domingo, 14 de septiembre de 2025
EVANGELIO - 15 de Septiembre - San Juan 19,25-27
Hermanos: Cristo dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión.
Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer.
De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.
Salmo 31(30),2-3a.3bc-4.5-6.15-16.20.
Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer.
De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.
Salmo 31(30),2-3a.3bc-4.5-6.15-16.20.
¡Tú eres la parte de mi herencia, Señor!
Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca me vea defraudado!
Líbrame, por tu justicia;
inclina tu oído hacia mí
y ven pronto a socorrerme.
Sé para mí una roca protectora,
porque tú eres mi Roca y mi baluarte:
por tu Nombre, guíame y condúceme.
Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi refugio.
Yo pongo mi vida en tus manos:
tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.
Pero yo confío en ti, Señor,
y te digo: «Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos.»
Líbrame del poder de mis enemigos
y de aquellos que me persiguen.
¡Qué grande es tu bondad, Señor!
Tú la reservas para tus fieles;
y la brindas a los que se refugian en ti,
en la presencia de todos.
Evangelio según San Juan 19,25-27.
¡que nunca me vea defraudado!
Líbrame, por tu justicia;
inclina tu oído hacia mí
y ven pronto a socorrerme.
Sé para mí una roca protectora,
porque tú eres mi Roca y mi baluarte:
por tu Nombre, guíame y condúceme.
Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi refugio.
Yo pongo mi vida en tus manos:
tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.
Pero yo confío en ti, Señor,
y te digo: «Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos.»
Líbrame del poder de mis enemigos
y de aquellos que me persiguen.
¡Qué grande es tu bondad, Señor!
Tú la reservas para tus fieles;
y la brindas a los que se refugian en ti,
en la presencia de todos.
Evangelio según San Juan 19,25-27.
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo".
Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo".
Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Palabra del Señor
MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 15 de Septiembre - "Después del amor de Cristo, el de María no tiene igual"
San Bernardo (1091-1153) monje cisterciense y doctor de la Iglesia Homilía del domingo en la Octava de la Asunción 14-15 (Lectures chrétiennes pour notre temps, Abbaye d'Orval, 1973)
"Después del amor de Cristo, el de María no tiene igual"
El martirio de la Virgen es sugerido tanto por la profecía de Simeón como por la narración de la Pasión del Señor. “Él será un signo de contradicción”, dice Simeón hablando del niño Jesús. Dirigiéndose a María agregó “Una espada atravesará tu corazón” (cf. Lc 2,34-35). Si, bienaventurada Madre, tu corazón fue atravesado por una espada y una espada traspasó la carne de tu Hijo. Cuando tu Jesús -que es de todos pero especialmente de ti- entregó el espíritu, la lanza cruel no llegó a su alma. Al estar ya muerto, la lanza no le causó dolor. Pero ella atravesó tu alma. En ese momento, ya no podía atravesar el alma suya porque ya no estaba. Pero tu alma, no podría nunca más separarse de él. (…)
Quizás alguien preguntará si María no sabía por adelantado que él debía morir. Si, sin dudas. ¿No esperaba ella verlo resucitado en seguida? Si, en eso confiaba. Entonces, ¿sufrió cuando lo vio crucificar? ¡Por cierto y con qué violencia! ¿Quién eres tú, hermano, y de dónde te viene tal sabiduría, al asombrarte más de la compasión de María que de la pasión del Hijo de María? ¿Él pudo morir de la muerte del cuerpo y ella no habría podido morir con él de todo corazón? En él se realiza la obra de un amor que nadie puede superar. En ella, es el amor que, después del primero, nunca habrá otro igual.
SANTORAL - NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES
15 de Septiembre
Memoria de Nuestra Señora de los Dolores, que de pie junto a la cruz de Jesús, su Hijo, estuvo íntima y fielmente asociada a su pasión salvadora. Fue la nueva Eva, que por su admirable obediencia contribuyó a la vida, al contrario de lo que hizo la primera mujer, que por su desobediencia trajo la muerte.
La devoción a Nuestra señora de los dolores viene desde muy antiguo. Ya en el siglo VIII los escritores eclesiásticos hablaban de la “Compasión de la Virgen” en referencia a la participación de la Madre de Dios en los dolores del Crucificado.
Pronto empezaron a surgir las devociones a los 7 dolores de María y se compusieron himnos con los que los fieles manifestaban su solidaridad con la Virgen dolorosa.
La fiesta empezó a celebrarse en occidente durante la Edad Media y por ese entonces se hablaba de la “Transfixión de María”, de la “Recomendación de María en el Calvario”, y se conmemoraba en el tiempo de Pascua.
En el siglo XII los religiosos servitas celebraban la memoria de María bajo la Cruz con oficio y Misa especial. Más adelante, por el siglo XVII se celebraba el domingo tercero de septiembre.
El viernes anterior al Domingo de Ramos también se hacía una conmemoración a la Virgen Dolorosa, festividad conocida popularmente como “Viernes de los Dolores”.
Benedicto XIII extendió universalmente la celebración del “Viernes de Dolores” en 1472 y en 1814 el Papa Pío VII fijó la Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores para el 15 de septiembre, un día después a la Exaltación de la Santa cruz.
Los siete Dolores de la Virgen María
Primer Dolor:
La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús
Segundo Dolor:
La huida a Egipto con Jesús y José
Tercer Dolor:
La pérdida de Jesús
Cuarto Dolor:
El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario
Quinto Dolor:
La crucifixión y la agonía de Jesús
Sexto Dolor:
La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto
Séptimo Dolor:
El entierro de Jesús y la soledad de María
Oremos
Oh Virgen, la más dolorosa del mundo después de tu Hijo, a cuyos dolores estuviste perpetuamente asociada: te ruego que me alcances fortaleza para sufrir por mis pecados, como tú sufriste por los nuestros, a fin de que, crucificando mis pasiones y concupiscencias en la cruz de Cristo, llevando la cruz de mi deber por el camino de mi vida, caminando en pos de mi Señor y perseverando constantemente a tu lado, oh Madre mía, al pie de la cruz de tu Hijo, viva siempre y muera contigo, redimido y santificado por la sangre preciosísima de nuestro Redentor. Amén
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