lunes, 11 de marzo de 2024

GAUDETE ET EXSULTATE

 CAPÍTULO CUARTO
ALGUNAS NOTAS DE LA SANTIDAD EN EL MUNDO ACTUAL
Audacia y fervor


     133. Necesitamos el empuje del Espíritu para no ser paralizados por el miedo y el cálculo, para no acostumbrarnos a caminar solo dentro de confines seguros. Recordemos que lo que está cerrado termina oliendo a humedad y enfermándonos. Cuando los Apóstoles sintieron la tentación de dejarse paralizar por los temores y peligros, se pusieron a orar juntos pidiendo la parresía: «Ahora, Señor, fíjate en sus amenazas y concede a tus siervos predicar tu palabra con toda valentía» (Hch 4,29). Y la respuesta fue que «al terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos; los llenó a todos el Espíritu Santo, y predicaban con valentía la palabra de Dios» (Hch 4,31).

-PROPÓSITO DEL DÍA- "Para que por la práctica de los consejos evangélicos y la vida de oración, podamos crecer en el amor a Dios y nuestros hermanos"



 

EVANGELIO - 12 de Marzo - San Juan 5,1-16.

 

    Libro de Ezequiel 47,1-9.12.

    Un ángel me llevó a la entrada de la Casa, y vi que salía agua por debajo del umbral de la Casa, en dirección al oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia el oriente. El agua descendía por debajo del costado derecho de la Casa, al sur del Altar.
    Luego me sacó por el camino de la puerta septentrional, y me hizo dar la vuelta por un camino exterior, hasta la puerta exterior que miraba hacia el oriente. Allí vi que el agua fluía por el costado derecho.
    Cuando el hombre salió hacia el este, tenía una cuerda en la mano. Midió quinientos metros y me hizo caminar a través del agua, que me llegó a los tobillos.
    Midió otros quinientos metros y me hizo caminar a través del agua, que me llegó a las rodillas. Midió otros quinientos metros y me hizo caminar a través del agua, que me llegó a la cintura.
    Luego midió otros quinientos metros, y ya era un torrente que no pude atravesar, porque el agua había crecido: era un agua donde había que nadar, un torrente intransitable.
    El hombre me dijo: "¿Has visto, hijo de hombre?", y me hizo volver a la orilla del torrente.
    Al volver, vi que a la orilla del torrente, de uno y otro lado, había una inmensa arboleda.
    Entonces me dijo: "Estas aguas fluyen hacia el sector oriental, bajan hasta la estepa y van a desembocar en el Mar. Se las hace salir hasta el Mar, para que sus aguas sean saneadas.
    Hasta donde llegue el torrente, tendrán vida todos los seres vivientes que se mueven por el suelo y habrá peces en abundancia. Porque cuando esta agua llegue hasta el Mar, sus aguas quedarán saneadas, y habrá vida en todas parte adonde llegue el torrente.
    Al borde del torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de todas las especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos los meses producirán nuevos frutos, porque el agua sale del Santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas de remedio".


Salmo 46(45),2-3.5-6.8-9.

El Señor es nuestro refugio y fortaleza,
una ayuda siempre pronta en los peligros.
Por eso no tememos,
aunque la tierra se conmueva

y las montañas se desplomen
hasta el fondo del mar.
Los canales del Río alegran la Ciudad de Dios,
la más santa Morada del Altísimo.

El Señor está en medio de ella: nunca vacilará;
él la socorrerá al despuntar la aurora.
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro baluarte es el Dios de Jacob.

Vengan a contemplar las obras del Señor,
Él hace cosas admirables en la tierra.


    Evangelio según San Juan 5,1-16.

    Se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.
    Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos.
    Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua.
    Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años.
    Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?".
    El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes".
    Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y camina".
    En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: "Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla".
    El les respondió: "El que me curó me dijo: 'Toma tu camilla y camina'".
    Ellos le preguntaron: "¿Quién es ese hombre que te dijo: 'Toma tu camilla y camina?'".
    Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí.
    Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: "Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía".
    El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado.
    Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.

    Palabra del Señor

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 12 de Marzo - "¿Quieres curarte?": la cuaresma conduce a los catecúmenos a la piscina del bautismo


        San Máximo de Turín (¿-c. 420) obispo Sermón para la Cuaresma


"¿Quieres curarte?": la cuaresma conduce a los catecúmenos a la piscina del bautismo

    El número cuarenta, carísimos hermanos, tiene un valor simbólico, ligado al misterio de nuestra salvación. En efecto, cuando en los primeros tiempos, la maldad de los hombres hubo invadido la superficie de la tierra, durante cuarenta días Dios hizo salirse las aguas del cielo e inundó la tierra entera bajo las lluvias del diluvio (Gn 7). Desde esta época, la historia de la salvación fue anunciada simbólicamente: durante cuarenta días, la lluvia cayó para purificar el mundo. Ahora, durante los cuarenta días de la cuaresma, es ofrecida la misericordia a los hombres para que se purifiquen...

    Sí, el diluvio es el símbolo del bautismo; lo que se produjo entonces todavía se cumple hoy... Cuando los pecados de toda la tierra desaparecieron, ahogados en el fondo del abismo, la santidad pudo elevarse muy cerca del cielo; he aquí lo que se realiza ahora también en la Iglesia del Cristo... Llevada por el agua del bautismo, se eleva cerca del cielo; las supersticiones y los ídolos son engullidos, y sobre tierra se difunde la fe, brotada del arca del Salvador... Por cierto, nosotros mismos somos pecadores, y este mundo será destruido. Sólo escaparán de la ruina, aquellos a los que el arca llevará encerrados en su seno. Esta arca, es la Iglesia... Sí, os lo anunciamos, este mundo naufragará; por eso os exhortamos, a vosotros, a todos los hombres, a refugiarse en este santuario.

SANTORAL - SAN LUIS ORIONE

12 de Marzo


    Nació en Pontecurone, Italia, el 23 de junio de 1872. Tenía 13 años cuando se abrazó a la vida religiosa ingresando en el convento franciscano de Voghera, Pavía. Pero graves problemas de salud dieron al traste momentáneamente con su sueño. Su destino sería otro. Durante tres años, los que median entre 1886 y 1889, tuvo la gracia de formar parte de los discípulos de Don Bosco en el Oratorio turinés de Valdocco. Y concluida allí su formación, ingresó en el seminario de Tortona. Lo que aprendió en Valdocco, con el testimonio de Don Bosco, dejó en él una huella imborrable. Antes de ser sacerdote, ya había puesto en marcha el Oratorio «San Luis», y un colegio en el barrio de San Bernardino. Eran los primeros signos de su impronta apostólica con niños y jóvenes que no tenían recursos económicos. Fue ordenado en abril de 1895. Ese año fundó la Pequeña Obra de la Divina Providencia. Y en 1899 los Ermitaños de la Divina Providencia, integrada por el grupo de clérigos y sacerdotes que se aglutinaron en torno a él. En 1903 el obispo de Tortona, Mons. Bandi, se apresuró a reconocer canónicamente estas fundaciones que tenían como objeto de su acción los desposeídos, los humildes, los afectados por lesiones físicas y morales, etc., atendidos en sus «Pequeños Cottolengos». Para los enfermos y ancianos, entre otros, Luis puso en marcha hospitales diversos. El admirable plan de vida que se había trazado, basado exclusivamente en el Evangelio: «hacer el bien siempre a todos, el mal nunca a nadie», estaba dando sus frutos. Aspiró a tener «un corazón grande y generoso capaz de llegar a todos los dolores y a todas las lágrimas», y lo consiguió.

    En 1915 vio la luz otra de sus obras: las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, y creó el primer Cottolengo. Los frutos se multiplicaban. Se había implicado de lleno en la Sociedad de Mutuo Socorro San Marciano y en la Conferencia de San Vicente, y toda acción que lleva a cabo un apóstol redunda en numerosas bendiciones. Surgieron casas en Pavía, Sicilia, Roma… Prestó su ayuda a los damnificados en los terremotos que asolaron las regiones de Reggio, Messina y Marsica. Desempeñó la misión de vicario general de Messina a petición de Pío X, ante quien realizó sus votos perpetuos en 1912. Entre 1920 y 1927 fundó las Hermanas adoratrices Sacramentinas invidentes, y las Contemplativas de Jesús crucificado. Este prolífico fundador no fue ajeno a las dificultades histórico-sociales que afectaron a la Iglesia y al mundo en la época que le tocó vivir. Para contrarrestarlas solo cabía la santidad, y así lo dijo: «Tenemos que ser santos, pero no tales que nuestra santidad pertenezca solo al culto de los fieles o quede solo en la Iglesia, sino que trascienda y proyecte sobre la sociedad tanto esplendor de luz, tanta vida de amor a Dios y a los hombres que más que ser santos de la Iglesia seamos santos del pueblo y de la salvación social». Envió misioneros a diversos países de Europa y de América del Sur. Y él mismo viajó por diversos países del Cono Sur en 1921. Volvió después y entre 1934 hasta 1937 permaneció en esta zona impulsando las fundaciones y asociaciones para laicos, entre las que también se cuentan las «Damas de la Divina Providencia», los «Ex Alumnos» y los «Amigos».

    Su edificante existencia fue la de un hombre de oración, devoto de María, sencillo, humilde, intrépido. Un apóstol entregado a Cristo por completo, que viendo su rostro en el sufrimiento de las personas que conoció, hizo todo lo que estuvo en su mano para asistirlas. Un insigne predicador y confesor. Un fundador que gozó de la confianza de la Santa Sede, pero al que no faltaron incomprensiones, oposiciones, dificultades, y sufrimientos a todos los niveles. Su amor al Santo Padre le llevó a incluir un cuarto voto de fidelidad a él. Fue impulsor de dos santuarios. A lo largo de su vida llegó a «ver y sentir a Cristo en el hombre». Con gran visión se adelantó a los tiempos, impulsando todas las vías de la nueva evangelización. Decía a los suyos: «¿Son tiempos nuevos? Fuera los miedos. No dudemos. Lancémonos en las formas nuevas, en los nuevos métodos… No nos fosilicemos: basta conseguir sembrar, basta poder arar a Jesucristo en la sociedad y fecundarla de Cristo». Estaba claro que quería combatir el inmovilismo y la rutina enemigos del apóstol. Murió el 12 de marzo de 1940 en la casa de San Remo, exclamando: «¡Jesús! ¡Jesús! Voy». Fue beatificado por Juan Pablo II el 26 de octubre de 1980, quien glosó su existencia recordando que fue: «un hombre tierno y sensible hasta las lágrimas; infatigable y valiente hasta el agotamiento; tenaz y dinámico hasta el heroísmo; afrontando peligros de todo género; iluminando a hombres sin fe; convirtiendo a pecadores; siempre recogido en continua y confiada oración...». Este mismo pontífice lo canonizó el 16 de mayo de 2004.

Oremos

    San Luis Orione, que desde tus más tiernos años sentiste una irresistible atracción hacia Dios, y, animado por una devoción filial a la Santísima Virgen, ofreciste la vida entera en holocausto de amor a Cristo y a la Iglesia, en generoso servicio de caridad hacia los hermanos, especialmente hacia los que sufren y los pobres, tus predilectos: Obtennos la gracia de seguir tu ejemplo, para servir a Dios y al prójimo con tu misma generosidad y difundir ampliamente el mensaje de amor que Dios, por tu intermedio, ha querido comunicar al mundo entero. Amén.

-FRASE DEL DÍA-