sábado, 23 de octubre de 2021

-PROPÓSITO DEL DÍA-



 

EVANGELIO DEL DÍA - 24 DE OCTUBRE - San Marcos 10,46-52.




Libro de Jeremías 31,7-9.

Porque así habla el Señor: ¡Griten jubilosos por Jacob, aclamen a la primera de las naciones! Háganse oír, alaben y digan: "¡El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel!".
Yo los hago venir del país del Norte y los reúno desde los extremos de la tierra; hay entre ellos ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una gran asamblea la que vuelve aquí!
Habían partido llorando, pero yo los traigo llenos de consuelo; los conduciré a los torrentes de agua por un camino llano, donde ellos no tropezarán. Porque yo soy un padre para Israel y Efraím es mi primogénito.

Palabra de Dios. 


Salmo 126(125),1-2ab.2cd-3.4-5.6.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas
y nuestros labios, de canciones.

Hasta los mismos paganos decían:
“¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!”.
¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros
y estamos rebosantes de alegría!

¡Cambia, Señor, nuestra suerte
como los torrentes del Négueb!
Los que siembran entre lágrimas
cosecharán entre canciones.

El sembrador va llorando
cuando esparce la semilla,
pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas.


Carta a los Hebreos 5,1-6.

Hermanos: Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados.
El puede mostrarse indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana.
Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente por los pecados del pueblo, sino también por los propios pecados.
Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón.
Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy.
Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.

Palabra de Dios.


Evangelio según San Marcos 10,46-52.

Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino.
Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!".
Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten piedad de mí!".
Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Entonces llamaron al ciego y le dijeron: "¡Animo, levántate! El te llama".
Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.
Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". El le respondió: "Maestro, que yo pueda ver".
Jesús le dijo: "Vete, tu fe te ha salvado". En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino. 

Palabra del Señor.

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 24 de Octubre - «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» (Mc 10, 46-52)






San Juan Crisóstomo
Homilía 66, Obras de San Juan Crisóstomo, tomo II, B.A.C., Madrid, 1956, pp. 354-357.

«¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» (Mc 10, 46-52)


1. Mirad desde dónde se dirige a Jerusalén y dónde había pasado antes el tiempo. Es un punto, a mi parecer, muy digno de averiguarse. ¿Y por qué anteriormente no fue desde allí a Galilea sino pasando por Samaria? Mas esto lo dejaremos para los curiosos de saber, y el que quiera puntualmente investigarlo, en Juan hallará que se explica muy bien y allí pone el evangelista la causa. Nosotros atengámonos a nuestro propósito y escuchemos a estos ciegos, mejores indudablemente que muchos que gozan de buena vista. Porque fue así que, sin guía que los llevara al Señor y sin poderle ver cuando lo tenían delante, ellos se empeñaron en llegar hasta Él y empezaron a gritar a voz en cuello, Y cuando se les mandaba callar, ellos levantaban más la voz.

Tal es, en efecto, un alma constante: las mismas dificultades la exaltan. Cristo, por su parte, consintió que se les mandara callar, a fin de que así apareciera mejor su fervor y vieran todos que eran dignos de la curación. De ahí que ni siquiera les pregunta si tienen fe, como solía hacer otras veces, pues sus gritos y su romper por entre la gente ponían bien de manifiesto su fe a los ojos de todos. Aprende de ahí, carísimo, que, por despreciables y desechados que seamos, si con fervor nos acercamos a Dios, aun por nosotros mismos podremos alcanzar cuanto le pidamos. Mira, si no, cómo estos ciegos, sin tener por abogado a ningún apóstol, teniendo más bien a muchos que les mandaban callar, lograron superar todas las dificultades y llegar a la presencia de Jesús mismo. Realmente, el evangelista no atestigua que por su vida tuvieran estos ciegos motivo especial de confianza con el Señor, Todo lo suplió su fervor, Buen modelo para nuestra imitación. Aun cuando Dios dilate el escucharnos, aun cuando hubiere muchos que traten de apartarnos de orar, no abandonemos nosotros la oración, pues así señaladamente nos atraemos a Dios. Mira, si no, cómo en el caso presente ni la pobreza, ni la ceguera, ni que el Señor no los oyera, ni las reprensiones de la gente; ni otra cosa alguna pudo contener impetuoso fervor de estos ciegos. Tal es por naturaleza el alma ardiente y esforzada.

¿Qué hace, pues, Cristo? Llámalos a sí y les dice ¿Qué queréis que haga con vosotros? Y ellos le responden: Señor; que se abran nuestros ojos. ¿Por qué les pregunta el Señor? Para que nadie pensara que querían ellos una cosa y Él les daba otra. Y es que el Señor tiene siempre costumbre de poner antes patente y descubrir a todos la virtud de los que va a curar, y sólo entonces realiza la curación. Lo uno, para mover a los otros a que los imiten; y luego por que vean todos que merecen la gracia les hace. Así por lo menos lo hizo con la mujer cananea, así con el centurión, así con la hemorroísa: o, mejor dicho; esta admirable mujer se adelantó a la pregunta del Señor. Y, sin embargo, tampoco a ésta la pasó de largo, sino que, aun después de la curación, la descubrió, a todos. Así se ve el interés que tenía siempre el Señor en proclamar los méritos de quienes se acercaban a Él. Que es puntualmente lo que aquí hace. Seguidamente, ya que le habían dicho que querían, movido a compasión, los tocó. Porque ésta-la compasión- es la causa única de a curación; la misma, por cierto, por la que vino al mundo. Sin embargo, aun cuando todo era compasión y gracia, Él busca a los son dignos. Y que estos ciegos eran dignos de la curación, bien lo mostraron, primero por sus gritos y porque, después de recibida la gracia, no se apartaran del Señor, que es lo que hacen muchos, ingratos después de recibir los beneficios. No así estos ciegos. Ellos antes de la dádiva se muestran constantes, y después de la dádiva, agradecidos, pues fueron siguiendo al Señor.

SANTORAL DEL DÍA - 24 DE OCTUBRE - SAN LUIS GUANELLA



 
En la ciudad de Como, en Italia, san Luis Guanella, presbítero, que fundó la Congregación de los Siervos de la Caridad y también la de las Hijas de Santa María de la Providencia, para atender a las necesidades de los desamparados y afligidos, y procurarles la salvación eterna. Luis Guanella nació en Fraciscio, Sondrio, el 19 de diciembre de 1842, el noveno de trece hijos. Desde niño aprendió una fe viva y operante, un constante amor al trabajo y una gran caridad para con los pobres.

Pasada su niñez entre sus montes siempre nostálgicamente amados, fue alumno del Colegio Gallio de Como, frecuentó después, para los estudios eclesiásticos, los seminarios diocesanos, distinguiéndose por la angélica piedad, amabilidad de carácter y aprovechamiento en las disciplinas escolares. Ordenado sacerdote el 26 de mayo de 1868, estuvo encargado de cura de almas en Prosto y en Savogno, en Val Chiavena, donde construyó una escuela elemental, y enseñó en las escuelas, por cuanto tenía un diploma de maestro. Multiplicó las iniciativas benéficas a favor de los pobres y con entusiasmo organizó la acción Católica juvenil, fundada en 1867 por Juan Acquaderni y Mario Fani. En 1875 fue a Turín, a donde Juan Bosco, de quien aprendió el camino de la santidad y el método pedagógico. Se vinculó con los votos religiosos a la sociedad salesiana. Pero en 1878 fue llamado por su obispo a la diócesis, fue nuevamente párroco en Traona, Olmo y Pianello Lario, donde en 1885 sonó la hora de la misericordia con la primera fundación de las obras soñadas de tiempo atrás a favor de los pobres abandonados.

Este sacerdote valteliense, en la escuela de los santos de su tiempo: Juan Bosco, José Cafasso, José Benito Cottolengo, Leonardo Murialdo, Luis Orione, Madre Francisca Javier Cabrini, también él fue iniciador de numerosas obras de beneficencia, que florecerían rápidamente gracias a su espíritu de dedicación, y a su capacidad de comunicar entusiasmo y valor a sus colaboradores.

Devoto y admirador de San Francisco de Asís, ingresó en su Tercera Orden. De la vida del Pobrecillo asumió el espíritu de pobreza y de perfecta alegría, de gran confianza en Dios y de amor por los hermanos más pobres: los huérfanos, los deficientes, los ancianos y los enfermos. Para continuar la institución fundó dos congregaciones religiosas: los siervos de la Caridad (Guanelianos) y las Hijas de Santa María de la Providencia (Guanellianas). La obra se desarrolló admirablemente en Italia y en el exterior. La pía unión del tránsito de San José, iniciada por él en Roma, cuenta hoy con más de diez millones de miembros. En años de encendido anticlericalismo, fue mirado con sospecha por las autoridades laicas y fue blanco de injusticias y persecuciones, pero las superó con la fuerza de su fe y el fuego de la caridad. Fue a América siguiendo a los emigrantes, trabajó mucho por la asistencia religiosa a los mismos. Para instruir a la juventud abrió escuelas de iniciación, y oratorios. Para asistir a las víctimas del terremoto de Calabria, en Marsica y en Mesina, no economizó energías ni medios.

En Como el 24 de octubre de 1915, a los 73 años concluyó su activa jornada este héroe de la caridad. Su cuerpo se venera en el Santuario del Sagrado Corazón en Como. Fue beatificado por Pablo VI el 25 de octubre de 1964 y canonizado por Benedicto XVI el 23 de octubre de 2011.


Oremos

Señor Jesús, Tú viniste a la Tierra para ofrecer a todos el amor del Padre, y ser apoyo y consuelo de los pequeños y de los que sufren. Te damos gracias por habernos dado a tu siervo fiel, don Luis Guanella, como signo maravilloso del amor de Dios. Haz que el ejemplo de su vida pueda resplandecer en todo el mundo, para gloria de Dios Padre y para beneficio del pueblo cristiano. Concédenos, por su intercesión, la gracia que ahora te pedimos y haz que podemos imitar sus virtudes: el ardiente amor hacia la Eucaristía, la confianza serena en la Providencia, la tierna caridad para con los más pobres, la pasión pastoral por tu pueblo, para que -junto con él- podemos recibir el premio de gloria que nos preparaste en la casa del Padre. Amén.

-FRASE DEL DÍA-


Frase del Día

 

OCTUBRE, MES DE LAS MISIONES - «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20)



 

Papa Francisco
Extracto, mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2014
(pto.4)


"Donde hay alegría, fervor, deseo de llevar a Cristo a los demás, surgen las verdaderas vocaciones. Entre éstas no deben olvidarse las vocaciones laicales a la misión. Hace tiempo que se ha tomado conciencia de la identidad y de la misión de los fieles laicos en la Iglesia, así como del papel cada vez más importante que ellos están llamados a desempeñar en la difusión del Evangelio. Por esta razón, es importante proporcionarles la formación adecuada, con vistas a una acción apostólica eficaz."