetía sin cesar. Sus primeros compañeros los reclutó el fundador entre la gente más desarrapada: un alcahuete, un asesino, un espía y un usurero. Esa es la fuerza del amor. Un converso que saca del fango a cuatro truhanes y los hace héroes cristianos. Sobre estas cuatro columnas apoyará su obra. Peregrina a Guadalupe. Vuelve a Granada y recoge los primeros enfermos.


    Es el precursor de la beneficencia moderna. Acoge a los enfermos, los cura, los limpia, los consuela, les da de comer. Todo es limpieza, orden y paz en la casa. Por la noche mendiga por la ciudad para los enfermos. Todos se le abren. Todos le ayudan. Es muy expresivo el cuadro de Murillo: va el Santo con el cesto lleno por la ciudad, carga con un enfermo ulceroso que representa a Jesucristo y un ángel le sostiene y le guía. Un día se declaró un incendio en el Hospital.

    Había peligro de que todos los enfermos quedaran abrasados. Juan de Dios, desoyendo a los prudentes, se metió en el fuego, dispuesto a dar la vida, cogió uno a uno sobre sus espaldas y los salvó a todos. A él únicamente se le chamuscaron los vestidos. Las llamas de su amor fueron más fuertes que el fuego. Murió en Granada el año 1550.



    "He aquí, pues, cuáles son los ejercicios y las actividades que deben servir como medios para curar nuestras potencias y devolverles su pureza perdida y su primitiva integridad: son los ayunos, los trabajos, las vigilias, la soledad, la huida del mundo, el dominio de los sentidos, la lectura de las Escrituras y de los Santos Padres, la participación en los servicios de la Iglesia, la confesión y la comunión frecuentes" Teófano El Recluso sobre la práctica de la oración